Cocaína (1 poema, 1 prosa, Herbert)

30 de octubre de 2009

Tengo que admitir que hace tiempo que no tengo mucha ocasión de leer otros libros que no sean aquellos relacionados, en particular, con el derecho y la política. Sea por trabajo o por vocación, son esos los libros a cuya lectura suelo abocarme de manera cotidiana, con casi nunca exento placer. Mis raptos literarios suelen ser escasos: la mayoría de las veces se reducen a relecturas o lecturas parciales de poemas, cuentos y crónicas (un género que me gusta mucho, que se lo cultiva bien en revistas como Soho y Gatopardo y en el que el ecuatoriano Juan Fernando Andrade destaca con sencilla lucidez).

Los aviones suelen funcionar como espacios de tiempo muerto que sobrevuelan el espacio a alta velocidad para permitirnos la delicia de recorrer las páginas de un libro a lenta morosidad con el propósito de olvidarnos de ese tiempo muerto y adentrarnos en nuevas posibilidades literarias o revisitar las adquiridas. Mario Vargas Llosa ha escrito unas líneas interesantes al respecto en la entrada Avión de su exquisito Diccionario del amante de América latina, en la que ha declarado, en primera persona, que encontró para su miedo a los aviones un remedio que “nunca me ha fallado, a condición de elegir, en cada vuelo, una obra maestra cuyo hechizo, además de fulminante, se prolongue exactamente el tiempo que estoy desafiando la ley de gravedad. Desde luego, no es nada fácil elegir la obra adecuada, en términos de calidad y duración, para cada recorrido. […] Hago una lista (en señal de gratitud) de estos serviciales amigos, que, en mis últimos exitosos empeños de emular a Ícaro, me ayudaron a vencer el miedo al avión: Bartleby y Benito Cereno, de Melville; Otra vuelta de tuerca, de Henry James; El perseguidor, de Julio Cortázar; Dr Jekyll y Mr. Hyde, de R. L. Stevenson; El viejo y el mar, de Hemingway; The monkey, de Isak Dinesen; Pedro Páramo, de Rulfo; Obras completas y otros cuentos, de Monterroso; Una rosa para Emily y El oso, de Faulkner, y Orlando, de Virginia Woolf. Afortunadamente para mí, la farmacia literaria tienen reservas inagotables de estos especímenes, de modo que tengo viajes aéreos (y buenas lecturas) para rato”. A mí, mi último vuelo me permitió una lectura, digamos, más modesta en el nombre pero no menos placentera que la que a mí me han deparado algunos de esos grandes títulos de la literatura universal a los que se refiere Vargas Llosa. Ese nombre modesto es el del mexicano Julián Herbert (Acapulco, 1971) y su título (tendente al escándalo para los pacatos de siempre) es Cocaína (Manual de usuario).

No tengo la intención de hacer una crónica literaria (el tiempo no me da para esa tarea) que algunos han realizado por acá y por acá; ni tampoco de presentarles, de manera general, al autor (quien puede presentarse solo, por acá). Solo diré que un tipo cuyo obra Javier Rodríguez Marcos ha podido presentar en términos de “la obra de alguien que en el escuela traducía a Ovidio y en casa aprendía a tocar con la guitarra las canciones de Nirvana. Visto lo visto, el latín de Seattle da grandes resultados”, difícilmente podría decepcionarme. Leído lo leído, en su crudeza de junkie y en la fiera desnuda de su lenguaje en el que caben todos los decepcionados del mundo, no cupo nunca la decepción, if you know what I mean. Dos abrebocas, next:

Intermitencias del True West (I)
Zapatistas en el baño de mi casa

Oh nena no sabes que noche terrible
yo estaba feliz pensando en ti
escribiendo un poema sobre la primavera
un amigo se acerca y me pide que hospede a
3 ó 4 zapatistas que están en la ciudad
oh mi amor dije que sí gustoso
todavía pensando en ti
todavía escribiendo mi poema
no sabía no no sabía
que me estaba metiendo con el méxico bronco

dieron una conferencia y pude dormir a gusto
pero luego al hospedarlos descubrí que me engañaban
no eran 3
sino 10
y ninguno guerrillero
sus profesiones eso sí me resultaron muy extrañas
4 punks
1 vendedor de camisetas
2 marxistas ortodoxos infiltrados en telmex
2 europeos mohosos pero de muy buenas familias
y el décimo se me hace que había sido boxeador
porque ya briago le dio por descontar al respetable

pero lo más triste baby
ah honey
es que todos vivían en Monterrey
sólo habían ido a Chiapas a
mirar una cascada

Apenas instalados pidieron de cenar
sin importarles que yo pensara en ti
que todavía no terminara mi poema
me miraron con desprecio me llamaron
individualista
luego pusieron un caset de def con dos
otro de los Ramones
y cantaron como si vomitaran

Convencido de que no se apiadarían cociné para ellos
1 kilo de huevo 6 tomates 20 chiles 80 tortillas 2 bolsitas
de frijoles
Ellos me apresuraban
sus ojos relampagueaban
varios litros de tonayan escurrían de sus labios
la casa apestaba como un temazcal de mezcal

Pasé la noche en vela

sorbiendo coca colas

sin poder orinar pues siempre había
(siemprehabíasiemprehabía)

zapatistas en el baño de mi casa
zapatistas en el baño de mi casa

Luego de discutir
de golpearse
de hablar mal del gobierno
de censurar a marcos
de alabar la dictadura proletaria de la esquina
luego de cabecear de vomitar regurgitar de carraspear de
abofetearse
nuevamente
mutuamente hasta la sangre
hasta los belfos
luego de asegurarme que zapata había sido
maricón
se fueron por fin con esa cruda
que sólo da a las diez de la mañana
se fueron dejando como única prenda
como único recuerdo
un caset de los Violent Femmes

En cuanto desaparecieron
como si todo fuera magia
o todo fuera un viejo sueño
se esparció la primavera sobre el tufo de la cruda
varitas de nardo creciendo en tus fotos
flores en tu cabello guacareado
sentí unas ganas locas de declamar poesía
y eso que aún me faltaba lo más bello
Oh honey
llegaste pisando los talones de la primavera
con la propiedad privada de tus pechos chiquitos
con el imperialismo a cuadros de tu blusa verde
hey dear –estabas lista
para pasar a la catafixia y –mientras te desnudabas
perdoné mentalmente a los explotadores que se comieron
mi comida
que vomitaron en mis muebles y me dieron
a cambio
nomás este caset
de pronto supe que nunca voy a rebelarme
No sé quien soy
soy tan voluble
me conformo con un trago
una cuenta de vidrio y un caset
me conformo con un pase
una blusa tirada y un caset

Y por eso te digo:
pásame el espejito para verme de cerca
porque ya no distingo donde está el bien
dónde está el mal

Estamos bateando basura

No importa si eres sacerdote, borracho, maricón o policía. No importa si vives en la Del Valle, en Hong Kong, en Las Gradas o en la Luna. No importa si tu hobby es escribir discursos, matar árabes, pescar ostiones en Guaymas, limpiar baños en Durango o fornicar en los hoteles de Calzada de Tlalpan con muchachas chaparritas. Hay algo en lo que estoy totalmente de acuerdo contigo: lo que más abunda en la atmósfera es oxígeno e hijos de puta. Y no lo digo para complacerte, no, ni mucho menos para hacerte creer que tú y yo somos mejores, nada de eso: estoy hablando completamente en serio. Ahora que, tú bien sabes, de vez en cuando aparecen personas luminosas.

Hay una vecindad a donde voy a conectar de vez en cuando. El cuarto del Bueno está al fondo. Es una habitación destartalada: apenas una cama, pósters de desnudos, una gramera, bolsas de polvo y piedra y, me imagino que debajo del colchón, más dinero del que a ti y a mí nos pagan por trabajar durante meses. Para llegar a ese cuarto es necesario atravesar un pasillo. En él te encuentras chavitos jugando fútbol, señoras tendiendo la ropa, muchachas de dieciséis paradas junto a las puertas laterales repasando catálogos de Avon. Ya sabes, all that crap que luego sale con cámara movida y grano abierto en ese dizque Nuevo Cine Mexicano.

Al fondo del pasillo, junto a la puerta donde despacha el Bueno, está sentado don Chago. Siempre trae puesto su overol de barrendero municipal, aunque se le nota en la manera de moverse que ya se jubiló. Sostiene junto a la oreja un radio de pilas del que surge la voz esquizofrénica de un cronista deportivo.
- Quihubo don Chago, ¿cómo le va?
Se seca el sudor con un paliacate rojo y contesta:
- Aquí nomás, como siempre: bateando pura pinchi basura.
Nunca me animo a preguntarle si lo dice por alguien en particular. Mejor así: me doy un pase, luego otro, y ya siento en la piel cómo los jardineros se atragantan de hits, el Houston Jiménez estruja entre sus dedos un vaso desechable, don Chago se pasa por el rostro un pañuelo humedecido y mira su radio de pilas con rencor, las muchachas hacen cuentas severas y aún así no completan para el esmalte o la caja de sombras.

Ponchados cada noche. Compartiendo la derrota.

Un apunte sobre el psicoanálisis en Bs. As.

28 de octubre de 2009

Leído en Historia de Buenos Aires, de Carmen Bernand (Pág. 244-245):

“Precisamente en esa esquina [Corrientes y Esmeralda], que simboliza los múltiples aportes de la inmigración, Raúl Scalabrini Ortiz ubica al porteño arquetípico de esos años [década de 1920], híbrido del gaucho, el indio, el patricio y el “cocoliche”. Lo describe como un ser impulsivo, animado por emociones que recaen rápido, fiel a las amistades masculinas, pero desconfiado para con las mujeres y toda manifestación de ternura, que se apura por ocultar haciendo gala de cinismo. El título del ensayo que le consagra, El hombre que está solo y espera, condensa todos esos rasgos aportando una tonalidad “beckettiana” anticipada. Otros escritores observan esa tendencia a la angustia existencial del comportamiento porteño. Así, Erdosain, el antihéroe de Roberto Artl, arrastra su aburrimiento y su desamparo por las calles de Buenos Aires, “su vida sangra”, así como la del “Rufián melancólico” y suicida. Esa insatisfacción impacta también al filósofo español Ortega y Gasset, de paso por Buenos Aires. Más allá de los estereotipos, esos rasgos –que sin duda resultan de una superposición de desarraigos sucesivos- explican ciertamente la extraordinaria difusión del psicoanálisis en Buenos Aires, a partir de la Segunda Guerra Mundial”.

De vuelta...

27 de octubre de 2009

... del Coño Sur, jodida matria del reviente y el psicoanálisis. En Bs. As. (en menor medida en su sosegado álter ego, Monte) vuelan la alegría, la anarquía, la bondad, la desesperación, es la posta.

El ideal radical

25 de octubre de 2009

Tiende a pensarse que el pensamiento constitucional en América latina a partir de su independencia y durante el siglo XIX se reduce a las propuestas y principios que defendieron las corrientes liberal y conservadora; suele omitirse, entonces, el estudio de las propuestas y principios que defendieron los pensadores radicales, entre quienes se cuentan figuras políticas como Artigas, Arcos, Bilbao, Murillo Toro, Hidalgo, Morelos, Madiedo, Gálvez, Zamora.

En pocas palabras, el pensamiento constitucional de los radicales se propuso tomar en serio ese principio fundamental de los tiempos modernos (tan fundamento como inobjetable a partir de su triunfo en la Revolución Francesa), esto es, la idea de que “todos los individuos nacemos libres e iguales”. Tomarse en serio esa idea implica que uno de los rasgos más distintivos de la propuesta radical es su postura igualitaria y comprometida de autogobierno, o sea, el que se habilite a la mayor cantidad de individuos para que intervengan en los asuntos de interés público y el que se contribuya a ese propósito con un diseño institucional que ofrezca oportunidades e incentivos para que realicen esa intervención.

Dos frases del pensador inglés Thomas Paine permiten profundizar este postulado de autogobierno que propone el ideal radical. La primera, el que “las verdades fundamentales podían llegar a ser conocidas por cualquiera, mientras tuviera la perseverancia para examinar el mundo de modo detenido, y para reflexionar esa experiencia”. Así, esta idea sostiene que todos los individuos estamos en capacidad de pensar por nosotros mismos y de acceder a “verdades” (de cualquier índole que éstas sean) por nuestra propia cuenta y riesgo. Valga precisar que en el siglo XIX esta idea contenía una fuerte carga anti-religiosa. La segunda frase, que “cada era y cada generación debe ser tan libre de actuar por sí misma como las eras y las generaciones que la han precedido”. Esta idea reivindica de manera firme el autogobierno y, de manera más precisa, la ruptura con las tradiciones. Esas dos frases de Thomas Paine que afirman la capacidad crítica de todos los individuos y niegan las ataduras con el pasado político sirven para comprender la propuesta de un diseño institucional que favorezca el autogobierno y produzca vínculos entre los ciudadanos y sus representantes, que establezca mandatos breves y posibilidades de revocarlos, que otorgue primacía al Legislativo como legítimo representante de los intereses de la comunidad por encima del Ejecutivo y que reduzca el peso de la iglesia y el ejército en los asuntos públicos.

Este diseño institucional que propusieron los radicales empezó a consolidarse en la región, de tibia manera, en distintos procesos constitucionales durante el siglo XX, incluido el Ecuador. Justo es admitir que su efectividad (por razones, principalmente, de cultura política) ha sido deficitaria. Como justo es admitir también que un ideal de autogobierno que tienda a concretar los valores que postuló la Revolución Francesa hace 220 años (libertad, igualdad, fraternidad) es todavía un ideal que vale pelearlo.

El saqueo de la imaginación

18 de octubre de 2009

Tina Zerega fue quien publicó en este diario, el 29 de julio pasado, una columna titulada A la altura en la que sostuvo que “de la denominada ‘guerra de los medios’, me asusta la facilidad con que circulan significantes como guerra, dictadura, totalitarismo. Si gastamos los significantes, no tendremos palabras para nombrar las situaciones cuando verdaderamente sucedan. Cualquier conocimiento básico de historia permite sustentar esta idea”. Precisamente ese es el núcleo del argumento que desarrolla Irene Lozano en el libro del cual he tomado prestado el título para titular, a su vez, esta columna y en el que Irene Lozano sostiene, con sobrados argumentos y ejemplos históricos y actuales, que “el uso y el abuso de las palabras en el lenguaje político y periodístico ha supuesto un auténtico saqueo de la imaginación”.

En los medios de comunicación de este país no resulta extraño el uso y abuso de las palabras que saquean la imaginación. De manera habitual, el periodismo local no suele respetar la máxima de Voltaire de precisar los términos para empezar el debate, ni de utilizarlos de una manera que no se desgasten.

Así, suelen ensayarse vehementes discusiones que aportan escasas ideas para el debate, usualmente centradas en el mensajero (propicios ejemplos de falacia ad hominen) y no en el mensaje, o lo que es lo mismo, centradas en lo que resulta irrelevante y no en una discusión real que proponga y fundamente argumentos. Puede que, de manera lamentable, no deba resultarnos extraño en esta época de profusa información pero poco conocimiento, las discusiones (como parece probarlo con sobra de merecimientos el periodismo ecuatoriano) de copiosos y altisonantes adjetivos pero de paupérrima sustancia.

Este diagnóstico de saqueo de la imaginación, si es acertado, es altamente preocupante. Lo es, porque como lo advirtió Alasdair MacIntyer, “alterar los conceptos, ya sea modificando los existentes, inventando otros nuevos o destruyendo los viejos, es alterar el comportamiento”. Ese es el efecto que provoca, no inmediato pero sí de persistente erosión, el abusar de las palabras. De allí que haya que respetarlas, tanto para seguir el sensato consejo que propone Tina Zerega en su columna de hacerlo para mantener la credibilidad de quienes escriben (puede recordarse, al efecto, el cuento infantil ruso Pedro y el lobo) como también porque como lo advirtió Marcel Proust en su célebre En busca del tiempo perdido (El tiempo recobrado): “Siempre he tenido una alta consideración por aquellos que defienden la gramática o la lógica. Cincuenta años después se da uno cuenta de que ha conjurado grandes peligros”. Así, por razones de presente y de futuro, debemos tratar de evitar este persistente saqueo de la imaginación, aquel que tanto critica Irene Lozano en su libro, el que (ya fue dicho) presta tanto el título como algunas ideas que han permitido desarrollar esta columna.

Hacia el culo más hermoso del mundo

15 de octubre de 2009

Si el Sur es el culo del mundo, Argentina es el culo más hermoso del mundo. Esta noche viajo a la ciudad donde sueño despertar cuando me emborracho, Santa María del Buen Ayre, la ciudad junto al río inmóvil. Viajo con mi brother del alma, mi carnaval el Curro, nos recibe la espléndida Vero, nos espera la amistad de muchos, mi viejo en Buenos Aires (felicísima rojas casualidad), mis compadres, mi radiante ahijada. Concierto de Pet Shop Boys, de Depeche Mode el día de mi cumpleaños, concierto de Charly en Vélez el día de su cumpleaños (que Charly ha dicho que será un orgasmo y con lo mucho que a mí me gusta la piccola morte). Por acá las razones por las que Buenos Aires es el delirio que es y por la que tanto me emociona viajar allá, hacia el culo más hermoso de la humanidad.

Ya dije que cuando me emborracho sueño despertar en Baires (si fuera al lado de Alice Braga, podría devolver la cédula quedito). En razón de la realidad de mis sueños de borrachera, no esperen noticias de mí en diez días, me borro para escribirme. Y que tengan ustedes buen viento, mientras yo gozo de Buen Ayre, salud y euforia.

Roberto Román, agresor verbal de mujeres

Este martes, en plan de zapping para conocer información sobre el partido de Ecuador contra Chile, aterricé en un programa de Canal 1 que conducen Andrés Pelaccini y Gustavo Navarro, cuyo nombre es Caída y limpia. Nunca antes lo había visto y el programa tiene onda: se hablan ingeniosas gansadas tirando bielas en un set adecuado para ese noble propósito. El día que miré el programa estaban de invitados, para hablar de fútbol, un periodista que nunca antes había escuchado, de nombre Roberto Román, y el Bagni Moreno. Casi al final del programa salió una conversación sobre mujeres donde Roberto Román declaró (palabras más, palabras menos) que él no era mandarina porque él mandaba de un puñete en el mentón a soñar a la mujer que pretendía convertirlo en tal y que ni agua para despertarla le daba. Un puñete en el mentón, reiteró Román canchero.

No sé si este pobre tipo lo dijo para afirmarse como varón (en cuyo caso es patético) o lo dijo en plan chistoso (en cuyo caso demuestra un humor infradotado). En cualquier caso, lo que dijo es reprochable. Es en circunstancias como ésta en que resulta necesario un observatorio de medios en materia de género, para elevar las críticas que corresponden a este tipo de actos reprochables. Puede que no sirva para nada (pero ese no es el punto) pero lo escribo de manera rotunda: esta agresión verbal de Roberto Román merece reproche y desprecio, el mío que manifiesto ahora, y el de toda persona que comparta una mínima idea de civilización (o sea, de todo aquel que actúe en su vida con un mínimo de respeto hacia su prójimo).

(Digresión futbolera)


Con fundamento en las razones expuestas y el fracaso evidente, formulo dos peticiones urgentes:

1) Que se larguen Luis Chiriboga y Sixto Vizuete (yo sé –lo digo con relación a Vizuete- que es petición singular el que pretenda que se largue lo que no existe, pero bue…).

2) Que se les entreguen piyama a rayas, carné de jubilación, televisor Icesa a colores, estadía en cómodo hospicio y certificado de agradecimiento a esos viejos trinqueros que encabeza Iván Hurtado y que secunda Edison Méndez.

Sólo añado que la prensa deportiva de este país es desastrosa, de crítica amarillista y análisis complaciente (ambos atributos son compatibles: lo primero obedece a la lógica del índice de audiencia y lo segundo resulta funcional a las corruptelas y a la trinca). Salvo Diego Arcos, Andrés Gushmer, Carlos Víctor Morales y algún otro, el resto del periodismo deportivo de este país vale lo que la vecindad de El Chavo y contribuye al fracaso de la selección.

¡Grande, RG!

Entrevista, acá, bitácora, acá.

4 razones básicas para no ir a ninguna parte

13 de octubre de 2009

Después de vivir la decepción en el estadio, macerado el asunto con el transcurso de los días, son cuatro las razones básicas:

1 y 2) La delantera es ineficaz y la defensa es lenta; ambos atributos los tienen esta manga de ineptos de manera escandalosa, excesiva y en buena medida intercambiable; corresponde añadir a ese despropósito, una manifiesta torpeza técnica (p. ej., del Chucho Benítez para recibir un balón, de la Sombra Espinoza para cubrir a un rival, etc.)

3) El técnico es incompetente magna cum laude (e incapacitado, además, para admitir su incompetencia: “antifútbol”, “en complicidad de un señor brasilero”: la culpa siempre es de los otros, esa es la marca registrada de la mediocridad. Súmesele a su incompetencia para planificar y leer un partido de fútbol, la incompetencia para dirigir un grupo –v. razón 4)

4) La trinca es feroz (de otra manera no se entiende cómo es que este incompetente lo saca a Noboa –el mejor jugador de la cancha, incluso en opinión de José Feliciano y Stevie Wonder- y no lo saca al escaso homínido que fue Méndez; no se entiende cómo se tiene esa defensa lenta y al mamarracho del Chucho Benítez). Quien comanda esa trinca es la tortuga con tacos que es Iván Hurtado.

Pos así no se va a ninguna parte. Quiero equivocarme (quiero mucho equivocarme) y que mañana, pese a todo…

Regulación y autorregulación

11 de octubre de 2009


En la columna del domingo anterior concluí con fundamento en instrumentos internacionales relevantes (Convención Americana sobre Derechos Humanos, Declaración de Principios sobre Libertad de Expresión, Informe Anual del año 2008 de la Relatoría para la Libertad de Expresión) que los Estados tienen “un importante rol que cumplir en la regulación de los medios de comunicación” y que el debate a hacerse era, específicamente, sobre el “contenido y los modos de esa necesaria regulación”.
 
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Este importante rol regulador de los Estados, en cumplimiento de instrumentos internacionales relevantes, se traduce en regulaciones específicas sobre la prohibición de monopolios y oligopolios, sobre la asignación equitativa de frecuencias radioeléctricas, sobre el derecho de rectificación o respuesta, sobre las garantías para ejercer el periodismo (tales como la reserva de la fuente y la cláusula de conciencia -porque no debemos olvidar que en Ecuador, según las cifras de un estudio del Ciespal, casi la mitad de los periodistas sacrifican sus principios profesionales por temor a perder su empleo y el 44% de ellos se autocensura). Varias de estas regulaciones se desarrollan en los proyectos de Ley de Comunicación presentados ante la Asamblea Nacional; sin embargo, es muy sintomático que los medios privados de comunicación (tan preocupados, se supone, por la libertad de expresión) no las analicen.

Sin embargo, el rol del Estado que me interesa destacar en esta columna es aquel que le corresponde de acuerdo con el Plan de Acción de la III Cumbre de las Américas, celebrada en Quebec, Canadá, el año 2001, esto es, el rol de “fomentar la autorregulación, incluyendo normas de conducta ética, para que se tomen en cuenta las preocupaciones de la sociedad civil […] mediante la proyección de imágenes plurales, equilibradas y no discriminatorias”. Es cierto que la autorregulación depende, en esencia, del compromiso de tres sujetos de la comunicación, a saber, los propietarios de los medios de comunicación, los periodistas que trabajan en esos medios y el público. Sin embargo, en cumplimiento de su compromiso de fomentar esa autorregulación (en ningún caso de imponer sus contenidos, valga precisarlo) el Estado tiene un escenario propicio para hacerlo en la Ley de Comunicación porque en ese cuerpo legal pueden establecerse las obligaciones de instituir en los medios de comunicación defensor del público, código deontológico, libro de estilo, consejo de información u otros mecanismos de autorregulación. Que el debate entre propietarios, periodistas y público sea el que determine los contenidos de esos mecanismos, pero que sea la ley la que establezca de manera clara que su institución no es opcional: si los medios de comunicación no los implementan debería sancionárselos con multas periódicas hasta que cumplan su obligación (lo que en términos jurídicos se llama “astreinte”).
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Lejos de su estigmatización canalla, la Ley de Comunicación es espacio propicio para la regulación de lo que resulta necesario regular y para fomentar la autorregulación, condiciones ineludibles para tomarse en serio la libertad de expresión.

Separación de poderes...

7 de octubre de 2009


o la implacable lógica del B/N, por Gabriela Calderón de Burgos. Es casi conmovedor el análisis que realiza GCdeB en este artículo sobre la situación política de Honduras. Para GCde B no tiene ninguna importancia que el golpe de Estado de Honduras haya provocado miles de detenciones arbitrarias, decenas de heridos, muerte de personas, cierre de medios de comunicación y agresiones a periodistas; no lo tiene tampoco el generalizado repudio internacional que el golpe de Estado ha provocado. Tampoco lo tiene el que esas desavenencias entre el Ejecutivo y el Legislativo podrían leerse como tensiones o rupturas entre los golpistas, ni el que la realidad hondureña haya contrariado de atroz manera su propia convicción (expresada en esta entrevista, min. 1:19 al 1:33 y 5:42 al 5:49) de que el estado de sitio en Honduras duraría solamente tres días y terminaría el sábado 4 de julio. GCdeB analiza la situación política de Honduras con conmovedora complacencia, con la mejor de todas las miradas posibles: “todavía hay independencia de poderes” nos dice, y es casi un guiño. La fe de GCdeB en el golpe de Estado hondureño es la expresión de fe del carbonero neoliberal.

Terminado el análisis sobre Honduras, continúa lo previsible: en comparación con ese “acto democrático” hondureño, el Gobierno ecuatoriano es blablablá. El procedimiento, entonces, es elemental: lo que allá es blanco, acá es negro, ausencia de matices, la chispa de la vida. GCdeB, Inc. J

Meet Harrison Mayes, the coal miner who spread "the word" across the nation and beyond

4 de octubre de 2009

Los religiosos no suelen darse cuenta de lo ridículos que pueden llegar a ser. Pero el procedimiento por el que llegan a serlo es siempre muy sencillo: el religioso suspende el juicio de la razón, se ampara en una creencia irracional (credo quia absurdum es su pelotudo lema) y entonces (para guasa del resto de la humanidad) el guatdefacómetro revienta de gozo. He aquí un ejemplo gráfico, a cargo de Harrison Mayes, el minero del cobre que difundió ‘la palabra’ a lo largo y ancho de su nación y más allá:

El mensaje esencial.
Cansado de que digan que sólo mostró el culo en una zarza, ahora God viene por el Full Monty.
WTF?
Al menos, se puede ahorrar el trabajo de llegar a Pluto (este mensaje también es válido para Tiko Tiko)
La bici interplanetaria, no huevadas.
En español, por si les quedaba alguna duda.
La dos, Polito, la dosh.
Jebús, pesopalabirra.
El gran Harrison, autor de este descontrol ciclístico-planetario.
He salutes you, Mayer!
Dios es generoso, no wonder!
Cuando Harrison se toma su colada de LSD con pepitas de cobre flipa que de veras dejó este adefesio en Júpiter.

El guatdefacómetro anduvo a full. Gracias a Dios existen los religiosos: mientras no rompan los huevos con pretender imponernos a los demás sus irracionalidades resultan tan, pero tan chistosos, que uno podría decir que son todo un misterio gozoso.