El heroísmo del villano

30 de diciembre de 2022

            Publicado en diario Expreso el viernes 30 de diciembre de 2022.

Se suele decir que el 10 de agosto de 1809 en Quito fue el primer grito de la independencia y se lo ha querido convertir en un episodio fundacional de la República del Ecuador, con más pena que gloria. Porque si algo, Quito buscó exterminar al Ecuador. Y tras su fracaso en ese propósito, surgió la República del Ecuador.

El 10 de agosto de 1809 en Quito es la búsqueda de remediar un fracaso, fracasando de nuevo. La modernidad (los barcos que ya podían cruzar el Cabo de Hornos, las telas más baratas y de mejor calidad provenientes de Inglaterra) y las reformas borbónicas desbarataron su industria obrajera. La ciudad conoció una gran pobreza y la pérdida de jurisdicción por todas partes: en 1779 un nuevo obispado en Cuenca privó a Quito de la jurisdicción eclesiástica sobre Guayaquil, Portoviejo, Loja, Zaruma y Alausí; en 1793 Esmeraldas, Tumaco y La Tola pasaron a administrarse desde Popayán; en 1802 Mainas pasó a ser administrada desde la Península; en 1803 Guayaquil pasó a administrarse desde Lima. El 10 de agosto fue la revancha de Quito, hoy disfrazada de heroísmo ecuatoriano.

Porque lo que se presume como heroísmo fue un intento quiteño de imposición sobre los territorios vecinos, la vana pretensión de recuperar los territorios perdidos en años recientes. Desde la Junta de Gobierno de Quito se ordenó la destitución de las autoridades de las provincias vecinas de Popayán, Cuenca y Guayaquil, y el nombramiento de nuevas autoridades adictas al régimen de Quito. El rechazo que siguió fue terrible: en el curso de un año, la Junta de Gobierno de Quito cayó, se persiguió penalmente a sus principales cabecillas y se mató a la mayoría de ellos en la cárcel, y además al 1% de la población de la ciudad. Las provincias vecinas, a Quito, le impidieron su revancha y la castigaron por atrevida. Mucha pena, poca gloria.

Pasó el tiempo y en 1830, dos de las tres provincias que apalearon a Quito en 1809-1810 (Guayaquil y Cuenca), en conjunto con la provincia de Quito, formaron el Estado del Ecuador (todavía no era República). En el primer período de gobierno, el país derivó a una guerra civil entre la Costa y la Sierra. En enero de 1835, el Ejército de la Costa, cuyo Jefe Supremo era Vicente Rocafuerte y su Comandante Juan José Flores, triunfó sobre el ejército de la Sierra. 

El triunfo de la Costa en la primera guerra civil ecuatoriana produjo que desde Quito se declare la disolución del Estado del Ecuador y la anexión de la provincia a Colombia (por entonces, Nueva Granada). El Ecuador subsistió porque al vecino país le pareció descabellada la propuesta quiteña. Nuevo fracaso doble: mucha pena, poquita gloria. 

Quito en 1809 no fundó nada, pues lo que ocurrió fue la paliza de las provincias vecinas a una provincia levantisca (un país llamado Ecuador no existía ni como concepto). Y cuando las provincias se unieron para formar el Ecuador, fue Quito en 1835 la que declaró la no existencia del Ecuador y su voluntad de unirse a otro territorio. Cuando fracasó en ello, se unió con las otras provincias ecuatorianas para fundar la República del Ecuador.

Así, la de Quito y la fundación del Ecuador es la historia del héroe que es, en realidad, un villano. Mucha pena, poquitita gloria. 

Caso Suárez Rosero vs. Ecuador

23 de diciembre de 2022

            Publicado el 23 de diciembre de 2022 en diario Expreso.

Fue en los agrestes años noventa cuando empezó el largo historial de condenas de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en contra del Estado del Ecuador por violaciones a los derechos humanos. El Estado recibió su primera condena en el caso Suárez Rosero, un proceso totalmente noventero: los hechos (la detención arbitraria de Suárez Rosero y el inicio de un proceso penal abusivo por encubrimiento de tráfico de drogas) ocurrieron en 1992, la denuncia de estos hechos a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos fue en 1994, la elevación del caso por la Comisión Interamericana ante la Corte Interamericana en 1995 y la sentencia condenatoria de la Corte Interamericana en 1997. 

La temática del caso Suárez Rosero es también muy noventera. Los noventas fueron la peor época (la más tosca en los conceptos, la más grosera en los procedimientos) de la represión estatal auspiciada por la Ley sobre Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas  aprobada en septiembre de 1990. 

El caso Suárez Rosero resulta ilustrativo de la época. Por una denuncia anónima sobre una supuesta quema de droga en Zámbiza (Quito) hecha por personas que habían llegado en un vehículo “Trooper”, agentes de la Policía Nacional detuvieron a Rafael Iván Suárez Rosero la madrugada del 23 de junio de 1992 mientras conducía un vehículo “Trooper” por las calles de Quito. Podría tratarse de una confusión, pero Suárez Rosero ya estaba jodido.

A Suárez Rosero lo apresaron sin una orden de detención en su contra y sin que exista delito flagrante. Lo condujeron a una celda en un cuartel de policía, de cinco por tres metros, compartida con otros dieciséis presos, húmeda y poco ventilada, asquerosa. Suárez Rosero no pudo comunicarse ni con sus familiares ni con sus abogados, pues desde el día de su detención hasta el 28 de julio de 1992 se lo mantuvo incomunicado. Durante los días que estuvo incomunicado, según su testimonio en la audiencia ante la Corte Interamericana, fue torturado. Nunca se supo el nombre del denunciante “anónimo” que lo condujo a este infierno.

Por su incomunicación, Suárez Rosero fue desprovisto de las garantías judiciales básicas. Por tratarse de un caso de narcotráfico, los recursos judiciales que intentó no fueron efectivos, e invariablemente fueron lentos. El recurso de hábeas corpus demoró 14 meses (cuando la legislación hablaba de horas) hasta su denegación. El proceso penal demoró más de cuatro años (tres años, ocho meses y seis días permaneció Suárez Rosero en prisión) para desembocar en una sentencia de condena a dos años de prisión. 

El caso Suárez Rosero ilustra a un Estado kafkiano y marcó el inicio del largo historial de condenas contra el Estado del Ecuador por violaciones a los derechos humanos. En Suárez Rosero la Corte lo condenó por violar los derechos a la integridad personal, a la libertad personal, a las garantías judiciales y a la protección judicial. 

Como violador serial de derechos humanos, el Estado tiene un récord lamentable: desde Suárez Rosero en noviembre de 1997 hasta este final del 2022 (25 años y contando, un cuarto de siglo), la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha absuelto al Estado del Ecuador en un chulla caso y lo ha condenado en treinta y tres.

Nast en Guayaquil

16 de diciembre de 2022

            Publicado en diario Expreso el viernes 16 de diciembre de 2022.

El hombre que inventó a la máxima expresión del capitalismo, el Santa Claus obeso y rojo y sonriente que simboliza el paso de una fiesta cristiana a una vorágine de consumo, murió en Guayaquil. Se llamó Thomas Nast, fue cónsul de los Estados Unidos de América en esta ciudad y fue víctima de la fiebre amarilla en diciembre de 1902.

Nacido en Alemania (Landau, Baviera, 26 de septiembre de 1840) y emigrado a los Estados Unidos de América a los seis años, Thomas Nast se convirtió en el caricaturista más influyente de la segunda mitad del siglo XIX en su país de adopción. Contribuyó con sus caricaturas en varias publicaciones, principalmente en Harper’s Weekly; peleó contra la corrupción en Nueva York y apoyó la candidatura presidencial (finalmente vencedora) del general Ulysses Grant. Nast fue el autor de símbolos de la política estadounidense tan notables como el elefante que identifica al Partido Republicano y el burro que identifica al Partido Demócrata.  

En 1886 Nast abandonó Harper’s Weekly e intentó con su propia revista. Fracasó. Por un tiempo se dedicó a la pintura, pero cayó en honduras. En la acuciante necesidad de obtener un puesto estable, acudió a los amigos que tenía en el gobierno demócrata del presidente Theodore Roosevelt. Entonces a Nast le fueron ofrecidos algunos puestos diplomáticos, ninguno de gran valor. Finalmente escogió el puesto de cónsul en Guayaquil, pues de los ofrecidos era el más cercano a Nueva York. 

Thomas Nast partió de Nueva York rumbo a Guayaquil el 1 de julio de 1902. Se vino de avanzada, dejando a su familia atrás. Asumió su cargo de cónsul en Guayaquil el 19 de julio de 1902 y lo ejerció hasta su muerte, 4 meses y 16 días después, víctima de una fiebre amarilla que lo tumbó desde los inicios de diciembre. En esos días guayaquileños, Nast se forjó una idea de la ciudad en la que vino a hallar la muerte. Y no fue una idea feliz.   

En los días que vivió en Guayaquil (en sus últimos días), el cónsul Nast experimentó una profunda amargura. Era su opinión que la vida en Guayaquil se complicaba porque “el fuego, la fiebre amarilla y el polvo no ayudan a aclarar la mente”. Lo incomodaba la naturaleza chismosa de la sociedad guayaquileña y la suciedad (“oh, qué lugar es este para el chisme. Corre salvaje, como las ratas”). Su mayor felicidad en Guayaquil fue que su esposa Sallie no lo haya acompañado al desempeño de este puesto diplomático, pues así ella no padecía lo que él estaba padeciendo.

Todavía nadie se ha preocupado de estudiar las opiniones de Nast para obtener su mirada crítica del Guayaquil de principios del siglo XX, siendo que Nast ejerció un cargo de relevancia y tenía una exquisita capacidad de observación. Un historiador interesado podría acudir a la Rutherford B. Hayes Presidential Center en la ciudad de Fremont, Ohio, pues esa institución compró el año 1959 la Thomas Nast Collection, en la que se encuentran las cartas y dibujos del “período de servicio consular de Nast en el Ecuador durante 1902”, según informa su página web.

Thomas Nast murió el 7 de diciembre de 1902. Sus restos fueron trasladados por su viuda Sallie a los Estados Unidos y hoy reposan en el cementerio Woodlawn, en el Bronx, Nueva York.

Sobre la fundación de Quito

9 de diciembre de 2022

            Publicado el 09 de diciembre de 2022 en diario Expreso

El conquistador Diego de Almagro fue el fundador de una ciudad y una villa en una agitada quincena del mes de agosto de 1534, fundaciones hechas en la llanura de Liribamba, en las cercanías de la laguna de Colta. La ciudad se convertiría en Santiago de Guayaquil y la villa (ascendida a ciudad en marzo de 1541 por el rey Carlos I de Castilla) se convertiría en San Francisco de Quito. Esto significa que Guayaquil y Quito comparten un mismo fundador y un mismo lugar de fundación, siendo Guayaquil anterior a Quito por trece días. 

Diego de Almagro fundó la ciudad de Santiago el 15 de agosto de 1534 y la fundó para oponerla a las pretensiones de otro conquistador, Pedro de Alvarado, como evidencia de una anticipada posesión de la tierra por los españoles comandados por Francisco Pizarro, de quien Almagro era su representante. Este hecho lo disuadió a Alvarado de continuar con su empresa de conquista: negociaron entre conquistadores el 26 de agosto y Alvarado aceptó el pago de 100.000 pesos de oro y volverse por donde vino. Esta ciudad de Santiago fundada el 15 de agosto se la trasladó a la Costa y se la terminó asentando en un cerro el año 1547, tomando el apellido “de Guayaquil” por el nombre de un cacique del sector. 

La villa de San Francisco, por su parte, Diego de Almagro la fundó después de este arreglo entre conquistadores, el 28 de agosto de 1534. Y la fundó con el específico propósito de ocupar el espacio que entonces ocupaba un pueblo indígena. Lo decía claramente su acta de fundación del 28 de agosto, en la que se autorizaba el traslado de la villa de San Francisco “al sitio e asiento donde está el pueblo que en lengua de indios se llama Quito, que estará treynta leguas más o menos de esta ciudad de Santiago”. 

La villa de San Francisco, apellidada “de Quito” por el nombre indígena de la zona que se estaba conquistando, cumplió este traslado indicado en su acta de fundación el 6 de diciembre de 1534. Ese día, entonces, empezó la ocupación y total destrucción por los españoles del pueblo indígena llamado Quito, para erigir una villa española a su entero gusto. En un libro laudatorio de Quito (“La Real Audiencia de Quito. Claustro en los Andes”), su autor, Ricardo Descalzi, cita a Luciano Andrade Marín para resaltar que de la Quito indígena los españoles lo destruyeron todo “sin dejar una piedra sobre piedra en todo lo que había sido palacio real, almacenes, templos, fortalezas y sepulcros de los antiguos Reyes […] Una vez demolida la Quito Inca, los conquistadores se amoldaron a levantar sus viviendas”. 

Entonces, sobre la fundación de Quito: Primero, no ocurrió el 6 de diciembre de 1534, pues ese fue el día en que se cumplió el traslado de la villa, pero su fundación (en cuya acta se prefiguraba el postrer traslado) ocurrió el 28 de agosto de 1534, trece días después de fundada la ciudad de Santiago. Segundo: lo que finalmente se conmemora, cuando se recuerda el 6 de diciembre en Quito, es la ocupación y total destrucción de un pueblo indígena. Y salvo por un profundo desprecio hacia el mundo indígena, las autoridades de la franciscana ciudad deberían revisar la fecha que cada año conmemoran. 

Porque esa fecha, además de falsa, es malosa.  

Historia de dos ciudades

2 de diciembre de 2022

            Publicado en diario Expreso el viernes 2 de diciembre de 2022.

En un cabildo abierto celebrado el 11 de julio de 1688, hartos de los recurrentes incendios y de los ataques de corsarios y piratas, los cabildantes guayaquileños decidieron solicitar al Virrey del Perú que autorice la mudanza de su ciudad. Para 1688, Guayaquil seguía en el mismo emplazamiento en que había quedado tras su asentamiento definitivo en 1547: era una pequeña ciudad española, de unos 3.000 ó 4.000 habitantes, desbordándose en un cerrito al fondo del golfo en el Pacífico Sur que lleva su nombre. Pero pronto dejaría de ser eso, pues en 1693 el Virrey del Perú decidió acoger la petición de los guayaquileños y autorizó su mudanza. 

Guayaquil pasó entonces a establecerse en la “sabaneta”, un espacio que el historiador Julio Estrada Ycaza ha situado en “un cuadrado de cinco cuadras de frente (Luque a Colón) y cinco de fondo (Pichincha a Boyacá)”. Se mudaron allí casi todos: el Corregidor en 1693, el Cabildo en 1696, los vecinos más adinerados, los grupos religiosos (salvo los dominicos), la iglesia parroquial y el Santísimo Sacramento. Pero otros tantos (en general, los más pobres) se quedaron habitando en el cerro. De su resistencia surgieron las dos ciudades: la ciudad que se estableció en la sabaneta pasó a ser conocida como “Ciudad Nueva” y la que se quedó en el cerro pasó a ser conocida como “Ciudad Vieja”.  

Hacia 1710, por gestión del Corregidor Jerónimo de Boza, Guayaquil empezó a construir un puente de madera de 800 varas de largo y 2 de ancho, para unir a la Ciudad Vieja con la Ciudad Nueva. Este puente de 800 varas (equivalentes a unos 664 metros) atravesaba los cinco esteros que había entre el cerro y la sabaneta, que eran, de Norte a Sur: Villamar, Junco, Campos, Morillo y Lázaro.

Esta pintoresca ciudad tropical, partida en dos pero unida por un largo puente que cruzaba cinco esteros, empezó a crecer: al menos desde 1738, según María Luisa Laviana Cuetos (“Guayaquil en el siglo XVIII. Recursos naturales y desarrollo económico”) se empezó a poblar el barrio del Bajo, “que constituyó una especie de suburbio habitado por indígenas y gentes pobres” en los alrededores del puente de las ochocientos varas. También surgió el barrio del Astillero, que fue la prolongación de la Ciudad Nueva hacia el Sur. Más adelante, se formaron el barrio de Las Peñas en el cerro Santa Ana (en ese entonces, “habitado principalmente por pescadores”), una extensión del barrio del Astillero que siguió al Sur pasando el estero de San Carlos (que hoy, rellenado, es la avenida Olmedo) y el barrio de la Sabana, que fue la prolongación del barrio del Bajo por detrás de la Ciudad Nueva.

El crecimiento de la ciudad borró todo vestigio de que Guayaquil fue alguna vez dos ciudades unidas por un puente. Primero, una calzada de piedra reemplazó al puente de las ochocientas varas, y a cada estero lo cruzaba un puente de madera. Luego cegaron los esteros y tumbaron los puentes: progreso, que le dicen. Y del resto se encargó el fuego: el Incendio Grande del 5 y 6 de octubre de 1896 lo quemó todo al Norte de la calle Aguirre y desapareció totalmente el antiguo barrio del Bajo.

Una historia empezada a fines del siglo XVII con una mudanza, concluyó a fines del siglo XIX por el fuego.

Capitalismo de amigos

25 de noviembre de 2022

            Publicado en diario Expreso el viernes 25 de noviembre de 2019.

Que “Guayaquil no es más que un mangle con ínfulas de ciudad” escribió el historiador Julio Estrada Ycaza en la introducción del tercer tomo de su extraordinaria “Guía Histórica de Guayaquil”. Y ha ocurrido que, por el acelerado crecimiento que experimentó Guayaquil desde los años cincuenta, sus ínfulas de ciudad arrasaron con su mangle, con su naturaleza. En palabras del historiador Estrada, escritas a inicios de los noventa: “Se ha ido la belleza, y una fuente de vida; han quedado los escombros y el hedor”. Y que conste que él lo escribió antes de empezar la administración del PSC en Guayaquil.

Porque durante estos 30 años de administración del PSC, que ha sido el período de mayor expansión urbana de Guayaquil bajo un mismo gobierno, el crecimiento de la ciudad continuó con la depredación de la naturaleza. Pero hoy es mucho peor, pues esa continua depredación atenta ya contra la supervivencia misma de la ciudad. Esto, debido a que su crecimiento ha sido decididamente horizontal, gris e impermeable, lo que no sólo encareció los costos de su hechura, sino que resulta muy perjudicial para la mitigación de los daños que causarán las inundaciones que ocurrirán por la elevación del nivel del mar en razón del cambio climático. 

Desde el año 2013 se conoce, por un estudio que auspició el Banco Mundial y que consideró para el año 2050 una conservadora elevación del nivel del mar de apenas 20 centímetros, que Guayaquil es la tercera ciudad del mundo (después de Cantón en China y Nueva Orleáns en los Estados Unidos) cuya economía sufrirá más debido a las futuras inundaciones (este análisis se hizo para 136 ciudades costeras de más de 1.000.000 de habitantes). Para Guayaquil se calculó una afectación económica por encima de los 3.000 millones de dólares. 

El riesgo de inundaciones es una amenaza grave y real para la supervivencia de Guayaquil, riesgo que sólo ha podido incrementarse en las últimas décadas. La mayoría de sus zonas de expansión urbana (donde vive la inmensa mayoría) según un informe de la Corporación Andina de Fomento (CAF) del año 2013 (“La inundación de Guayaquil en marzo 2013”) ha crecido así: “lotes pequeños para las viviendas, aceras y accesos estrechos, limitadas áreas verdes, y en general una clara tendencia hacia la impermeabilización del suelo urbano”. 

En este tipo de crecimiento se ha optado como solución para eliminar las aguas de lluvia la creación de extensas redes de alcantarillado, solución ineficaz que aumenta gravemente el riesgo de inundaciones, y también, solución muy costosa en su ejecución, pues puede “llegar a aumentar en seis (6) veces los costos” si son comparados con una estrategia diseñada “bajo los conceptos de ciudades verdes, inclusivas y sustentables”. Es decir, se paga mucho pero no en beneficio de la gente. Ha sido un crecimiento urbano pensado a gusto y conveniencia de las empresas constructoras, pero maldito para el ciudadano común. 

Así, en Guayaquil, por años hemos pagado mucho (un claro sobreprecio) para construir una ciudad inundable que nos hará mucho daño. Se benefició a unos pocos, en perjuicio de la inmensa mayoría. Y éste es, en esencia, el “capitalismo de amigos”, preparándonos un nuevo legado de escombros y hedor.

Los capitalistas salvajes

18 de noviembre de 2022

            Publicado el viernes 18 de noviembre de 2022 en diario Expreso.

Para decirlo de manera gráfica: durante 30 años (durante el período de mayor crecimiento urbano de Guayaquil) se puso la basura debajo de la alfombra. Mucha basura. Muchísima. Y vinieron los capitalistas salvajes, levantaron la alfombra y han encendido un ventilador gigante. Estamos basureados.

El crecimiento urbano de Guayaquil ha sido un caldo de cultivo para que surjan los capitalistas salvajes. Ha sido un crecimiento urbano cuya ejecución de obras y servicios se ha basado en la capacidad económica del beneficiario (llevada a un extremo sádico según el cual, donde ello no resultaba rentable, simplemente la ejecución de obras y servicios no se daba) y, por ende, ello debía resultar en una creciente población receptora de obras y servicios de segunda clase, una que malvive en los amplios cinturones de miseria que rodean la ciudad.

Un informe de la Corporación Andina de Fomento del año 2013 definió así el crecimiento urbano de estos sectores de Guayaquil: “lotes pequeños para las viviendas, aceras y accesos estrechos, limitadas áreas verdes, y en general una clara tendencia hacia la impermeabilización del suelo urbano”. Añadió que esta forma de ocupación del espacio eleva la temperatura de la ciudad, produce erosión y aumenta la contaminación. Y precisó que, en estos sectores, los servicios se prestan de una forma escalonada: “Se observa que el abastecimiento de agua es el primer servicio que se atiende, seguido de alcantarillado sanitario y, finalmente, siguiendo un enfoque tradicional ligado a la instalación exclusivamente de obras de conducción, se atiende el drenaje pluvial.”

No es difícil comprender que unas personas que, además de ser pobres, reciben unas obras y servicios de segunda (si es que los reciben) se encuentran en unas circunstancias muy difíciles para superar su situación de pobreza. Esas personas viven en lo que se conoce como “trampas de la pobreza”.

Y si todo lo que puede ofrecer Guayaquil a esas personas entrampadas en la pobreza es esta vida de segunda clase, realmente no existe un ideal de comunidad que ellas se sientan obligadas a respetar. Y aquí es cuando surge el capitalista salvaje, que es aquel que se enrola en la empresa ilegal de traficar drogas para escapar de su pobreza, de manera rápida y violenta, sin respetar al resto de la comunidad, imponiéndose a bala.

En rigor, no es una situación que empieza hace uno o dos años, ni hace diez, ni siquiera hace treinta años cuando inició el modelo socialcristiano (ya modelo a secas, porque ahora no hay quien lo moteje de “exitoso”). Es una situación que atraviesa la historia de la ciudad: unas élites que miran a la inmensa mayoría como meros recursos. El surgimiento de estos capitalistas salvajes es un subproducto de esta incesante mirada, acentuada en las últimas tres décadas.

Pero ocurre que hoy la situación se les está yendo de las manos. Sin un ideal compartido de comunidad, sin sólida institucionalidad, sin voluntad política de cambiar las condiciones estructurales que son el caldo de cultivo de los capitalistas salvajes, todo lo que se puede esperar es violencia, vacunas, balas.

Después de años de exclusión y olvido, el ventilador está encendido.

La revancha popular

11 de noviembre de 2022

            Publicado en diario Expreso el 11 de noviembre de 2022.

Camilla Townsend publicó un interesante estudio sobre el desarrollo económico en Norte y en Sur América, en el que comparó a las ciudades de Baltimore y Guayaquil durante la época de independencia de esta última. Para Guayaquil, la conclusión de Townsend fue que sus élites de 1820 no eran capaces de ponerse en el lugar de la población subalterna, lo que trajo consecuencias para su desarrollo: “Cuando consideraban construir un camino, rechazaban la idea sobre la base de que costaría a muy pocos, demasiado dinero”.

Esta perpetuación de la desigualdad ha sido la práctica del PSC durante la época de mayor crecimiento urbano de la ciudad. En el Guayaquil del PSC, las obras y servicios han dependido de la capacidad económica de sus beneficiarios: mientras más dinero se tiene, más y de mejor calidad se obtiene. (Esto tiene sanción legal en las ordenanzas sobre “regeneración urbana”). Así, por esta lógica perversa, los más pobres de Guayaquil, como nada tienen, nada reciben. Sobre la base de que dar obras y servicios no era rentable, Jaime Nebot dijo en sesión de concejo de octubre de 2010: “Yo he tomado la decisión de que aquí no vamos a legalizar un terreno ni vamos a poner una volqueta de cascajo ni un metro cuadrado de asfalto ni un metro de tubería de alcantarillado o de agua potable más allá de lo que he expresado en el límite oeste, el límite de Flor de Bastión y el límite de la Sergio Toral”. Castigados por pobres.

Este crecimiento desigual de Guayaquil ha creado verdaderas “trampas de la pobreza”, extensos espacios depauperados y sin posibilidades de desarrollo para sus habitantes. El gran teórico del derecho, Ronald Dworkin, en el artículo ¿Por qué los liberales debemos preocuparnos por la igualdad? razonaba: “Si el gobierno empuja a la gente por debajo del nivel en el que pueden contribuir a forjar su comunidad y obtener de ella cosas de valor para sus propias vidas, o si el futuro brillante que les ofrece es uno en el que a sus hijos se les promete una vida de segunda clase, entonces se tira al traste la única premisa sobre la cual se podría justificar su conducta”. Lo que conduce a la pregunta: ¿de qué comunidad se les puede hablar a los excluidos de Guayaquil? 

La misma pregunta se hizo la clase trabajadora de Guayaquil hace 100 años, cuando optó por una vía revolucionaria y obtuvo la masacre del 15 de noviembre de 1922.  La respuesta del Estado y de las élites fue tirar bala a matar y que corra sangre de los pobres de la ciudad.

Esa misma pregunta se está haciendo la gente que vive entrampada en la pobreza. Frente a la exclusión por un Estado (nacional y local) que únicamente ha podido ofrecerles una “vida de segunda clase”, su respuesta ha sido organizarse, pero no para seguir un camino revolucionario como en 1922. Se han organizado en revancha y para subvertir al Estado, con el propósito de someterlo a las necesidades de su negocio ilegal. En una sociedad sin oportunidades, es su forma de escapar de la pobreza. Es, en rigor, el triunfo del capitalismo más salvaje.  

Y la respuesta del Estado y de las élites será la misma de hace 100 años: tirar bala a matar y que corra sangre de los pobres de la ciudad. No saben hacer otra cosa.   

La revolución de Urdaneta

4 de noviembre de 2022

            Publicado el 4 de noviembre de 2022 en diario Expreso.

El primer Presidente del Ecuador, el venezolano Juan José Flores, se enteró de la muerte de su coterráneo Simón Bolívar por la intercepción de la correspondencia entre otros dos venezolanos, primos entre sí, Rafael y Luis Urdaneta. 

Al momento de la intercepción de la correspondencia entre los Urdaneta, Rafael Urdaneta era el Presidente provisional de la República de Colombia, o mejor dicho, de lo que iba quedando de ella, desmembrada por el Oeste y el Sur (Venezuela y Ecuador). Su primo, Luis Urdaneta, fue el enviado del Gobierno colombiano para que el recién fundado Estado del Ecuador regrese a Colombia.

Este Luis Urdaneta es el mismo venezolano que el 9 de octubre de 1820 participó en la independencia de Guayaquil. Él es quien le comentó a León de Febres-Cordero, después de haber matado a un militar español en esa jornada del 9 de octubre, que una “revolución no es una escuela de moral”.

El 4 de noviembre de 1830, Luis Urdaneta desembarcó en Guayaquil, esta vez con la misión de terminar con la independencia del Estado al que el Departamento del Guayas (la antigua “Provincia de Guayaquil”) pertenecía, para integrarlo de nuevo a la Colombia que gobernaba su primo.

Sin embargo, el primer Presidente de los ecuatorianos se negó en redondo a la oferta de su coterráneo. Y Luis Urdaneta, entonces, hizo lo que su época demandaba: organizó una revolución para que triunfe su idea. En palabras del historiador Juan Murillo Miró:

“… la guarnición de Guayaquil , compuesta en su mayor parte, como ya hemos dicho, de granadinos y venezolanos, al invocarse la unidad de Colombia y al oír el nombre de Libertador, pronuncióse el 28 de noviembre de 1830, apoyando con su conducta la evolución de Bogotá, y nombró al citado General don Luis Urdaneta Jefe Superior interino de los tres Departamentos del Sur”.

Es decir, el Departamento del Guayas desconoció al Presidente Flores a escasos 67 días de su posesión por el Congreso Constituyente y optó por el revolucionario Luis Urdaneta, antiguo héroe de su independencia. Enseguida lo secundó el Departamento del Azuay, pero el Departamento de Quito, por su parte, sostuvo al Presidente Flores en una proclama difundida el 11 de diciembre. Urdaneta avanzó con su ejército hasta Latacunga e iba a tomarse Quito, cuando ocurrió la intercepción de la correspondencia que le enviaba el Presidente de Colombia, en la que “daba cuenta a su primo don Luis de la infausta muerte del Libertador acaecida el 17 de diciembre, a la una de la tarde, en la hacienda de ‘San Pedro Alejandrino’, a inmediaciones de Santa Marta”. 

Tras conocerse la noticia de que murió Bolívar, la causa de Urdaneta se perdió de forma irremediable: “tuvo que capitular con el Presidente Flores, salir pronto del país, y dirigirse a Panamá donde murió en un patíbulo”.

A la revolución de Luis Urdaneta la mató la muerte del Libertador el 17 de diciembre de 1830. A Luis Urdaneta lo mató en Panamá un escuadrón de fusilamiento, el 27 de agosto de 1831, por buscar lo contrario de lo que buscó en el Sur: allá buscó separar a Panamá de una Colombia que ya no gobernaba su primo. Lo capturaron y lo mataron.

“La revolución no es una escuela de moral”. Este hombre encarnó su frase.

El temible Pedro de Puelles

28 de octubre de 2022

            Publicado el 28 de octubre de 2022 en diario Expreso.

Nacido el año 1500, sevillano, Pedro de Puelles cruzó el océano Atlántico para conquistar territorios, en Guatemala y Nicaragua. En 1534, con las tropas del adelantado Pedro de Alvarado, desembarcó en las costas de Caráquez, trepando los Andes ecuatoriales sólo para encontrarse con las tropas de otro adelantado, Francisco Pizarro. Entonces los españoles negociaron (esto ocurrió el 26 de agosto de 1534) y Puelles decidió no regresar a Nicaragua y quedarse a conquistar el Perú. Este vínculo con los Pizarro le atrajo una efímera fortuna y una muerte atroz.

Pedro de Puelles se vinculó a Quito y se ganó una merecida fama de cruel y despiadado. Participó de la fundación de Quito, fue uno de los primeros regidores de dicha villa y se convirtió en uno de los mayores encomenderos de la región. Cuando los conquistadores del Perú (liderados por un hermano menor de Francisco Pizarro, Gonzalo) resistieron las pretensiones de la Corona de Castilla de imponer límites a sus “derechos” de explotar a los nativos en las encomiendas a su gusto y a perpetuidad, Pedro de Puelles fue uno de los principales de esta rebelión. El rebelde Pizarro lo nombró Gobernador de Quito, cargo que Puelles ejercía el año 1547. Pizarro también nombró Tenientes de Gobernación para Guayaquil y Portoviejo. Para Guayaquil nombró al portugués Manuel Estacio y para Portoviejo, a Francisco de Olmos.  

Cuando el rey Carlos I de Castilla envió al obispo Pedro de la Gasca para pacificar estos territorios en rebelión, Francisco de Olmos decidió volver al redil del rey. Y Olmos consideró justo ir a Guayaquil, acompañado de una partida de españoles, para asesinar el 6 de abril de 1547 a los pizarristas que allí había (el portugués Estacio, Alonso Gutiérrez y un tal capitán Marmolejo) y así regresar Guayaquil al redil de rey. Y fue por temor a la venganza del Gobernador de Quito por haber cometido estos asesinatos, que los pocos habitantes de Guayaquil mudaron de asiento la ciudad, poniendo agua de por medio entre ella y Quito. Huyendo de Puelles, situaron la ciudad en la margen occidental del ancho río, en la cima de un cerro

La temida venganza del Gobernador Puelles jamás llegó. La mañana del 29 de mayo de 1547, Rodrigo de Salazar, quien de Puelles era “muy su amigo”, acudió a la casa del Gobernador en Quito. Lo encontró todavía en su cama y le solicitó que escuche el caso de la devolución de una india, que le iba a exponer un tercero. A una señal convenida, entró ese tercero y otros más, que lo cosieron a puñaladas a Puelles en su cama. Muerto Puelles, Quito regresó al redil del rey. 

Según el relato del historiador González Suárez, tras matarlo “sacan arrastrando el sangriento cadáver de Pedro de  Puelles, lo traen a la plaza, le cortan la cabeza, la cuelgan de la picota y sus miembros, hechos cuartos, se exponen en los caminos públicos, a la entrada de la ciudad, para escarmiento de los amigos de Pizarro”.

Después de esta muerte atroz, la fortuna de Puelles pasó a manos de Rodrigo de Salazar, uno de sus asesinos, quien también reemplazó a Puelles en el cargo de Gobernador de Quito. Y en cuanto a Guayaquil, ella quedó ya para siempre en el sitio que el año 1547 eligió para huir del temible Puelles.

Caso Trujillo Calero vs. Ecuador

21 de octubre de 2022

            Publicado el 21 de octubre de 2022 en diario Expreso.

El caso Trujillo Calero es una sucesión de canalladas del Estado ecuatoriano, debidamente puestas en su sitio por un órgano internacional de derechos humanos.

Desde noviembre de 1981, Marcia Cecilia Trujillo Calero, ama de casa, aportó en la seguridad social del Ecuador como afiliada voluntaria. Por ocho meses consecutivos, entre 1989 y 1990, ella no pudo aportar, pero pagó esos ocho meses en abril de 1990. Siguió aportando como afiliada voluntaria hasta febrero de 1995, cuando pasó a trabajar en relación de dependencia. El 2001 renunció a su trabajo para acogerse a la jubilación anticipada. Ella pensó que cumplía las condiciones: haber hecho 300 aportes mensuales y tener, al menos, 45 años.

Pero el IESS le denegó a Marcia Trujillo el acceso a la jubilación anticipada. Según el IESS, ella no había completado los 300 aportes mensuales. Su razonamiento era que por no haber aportado esos ocho meses entre 1989 y 1990, las aportaciones voluntarias de Trujillo no eran válidas… a pesar de que a ella nunca se le notificó de esta invalidez en 1990 y el IESS siguió recibiendo sus aportes como afiliada voluntaria por varios años, hasta 1995. Según el Estado, como esa sanción de invalidez era la dispuesta en el Estatuto Codificado del IESS, la señora Trujillo debía conocerlo, a pesar de no haber sido nunca notificada. Y si ella siguió aportando, esto era culpa suya. Así lo sostuvo el IESS y todo tipo de justicia a la que Trujillo, por 14 años, acudió: administrativa, ordinaria y constitucional.

Pero en la jurisdicción internacional las canalladas del Estado no quedaron impunes. Trujillo denunció el año 2015 lo ocurrido ante el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas, órgano de vigilancia de cumplimiento del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.

Este órgano de las Naciones Unidas resolvió el caso en marzo de 2018. Decidió que el Estado del Ecuador era responsable por la violación de los derechos de Trujillo a la seguridad social y a la no discriminación. Esto, por no haber informado de manera adecuada y oportuna a Trujillo de la sanción de invalidez, por haber desconocido sus expectativas legítimas tras seguir aportando como afiliada voluntaria, por la falta de proporción de la sanción y por la discriminación indirecta que produce una sanción que, aunque redactada de forma neutral, en la práctica afecta a un más alto número de mujeres que de hombres.

Por esta última consideración, Trujillo Calero fue la primera vez que un órgano de derechos humanos de las Naciones Unidas se pronunció sobre la relación existente entre el trabajo de cuidados no remunerados (como el de ama de casa) y el acceso a la seguridad social según el sexo. Opinó el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales que la sanción dispuesta en el Estatuto Codificado del IESS si bien “puede ser problemática para quien recibe remuneraciones”, resulta mucho peor para una ama de casa: “[la sanción] puede llegar a ser devastadora para las mujeres que, como el caso de la autora, no cuenten con ingresos personales mensuales ni siquiera irregulares toda vez que se dedican al trabajo del hogar no remunerado”.

Trujillo Calero, un caso pionero.

Oportunidad de cambio

14 de octubre de 2022

            Publicada el 14 de octubre de 2022 en diario Expreso.

La elección para la Alcaldía de Guayaquil que se celebrará el 5 de febrero de 2023 será un momento especial para la ciudad. Ello obedece a cuatro causas:

Primero, el Partido Social Cristiano (PSC) vive unas horas bajas. Su máximo líder está en su ocaso (el federalismo que propuso generó más rechazo que aceptación). El PSC está débil y se le nota, pues muchos de sus integrantes lo han abandonado. Así ha ocurrido con Cristina Reyes, César Rohon, Nicolás Lapentti y Andrés Gushmer, entre otros, que fueron figuras de relevancia en el PSC y salieron a buscar su futuro político en otra parte. Y compitiendo contra el PSC.

Segundo, Cynthia Viteri es la candidata más débil del PSC desde el año 1992. El porcentaje que obtuvo en la elección del 2019, el 52,6 %, es el menor de cualquier candidato ganador. Y ese porcentaje, en una administración que sufrió la altísima mortandad de la pandemia y en cuyo período Guayaquil se convirtió en una de las ciudades más violentas del mundo, debe sufrir un desgaste, cuya gravedad dependerá de la campaña electoral.

Tercero, el panorama electoral es inédito. En las anteriores siete elecciones a la Alcaldía, en las que invariablemente triunfó el PSC, compitieron 51 candidatos (algunos en varias elecciones; en total, intervinieron 43 personas). En estas siete elecciones, la contienda electoral se redujo a un triunfante candidato PSC y a un (más o menos) desafiante segundo puesto, pues del tercer puesto para abajo los candidatos fueron de relleno. Desde 1992, el único tercer puesto que obtuvo más del 3 % de los votos fue Kiko Fernando Barreno (8,21%, PRIAN, 2004).

Pero en esta elección 2023 hay dos candidatos de peso que buscarán el desgaste de la candidata PSC: Jimmy Jairala, que ha obtenido alrededor del 30 % de los votos en dos ocasiones (2004 y 2019), y Aquiles Álvarez, candidato del movimiento de Rafael Correa. Además, en ninguna elección anterior había existido una cuña del mismo palo y ahora les salió Duart, un candidato peleón surgido de sus entrañas.

Cuarto y último, la situación de Guayaquil es problemática y se ha roto su relato de “éxito”. Hasta octubre de 2019, Nebot habló de un modelo de éxito por defender (de los habitantes del páramo). Pero pandemia y violencias mediante, en ninguno de sus discursos de julio y octubre de este año, Viteri se ha atrevido a hablar de un modelo de éxito. Y es lógico: nadie en su sano juicio puede creer que una ciudad en la que da miedo salir a la calle es un caso “exitoso”. 

Tras 30 años de gobierno del PSC, Guayaquil desembocó en la ciudad No. 50 a nivel mundial en número de muertos por cada 100.000 habitantes (¡manerita de celebrar un aniversario!). Y cada vez más gente se aviva y se resiste a creer que en materia de seguridad el principal rol de una Alcaldía sea vocear una queja constante de lo mal que lo hacen los otros en la capital.

Así: un partido débil y una candidata debilitable, un panorama electoral inédito y áspero para el PSC, que tiene un relato trunco de “éxito”.En Guayaquil hay una marcada sensación de malestar, que es punto de partida para el cambio (pues nadie desea la continuidad de un malestar). Cambio que, a estas alturas, resulta de necesidad. 

La oportunidad será en febrero.

Premiar la mediocridad

11 de octubre de 2022


En el programa de ayer de Carlos Vera se dedicaron a difundir una idea tan absurda como canalla. Una presentadora que hace los cierres para salir a la pausa comercial leyó con convicción y por tres ocasiones lo siguiente: “Los grandes alcaldes que antecedieron a Cynthia Viteri no tuvieron una crisis mundial como el Covid que a ella le tocó enfrentar. Si logra un segundo período sin Covid, recién se podrá evaluar a profundidad”. Al final del programa, en sus conclusiones, Vera retomó esta idea, se proclamó votante de Viteri y apoyó que sea reelegida para que finalmente ella pueda demostrar, en un nuevo período de gestión, sus dotes de administradora. Unos minutos antes Vera había defendido las camionetas que mandó a poner Viteri en la pista del aeropuerto para evitar el aterrizaje de un avión, una acción tan ilegal y autoritaria que su defensa pinta de pequecuerpo entero a su emisor.

 

Pero es el argumento del Covid como excusa para reelegir a Viteri el que resulta tan canalla como absurdo. El argumento parte de la premisa absurda de que, si ocurre un hecho extraordinario como la pandemia del Covid, el período de un político no vale para evaluar su gestión. Cuando es TODO lo contrario: son los hechos extraordinarios, como una pandemia, los que ponen a prueba la madera de la que está hecho un liderazgo, la capacidad de gestión de una autoridad. Lo que ocurre es que la Alcaldesa Viteri, frente a la pandemia, simplemente no dio la talla. En Guayaquil los muertos fueron por centenas, se los abandonaba en las calles a los cadáveres, se la libró la ciudad a su maldita suerte. Lo único que atinó a hacer la Alcaldesa en esos tiempos de horror fue buscar excusas como que a Guayaquil le cayó una bomba y que Esparta y otros divagues más, y por supuesto, poner las famosas camionetas en la pista del aeropuerto en su atolondrada “defensa” de la ciudad.

 

En otras partes he abundado en argumentos de porqué a Guayaquil la jodió tanto el Covid, como en este artículo publicado en Revista Común: ‘Guayaquil, o el modelo que tocó fin’, o en este otro que pronto saldrá publicado en una obra colectiva sobre los tiempos de la pandemia: ‘Monte Sinaí’. En esencia, es un problema estructural, que se arrastra por decenas de años, en que los 30 años que ha ocupado el PSC el Sillón de Olmedo, lejos de resolver el problema estructural, lo ha agudizado.

 

Pero lo que me interesa es que este argumento del programa de Vera, asentado en una premisa absurda, toma un giro canalla, porque se utiliza la mediocre actuación de Viteri en tiempos de la pandemia como una excusa para validar que ella continúe. Es decir, ella lo hizo mal, su liderazgo fue flojo, la ciudad se fue a la mierda en número de muertos llamando la atención del mundo entero, pero esa es la razón por la que ella debe mantenerse en el poder. Este argumento es un ridículo, casi insolente premio a la mediocridad.

 

Si este es el mejor relato que sus áulicos pueden poner para sostener la mediocre gestión de Viteri, es porque están perdidos.     

El 9 de octubre quiteño

7 de octubre de 2022

Publicado el 7 de octubre de 2022 en diario Expreso.


 

Durante el último cuarto del siglo dieciocho y entrando al diecinueve, la ciudad de Quito había sido despojada por el Reino de España de la administración de grandes extensiones de territorio, que pasaron a ser administrados por otros gobiernos en América o directamente por la Corona en Europa. En rápido recuento: en 1779, se creó un obispado en Cuenca para el gobierno eclesiástico y el cobro de diezmos sobre Guayaquil, Portoviejo, Loja, Zaruma y Alausí; en 1793, Esmeraldas, Tumaco y La Tola pasaron a la jurisdicción de Popayán por orden del virrey de Nueva Granada; en 1802, se creó una nueva diócesis y un gobierno militar en Mainas, directamente gobernados desde España; en 1803, se anexó el gobierno de Guayaquil al virreinato del Perú. A Quito, capital de una Audiencia subordinada a la Audiencia de Santa Fe, se le quitó autoridad por todas partes.

 

El sentido del movimiento de agosto de 1809 en Quito fue (aprovechando la crisis en Europa) recuperar la autoridad en los territorios perdidos en años recientes. La emergente Junta de Gobierno que surgió el 10 de agosto declaró en su acta de instalación que se procuraría “atraer” al gobierno de Quito a “Guayaquil, Pasto, Popayán, Barbacoas y Panamá”. En esa línea y sin ningún tino, desde Quito se ordenó la destitución de las autoridades de las provincias vecinas de Cuenca, Popayán y Guayaquil, a fin de imponer a autoridades nombradas desde Quito. Ninguno de los territorios vecinos consintió estas destituciones y su resistencia y reacción frente a este exceso de entusiasmo de los quiteños desembocó en la masacre del 2 de agosto de 1810. Ese mismo día llegó a Quito el correo de Santa Fe, informando de la Junta que en Santa Fe se había formado y a la que se invitaba a Quito a participar, nuevamente de manera subordinada.

 

Frente a esta invitación de Santa Fe, los quiteños la declinaron a efectos de formar una segunda Junta de Gobierno, que no se reconoció sometida a Santa Fe sino directamente al Consejo de Regencia de España e Indias, órgano con sede en Cádiz. Los quiteños cambiaron de estrategia: persuadidos de la imposibilidad de imponerse, o incluso de llegar a acuerdos con las provincias vecinas, optaron por el autogobierno dentro de los límites de su provincia. Ocurrió el 9 de octubre de 1810 y significó la emergencia de una nueva Capitanía General para el Reino de España.  

 

Lo que siguió a este 9 de octubre fue la historia del desacuerdo del Reino de España con Quito, hasta imponer su real voluntad y borrar a la Capitanía General de Quito de la faz de la tierra. Las tropas españolas, finalmente comandadas por Toribio Montes (militar nombrado por el Consejo de Regencia), batallaron contra las tropas patriotas hasta su exterminio. A inicios de noviembre de 1812 se enfrentaron en Quito, en la batalla del Panecillo, y el triunfo de los realistas obligó a una huida al norte. Un mes después, tras la batalla de Ibarra, se fusiló a los últimos patriotas.

 

El episodio autonomista de Quito, abierto en agosto de 1809, defendido por patriotas quiteños y finalmente fallido, se cerró con esta última sangre vertida en diciembre de 1812.

 

Y desde allí, Quito fue de España hasta 1822, que pasó a ser de Colombia.

 

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Fuentes:

 

* La principal fuente para esta columna son los trabajos de Federica Morelli, en especial, el libro “Territorio o nación: Reforma y disolución del espacio imperial en Ecuador, 1765-1830” (Centro de Estudios Políticos Constitucionales, Madrid, 2005), así como los artículos disponibles en línea  La revolución en Quito: el camino hacia el gobierno mixto”, “Las declaraciones de independencia del Ecuador: de una Audiencia a múltiples Estados”, “Quito en 1810: la búsqueda de un nuevo proyecto político”. También de gran valía son los trabajos del recién fallecido Jaime O. Rodríguez, v. por ejemplo “La independencia del Reino de Quito”.

 

* En el acta de independencia de Quito 1809 se declaró lo siguiente: “Declaramos que los antedichos individuos (los representantes de los barrios de Quito, N. del A.) unidos con los representantes de los Cabildos de las provincias sujetas actualmente a esta gobernación y las que se unieren voluntariamente a ella en lo sucesivo, como son Guayaquil, Popayán, Pasto, Barbacoas y Panamá, que ahora dependen de los Virreinatos de Lima y Santa Fe, las cuales se procura atraer, compondrán una Junta Suprema que gobierne interinamente a nombre, y como representante de nuestro legítimo soberano, el señor Don Fernando Séptimo…”, pp. 227-228.

Pons se puso el quepis

30 de septiembre de 2022

Publicado en diario Expreso el 30 de septiembre de 2022.



Antonio Pons Campuzano, nacido en Guayaquil, médico, hijo de catalán y paisa, a sus 37 años se encumbró a la máxima autoridad del Poder Ejecutivo por un mes y pocos días del año 1935. En esa época, la Constitución de la República (la décimo segunda, de 1929) disponía que el reemplazo del Presidente, por ausencia temporal o definitiva, era su Ministro de lo Interior. La interpretación arbitraria que de esta disposición hicieron los militares es lo que condujo a Pons a la cumbre del Poder Ejecutivo.

 

Pons era Ministro de lo Interior en la primera Presidencia Constitucional de Velasco Ibarra. El 20 de agosto de 1935, alrededor de las 9 de la mañana, él presentó su renuncia al Presidente. Según lo cuenta en su libro ‘Contra el zarpazo de la garra política’, publicado en Buenos Aires en 1936, esa mañana “fui sorprendido con la presencia de un regimiento que al compás de su banda militar se acercaba a los bajos del Palacio […] Y a poco se me dijo que su objeto era la promulgación de un Decreto asumiendo la Dictadura el doctor Velasco Ibarra”. En desacuerdo con esta dictadura, contra la que él había advertido, Pons renunció a su cargo.

 

El intento dictatorial de Velasco Ibarra fracasó. Con Velasco fuera de juego, era necesario que se designe a alguien en su reemplazo, en calidad de Encargado del Poder. El gobierno de los civiles y su beligerante Congreso, bajo la Constitución de 1929, había sido un rotundo fracaso: ningún Presidente terminaba su período y se vivía en permanente estado de pugna y zozobra. Era un buen momento para prescindir de ellos. Era el turno de los militares.

 

En Quito, Pons vivía en el hotel Savoy. Allá fue la alta oficialidad del Ejército para ofrecerle el Encargo del Poder. Antes de su caída, en la tarde del 20 de agosto, Velasco Ibarra había aceptado la renuncia de Pons. Pero esto no le importaba, ni a Pons ni a los militares, que omitieron este detalle que a Pons inhabilitaba (el designado por Velasco in extremis en reemplazo de Pons era un tal Carlos Guerrero). Pons empezó su gobierno el 21 de agosto de 1935.

 

En su gobierno, como él mismo lo reconoció en su libro, apenas pudo contemplar “el desarrollo de los acontecimientos sin poder, honradamente, contener el desbordamiento de tanta pasión política y tanta ambición desenfrenada”. Para él, nada peor que la “Garra política” (representada en Arroyo del Río) a los que definió como “Poder, Poder y Maldad”. El 26 de septiembre Pons recogió sus pasos y decidió renunciar a su Encargo.

 

Y aquí fue que el civil se puso el quepis, porque en vez de renunciar ante el Congreso para seguir el procedimiento constitucional, él decidió hacerlo ante la alta oficialidad del Ejército porque los consideraba “el mejor intérprete de los sentimientos cívicos”. Ese día de septiembre convocó en la Casa Presidencial “al Inspector General del Ejército y a los representantes de las principales dependencias del Ministerio de Guerra y de los cuerpos de línea”, y ante ellos, “es decir, ante el Ejército ecuatoriano, renuncié mi cargo después de exponerles la honradez de mis propósitos y los sentimientos patrióticos del Gobierno”.

 

El Ejército ecuatoriano decidió el reemplazo de Pons. Empezamos a vivir en dictadura.

 

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Fuentes:

* La principal fuente de este artículo es el opúsculo de Pons ‘Contra el zarpazo de la “garra política”’. Las citas corresponden a las siguientes páginas: “fui sorprendido con la presencia de un regimiento…” (p. 7); “el desarrollo de los acontecimientos…” y “Poder, Poder y Maldad” (p. 16); “el mejor intérprete…” (p. 10); “al Inspector General del Ejército…” y “es decir, ante el Ejército ecuatoriano…” (p. 20). Una sucinta biografía en: ‘Antonio Pons’ (Ecured).

* Los artículos de la Constitución del año 1929 que disponían el reemplazo del Presidente o del Encargado del Poder por su Ministro de lo Interior son los siguientes:

Título VI

Sección I. Disposiciones generales

(…)

Art. 79.- En caso de falta del Presidente de la República, de enfermedad u otro impedimento accidental que pase de diez días te subrogará el Ministro de lo Interior, y, en el orden cronológico de sus nombramientos, los demás Ministros.

Por falta o impedimento accidental de cualquiera de los subrogantes, hará sus veces el que le siga, según el orden expresado, mientras asuma el ejercicio del Poder Ejecutivo el llamado por la Ley.

Art. 80.- El Presidente de la República cesa en sus funciones por terminación del período fijado en la Constitución, y deja vacante el cargo por muerte, destitución, admisión de renuncia o incapacidad física permanente declarada por el Congreso.

Art. 81.- Cuando, por cualquiera de las causas expresadas en el Artículo anterior, vacare el cargo de Presidente de la República, el Ministro subrogante, con arreglo al Artículo 79, se encargará del Poder Ejecutivo, y, dentro de los ocho días siguientes a la fecha en que hubiere ocurrido la vacante, convocará a elecciones, las que deberán estar terminadas en el plazo de dos meses, a lo

más, contados desde la misma fecha. Efectuadas las elecciones, el Congreso ordinario siguiente practicará el escrutinio hasta el veinte de Agosto, a más tardar, y el primero de Setiembre inmediato el Encargado del Poder Ejecutivo cesará en sus funciones y empezará el nuevo período constitucional.”

* Un libro que contiene un relato bien documentado sobre la caída de Velasco en su primera presidencia es: Norris, Robert, ‘El gran ausente’, Tomo I, Ediciones Libre Mundi, 2004, Quito, pp. 227-245.  


Sobreviviendo

23 de septiembre de 2022

            Publicado en diario Expreso el 23 de septiembre de 2022. 


El 23 de septiembre de 1830 el Presidente Juan José Flores puso el ejecútese y entró en vigor la primera Constitución del Estado del Ecuador, siendo este Estado una de las dos secesiones que en 1830 sufrió la República de Colombia que se montó el Libertador. La secesión del Ecuador fue incruenta: actas, elecciones, reunión en Riobamba de los representantes de tres Departamentos (Azuay, Guayas, Quito) y el paso del militar caribeño Flores de Prefecto de un Distrito de la República de Colombia a Presidente del Estado del Ecuador. Él debió gobernar hasta el 10 de septiembre de 1834. Y no sólo que lo hizo, sino que logró sobrevivir y acomodarse.

 

El Estado del Ecuador, durante el gobierno de Flores, fue ultraviolento. Al final de su gobierno, el Ecuador estaba partido en dos. Por una parte, la Jefatura Suprema de los Departamentos de Quito y Azuay, cuyo Jefe Supremo era un antiguo colaborador del gobierno de Flores, José Félix Valdivieso. Sus tropas ocuparon Quito el 13 de julio y Cuenca el 25 de agosto de 1834. Esta Jefatura Suprema convocó a una Asamblea Constitucional que se reunió en Quito y que empezó a funcionar el 7 de enero de 1835. En Cuenca se instaló una Jefatura Superior, subordinada a Quito, a cargo de José María Borrero.

 

Por otra parte, el Jefe Superior del Departamento del Guayas era Vicente Rocafuerte, aliado con el Presidente Flores. En principio Flores lo combatió a Rocafuerte, pero cuando supo de la sublevación de Valdivieso en la Sierra, comprendió que su alternativa para mantenerse en las altas esferas del poder ecuatoriano era apoyar que Rocafuerte se eleve a la Presidencia. Él comandaría sus tropas en esta guerra civil.

 

Llegó el 10 de septiembre de 1834 y concluyó el período de gobierno de Flores, sin poder seguirse un procedimiento constitucional para su sucesión. En Guayaquil, ese mismo día se reunió una Junta para designar a Vicente Rocafuerte como Jefe Supremo del Departamento del Guayas.

 

Ocurrió entonces la batalla entre las Jefaturas Supremas. Sus tropas se enfrentaron en Miñarica, en las cercanías de Ambato, el 19 de enero de 1835. Triunfaron Rocafuerte y Flores. El Ecuador estuvo a punto de echarse a perder, porque enterados en Quito de la derrota en Miñarica se disolvió la Asamblea Constitucional y, según cuenta el historiador quiteño Salvador Lara, los quiteños “cayeron en el absurdo de proclamar la muerte del estado ecuatoriano […]. En Tulcán, presididos por el general Matheu, decretaron la anexión a Nueva Granada; el odio político les llevó a traicionar sus ideales de siempre: la autonomía de Quito. Don Roberto Ascázubi, comisionado para ello, pasó por la vergüenza de que el gobierno de Bogotá rechazase tal acta”.

 

El Ecuador sobrevivió porque a Quito la rechazaron. Los triunfadores de Miñarica convocaron a una Asamblea Constitucional que volvió a reunir a representantes de los Departamentos de Azuay, Guayas y Quito, para aprobar una nueva Constitución que regule sus relaciones.

 

Esta Asamblea Constitucional de 1835 decidió que el Estado del Ecuador iba a ser República y que su primer Presidente iba a ser Rocafuerte. Y Flores sobrevivió y se acomodó: la Asamblea lo nombró General en Jefe de los ejércitos de la República del Ecuador.

 

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Fuentes:


* Las fuentes principales de esta columna son: Van Aken, Mark, ‘El rey de la noche’, Banco Central del Ecuador, Quito, 2005 [segunda edición] y las introducciones históricas de los libros recopilatorios de las actas del Congreso Constituyente de 1830 y de la Asamblea Constitucional de 1835, de autoría de Francisco Ignacio Salazar Arboleda.


* La cita de Jorge Salvador Lara sobre el rechazo de Bogotá a Quito consta en: ‘Los comienzos de la República (1830-1845)’, en: ‘Historia del Ecuador’, Vol. 6, Salvat, Barcelona, 1980, p. 26

El banquero Arosemena

16 de septiembre de 2022

 

            Publicado en diario Expreso el 16 de septiembre de 2022.



La revolución Juliana la hicieron en 1925 oficiales jóvenes del Ejército ecuatoriano para derrocar el régimen político que defendió los intereses de la banca guayaquileña por encima de los intereses colectivos. El producto jurídico de la revolución, la Constitución de 1929, cambió el sistema de gobierno de presidencialista a semiparlamentario. Bajo su imperio, ningún Presidente pudo concluir su período de cuatro años.

 

El rol del Congreso ecuatoriano fue clave para la inestabilidad política. A Neptalí Bonífaz, elegido Presidente en las elecciones de octubre de 1931, el Congreso lo descalificó por peruano. A Juan de Dios Martínez Mera, elegido Presidente en las elecciones de octubre de 1932, el Congreso le impidió gobernar, pues le destituyó varias veces su gabinete de gobierno y, finalmente, el Congreso lo destituyó. Velasco Ibarra, elegido Presidente en diciembre de 1933, quiso declararse dictador para desconocer la Constitución y evitar así los controles del Congreso, pero las tropas no lo apoyaron y fue orillado a renunciar.

 

A partir de este momento, fines de 1935, el Ecuador empezó a ser gobernado por dictaduras (el ingeniero Páez, el general Enríquez) y breves gobiernos civiles de encargo (Pons, Borrero, Mosquera, Arroyo del Río, Córdova, Moreno). La Constitución de 1929 ya no rigió. Se reunió una Convención Constitucional en 1938, pero la Constitución que produjo no entró en vigor. El Ecuador volvió a realizar una elección popular en enero de 1940. Triunfó Arroyo del Río, quien tampoco concluyó su período de gobierno por la irrupción de la revolución Gloriosa.

 

Volvió entonces Velasco y, por aclamación popular, empezó un gobierno de facto el 31 de mayo de 1944. La Asamblea Constitucional que se reunió tras el triunfo de la Gloriosa lo declaró Presidente el 10 de agosto de 1944 y elaboró una nueva Constitución, de cuño liberal. Velasco se negó a gobernar con esta Constitución y se declaró dictador y organizó una nueva Asamblea Constitucional, que lo eligió Presidente el 10 de agosto de 1946 y que elaboró otra Constitución, de cuño conservador y a gusto suyo. Velasco tampoco terminó su período, pues lo destituyó un golpe militar.

 

El golpe militar resultó un “blooper”, pues duró pocos días. Asumió la Presidencia el Vicepresidente de Velasco y se reunió en seguida un Congreso Extraordinario para nombrar un nuevo Vicepresidente de la República, designación que recayó en el banquero guayaquileño Carlos Julio Arosemena Tola. Entonces el Presidente renunció para que el Vicepresidente Arosemena asuma la Presidencia, con el propósito de reestructurar las finanzas del agobiado país y organizar unas elecciones libres.

 

Justo es decir que en su casi año de gobierno (16 de septiembre de 1947-31 de agosto de 1948) el Presidente Arosemena cumplió dignamente su encargo. Las elecciones que en su gobierno se organizaron, inauguraron desde 1948 un nuevo período de estabilidad política en el Ecuador.

 

La revolución Juliana abrió una etapa de inestabilidad política que duró 23 años y se hizo para derrocar un sistema que beneficiaba a la banca guayaquileña. Paradójicamente, este período de inestabilidad política por ella abierto, un banquero guayaquileño lo clausuró.     

 

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Fuentes:

* Para una perspectiva de la revolución juliana y su lucha contra la “bancocracia”, v. Paz y Miño, Juan, “La revolución juliana. Nación, ejército y bancocracia” (2002), en especial, pp. 7-11 (“Introducción”).

* El cambio de presidencialismo a semiparlamentarismo en la Constitución de 1929 recibió numerosas críticas, como ésta, hecha por el político e historiador Alfredo Pareja Diezcanseco: “Esta nueva Constitución resultó un curioso y fracasado ensayo de régimen seudoparlamentario, inoperante en nuestro país. Según la Constitución de 1929, aunque no consagraba el régimen parlamentario, el poder legislativo prácticamente era omnímodo (…). Un país como el nuestro, con otros problemas, sin cultura política esencial entre el pueblo, con otra tradición en su estructura administrativa, no podía ser gobernado con la Constitución de 1929. El Poder Ejecutivo, independiente de la influencia del legislativo y bastante fuerte, es la tradición americana, proveniente de la Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica…”, en: “Los gobiernos de la plutocracia y las nuevas ideas” (pp. 66 y 68), artículo publicado en el tomo VII de la “Historia del Ecuador” impresa por Salvat en 1982 (Juan Salvat y Hernán Crespo Toral, editores).

* Sobre la descalificación de Bonifaz y la destitución de Martínez Mera, v. Raúl Martínez Torres y Héctor Martínez Torres, “Martínez Mera. Las verdades que no quiso decir” (dos tomos, 1983). Para la descalificación de Bonifaz, pp. 66-80 (tomo I, “I, El origen”), para la destitución de Martínez Mera, pp. 216-226 (tomo I, “IX. El congreso de 1933”). Los autores también criticaron a la Constitución de 1929, llamándola “nefasta Constitución Política que tantos males hizo al país; producto híbrido del régimen presidencial y parlamentarismo incompleto, que trajo tantas y tan graves consecuencias para la normal marcha administrativa; que ataba indefenso al Poder Ejecutivo para entregarlo maniatado a la demagogia y ambición política” (tomo I, p. 54).

* Sobre la caída de Velasco Ibarra en 1935 y sus dos Presidencias nombrado por una Asamblea Constitucional en 1944 y 1946, v. Norris, Robert, “El gran ausente” (2004), pp. 227-245 del primer tomo, para su caída en 1935, y pp. 9-109 del segundo tomo, para sus dos Presidencias entre 1944 y 1947 (i.e., el Capítulo VI “El gobierno revolucionario, 1944-1947”).

* Sobre la Constitución de 1938 y su falta de eficacia, v. Gómez López, David, “La Constitución perdida. Una aproximación al proyecto constituyente de 1938 y su derogatoria” (2012), pp. 158-159. De acuerdo con el autor del artículo: “El problema es que el texto constituyente no estaba redactado del todo, y no se publicó en el Registro Oficial” (p. 159). En la práctica, nadie se sintió obligado a respetar lo ordenado por la Constitución. El propio Mosquera diría que “él juró como Presidente en base a la Constitución, vigente según él, de 1906, y no de 1938” (p. 158).

* Un buen resumen del “Manchenazo” y su gobierno inane, disponible en línea: “Carlos Mancheno”, publicada por Ecured.

* Para una semblanza biográfica del Presidente Arosemena disponible en línea, v. “Carlos Julio Arosemena Tola”, escrita por Rodolfo Pérez Pimentel. Agradezco a Guillermo Arosemena por el envío de varias notas de prensa de época para la redacción de esta columna.