¿Igualdad o proporcionalidad?

26 de agosto de 2022

 

Publicado en diario Expreso el 26 de agosto de 2022.

 

En el Congreso Constituyente de 1830 que creó el Estado del Ecuador se discutió la respuesta a la pregunta que titula esta columna. Los representantes de los departamentos de Azuay, Guayaquil y Quito se juntaron en Riobamba a decidir el sistema político que iba a regir sus relaciones. Un punto que ellos resolvieron fue si la representación política se la debía hacer de manera proporcional a la población de los departamentos, en cuyo caso el departamento de Quito tendría una mayoría de representantes frente a los otros dos, o si se la debía hacer de manera igualitaria.

 

El diputado guayaquileño José Joaquín de Olmedo defendió en ese Congreso Constituyente la igualdad de la representación de los tres departamentos que integraron el Estado del Ecuador (las antiguas provincias españolas de Cuenca, Guayaquil y Quito). En la sesión del 31 de agosto de 1830, frente a la posición quiteña de que el cálculo del número de representantes debía hacerse en función de la población de cada departamento, Olmedo retrucó que debía optarse por una representación igualitaria, explicando: ‘la diferencia que había entre provincias que están sujetas á una autoridad, y que unidas forman un cuerpo político, y entre otras secciones que por circunstancias improvisas quedan en una independencia accidental; que en el primer caso, era desde luego indispensable arreglar la Representación Nacional á la población, bajo una ley establecida; pero no así en el segundo, pues las secciones independientes podían reunirse muy bien con la representación igual, ó bajo los pactos convencionales que se estipulasen para la unión’.

 

Este discurso del diputado Olmedo implicaba que ningún departamento ejercía dominio sobre otro. La única vez que, durante el tiempo del gobierno español, una provincia quiso imponerse a las otras dos, fue sometida de manera ultra-violenta: le ocurrió a Quito, con la masacre del 2 de agosto de 1810 incluida.

 

En el discurso de Olmedo y en la práctica, cada antigua provincia era una entidad independiente. Y si se reunía una con otras para componer una entidad mayor, ello ocurría por mera conveniencia. Su representación podría ser igualitaria, o ser la que se estipulase para la ocasión. En el Congreso Constituyente de 1830 (en perjuicio de la abrumadora mayoría de habitantes del departamento de Quito) los representantes de Azuay y Guayaquil estipularon que la representación sea igualitaria, a razón de 10 diputados por departamento.

 

E igualitaria quedó por más de treinta años y seis Constituciones. En todas ellas se hizo referencia a ‘los antiguos departamentos’ para el cálculo de la representación política (salvo en 1843 que se utilizó la denominación ‘Distritos’). Así, 5 senadores y 8 representantes por departamento en la Constitución de 1835, 9 senadores y 10 representantes por distrito en la de 1843, 6 senadores y 10 representantes por departamento en la de 1845, 14 representantes por departamento en la de 1851, y 6 senadores y 10 representantes por departamento en la de 1852.  

 

Hasta que en 1861 la séptima Constitución y una nueva ley electoral cambiaron la representación política del Ecuador a una proporcional al número de habitantes de cada provincia.

La invicta Huachi

19 de agosto de 2022

 

Publicado en diario Expreso el 19 de agosto de 2022.

 

El año 1821 empezó mal para la causa libertaria. El 3 de enero ocurrió la derrota en el combate de Tanizagua, en las cercanías de Guaranda, precedida por las derrotas de Verdeloma el 20 de diciembre de 1820, donde murieron unos 200 patriotas, y de Huachi el 22 de noviembre de 1820, donde murieron unos 500. Justo ese 22 de noviembre del primer Huachi, el Presidente de la Junta de Gobierno de Guayaquil, José Joaquín de Olmedo, le escribió al general José de San Martín para contarle de los progresos del ejército patriota en su camino a Quito, y Olmedo lo lisonjeaba así: ‘V. E.  prepara el hermoso día del opulento Perú; y, ardiendo en amor patrio, nos enseña la senda que debemos seguir’. Qué poco sabía el poeta.

 

En el combate de Tanizagua, los realistas mataron a otros 400 patriotas y capturaron a su jefe, el coronel José García, a quien decapitaron. Su cabeza fue enviada en una jaula de hierro a Quito y el general Aymerich, jefe de los realistas y último gobernante español de Quito (ciudad que lo recuerda con raro orgullo en el nombre de la calle que sube a la cima del Panecillo) ordenó que la cabeza de García sea exhibida en el puente del Machángara para escarmiento de las personas y alimento de los bichos.

 

Al rescate de la causa libertaria llegó la temporada de lluvias, que impuso un cese natural de las hostilidades que amenazaban a Guayaquil. Se reanudaron los fuegos el 19 de agosto de 1821 con la batalla de Cone, en las cercanías de Yaguachi. Para este momento el general Simón Bolívar ya había enviado a la ciudad de Guayaquil al general José Mires, en febrero de 1821, con armas y pertrechos, y al general Antonio José de Sucre, quien llegó a Guayaquil en abril de 1821 para tomar el comando del ejército patriota y para anexionar la provincia de Guayaquil a la República de Colombia. Por la presencia de Sucre y su insistencia, la Junta de Gobierno presidida por el poeta Olmedo suscribió un convenio por el que puso a la provincia de Guayaquil ‘bajo los auspicios y protección de Colombia’.

 

El ejército patriota, comandado por el general Mires, triunfó de manera aplastante en Cone. La importancia de este triunfo se debe a que evitó que la ciudad de Guayaquil sea tomada por los realistas. Entusiasmado, el ejército patriota tomó la ofensiva y volvió a trepar la cordillera rumbo a Quito.  

 

Pero ocurrió de nuevo Huachi. En su subida de la cordillera, el 12 de septiembre de 1821, el ejército patriota volvió a encontrarse con el ejército realista en los arenales de Huachi y los patriotas volvieron a perder. Fue un descalabro: alrededor de 800 muertos, entre ellos el guayaquileño José de Antepara, antiguo secretario del Precursor Miranda e importante actor en la gesta independentista de Guayaquil.

 

Y Huachi permaneció invicta. A fin de triunfar en la guerra contra los realistas, el ejército patriota replanteó su estrategia: fue por el mar al Sur, entró por Machala y subió por el Austro para esquivar los funestos arenales de Huachi en su camino a tomar el bastión realista de Quito. A esta ciudad, finalmente, la tomaron tras triunfar en la batalla del Pichincha y tras la rendición de los realistas suscrita por el general Aymerich, el 25 de mayo de 1822, en la cima del Panecillo.

El 13 de agosto

12 de agosto de 2022

 

Publicado el 12 de agosto de 2022 en diario Expreso.

 

El 19 de julio de 1834, Alexander Scammel Wadsworth, comodoro de la balandra de guerra USS Vincennes (incidentalmente, el primer barco de bandera estadounidense que circunnavegó la Tierra), fue testigo del convenio entre el Presidente Constitucional del Estado del Ecuador, el venezolano Juan José Flores, y un particular sublevado contra el gobierno constitucional de Flores, el guayaquileño Vicente Rocafuerte. El primer artículo del convenio entre Flores y Rocafuerte dispuso lo siguiente: ‘Art. 1.- Habrá paz, unión, concordia sincera y fraternal entre todos los ecuatorianos’. El artículo 2 del convenio dispuso que se debía convocar a una Convención Nacional para la reorganización del país. Este último artículo es el origen de la reunión de representantes que produjo a la República del Ecuador.

 

Para entender el porqué un Presidente Constitucional pudo acordar con un revolucionario un convenio para la reorganización de un territorio, se debe considerar la desastrosa Presidencia de Flores entre 1830 y 1834, que incluye la derrota en una guerra contra Colombia, la invariable crisis de las finanzas públicas y una constante inestabilidad de la conducción política por la aparición de variopintos revolucionarios por doquier.

 

Rocafuerte y otras gentes se le sublevaron en Guayaquil, y acá se vino el presidente Flores a atajar la revolución, pero luego se le sublevaron en la Sierra. El 12 de junio de 1834, el que había sido el primer Ministro del Ecuador, el lojano José Félix Valdivieso (en los orígenes del Estado ecuatoriano, según su Constitución, había un único Ministerio), se declaró Jefe Supremo en Ibarra. Quito se plegó a esta Jefatura Suprema el 13 de julio. Después, el 25 de agosto, se la incorporó a Cuenca. Valdivieso se consolidó como el Jefe Supremo de la Sierra.

 

Para vencer a Valdivieso y mantenerse en las altas esferas del poder, Flores apostó a una alianza con el revolucionario más prominente de Guayaquil, el ilustre y adinerado Vicente Rocafuerte.

 

El 10 de septiembre de 1834 concluyó el período constitucional de gobierno de Flores, quien de manera irregular transmitió el poder a Rocafuerte para que él gobierne en calidad de Jefe Supremo de Guayaquil. Flores se recicló como Comandante del ejército de la Jefatura Suprema de Guayaquil para enfrentar al ejército de la Jefatura Suprema de la Sierra. El 19 de enero de 1835 estos ejércitos se enfrentaron en los arenales de Miñarica. Allí triunfaron Rocafuerte y Flores.

 

Lo siguiente fue cumplir con el artículo 2 del convenio entre ellos firmado en julio de 1834 y la consecuente convocatoria a una Convención Nacional para la reorganización del territorio.

 

Aquí es donde entra el 13 de agosto. La Convención se reunió en Ambato, entre junio y agosto de 1835, para redactar y aprobar una nueva Constitución en la que el Estado del Ecuador dejó de ser un Estado confederado en una República imaginaria y pasó a ser una República por sí mismo. La Convención decidió el 8 de agosto que Vicente Rocafuerte sea el primer Presidente de la República y él, en esta calidad, fue quien puso el ejecútese a la Constitución el jueves 13 de agosto de 1835.

 

Y ese día, que nadie lo recuerda, se originó la República del Ecuador.

Treinta años

5 de agosto de 2022

 

Publicado en diario Expreso el 5 de agosto de 2022.

 

El año 1992 fue un parteaguas en la historia de Guayaquil. Es el año en que el ingeniero León Febres-Cordero, Presidente entre 1984 y 1988, se convirtió en el segundo alcalde (después de José Luis Tamayo) que, antes de asumir la Alcaldía, había ejercido la Presidencia de la República. (Febres-Cordero es el único en haber ejercido ambas dignidades por la voluntad popular.) Y 1992 es el año en que inició el dominio del PSC en Guayaquil.

 

Durante una buena parte de este dominio del PSC, un lema de la Alcaldía decía que Guayaquil era ‘exitosa’. Ese discurso ya no es creíble: nadie puede considerar un ‘éxito’ el estar viviendo en una ciudad violenta e insegura, donde salir a la calle implica tener una estrategia contra el prójimo. Así como tampoco debería ser creíble atribuirle la responsabilidad de la violencia y la inseguridad a otros que no administran la ciudad, como se lo pretende hacer. Esto, porque si tras treinta años de dominio de Guayaquil lo único que el PSC pudo lograr es seguir soportando el fracaso de los demás, es porque también su administración ha sido un fracaso. (La perpetua queja no es una política pública.) Al final, cuando menos, han sido cómplices de haber llegado a la decadencia actual.

 

En algún momento de la historia de Guayaquil el PSC encarnó un modelo de superación, una vía al desarrollo. En parte, la razón para que se lo haya podido pensar así es porque el PSC logró mantener bajas las expectativas de la población. No se trató de una vía al desarrollo basada en estándares internacionales o en casos de éxito (Curitiba, Medellín, Singapur), pues se basó en no recaer en el roldosismo. Fue el desarrollo de la ciudad como un escape.

 

Pero es al roldosismo adonde el escape del PSC ha terminado llevando. Esta Guayaquil modelo 2022 actualiza el lejano caos roldosista, con atributos como las ya citadas inseguridad y violencia, y el crecimiento urbano sin solución de necesidades básicas (hechos muy relacionados), la falta de controles ambientales y la contaminación de ríos y esteros, el fracaso del transporte masivo terrestre (sólo se han hecho tres de las siete troncales de la Metrovía –y ninguna en la actual administración) así como el fracaso y la deuda gigante de la Aerovía, la nula prevención de las inundaciones que ocurrirán por efecto del cambio climático, las sospechas de corrupción en los proyectos de arte o por los terrenos cercanos al nuevo aeropuerto en Daular… Esto, además de una máxima autoridad con un histrionismo de teatro escolar y unas altas dosis de chabacanería (‘vístanse como quieran, y desvístanse como quieran y con quién quieran’ es su legado).

 

Este entramado de ineficacia, sospechas de corrupción y chabacanería tiene unos aires de familia con el final del período roldosista, en el que gobernó la otra alcaldesa que ha tenido la ciudad, Elsa Bucaram. Salvo que esta Guayaquil del tramo final del PSC está aún peor, por la notoria descomposición de la ciudad y su crisis de seguridad que hoy causa zozobra y que la ha situado a Guayaquil entre las 50 ciudades más violentas del mundo.

 

Efeméride: este partido sin solución para los problemas de los guayaquileños, este 10 de agosto de 2022, cumplirá treinta años administrando la ciudad.