¿Derecho a la intolerancia?

15 de agosto de 2014

Publicado en diario El Telégrafo el 15 de agosto del 2014 como "Una propuesta fijaba que era 'ok' ser intolerante".

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“La gente tiene el derecho a ser intolerante, ¿saben? En un país libre, la gente tiene derecho a decir cosas que otras personas consideran ofensivas, insultantes o intolerantes”. Así se expresó George Brandis, Attorney-General (especie de Procurador General) de Australia, designado en su cargo por un representante de la Reina Isabel II a recomendación del Primer Ministro australiano Tony Abbott (siendo la recomendación del Primer Ministro la parte decisiva de este proceso).

La frase de George Brandis fue dicha en el contexto de la defensa en el Senado de su propuesta de reforma a la Ley de Discriminación Racial. El Procurador Brandis, quien en razón de su cargo es la más alta autoridad jurídica en Australia, propuso que en la sección 18C de la Ley de Discriminación Racial (referida a “comportamiento ofensivo en razón de raza, color u origen nacional o étnico”) se reemplacen los términos “ofender, insultar, humillar” por “incitar al odio”. La modificación de esta ley había sido una promesa de Tony Abbott, líder del Partido Liberal, quien en campaña había ofrecido que una vez en el gobierno (a cuyo mando está desde septiembre del 2013) derogaría esa sección de la ley.

La propuesta del Procurador Brandis implicaba una evidente reducción de la protección a las minorías, dispuesta desde 1975 en la Ley de Discriminación Racial. De allí que Brandis dijera en el Parlamento que sí, que estaba OK ser intolerante con las minorías, que se podía ser verbalmente ofensivo o insultante contra un miembro de alguna de ellas siempre que no se incite al odio. Más contundente, Brandis dejó en claro que ser ofensivo e insultante contra una minoría era, además, un derecho de la “comunidad australiana”.

Porque una cuestión llamativa de la propuesta de ley del Procurador Brandis era que fijaba los “estándares” para juzgar lo que resultara ofensivo, insultante o humillante (aunque nunca en grado suficiente como para incitar al odio racial) en el pensamiento de un “miembro ordinario razonable de la comunidad australiana”, definido “ordinario” por oposición a los distintos “grupos particulares” (o sea, minorías) que puedan existir dentro de la “comunidad australiana”. En resumidas cuentas, la propuesta de ley del Procurador Brandis le restaba protección a las minorías en Australia porque ofensas e insultos contra las minorías prohibidos por la ley dejarían de estarlo, así como desdeñaba de plano su opinión a la hora de determinar responsabilidades, por ser personas “no ordinarias” en la “comunidad australiana”. Esto último, al menos en la visión del Procurador Brandis y de sus co-idearios en la coalición de los partidos Liberal y National.

El fundamento del Procurador Brandis y de sus co-idearios de la coalición Liberal-National para la reforma de la Ley de Discriminación Racial era la libertad de expresión. “Esta es una reforma importante y una parte clave de la agenda de libertad del Gobierno” puede leerse en los antecedentes de la reforma propuesta, titulada oportunamente “Libertad de expresión” y puesta a circular el 25 de marzo del 2014.

Pero este martes 5 de agosto, el Primer Ministro Abbott anunció la decisión de su gobierno de no proseguir con estas reformas. Cuando le preguntaron si era una decisión temporal, Abbott respondió: “Se han ido. Han desaparecido”. Las reformas pasaron de importantes a nulas. ¿Las razones para este giro? Una fue que la apelación a una mayor libertad de expresión no persuadió a la población australiana. Las encuestas demostraban que siete de cada ocho australianos se oponía a la reforma de la ley. No existió apoyo para la reforma por parte de la llamada “comunidad australiana”.

Otra razón fueron las reacciones que provocó la propuesta de ley. El que el propósito de la ley haya sido el reducir la protección a las minorías, provocó reacciones en los miembros de grupos minoritarios. Representantes de las comunidades aborigen, griega, judía, china, árabe, armenia y coreana presionaron en el Parlamento en contra de esta posible reforma. Ken Wyatt, aborigen australiano y parlamentario de filas del partido del Primer Ministro Abbott, había anunciado su desobediencia a la disciplina del partido si se proseguía con la discusión de la ley. Las reacciones de los sectores afectados en su nivel de protección no iban sino a complicarse con el paso del tiempo. El Primer Ministro Abbott y su equipo habrán presentido un futuro nefasto y cortaron por lo sano. En particular, Abbott quiso evitarse una “complicación innecesaria” (así la denominó en una entrevista radial) con la comunidad musulmana. 

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Una comentarista del periódico Canberra Times, Mariam Veiszadeh, escribió en un artículo titulado “Por qué la intolerancia no es OK, Sr. Brandis” que a los australianos los debería aterrar el que su máxima autoridad jurídica “parezca más apasionada por la protección de los derechos de los intolerantes que por los derechos de los más marginados de la sociedad”. Frase a la que muy bien podría tomársela como un corolario crítico de un hecho que fue, además, una torpeza argumentativa y un paso en falso para el gobierno que lidera Tony Abbott. 



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