Para ponerla de volea: Messi está muy lejos de
la épica, que es la gran aliada en la historia de Maradona. Por eso Messi es y
será un empleado en el mostrador del Diego, tal vez ‘el empleado del mes’ por muchos, muchos meses. Pero es eso, un
aplicado ejecutante, no un agente de la épica, porque eso es el patrimonio de
D10S.
Tal vez nada marque esa distancia entre Maradona y Messi como la famosa copia que ejecutó Messi del gol de Maradona a los ingleses. Es asombrosa la similitud de las jugadas, tanto como el contexto que las diferencia: el gol de Maradona fue a la selección de Inglaterra, en un mundial y significó el triunfo y la apertura del camino a la gloria, mientras que el gol de Messi fue al Getafe, en una competencia menor (la Copa del Rey, pfffff) y que no significó nada, pues el equipo de Messi fue finalmente eliminado por su rival. Lo de Maradona fue épico, una carrera de 10.6 segundos y doce toques de balón rumbo al Olimpo del Fútbol. Lo de Messi fue apenas un hecho estético, un goce efímero, flor de un día.
No hay épica en Messi: si su equipo está perdiendo, él cae abatido (la imagen del entretiempo en el 8 a 2 que les aplicó el Bayern es elocuente, v. infra). No hay épica: si Messi es el capitán y quiere animar a sus compañeros, les dice, ‘vamos juntitos como el otro día’, que es la arenga más débil y palurda que se haya escuchado jamás, sumando a las de los niños que juegan en un jardín de infantes. No hay en ello épica, tan solo ganas de aplicarle a Messi un guachazo y decirle ‘espabílate, Elfito, que así no hablamos los adultos’.
La mirada perdida de un hombre sin épica.
El caso es que si Messi no está cobijado por su equipo, se pierde y no rinde lo mismo. Maradona, por su parte, tenía el combustible épico para convertir a diez jugadores cumplidos en diez guerreros dispuestos a todo, a matar o morir por su causa.
Y esta será la gran diferencia entre Maradona y Messi, ya para siempre. Uno es la épica, el otro la estética. Al Diego le cupo la gloria; al otro, sus reflejos.
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