El viaje de un vicepresidente

26 de abril de 2024

            Publicado en diario Expreso el viernes 26 de abril de 2024.

Eloy Alfaro había empezado a gobernar en Quito desde el 4 de septiembre de 1895, cuando entró en ella; esa entrada de él y sus huestes para ocupar la conservadora ciudad capital significó el inicio del gobierno liberal. 

Carlos Freile fue un alfarista quiteño de la primera hora. Alfaro confió a él el cargo de alcalde de Quito, que Freile desempeñó entre el 13 de septiembre y el 20 de diciembre de 1895; dejó ese cargo para ocupar la Gobernación de Pichincha. Al año siguiente, Alfaro lo nombró su Ministro de Educación. Desde 1899 y hasta el final de la primera Presidencia de Alfaro, lo acompañó como su vicepresidente. Eloy Alfaro y Carlos Freile fueron el binomio con el que la República del Ecuador entró al siglo XX. Fue la cumbre de Freile como alfarista. 

La segunda Presidencia Constitucional de Eloy Alfaro no concluyó el 31 de agosto de 1911 como debía, porque Alfaro sufrió un golpe de Estado el 11 de agosto de 1911, orquestado por los recursos de la burguesía mercantil y puesto en práctica por las armas de un ejército venal, que el día anterior al golpe le había jurado fidelidad a Alfaro. 

Los veinte días que restaban del gobierno de Alfaro los condujo su antiguo coideario Carlos Freile, pues la Constitución de 1906 había eliminado la figura del vicepresidente de la República y dispuso que el reemplazo de un presidente cesado debía ser el último presidente de la Cámara del Senado. Y ese hombre, justamente, era Freile. Él ahora estaba situado en la orilla opuesta a la de su antiguo binomio y andaba propenso a deshacerse de él. 

Cumplidos los veinte días de gobierno de Carlos Freile, lo sucedió el presidente que había sido elegido en las urnas a inicios del año 1911, Emilio Estrada. Posesionado Estrada el 1 de septiembre, para fines del año 1911 ya había muerto. Lo mató un infarto fulminante el 21 de diciembre. 

Por la vigencia de la Constitución de 1906 y por las mismas razones que en agosto de 1911, Freile se encargó de la administración de la Función Ejecutiva desde el 22 de diciembre. En su breve gobierno, que concluyó el 6 de marzo del año siguiente, ocurrió el hecho más atroz de la política ecuatoriana: la hoguera bárbara.

Freile, el antiguo aliado, el alfarista de la primera hora, apenas iniciado su gobierno desterró a Alfaro a Panamá. Pero Alfaro regresó el 4 de enero de 1912 para buscar la repetición de la historia de 1895 y 1906: entrar en Quito y gobernar la República. Y ocurrió que esta ocasión su intento de golpe de Estado no fue efectivo. Tras graves derrotas en Huigra, Naranjito y Yaguachi, el alfarista se convirtió en el bando perdedor de la guerra civil de enero de 1912. 

El número de muertos en esta guerra civil ascendió a alrededor de 3.000. Y esta vez ya no iba a bastar con el destierro del líder.

Freile, el antiguo aliado, el alfarista de la primera hora, permitió entonces que ocurra la barbarie. Se dice que fue frente a la casa particular de Freile que uno del pueblo cortó los genitales a los despojos de Eloy Alfaro, les prendió fuego y los lanzó por los aires “para diversión de los muchachos presentes”.

Del ejercicio de la vicepresidencia al troceado de los genitales de Alfaro frente a su residencia. Un asombroso y largo viaje.

República por 642 días

19 de abril de 2024

            Publicado en diario Expreso el viernes 19 de abril de 2024.

Por 642 días, desde aquel glorioso 9 de octubre de 1820 que en Guayaquil significa la independencia del Reino de España, hasta el infausto 13 de julio de 1822 en que Bolívar acabó con su existencia, la provincia de Guayaquil fue una pequeña república sudamericana, que tuvo su gobierno autónomo, su Constitución y su bandera celeste y blanco. Fue el primer territorio independiente que surgió en alguna de las tres provincias que años después, en 1830 (tras un tiempo como departamentos colombianos), se unirán para la conformación del Estado del Ecuador (además de Guayaquil: Quito y Cuenca).

El 8 de noviembre de 1820 se reunió en Guayaquil un Colegio Electoral, compuesto por 57 representantes de 27 pueblos de la provincia de Guayaquil (pueblos que más representantes aportaron: Guayaquil, 16; Daule, 5; Jipijapa, 4; Baba, 4). De esta reunión del Colegio Electoral surgió el 11 de noviembre de 1820 el Reglamento Provisorio de Guayaquil. Su artículo 1 decía, sin opción a equívoco: “La provincia de Guayaquil es libre e independiente”.

Este Colegio Electoral nombró a la Junta Superior de Gobierno definitiva, la que gobernó los destinos de la República de Guayaquil hasta que Bolívar acabó con su existencia, compuesta por Olmedo, Roca y Ximena. Esta Junta de Gobierno publicó, en vísperas del aniversario de la reunión del Colegio Electoral, un decreto conmemorativo del episodio, muy claro: “Después de proclamada nuestra independencia no podíamos llamarnos libres, hasta aquel día en que vencidos dignamente los escollos que presentan siempre las revoluciones en su principio, pudo reunirse la representación de la Provincia, que es el más precioso de los derechos sociales, y el privilegio más noble de los pueblos libres. Este memorable día fue el 8 de Noviembre de 1820”.

El artículo 2 del Reglamento Provisorio estableció la posibilidad de asociarse con “la grande asociación que le convenga de las que se han de formar en la América del Sur”. La Junta Superior de Gobierno había convocado a una nueva reunión del Colegio Electoral, a fin de que los representantes de los pueblos de la provincia de Guayaquil decidan acerca de su destino, según el artículo 2 del Reglamento. 

Este Colegió Electoral se iba a reunir el 28 de julio de 1822. Un decreto de la Junta Superior de Gobierno, emitido el 19 de junio de 1822, consideraba de alta conveniencia “la pronta declaración de la Provincia sobre la actitud política que más le convenga, respecto de los grandes Estados que nos rodean”.

Pero esta decisión ajustada a los intereses de la provincia jamás ocurrió, porque Bolívar acabó con la existencia de la República de Guayaquil. Bolívar llegó el 11 de julio de 1822, acompañado de 1.300 soldados colombianos. Tardó dos días en mandar una comunicación a la Junta Superior de Gobierno para decir que desde entonces él estaba a cargo.

El 13 de julio de 1822 cesó en sus funciones la Junta Superior presidida por Olmedo y, con ello, se acabó la independencia de la República, sometida al imperio de las armas venidas del Norte. El Colegio Electoral se reunió, sin otro propósito que formalizar la anexión a la República de Colombia.

La República de Guayaquil existió entre 1820 y 1822, por 642 días. 

El borracho necio de América

14 de abril de 2024

El comportamiento del Estado del Ecuador en los últimos días es congruente con su condición de país del chuchaqui perpetuo

En el foro internacional, se ha comportado como un borracho (siempre ha sido un gran beodo republicano) pero la nota distintiva de estos últimos días es que se ha convertido en el borracho necio de América. Uno que rompe normas básicas del derecho internacional (es decir, la caga en grande), pero que nunca admite que la cagó y jamás pide disculpas, pues al contrario le echa la culpa a otro de haber motivado la desgracia que él cometió. 

Por supuesto, nadie en la fiesta de la democracia (ningún otro país de América) piensa que la cagada del Ecuador tiene sentido o futuro; pero eso a nuestro borracho necio le tiene muy sin cuidado.

¿Qué se puede hacer cuando vives en un país que se comporta como un borracho necio? Pedir disculpas, y mirarlo partir rumbo a las tierras del chuchaqui. 

A estas alturas, el Ecuador no es ni bueno ni malo: es un incorregible dipsómano.

Las seis presidencias de Velasco Ibarra

12 de abril de 2024

            Publicado en diario Expreso el viernes 12 de abril de 2024.

Todas las décadas entre 1930 y 1970 lo tuvieron a José María Velasco Ibarra como la máxima autoridad del Poder Ejecutivo. Entre 1934 y 1935, entre 1944 y 1947, entre 1952 y 1956, entre 1960 y 1961, y entre 1968 y 1972. A la década de los setenta, Velasco Ibarra llegó como un dictador, pues elegido en las urnas en junio de 1968 se declaró dictador en junio de 1970. Un golpe militar lo tumbó en febrero de 1972. 

Cuando después de la dictadura militar volvimos a la democracia, Velasco Ibarra ya no estaba allí. Murió en marzo de 1979, a los 86 años.

En sus cinco décadas de presencia en la política ecuatoriana, Velasco Ibarra sumó un total de seis presidencias. Cuatro veces fue elegido presidente por la voluntad popular, siendo el ecuatoriano más veces favorecido por el voto popular para la obtención de la presidencia (la primera vez en 1934, la última vez en 1968). En el Ecuador todavía es recordada una frase a él atribuida: “Dadme un balcón en cada pueblo y seré presidente”. Se la recuerda cada vez más como un lejano testimonio de un tiempo de política de masas sin redes sociales. 

Como evidencia de nuestra inestabilidad política, Velasco Ibarra es también el ecuatoriano que más veces ha intentado declararse dictador, por tres oportunidades, lográndolo en dos de ellas. La vez que fracasó fue en 1935, cuando el ejército no secundó su golpe de Estado y lo obligó a renunciar. De esta época es otra de sus frases famosas: “Me precipité sobre las bayonetas”, tal vez también un testimonio de la obsolescencia de las armas del Ejército en esa época.  

Las otras dos presidencias de Velasco Ibarra fueron obra de votaciones en asambleas constitucionales, ambas reunidas en la década del cuarenta. Tras el triunfo de la llamada “revolución Gloriosa” que el 28 de mayo de 1944 depuso al gobierno de Carlos Arroyo del Río, una asamblea constitucional redactó una Constitución progresista y lo designó presidente de la República a Velasco Ibarra para que gobierne bajo el imperio de la nueva Constitución. Esa Constitución fue aprobada y entró en vigor el 6 de marzo de 1945. 

Pero el marzo siguiente, específicamente el día 30, Velasco Ibarra se declaró dictador y, a diferencia de 1935, esta vez sí fue exitoso. Desconoció la Constitución de 1945 y puso en vigor la Constitución de 1906. En seguida organizó una nueva asamblea constitucional, que dictó una nueva Constitución que ya no era progresista y lo eligió a él presidente.

Esta nueva Constitución entró en vigor el 31 de diciembre de 1946. Velasco Ibarra no pudo gobernar mucho tiempo bajo su imperio, porque en agosto de 1947, su Ministro de Defensa, Carlos Mancheno Cajas, ensayó un golpe de Estado y obligó a Velasco Ibarra a renunciar el día 23. Cuando este golpe de Estado (conocido como el “Manchenazo”) fracasó, la política ecuatoriana siguió su curso prescindiendo de Velasco Ibarra, pues él ya había renunciado. 

El récord de Velasco Ibarra: Seis presidencias en total, cuatro veces elegido por la voluntad popular, dos veces dictador (de las tres que lo intentó). Es muy revelador de nuestra cultura política que la figura señera de nuestra democracia de masas en el siglo XX tenga tan sostenida y acusada vocación dictatorial. 

El hazmerreír exitoso

10 de abril de 2024

En la sesión de la OEA celebrada ayer 9 de abril, la cancillería ecuatoriana defendió que se haya vulnerado la inviolabilidad de la Embajada de México en Quito con la siguiente frase: “Ningún delincuente puede ser considerado un perseguido político”. 

Esta frase es absurda (el Ecuador es absurdo). Por el lado práctico, porque es falso que las condenas penales del sistema judicial ecuatoriano (en el caso de Glas, como en muchísimos otros) no puedan ser una persecución política. Y por el lado teórico, porque es una frase irrelevante frente a la institución del asilo.

Por el lado práctico: la frase de la cancillería ecuatoriana quiere que aceptemos la siguiente premisa: “toda decisión de condena penal que ha hecho el sistema de justicia ecuatoriano es el fruto de un juicio con las debidas garantías ante un juez competente, independiente e imparcial”. Y esto, aunque se haya condenado a un enemigo político.

Esta premisa es falsa. El sistema de justicia ecuatoriano ha probado ser maleable, por intereses económicos y políticos. Y sus graves deficiencias en materia de garantías judiciales, su crasa corrupción, no son suposiciones: es el fruto del análisis de sentencias, resoluciones e informes de organismos internacionales. Una condena penal puede ser fruto de persecución política, porsupollo.

Por el lado teórico: la frase de la cancillería ecuatoriana no tiene sentido frente a la institución del asilo, porque “la calificación de la naturaleza del delito o de los motivos de la persecución” (Art. IV de la Convención de Caracas, 1954) le corresponde al Estado que otorga el asilo. Es evidente que, para el Estado que ha condenado penalmente a alguien, esa sanción jamás podrá ser considerada una persecución (sería dispararse al pie). Es por eso que no le corresponde a ese Estado decir si hay o no persecución. Si por él fuera, nunca la hay. 

Le corresponde al Estado que otorga el asilo considerar, entonces, si la persona condenada penalmente es perseguida o no. Puede que tal vez lo sea (en el Ecuador, a juzgar por el adefesio de sistema judicial nuestro, esa posibilidad existe). La institución del asilo existe para proteger esa posibilidad, por mínima que sea y aún cuando el Estado que haya condenado a esa persona la considere a ella la más perversa del mundo mundial. La frase de la cancillería resulta así irrelevante. Esta irrelevancia es una demanda de la civilidad.

¿Qué le correspondía hacer al Ecuador?

Soportar, aguantarse, respetar la institución del asilo. En estricto rigor, debió haber otorgado un salvoconducto (Art. XII de la Convención de Caracas, 1954).

No haber respetado la institución del asilo y haber vulnerado la inviolabilidad de la misión diplomática de México ni merece aplauso, ni lo ha cosechado en la escena internacional. No hay ningún representante de un país americano en la sesión de ayer de la OEA que haya insinuado siquiera que lo hecho por el Ecuador tenga un asomo de justificación.  

Somos un hazmerreír en el foro internacional, pero nunca creo que tanto.  

Dedazo y Constitución

5 de abril de 2024

            Publicado en diario Expreso el viernes 5 de abril de 2024.

Por cuarenta años del siglo XX, entre 1906 y 1946, y bajo el imperio de tres Constituciones (las de 1906, 1929 y 1945) no existió la vicepresidencia de la República. De entre ellas, la de 1929 ensayó una forma peculiar de sucesión del presidente de la República, pues en caso de su “muerte, destitución, admisión de renuncia o incapacidad física permanente declarada por el Congreso”, la persona encargada de reemplazar a ese hombre era su “Ministro de lo Interior, y en el orden cronológico de sus nombramientos, los demás Ministros” (Arts. 79-81). Es decir, esta Constitución sin vicepresidente instituyó el “dedazo”: el poder del presidente de designar a su sucesor, en la persona que él estime conveniente. 

Esta Constitución entró en vigencia el 26 de marzo de 1929 y el primer gobernante sometido a su imperio fue el lojano Isidro Ayora. Él fue también él primero en utilizar esta cláusula de designación a placer de su sucesor. Cuando Ayora se hartó de todo y presentó su renuncia al Congreso en agosto de 1931, la persona que lo reemplazó fue su Ministro de lo Interior, Luis Larrea Alba. 

De acuerdo con la Constitución (Art. 81), el Ministro subrogante debía convocar de manera inmediata a elecciones. Larrea Alba pensó distinto y quiso disolver el Congreso. Los militares no lo apoyaron y cayó a menos de dos meses de iniciado su encargo. Antes de irse designó a su sucesor en la persona del expresidente Alfredo Baquerizo Moreno. 

Baquerizo Moreno ejerció el poder por menos de un año. Organizó unas elecciones, en las que triunfó el candidato conservador Neptalí Bonifaz. Pero el Congreso descalificó a Bonifaz en agosto de 1932 por ser peruano y Baquerizo Moreno, a sabiendas de la sangre que iba a correr en Quito, renunció a su cargo y se refugió en la legación argentina. Antes de renunciar, lo designó como su Ministro de lo Interior a Carlos Freile Larrea.

A Freile Larrea le tocó enfrentar el sangriento episodio conocido como “Guerra de los cuatro días”. Unos tres mil muertos y cuatro días después de iniciado su encargo, Freile Larrea renunció y designó como su Ministro de lo Interior a Alberto Guerrero Martínez, quien organizó unas elecciones en las que triunfó el candidato liberal Juan de Dios Martínez Mera. Guerrero Martínez cumplió su cometido y le transmitió el mando a un presidente electo en las urnas.

Martínez Mera duró poco, pues su período de cuatro años duró menos de un año: lo destituyó el Congreso. Lo reemplazó a Martínez Mera su último Ministro de lo Interior, Abelardo Montalvo, quien organizó unas elecciones en las que se eligió presidente a José María Velasco Ibarra. Montalvo le transmitió el mando a Velasco, quien gobernó por casi un año, hasta que se quiso declarar dictador, pero se lo impidieron los militares y se lo orilló a renunciar. Fue entonces que acuñó su famosa frase: “Me precipité sobre las bayonetas”.

Tres elecciones, y ninguno de los favorecidos con el voto popular pudo terminar su período de cuatro años. Velasco se quiso declarar dictador, a Martínez lo destituyó el Congreso y a Bonifaz no lo dejaron ni posesionarse.

La Constitución no rendía. Tras una breve transición con Antonio Pons Campusano, empezó una etapa de dominio militar.