Ecuador fue la esperanza

26 de mayo de 2023

            Publicado en diario Expreso el 26 de mayo de 2023.

Ecuador tiene un récord: fue el primer país del mundo en presentar un informe de cumplimiento del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC) el 9 de septiembre de 1977. Este hecho quedó como un testimonio de la inestabilidad política ecuatoriana, porque la aprobación ecuatoriana del PIDESC se hizo bajo el imperio de la Constitución de 1967, el primer informe de cumplimiento del PIDESC se hizo bajo el imperio de la Constitución de 1945 (puesta en vigor tras el golpe de Estado de los triunviros) y la defensa de este informe en la sede de la ONU se hizo bajo el imperio de la Constitución de 1979, el 15 de abril de 1980. Tres momentos, tres Constituciones. En apenas doce años y pico.

Ecuador es un país de esperanza: esa fue la idea que el representante ecuatoriano Miguel Albornoz Ruiz quiso transmitir al Comité de Expertos que se reunió esa mañana de abril de 1980 en Nueva York para conocer el informe del Ecuador. Él afirmó el compromiso del Ecuador “con la defensa de la democracia y los derechos humanos, y con la promoción del desarrollo económico en un clima de justicia social y del pluralismo ideológico”. Hermoso.

Albornoz elogió al Presidente Jaime Roldós, a la Constitución de 1979, al Plan Nacional de Desarrollo 1980-1984 “cuyo propósito era dirigir los esfuerzos del país y sus recursos hacia la justicia social, una distribución de los ingresos más equitativa y la eliminación del desempleo y el subempleo, de manera tal que toda la población tenga acceso a la salud, educación, vivienda y seguridad social”. Nos íbamos al desarrollo en aerosilla.

Ecuador es un país recursivo: en el mar de elogios de los representantes internacionales tras tan esperanzadora exposición (hablaron de “excelente reporte”, de estar “impresionados con el informe”) emergió el áspero alemán occidental Vollers para criticar algunos aspectos. Pero el ecuatoriano no se arredró: fue entonces que empezó a hablar de una “filosofía ecuatoriana”, que se asentaba en tres bases: “desarrollo económico del país, justicia social y producción”. Le espetó a Vollers: “como sin producción no puede haber desarrollo económico ni justicia social, el trabajo era considerado un deber patriótico”. Toma ahí, teutón. 

Ecuador es un país con personalidad: cuando el representante ruso Bykov quiso impedir que el representante de una organización internacional (la OIT) formule preguntas al representante del Ecuador, el ecuatoriano Albornoz dijo que con gusto contestaría lo que tuviera a bien preguntarle el señor Samson de la OIT y que el ruso al vodka. Y respondió, y destiló frases como “principios inscritos en la Constitución” y “república que respeta los derechos humanos”. De crack.

La reunión del Comité de Expertos concluyó por la tarde. Al caer el sol de ese 15 de abril, me lo imagino al ruso Bykov, pletórico de vodka, tropezándose torpe por las anchas aceras de Manhattan. Por contraste, al ecuatoriano Albornoz, galante y sonriente, caminando con paso grácil por las calles de la Gran Manzana mientras se goza la íntima convicción de haberle convencido al mundo de que su país era uno donde vivía, oronda, la esperanza.

Luego fuimos el mismo desastre, ya casi bicentenario.

Aplaudiendo la catástrofe

19 de mayo de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 19 de mayo de 2023.

Hoy resulta muy sencillo hacerle cargamontón a la exalcaldesa Cynthia Viteri. Pero eso, en realidad, no es justo.

Porque lo justo es comprender la historia que condujo a la caída de Viteri y la derrota de la hegemonía del Partido Social Cristiano (PSC) en Guayaquil. Ello implica comprender que, aunque relevante para el resultado final, no fue por el nefasto episodio de cuatro años de Viteri en la Alcaldía de Guayaquil que se produjo ese fracaso. Esta idea le gustaría creer a algunos: “El modelo del PSC era bueno, pero Cynthia Viteri lo arruinó”.

Pero esa idea es mentirosa. El modelo del PSC, que por varios años fue motejado como “exitoso”, condujo a dos graves problemas: la inseguridad y las inundaciones.

Sobre la inseguridad: el modelo del PSC implicó un crecimiento urbano basado en la rentabilidad para la administración, no en la dignidad de las personas. La lógica fue sencilla: los que menos tenían, pues recibían menos. Y quienes vivían en sectores no consolidados, pues no recibían nada. 

Que lo cuente el exalcalde Jaime Nebot: “Yo he tomado la decisión de que aquí no vamos a legalizar un terreno ni vamos a poner una volqueta de cascajo ni un metro cuadrado de asfalto ni un metro de tubería de alcantarillado de agua potable más allá de lo que he expresado en el límite oeste, el límite de Flor de Bastión y el límite de la Sergio Toral”. (Esto fue dicho en sesión del Concejo Municipal del 7 de octubre de 2010, cuando se discutió la reforma de los límites urbanos de Guayaquil.) En resumidas cuentas: como a los pobres no resultaba rentable atenderlos, entonces recibían poco o nada.

Es fácil deducir que el modelo de desarrollo del PSC únicamente acentúa las desigualdades. Y el resultado de acentuar las desigualdades fue la creación de “trampas de la pobreza” en los sectores populares. Es decir, de miles y miles de personas sin posibilidades reales de salir de la pobreza, que son el caldo de cultivo para la situación de inseguridad que hoy sufrimos. Abandonar a tantas personas a su propia suerte, por tantos años, fue un paciente sembrío de la violencia que hoy estamos cosechando.  

Sobre las inundaciones: el modelo del PSC implicó un crecimiento urbano horizontal, gris e impermeable, con tala del manglar y relleno de esteros, sin árboles ni áreas verdes. Detrás de este crecimiento urbano también existió una motivación económica, que era beneficiar al negocio de la construcción. Y, mientras más horizontal, gris e impermeable era Guayaquil, más se lo beneficiaba. Y, al mismo tiempo más se la perjudicaba a la ciudad, porque una ciudad construida así facilita mucho las inundaciones. 

Este es pecado mayor porque Guayaquil, al decir de expertos que estudiaron las inundaciones en la ciudad y le presentaron un informe a la alcaldía el año 2013, ofrece unas “condiciones inmejorables” para implementar una estrategia integral propia de “ciudades verdes, inclusivas y sustentables”. Pero se prefirió caminar en una dirección opuesta y dañosa.

Viteri fue un desastre, pero hubo un desastre mayor, que fue el modelo de desarrollo que impuso el PSC en la ciudad. Lo increíble es que a eso se lo haya llamado “exitoso” y que, durante décadas, hayamos aplaudido una catástrofe. 

La oportunidad de cambio llegó

12 de mayo de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 12 de mayo de 2023.

La marcada decadencia del PSC en Guayaquil en estos últimos cuatro años posibilitó que haya cambio en la administración de la ciudad. Casi 31 años después de aquel lejano 10 de agosto de 1992 cuando León Febres-Cordero inició el rescate de una ciudad viciada de roldosismo, en este Guayaquil del 2023 y dado su brutal declive, la administración que empieza Aquiles Álvarez tendrá como misión un nuevo rescate.

Por necesidad, el camino a recorrer por la administración de Aquiles Álvarez debe ser el opuesto al que transitó el PSC, en dos aspectos fundamentales. Tan fundamentales que atañen a nuestra vivencia de la ciudad y a la supervivencia misma de la ciudad.

El primero de ellos: el nuevo modelo de administración de la ciudad debe orientar su atención a los sectores populares de una manera planificada y técnica. Contrario a lo que muchos quisieron creer cuando valía el catecismo del éxito de la administración del PSC en Guayaquil, en esta ciudad existen amplios sectores que viven en un casi total abandono de equipamiento urbano. Si se quiere cambiar la convivencia en Guayaquil, estos sectores tienen que ser atendidos de manera prioritaria, con mucha inversión social, planificación y políticas públicas basadas en la evidencia.

Este cambio es necesario, porque no es sostenible vivir en una ciudad en donde uno tiene que planificar sus salidas a la calle como unas experiencias de supervivencia.

El otro aspecto fundamental: el nuevo modelo de administración de Guayaquil tiene que tomarse en serio las amenazas que la ciudad tiene por las inundaciones que ya sufre. 

Esta temporada de lluvias ha sido muy decidora de la situación de la ciudad. No es que ella no haya sido conocida por las autoridades, porque la propia alcaldía de Guayaquil encargó el año 2017 a unos expertos de la Corporación Andina de Fomento (CAF) la elaboración de un informe que se tituló: “Vulnerabilidad y adaptación al cambio climático en Guayaquil”. Allí se describió una situación crítica: muchos sectores de alta vulnerabilidad, y muchísimas industrias, comercios, centro de salud e instituciones educativas con una alta probabilidad de empezar a ser sub-acuáticas. 

Por fortuna, el citado informe del año 2017 contiene también unas medidas para la adaptación al cambio climático muy razonables y oportunas para enfrentar estas graves amenazas que sufre Guayaquil. Este informe propone una serie de medidas para reforzar la capacidad adaptativa así como medidas de adaptación verdes, híbridas y grises, que se las desarrolla con mucho detalle: la justificación de cada medida, su alcance, objetivos y finalidad, el potencial, los costos estimados y la duración prevista, además de un análisis de las oportunidades y barreras para su aplicación.  

El final de la administración de Nebot y toda la administración de Viteri ignoraron, casi en su totalidad, las medidas propuestas por la CAF el año 2017. Así, queda casi todo por hacer en un tema que atañe a la supervivencia misma de la ciudad. Y si no se toman importantes medidas, como las que se recomendaron en el informe de la CAF, a este año 2023 lo recordaremos como apenas los arrabales del infierno.

La oportunidad de cambio llegó y hay un rescate por hacer.

Puerto La Mar

5 de mayo de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 5 de mayo de 2023.

El venezolano Simón Bolívar, en su afán de nombrar y renombrar territorios, decidió el 25 de diciembre de 1825 que en esa república que el venezolano Antonio José de Sucre había fundado con su nombre (entre agosto y octubre de 1825 la que hoy es Bolivia se llamó “República de Bolívar”) habría un puerto que llevaría el nombre de un cuencano ilustre, héroe de las guerras de la independencia americana: José Domingo de La Mar. 

La Mar, nacido en Cuenca en 1776, hijo de vasco y de guayaquileña de orígenes vascos, fue el hombre que dirigió la descarga que dirimió la batalla de Ayacucho, tras la cual América del Sur se perdió para el reino de España. En el parte de batalla que firmó Sucre, se lo reconoció a La Mar así: “Cumplo el agradable deber de recomendar a la consideración del Libertador, a la gratitud del Perú y al respeto de todos los valientes de la tierra, la serenidad con que el señor general La Mar ha rechazado todos los ataques a su flanco y aprovechado el instante de decidir la derrota”. (La Mar también sería el primer presidente constitucional del Perú, entre 1827 y 1829.) 

Así,  por el pleno entusiasmo de Bolívar, surgió en Bolivia Puerto La Mar. En el decreto de diciembre de 1825 que habilitó a Puerto La Mar como puerto nacional de Bolivia, Bolívar justificó el nombre por él decidido por tratarse de “justa recompensa al mérito contraído por el gran Mariscal don José de La Mar, vencedor en Ayacucho”. 

Durante muchos años, Puerto La Mar fue el único puerto de Bolivia. Según el censo de 1832, este puerto tenía 536 habitantes, la mayoría de los cuales eran chilenos (266), había 104 bolivianos y dos ecuatorianos. 

(No creo que haya muchos otros territorios en el extranjero que lleven o hayan llevado el nombre de una persona nacida en territorio hoy ecuatoriano.)  

Puerto La Mar tuvo una existencia efímera. Lo primero que se perdió fue el nombre que le había impuesto Bolívar en 1825, confirmado el 1 de julio de 1829 por el primer gobierno boliviano. El puerto, por la fuerza de la costumbre y el peso de la tradición, recuperó el nombre que había tenido desde tiempos coloniales, que era Cobija (Santa María Magdalena de Cobija). En Cobija se exilió, por unos meses de 1860, el presidente ecuatoriano José María Urbina. 

Hacia la época del exilio de José María Urbina, Cobija tenía unos 1.000 habitantes y un cronista había descrito que ella “se forma de una sola calle de pequeñas casuchas de madera, situadas al pie de encumbrados y elevados cerros, cuya aridez se deja ver de lejos” y vaticinó que “su progreso no será mucho en largos años, porque a su mala localidad y bahía se agrega su extrema aridez”. Este cronista era Domingo Santa María, quien llegaría a ser presidente de Chile entre 1881 y 1886.

Lo siguiente que se perdió fue la pertenencia a Bolivia. Durante la guerra del Pacífico, Chile ocupó Cobija el 21 de marzo de 1879. Victorioso en la guerra, Chile (el presidente era Santa María) sumó Cobija a su territorio. (Fue entonces que Bolivia perdió toda su región litoral). 

Una vez chileno, Cobija se convirtió en puerto menor. Desde 1907, el lugar fue abandonado. 

El antiguo Puerto La Mar hoy es un montón de ruinas, cercanas a una caleta de pescadores.