Hagamos un ejercicio:
aceptemos, por un instante, la hipótesis de que Roberto Aguilar es un odiador. Luego,
leamos su artículo ‘País de mierda’ en el que los ecuatorianos quedamos
retratados como unos habitantes de eso (con Correa con mucho de culpa, como es
usual).
La lectura del artículo
provocará dos cosas en el lector: 1)
Confirmará la hipótesis sobre Aguilar; 2)
Lo motivará a pensar si los ecuatorianos somos todos así (“acomplejados”,
“arribistas”, “sanguijuelas”, “manga de analfabetos”, etc., todos calificativos cosecha de Aguilar). Todos los ecuatorianos, del Oriente a la Región Insular, del Carchi
al Macará. Naturalmente, cualquier persona debería descartar esa idea por desproporcionada
y absurda. Es una falacia de generalización apresurada.
Creo que, en rigor, este
artículo de Aguilar debe motivar una reflexión sobre cómo se construye una
opinión. Hay dos opciones con este texto. La primera: es la sumatoria de todas
las malas experiencias que pudo acopiar Aguilar sobre xenofobia a las
venezolanas en el Ecuador (en un escandaloso cherry picking que contradice reglas básicas de la buena
argumentación) lo que le permite llegar a la conclusión de que somos un “país de
mierda”. Sin contextualizar, sin cifras ni estudios, sin historias de fondo
salvo sketches a conveniencia.
La segunda: Roberto
Aguilar decidió a priori que somos un
“país de mierda”. Acto seguido, procedió a hacer un escandaloso cherry picking para demostrar su
idea. Sin contextualizar, sin cifras ni estudios, sin historias de fondo salvo sketches a conveniencia.
En ningún caso hay otra
cosa que falacias.
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