El sistema

28 de octubre de 2011


El sistema es lo que se fue para justificar la ineficiencia de un burócrata y el sistema es lo que sucede cuando se quiere justificar las arbitrariedades de una administración.  Lo primero es una vulgar excusa para la desidia; lo segundo, es la manera en que las cosas se hacen en una institución y que debes acatar si quieres formar parte de la misma.  Así expuestas, estas dos versiones del sistema sirven para el mismo propósito: justificar la irresponsabilidad, aunque la segunda versión sea mucho más preocupante que la primera, porque sus consecuencias suelen resultar bastante más nefastas que la mera ineficacia en un trámite.

No soy yo, es el sistema” suele traducirse en el coloquial “yo sólo cumplo órdenes”: ésta es la clásica renuncia a asumir las responsabilidades por los actos que se ejecutan al mismo tiempo que sirve para legitimar el ejercicio de la fuerza, siempre que sea necesario: en un escenario como ése, tarde o temprano, el sistema permitirá los abusos, los atropellos, las arbitrariedades.  Esos abusos, atropellos y arbitrariedades de los que nadie en concreto se hará cargo: ante el cumplimiento de la manera en que debían hacerse las cosas, el responsable es el sistema: todos y nadie, como una Fuenteovejuna, pero del mal.

En esta versión del sistema, el espíritu de cuerpo es un atributo principal, que sirve para mantenerlo y para no sufrir las consecuencias de los abusos, los atropellos y las arbitrariedades que se hayan cometido.  El espíritu de cuerpo es la hermética defensa de unos a otros, sin importar de qué es que deban defenderse: una banal falla administrativa o una desaparición forzada, lo mismo da.  Así, el espíritu de cuerpo encuentra su complemento ideal en la apatía moral: lo que sea, con tal de encubrirse, cualquier medio es legítimo (el secreto, la mentira, la violencia) con tal de procurarse dicho fin, aunque el encubrimiento equivalga a la impunidad de lo atroz.

Si esta versión del sistema se aplica en las instituciones que tienen el deber de procurarnos seguridad a los ciudadanos las cosas pueden ponerse bastante feas.  Esas instituciones tienen armas y el uso de las mismas puede provocar la más atroz de las consecuencias: la muerte de personas inocentes.  Si eso sucede, y lejos de investigarse sin trabas y a fondo, pretende encubrirse lo sucedido, es porque esta perversa versión del sistema que describo ha funcionado.  En cuyo caso, hay que tener la honestidad de reconocer que no sólo es responsable el policía que asesinó a una persona inocente, sino todos quienes sostuvieron aquel estado de cosas en el que se permitía que se asesine a un inocente y se procuraba la impunidad por hacerlo, lo que implica necesariamente tanto la responsabilidad de los capos en las altas esferas del poder como del policía que disparó el arma asesina.  Por eso, cuando en el documental Mi corazón en el Yambo, María Fernanda Restrepo confronta a uno de los policías involucrados en la desaparición de sus hermanos, la única justificación que éste atinó a darle fue que aquel “era el sistema”.

Esta historia es su consecuencia.

Censuras y reacciones

21 de octubre de 2011


Publicado en GkillCity el 21 de octubre de 2016.

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La decisión del Ministerio de Cultura con relación a la participación de Fernando Balseca en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guayaquil tiene algunos antecedentes de relevancia. Según la reseña que Balseca realizó en su carta al director publicada en diario El Universo el 19 de octubre (que El Universo también publicó en formato PDF y en la que replica la afirmación de Érika Sylva, ministra de cultura, de que Balseca nunca estuvo en la lista de participantes), se tienen los siguientes antecedentes:

1) “Desde mayo de 2011, por pedido de funcionarios del Ministerio de Cultura en Guayaquil” Balseca desempeñó para la edición de la FIL de este año el trabajo de “facilitar contactos con instituciones y personas de dentro y fuera del país; sugerir nombres para la lista de escritores de fuera del país; ajustar temáticas específicas en el tema de la cultura afroecuatoriana; y, por supuesto, definir mi participación como ponente”;

2) El 16 de septiembre los funcionarios en Guayaquil del Ministerio de Cultura le anunciaron a Balseca sus responsabilidades en la FIL, las que serían “el domingo 23 de octubre estaría en una mesa sobre narrativa actual con Carolina Andrade e Iván Égüez; el 24 en una sobre la poesía de Adalberto Ortiz; y el 25 en una sobre poesía con Mario Arteca y Alexis Naranjo”.

3) El 10 de octubre los funcionarios en Guayaquil del Ministerio de Cultura le informan a Balseca que “han viajado a Quito para aprobar la lista definitiva de autores invitados”.

4) El 13 de octubre le informan a Balseca que su participación “no ha sido aprobada”.

Todas estas afirmaciones de Balseca se soportan en correos electrónicos y es a partir de ellas que Balseca considera probable que se trate de “una respuesta a la posición crítica que mantengo de cómo se está gobernando el país, definitivamente se trata de eso, no soy una persona grata”.

Otro antecedente necesario a tomarse en consideración en este asunto es el oficio DPR-O-11-65 fechado el 24 de mayo en que el presidente Correa le responde a Balseca por sus expresiones vertidas en el editorial "La mala educación" que se publicó el 20 de mayo en diario El Universo. En dicho oficio, Correa le pregunta a Balseca, “¿Cuáles fueron las ofensas o descortesías que habrían ocasionado el malestar del editorialista? ¿Será que cuando hablamos con la verdad agraviamos? ¿Qué insultos se profirió y a quién? Usted no lo precisa en su editorial y la verdad es que no existe término alguno que pueda justificar sus afirmaciones sobre el mencionado enlace” y concluye que “tiene la decepción de constatar como la mediocridad se ha posesionado de mentes que en otro tiempo fueron más consecuentes con el país y que hoy sólo sirven para no servir”.

Sobre este “affaire Balseca”, algunos medios de comunicación han publicado noticias. De hecho, el primero en publicarlo fue El Comercio, el 17 de octubre y lo siguió El Universo, al día siguiente, con una nota titulada “$250.000 invirtió el Estado en feria literaria”, otra en la edición digital del mismo día (actualizada a las 16:38) bajo el título “Retiran invitación a editorialista Balseca a Feria del Libro de Guayaquil” y otra, el 19 de octubre, titulada “Malestar por ausencia de escritor en feria del libro”. Otros medios que han publicado al respecto son Hoy, MetroEcuador, La República y EcuadorInmediato, además de haber provocado (hasta ahora) una columna de opinión, la de José Luis Ortiz en diario Expreso, titulada “La KGB en la cultura”.

Los medios de comunicación también han publicado noticias sobre la postura del Ministerio de Cultura sobre este asunto. El “conceptualizador” de la FIL en Guayaquil, Fernando Naranjo, “elaboró algunas listas de escritores que fueron enviadas a Quito y la selección de los participantes es del Ministerio de Cultura en la capital”. Según Erika Sylva, ministra de cultura, es “‘falso’ que se haya excluido de la lista de participantes al escritor Fernando Balseca” porque, según ella, durante el proceso de organización “se consulta a personas que no necesariamente van a participar”, “la definición de los escritores que participan la hace un comité del ministerio y él no constaba en la invitación oficial” y porque “Fernando Balseca no constaba en la lista que a ella le remitieron los comités editorial y organizador de la cita literaria”, por lo cual, “él no ha sido invitado, por lo que no se puede decir que se ha retirado la invitación”. Ella aprobó la lista de invitados “el 22 de septiembre” e “inmediatamente se hicieron las invitaciones”; asegura que “no excluyó ni añadió ningún nombre”.

El Ministerio de Cultura, ante la nota de prensa publicada en la edición digital de diario El Universo del 18 de octubre (“Retiran invitación a editorialista Balseca a Feria de Libro de Guayaquil”) y a manera de descargo de lo que en ella se le imputaba, replicó en una publicación en su página web institucional fechada 19 de octubre que el ministerio tiene “un procedimiento institucionalizado de selección de sus invitados a toda feria, dado el limitado cupo de participantes”, que “el órgano encargado de la selección de nuestros invitados es el Comité Editorial, que a lo largo de varios meses, y en consulta con la comisión organizadora de la feria, considera decenas de nombres de potenciales participantes evaluando la pertinencia de su selección de acuerdo a criterios de equidad de género, equidad generacional, de etnia, equidad regional, mérito, trayectoria y temática de la feria, además de procurar una alternabilidad”, con el fin “de garantizar un proceso objetivo, orientado a brindar igualdad de oportunidades a todas y todos los escritores del país y a eliminar cualquier rasgo de discrecionalidad en la selección”, por lo que deslinda toda “deliberada intencionalidad de marginación” en el hecho de que algún escritor haya quedado fuera de la lista y solicita, “en vista de que este procedimiento legítimo y transparente de selección ha sido totalmente invisibilizado y tergiversado en el mencionado artículo […] la publicación de esta carta aclaratoria en el espacio en que se publicó la nota de prensa”. A diferencia de Balseca, cuya réplica en una carta al director se la concedió de manera inmediata (al día siguiente), la solicitud de réplica del Ministerio de Cultura todavía no se ha publicado.

En su carta al director, Fernando Balseca, reconoce “el derecho que tiene toda persona y toda institución de escoger a sus invitados”, pero concluye que de los antecedentes citados se “muestra que los funcionarios en Guayaquil me involucraron en la Feria y que mi participación luego fue prohibida por las autoridades del Ministerio de Cultura en Quito”. Yo sostengo que esos antecedentes han convertido a la decisión del Ministerio de Cultura en sospechosa de discriminación.

Mientras tanto, en Guayaquil, la decisión de su municipio de no exonerar el impuesto a los espectáculos del documental “Con mi corazón en Yambo” se debió, según la versión de la directora del documental, María Fernanda Restrepo, publicada en su página de Facebook el lunes 17 de octubre y recogida por El Comercio, a lo siguiente: 
 
"BOICOT a ‘Con mi corazón en Yambo’ en Guayaquil! Tras casi 2 meses de trámites, el Municipio de GYE nos niega la exoneración de impuestos de la película, un derecho que tienen todas las películas nacionales, con la excusa de que no soy ecuatoriana (o sea, mi cédula ecuatoriana no significa nada, mi partida de nacimiento tampoco!). Seguro Nebot está encima de su financiero de pacotilla, sino lo corren del puesto. NEBOT, SIN EXONERACION LA GENTE SEGUIRA ACUDIENDO A VER LAS ACTUACIONES DE TU GOBIERNO FELINO. ANDRES Y SANTIAGO TE SEGUIRAN TALADRANDO LA MENTE. NO PUEDEN HACER NADA". 
Según Restrepo, no iba a apelar la resolución de la dirección financiera municipal: “Yo no me voy a poner en trámites engorrosos […] por el capricho de ciertos funcionarios”. Un antecedente relevante es que el alcalde Nebot fue parte del gobierno del ex presidente León Febres-Cordero en cuyo período sucedió la desaparición de los hermanos Restrepo y que el documental de María Fernanda Restrepo “es un relato sobre el drama familiar que vivió la familia Restrepo luego de [su] desaparición” (y es eso a lo que se refiere con letras mayúsculas Restrepo en su publicación de Facebook). A partir de esta publicación, el asunto empezó a circular en las redes sociales: en el período en el que la Municipalidad de Guayaquil todavía no tenía una versión (“ningún funcionario atendió nuestro pedido”), lo publicado en el Facebook por María Fernanda Restrepo había “causad[o] revuelo en las redes sociales”, “gener[ado] polémica” y muestras de “solidaridad con Restrepo publicando tweets contra el alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot”. La noche del 17 de octubre, El Universo reseñó reacciones en Twitter y el propio Alcalde Nebot se apresuró a comunicar en sus 140 caracteres: “NO HAY CENSURA NI BOICOT”.

La municipalidad de Guayaquil revisó de inmediato la decisión de su dirección financiera. Al día siguiente, El Comercio publicó la opinión de Nebot al respecto: “Tan pronto me enteré ayer de noche, dispuse que se revoque esa decisión y que proceda a dar la exoneración como corresponde”. En su cuenta de Twitter, Nebot escribió: “Alcaldía de Guayaquil informa: Dirección Financiera del Municipio notifica el 18 de octubre del 2011 que se le concede la exoneración de impuestos a los espectáculos al documental ‘Con mi corazón en Yambo’”. El diario digital La República informó que “María Fernanda Restrepo Arismendi presentó en el despacho de la Dirección Financiera Municipal, a las 13:00, los nuevos documentos de ‘Con el corazón en el Yambo’” y a las 14h05 de ese mismo día, la dirección financiera municipal resolvió a favor de Restrepo. Un trámite que había sido demorado y denegado (también de manera sospechosa de discriminación) súbitamente se resolvió en una hora y cinco minutos.

Estas decisiones administrativas tienen semejanzas. Una primera semejanza es que resulta muy improbable que las máximas autoridades de cada nivel de gobierno (esto es, ni Correa ni Nebot) hayan tomado o siquiera incidido en ninguna de esas decisiones específicas: su agenda suele ser bastante más compleja que ocuparse de este tipo de decisiones de mera administración, de competencia de inferiores jerárquicos. Esos inferiores jerárquicos suelen estar untuosos de actuar de una manera que ellos entienden que satisfará de mejor forma los intereses de sus superiores jerárquicos, en aras de mejorar su posición frente a éstos. Con el propósito de satisfacer a sus superiores, no resulta extraño que los inferiores jerárquicos tomen decisiones desacertadas (contrarias a intereses políticos –legítimos como lo es toda actuación de cálculo político siempre que no contravenga a la ley) o incluso arbitrarias (contrarias a la ley) que terminan por provocar el efecto contrario al que buscaban.

Otra semejanza de estas decisiones administrativas es que ambas son “categorías sospechosas” de discriminación. La decisión de no invitar a participar a Fernando Balseca a la FIL y la decisión de no exonerar de impuestos el documental de María Fernanda Restrepo se presumen discriminatorias y así lo interpretaron los propios destinatarios de las mismas (Balseca en esta nota de prensa y Restrepo en su publicación en Facebook). Las sospechas de discriminación sobre estas decisiones (ambas por razones ideológicas, que se encuentran prohibidas por el artículo 11 numeral 2 de la Constitución) pueden disiparse solamente si se supera un test de “escrutinio estricto”, que “pone en cabeza del estado, con el fin de derribar esa presunción, la carga de justificar el trato diferente exigiéndosele que demuestre que no está violando el principio de igualdad constitucional” (Saba, Pág. 2-3).

Una última semejanza, es que para ambas decisiones se han ofrecido justificaciones: la del Ministerio de Cultura, que ninguna de los antecedentes reseñados por Balseca en su carta al director obligaba a su participación en la FIL, que existió un procedimiento institucionalizado de selección de invitados “legítimo y transparente” que incorporó “criterios de equidad de género, equidad generacional, de etnia, equidad regional, mérito, trayectoria y temática de la feria, además de procurar una alternabilidad”, que en su carta al director el propio Balseca reconoció “el derecho que tiene toda persona y toda institución de escoger a sus invitados” y que nunca pudo retirársele la invitación a Balseca porque nunca se lo invitó; la de la Municipalidad de Guayaquil, el que la documentación inicial que presentó Restrepo “no fue debida y legalmente fundamentada” y el que, en palabras del alcalde Nebot, “hubo una mala interpretación de un funcionario que actuó de buena fe pero que no procedió como debía pensando que había un elemento extranjero”.

Para el caso de Balseca, las justificaciones del Ministerio de Cultura no alcanzan para disipar la sospecha de discriminación por razones ideológicas, prohibida por la Constitución. El “escrutinio estricto” que se requiere para disiparla implica demostrar que no se ha violado el principio de igualdad y para esa demostración formular meramente enunciados no es suficiente: el Ministerio de Cultura debe mostrar documentos que prueben la conducción de tal proceso “legítimo y transparente” que incorporó todos esos criterios de selección de los participantes en la FIL, debe ratificar documentadamente sus dichos (la fecha y los términos en que se aprobó la lista de invitados a la FIL, por ejemplo) y debe aclarar el porqué si la decisión se tomó el 22 de septiembre, Balseca todavía esperó respuesta hasta el 13 de octubre. En el ámbito administrativo es importante que se establezcan procedimientos que respeten estándares objetivos, impidan la arbitrariedad y disipen las sospechas de discriminación de cualquier tipo: más importante todavía que establecerlos es demostrar que se los cumple: si el Ministerio de Cultura demuestra que los ha cumplido, disiparía las sospechas de discriminación que pesan sobre su decisión y saldría bien librado de este incidente. Hasta tanto, no.

Para el caso de Restrepo, las justificaciones de la Municipalidad de Guayaquil son innecesarias: la decisión administrativa se revisó de manera inmediata (debería, al menos, llamarnos la atención cómo así un procedimiento que estuvo en trámite durante varios días –dos meses, según Restrepo; desde el 5 de octubre, según Stracuzzi- se resolvió después en tan solamente una hora y cinco minutos) y de manera favorable a Restrepo. El que esa revisión así haya sucedido es atribuible al peso simbólico del caso Restrepo y a la difusión masiva del asunto en redes sociales, cuyo revuelo, polémica y solidaridad confluyeron para presionar a las autoridades municipales a fin de revisar su decisión administrativa y ahorrarse un problema ante la opinión pública.  Un problema, a pérdida y absurdo.

A partir de estos dos casos en materia de discriminación, se desprenden varias aristas interesantes para analizar: el rol de los medios de comunicación en la construcción de las noticias (desde la perspectiva de sus propios intereses, de su interacción con las redes sociales, de sus irregularidades en la concesión de réplicas), el rol de las administraciones públicas en la adopción de sus decisiones (desde la perspectiva del establecimiento de procedimientos administrativos claros y precisos que satisfagan los principios de la administración pública establecidos en el artículo 227 de la Constitución, del cumplimiento de dichos procedimientos en el caso de que existan, de los súbitos e irregulares cambios más emocionales que institucionales que en ocasiones se registran) y el rol de los ciudadanos en la construcción de la opinión pública y su creciente incidencia en la toma de decisiones (o de rectificaciones, como en este caso) de la administración pública.  Esto último acaso sea lo más relevante, porque nos demuestra como las censuras, en estos tiempos que corren, no imponen tanto silencio como provocan una reacción digital, que termina (de manera creciente) por jugarles en contra. Eso no lo tenían antes y ahora están en la obligación de tomarlo en cuenta. The times, they are a-changin'.

El discurso ofensivo

14 de octubre de 2011

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Publicado en GkillCity el 14 de octubre de 2011.

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A la buena memoria: cuando se trataba de una persona afín al ideario político de quienes hacen opinión pública en esta ciudad (persona no se ahorraba el uso de términos como psicópata, asesino, corrompidos, cobardes, protervos, miserables, indecentes, aniñados, prostitutas, payaso, pantalones -falta de, por supuesto-, comunistas, atracadores, sinvergüenzas, canallas, entre otras) el discurso ofensivo no les comportaba ninguna critica (o incluso, para una figura de la política contemporánea, en lo que constituye -según Freud- un tránsito hacia la civilización -ver acá, min. 5:03-7:05-, esto es, en la diferencia que existe entre la agresión física y el discurso ofensivo, hay personas, como el subdirector de diario Expreso, Jorge Vivanco, que no dudan en justificar la agresión física como un acto “con vehemencia –como debe ser” -ver acá). Pero eso sí, cuando se trata de una persona contraria al ideario político de quienes hacen opinión pública en los medios tradicionales, el discurso ofensivo sí es reprochable, hipersensiblemente reprochable. Deberían tener al menos, si van a exhibir esta cuota de moralismo, la valentía de ser coherentes.

Pero mejor haríamos en abandonar esa cuota de moralismo y aceptar, venga de quien venga, políticos de derecha o de izquierda, el discurso ofensivo.  El derecho a la libertad de expresión que ampara el discurso ofensivo no es, por supuesto, absoluto y hay que situarlo en un contexto en el que resulte admisible.  Lo primero que habría que decir a este respecto, es que ese contexto excluye el discurso ofensivo que se dirija a una persona particular que no se haya involucrado de manera voluntaria en asuntos de interés público, la que no tiene ninguna obligación de soportar esa afectación a su reputación. Por el contrario, los funcionarios públicos o las personas públicas o particulares que se hayan expuesto de manera voluntaria en asuntos de interés público tienen la obligación de soportar el discurso ofensivo que contra ellos se emita porque “la libertad de expresión debe garantizarse no sólo en cuanto a la difusión de ideas e informaciones recibidas favorablemente o consideradas indiferentes, sino también en cuanto a las que ofenden, chocan, inquietan, resultan ingratas o perturban al Estado o a cualquier sector de la población. Así lo exigen el pluralismo, la tolerancia y el espíritu de apertura, sin los cuales no existe una sociedad democrática” (ver acá, Párr. 31).

Lo segundo, es que las exigencias propias de una sociedad democrática no pueden ser absolutas, esto es, no todo discurso ofensivo, a pesar de que se dirija a funcionarios públicos o a personas públicas o particulares que se hayan expuesto de manera voluntaria en asuntos de interés público, resulta admisible.  A este respecto, lo primero que habría que decir es que existen ciertos discursos que se encuentran prohibidos: así, los discursos sobre apología de la violencia, propaganda de la guerra, incitación al odio por motivos discriminatorios, incitación pública y directa al genocidio y pornografía infantil (ver acá, Párr. 21).  Y lo segundo que habría que decir es que debe distinguirse entre un juicio de valor (que, como tal, no puede considerarse ni verdadero ni falso, ni tampoco someterse a prueba) y una afirmación fáctica, porque sobre esta última, puede demostrarse “la falsedad de la información” o comprobarse que se la realizó “con conocimiento o alto grado de posibilidad sobre su falsedad en el momento de la publicación” y atribuirle, en consecuencia, responsabilidad a su autor (ver acá, Párr. 47-48).

En resumidas cuentas, el discurso ofensivo en materia de asuntos de interés público (con el par de salvedades descritas) es un discurso legítimo. Lo es, porque así son las exigencias de una sociedad democrática y porque como sabiamente lo advirtió George Orwell, en el prólogo a Rebelión en la granja, si la libertad de expresión “significa algo, es el derecho de decirles a los demás lo que no quieren oír”.

El liberalismo guayaco

7 de octubre de 2011

Publicado en GkillCity el 7 de octubre de 2011.

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En esta edición de gkillcity.com dedicada a Guayaquil en sus fiestas octubrinas, quiero referirme al supuesto "liberalismo guayaco". Libertad es una palabra que nunca se ausenta del discurso oficial de sus autoridades locales, que una y otra vez nos cuentan que Guayaquil es una ciudad de "progreso en libertad" (ver acá), "cuna de libertad" (ver acá), pueblo de "hombres y mujeres libres" (ver acá) que, con cita plagiada a Sartre, no está sino "condenado a ser libre" (v. acá): poco más o menos, que en Guayaquil está uno impedido de no ser libre. Mi hipótesis, frente a esta incesante cantilena, es que quienes la proclaman no creen realmente en Guayaquil como ciudad de libertades, sino que la quieren "liberalsirijilla", o sea, con una idea de liberalismo que Ned Flanders podría suscribir.

Seamos claros: un liberalismo en serio defiende la autonomía moral de los individuos, esto es, el que todos y cada uno de ellos tenga la libertad de desarrollar su personalidad siempre que no afecte los derechos de otras personas y presupone, en consecuencia, que existen comportamientos sobre los cuales cada persona (y sólo ella) puede decidir. En un texto clásico del liberalismo, Sobre la libertad, John Stuart Mill escribió:
 
"Ningún hombre puede, en buena lid, ser obligado a actuar o a abstenerse de hacerlo, porque de esa actuación o abstención haya de derivarse un bien para él, porque ello le ha de hacer más dichoso, o porque, en opinión de los demás, hacerlo sea prudente o justo. Éstas son buenas razones para discutir con él, para convencerle, o para suplicarle, pero no para obligarle o causarle daño alguno, si obra de modo diferente a nuestros deseos. Para que esta coacción fuese justificable, sería necesario que la conducta de este hombre tuviese por objeto el perjuicio de otro. Para aquello que no le atañe más que a él, su independencia es, de hecho, absoluta. Sobre sí mismo, sobre su cuerpo y su espíritu, el individuo es soberano" (Pág. 26-27).
 
Una persona de pensamiento liberal consistente con este principio de no agresión de Mill debería postular la legalización de las drogas, de la eutanasia y de la unión homosexual, por ejemplo.

Pero el "liberalismo guayaco" está muy lejos de postular semejantes ideas, porque no se toma su propio discurso en serio: tanto que invocan a la libertad en la retórica, para negarla en la práctica. No sólo porque (como bien lo aprobaría todo un Ned Flanders) no se defiendan postulados liberales como la legalización de las drogas, la eutanasia o la unión homosexual (o, para peor, que se manifieste en contra, ver acá y acá) sino porque se restringe de manera arbitraria derechos (ver acá y acá) y libertades básicas de los ciudadanos en el espacio público (ver acá y acá) que ningún liberal que se precie de serlo admitiría que se restrinjan. Este martes en radio Atalaya, el que es el equivalente moral de la esposa del reverendo Alegría en nuestra ciudad y el encargado administrativo de promover su "cultura", Melvin Hoyos, explicitó las razones por las cuales se pudo imponer la censura previa en Guayaquil: porque "no puedes exigirle a la gente que no puede hacer ese proceso individual [de reflexionar], no puedes exigirle que lo haga y son la mayoría, y si esa mayoría va a llevarse una idea equivocada del arte, se va a llevar una idea equivocada del espacio donde se va a llevar a cabo la exposición, se lleva una idea equivocada de todo lo que está alrededor de ese tema, entonces, lo que estamos obteniendo es negativo, no es positivo" porque los de esa supuesta mayoría "no entienden nada, no entienden nada de eso realmente".

El mensaje implícito de Melvin: la mayoría no está en capacidad de usar su libertad 'correctamente'. Yo, como autoridad, estoy en la obligación de impedirle que se haga daño. Léanlo en el contexto de la cita de Mill y, por favor, ríanse de Melvin Hoyos, que para eso está.

Pero, justo es precisar, el patético caso de Melvincito de despreciar a los demás (porque negarle la posibilidad de reflexionar por sí misma a una persona y, en consecuencia, desconocerle su autonomía moral es el mayor de los desprecios que puede hacérsele a ella: es reducirlo a la condición de eterno menor de edad o de bestia) para justificar su acto es solamente un botón de muestra: no se trata solamente de las políticas públicas de las autoridades locales, sino de la forma de pensar de una generación, que podríamos identificar como de "la vieja guardia". Para esta generación, la libertad que tanto invocan encuentra límites en términos anchos como "la moral", "el orden" o "las buenas costumbres", invocaciones que pueden resumirse en la manida frase "no confundas libertad con libertinaje" (siendo que "libertinaje" es todo aquello que no encaja en sus estrechos márgenes morales: el rechazo a lo diferente). Rara vez razonan su postura en un diálogo: para sustentarla, apelan a la tradición, al uso de la fuerza (que se expresa en una relación vertical de poder, en el que la contracara del "aquí se hace lo que digo yo" del que manda es el "yo sólo cumplo órdenes" de sus subordinados) o a la descalificación de su adversario (que no suele privarse de despreciar a los demás -desprecio del que Melvin hizo gala en radio Atalaya- ni de apelar a los estigmas regionalistas, homofóbicos o de clase -lo cholo como lo que debe ser evitado, todo un siempre). Su mirada sobre las cosas suele ser en blanco y negro (que mezcladitos, ¿sorprende a alguien?, resulta en gris), critica en otros los que también son sus defectos ("no seas bocasucia, hijueputa") y descree que los demás puedan hacer algo de buena fe o por defensa de principios ("hay ahí gato encerrado" / "a mí no me hacen cojudo"). En resumidas cuentas, el perfil de esta generación de "la vieja guardia" es el de un moralista de rasgos autoritarios. O sea, precisamente, lo contrario de una persona liberal.

Las buenas noticias: a esta forma de pensar de "la vieja guardia" (apertrechada en las autoridades locales y en los viejos caducos que escriben columnas de opinión en los medios tradicionales) la desplazará el Internet. La opinión pública se encuentra cada vez más en las creaciones de los internautas y en los intercambios fluidos de las redes sociales. El perfil de nuestra generación (por oposición a la generación de "la vieja guardia") es haber tenido una formación cultural distinta (mucho más horizontal que vertical), sin temor reverencial a las autoridades, abierta al conocimiento y con posibilidades de expresión amplias y diversas, acostumbrada a no conformarse, a cuestionar(se), a buscar respuestas y a ofrecer razones. Todo un relevo generacional, aupado por la tecnología.

El Internet, eso sí, no acabará ni con la hipocresía, ni con la intención de daño a terceros, ni con las falacias en el debate de ideas. Pero lo que sí hará el Internet y ya lo está haciendo, con su pluralidad de voces y su diversidad de opiniones y su amplia posibilidad de expresarlas y debatirlas, es contribuir a que se exponga la hipocresía, la intención de daño y las falacias en el debate y que se llame por su nombre al hipócrita, al dañino y al falaz: es el ciclo de la omertá el que resultará fracturado. Y con ello resultará fracturado este "liberalismo guayaco a lo Flanders" que, de manera tan turra como aleve, nos lo quieren entucar como libertad.
  
Yo creo en las posibilidades del liberalismo guayaco, si es que empezamos por identificar a quienes no lo postulan ni lo practican. Y si todavía les queda alguna duda, pregúntenle nomás a Mostacho El Facho: él sabe.