"Vuelve la burra al trigo"

27 de febrero de 2019


Hace unos años, me entrevisté con un alto funcionario de la Procuraduría. Me sugirió que presentara un escrito, pero no me garantizaba nada. En el ambiente se podía sentir la indolencia y la dejadez típica del burócrata. Le agradecí, pero me negué a aceptar lo que sugirió: “Voy a invertir mi tiempo en otra cosa que sea realmente efectiva” le dije, resaltando su inutilidad mientras estrechaba su mano. El fulano quedó con un rostro entre cariacontecido y caricojudo.

Pero ese es el Estado: un estorbo malamente organizado, que te sugiere que pierdas tu tiempo en esfuerzos sin propósito útil. No es joda: es política de Estado. Vaya como botón de muestra esta reprimenda de la Comisión IDH en la Resolución de Admisibilidad de la Petición 144-08 que presentó Guadalupe Llori contra el Estado del Ecuador y que fue aceptada a Fase de Fondo el 26 de octubre de 2017. En este proceso, como en el caso del caricojudo de mi historia en la Procu, el Estado (a través de la Procu, por cierto) sugirió que Llori debía adoptar un curso de acción sin propósito útil. En palabras de la CIDH:

“Por su parte, el Estado plantea que la Sra. Llori Abarca debió interponer una acción civil por daños y perjuicios. Al respecto, dado que la presunta víctima demandó al Estado como entidad jurídica ante la jurisdicción contencioso-administrativa, la Comisión considera que acudir a la jurisdicción civil solo serviría como mecanismo legal para establecer la responsabilidad pecuniaria de los funcionarios públicos responsables de los hechos en tanto personas naturales de carácter privado.”*

La “acción civil” que sugiere el Estado que se siga no sirve para el propósito de reparar las violaciones de derechos humanos. Lo dice la CIDH, en una elegante puteada:

“A este respecto, la Comisión ha establecido en casos previos, incluso relativos a Ecuador, que en principio la obligación de reparar violaciones de los derechos humanos cometidos por agentes del Estado recae directamente sobre este último y no sobre sus agentes. Además, ha señalado que la obligación internacional de los Estados de indemnizar a las víctimas de violaciones de derechos humanos cometidas por sus agentes es una de las responsabilidades directas y principales del Estado, y no requiere que las víctimas promuevan acciones personales contra estos agentes, independientemente del contenido de las disposiciones internas sobre ese particular.”**

Es decir, que para un procedimiento ante la CIDH, ni aunque la Ley ecuatoriana lo diga, se debe agotar la vía civil. Se puede acudir directo a la instancia internacional para reparar las violaciones a los derechos humanos.

Pero como será de necio nuestro Estado, que aunque ya ha sido condenado en otros casos, sigue reiterando el mismo argumento fallido de la necesidad de agotar la vía civil***. La defensa del Estado del Ecuador en las cortes internacionales debería adoptar como motto “Vuelve la burra al trigo”, con un sonriente jumento en su heráldica.

* Comisión IDH. Informe No. 142/17. Petición 144-08. Informe de Admisibilidad. Esperanza Guadalupe Llori Abarca c. Ecuador (26 de octubre de 2017), Párr. 14.
** Ibíd.
*** La CIDH cita el caso de Miriam Larrea Pintado c. Ecuador, resuelto en el Informe No 8/05 del 23 de febrero de 2005.

País bananero (enhorabuena)


Si Joseph Conrad hubiera escrito sobre Costaguana en tiempos del dominio del fútbol en las preferencias masivas*, para hacerlo más pintoresco al país, seguro que hubiera podido poner de goleador del equipo nacional de Costaguana al hijo de uno de los Ministros de Estado.

Acabó de pasar lo que nunca antes: Ecuador fue campeón de un torneo organizado por la Conmebol, con el goleador del torneo, que es el hijo de uno de los Ministros de Estado. Es 2019: somos una Costaguana hecha realidad, un país bananero. Y en este caso y con tanto talento como el 9 de mi equipo, enhorabuena.

* El polaco Joseph Conrad escribió ‘Nostromo’ en 1904, cuando en América el “football” era un deporte incipiente y circunscrito principalmente a las élites.

Dios como creador

23 de febrero de 2019


Decía Arthur Shopenhauer (1788-1860):

“Si un Dios creó este mundo, no me gustaría ser ese Dios: las miserias del mundo me partirían el alma”*

Me conformo con pensar que somos unos animales toscos y prescindibles (en el contexto del cosmos) que no sabemos comportarnos unos con otros. La crueldad de un Dios no es necesaria en esta idea: la crueldad es nuestra (si acaso, Dios sirve de excusa para ponerla en práctica: Deus lo vult).

* Schopenhauer, Arthur, ‘El arte de insultar’ [Die Kunst zu beleidigen], Alianza editorial, Madrid, España, 2018 [Primera edición: 2005], p. 70. (Edición e introducción de Franco Volpi.)

Una sencilla regla


Frase del catalán Eugeni d’Ors (1882-1954):

“Entre las dos explicaciones, elige la más clara; entre dos formas, la más elemental; entre dos expresiones, la más breve”.

Si en el mundo de los abogados se siguiera esta sencilla regla, nos ahorraríamos de andar haciendo la de Mickey cuando se lee a algunos colegas:


Sobre la historia ecuatoriana

18 de febrero de 2019


Una gozada hablar de historia del Ecuador con Juan Paz y Miño, entrevistados por Xavier Lasso, rodeados de libros:

It's the economy, stupid!

14 de febrero de 2019


Si se busca explicar los derroteros distintos de Quito y Guayaquil en el siglo XIX, se debe ir al siglo anterior: económicamente, allí es donde se separan los caminos.

Quito, 1770:

“En Quito, en torno a 1770, nueve obrajes de los once que existían cerraron; lo mismo sucedió con las fábricas de sombreros –sólo quedaban cuatro sobre treinta y ocho-, con las fábricas de tejas –de nueve, quedaban tres- con la alfarería…” (1).

Guayaquil, 1770:

“En el último tercio del siglo XVIII, el cacao de Guayaquil comenzó a competir con el de Venezuela en el mercado mexicano; era más barato y estaba menos expuesto a los ataques de los ingleses, ya que tomaba la ruta del Pacífico. La región de Guayaquil conoció entonces un gran desarrollo” (2).

Quito en declive, Guayaquil en auge. Esto cifra el devenir del siglo XIX.

(1) Pérez, Joseph, ‘Historia de España’, Editorial Crítica, Barcelona, 2014 [Título original: Histoire de l’Espagne], p. 349.
(2) Ibíd., p. 350.

Bolívar es servicio

12 de febrero de 2019


Cuando una unión de los ejércitos libertarios del Norte y del Sur de la América meridional vencieron en Pichincha para secesionar del Reino de España a la porción que restaba por libertar de la Audiencia de Quito, no lo secesionaron para que Quito se administre por sí misma. En 1822, a Quito la quitaron del Reino de España para integrarla a la República de Colombia, una decisión en la que los quiteños tuvieron poca parte. El acta de capitulación de Quito del 25 de mayo de 1822 la firmaron Francisco González y Manuel María Martínez de Aparicio por los vencidos, mientras que por los vencedores la firmaron Antonio Morales y Andrés de Santa Cruz, un rolo y un altoperuano, respectivamente. La suerte de Quito la decidieron otros distintos a sus nativos.

Una vez desprendida de la monárquica España, la primera autoridad republicana que Quito conoció fue la del caraqueño Simón Bolívar, el Presidente de una Colombia de más de dos millones y medio de kilómetros cuadrados, con salida a dos océanos y riquezas sin cuento. Desde 1822, Quito se convirtió en uno de los departamentos que conformaron a “La Gran Colombia”.

Con el paso del tiempo, El Libertador se llegó a forjar una pésima opinión de estos nuevos administrados. En una misiva de febrero de 1824, Simón Bolívar le escribió a Santander que Quito era “el espejo del egoísmo” y que los quiteños eran “los más perversos, infames y canallas de todos”.

Ese mismo año, Bolívar le había escrito a Santander (a la sazón, Presidente encargado) que “los quiteños son los peores colombianos”. No era una idea nueva: “siempre lo he pensado”, admitió el Libertador, quien también juzgaba necesaria una mayor represión a los quiteños: “se necesita un rigor triple que el que se emplearía en otra parte”. Los acusó de ser “viciosos hasta la infamia y bajos hasta el extremo”.

Luego Bolívar se puso racial. De los indios de Quito dice que “son todos truchimanes, todos ladrones, todos embusteros, todos falsos, sin ningún principio de moral que los guíe”. Lapidario, el Bolo. ¿Y los blancos? Pues para Bolívar, “tienen el carácter de los indios”. Y así, nadie, o casi nadie, se salva del desprecio bolivariano en la capital más antigua de la América meridional.

Y justo es decir “casi”. Pues Bolívar, de Quito, toma a la mujer y pasa del resto.

La primera autoridad republicana en la historia de Quito marcó el derrotero del forastero.

La evidencia de un fracaso anunciado

11 de febrero de 2019


Si algo debería motivar el asombro, es como una sola autoridad que tiene una Ordenanza desde el año 2001 que lo obliga a impulsar las ciclovías en el cantón ha sorteado 18 años de rotunda ineficacia en su aplicación. Quiere decir que la fuerza de los ciclistas para exigir sus derechos en Guayaquil ha sido nula. La autoridad ha hecho lo que le ha venido en gana, lo que se traduce en que no se ha hecho casi nada. Y lo poco que ha hecho, lo ha hecho mal.

Unos meses atrás, en mayo, el Alcalde Nebot se reunió con asociaciones de ciclistas. Como lo comenté en un artículo de la época, había un elefante en la habitación: el hecho de que al Alcalde de la ciudad, no de ahora, de siempre, le importan un pepino las ciclovías. Y no es muy difícil darse cuenta de la razón, pues lo suyo “son los vehículos a motor: ahí, en ello y alrededor de ello (calles, puentes, cemento) está el biyuyo”. Y lo que le importa al Alcalde no es tanto el bien común, como que se gaste y se reparta el biyuyo*. Siendo él el repartidor, claro.

La ineficacia en las ciclovías es fruto del profundo desinterés del Alcalde por ellas, puesto de manifiesto en la designación de una comisión. A Perón se le atribuye la frase: “si quieres que algo no funcione, crea una comisión”; a Nebot puede atribuírsele haber perfeccionado su práctica**. Ese mes de mayo el Alcalde Nebot creó una comisión bajo el muy vendedor eslogan: “un solo equipo por las ciclovías”. Algunos ciclistas le creyeron al Alcalde y han tardado hasta febrero en darse cuenta que lo que para Nebot era un conveniente lavado de imagen, para ellos era una prolongada metedura de dedo***.  

El fracaso lo ha consignado diario Expreso: “El ciclismo se baja de la mesa”. Y las razones son evidentes: la Alcaldía no se tomó nunca en serio la comisión y los ciclistas se cansaron de que la Alcaldía les meta el dedo.

* Porque en Guayaquil se gasta 6 veces más de lo que se debería gastar para que la ciudad tenga un desarrollo sustentable, a costa precisamente de sacrificarlo, v. “Explicando el negocio de la Alcaldía socialcristiana
** El Alcalde es pésimo con las comisiones. La del Bicentenario es otro fracaso.
*** El contexto de esta comisión creada por Nebot fue la publicación por diario Expreso de un artículo titulado: “Guayaquil renuncia a las ciclovías”. El Alcalde Nebot buscó lavar su imagen enseguida, por lo que organizó la comisión en cuestión. Cuando la critiqué en este blog, uno de los ciclistas integrado a ella (sin identificarse) me cuestionó y le respondí en este artículo: “Ser de cera”. La idea principal del mismo era que dicha comisión estaba destinada a fracasar. Ocho meses después, su fracaso se ha evidenciado.

Vindicación de la ética laica

10 de febrero de 2019


Conozco y aprecio a Marcela Aguiñaga y a María Mercedes Cuesta. Pero esto que escribo no se relaciona con mi vínculo personal, es simplemente mi observación sobre su conducta como legisladoras en relación con un tema sensible en nuestra conservadora sociedad ecuatoriana: la tímida legalización del aborto para incorporar los casos de violación a las eximentes de su procesamiento penal. Este es un tema en el que comparto la visión de Gina Benavides, Defensora del Pueblo: “Obligar a niñas y mujeres víctimas de violación a ser madres, violenta su derecho a vidas dignas y libres de violencia”. Creo que es la única manera empática de entenderlo.

(Porque es como si: A alguien se le ocurriera que a “Martha”, después de violada, en el caso de haber quedado embarazada, el Estado debería obligarla a cargar con el fruto no deseado de ese acto de violencia en contra suya, o meterla presa si ella se niega a hacerlo. Es una idea enferma, porque es fácil advertir un abuso continuado y casi sádico en contra de una mujer. En el caso de “Martha”, perpetrado a dos manos entre tres infradotados y el Estado. Tal es la Ley en el Ecuador, este arcaísmo es lo que se busca desterrar.)

Mi observación es que las dos asambleístas que menciono han comprendido el rol de un Estado en una democracia plural: no imponer una visión personal sobre un tema (por muy valioso que éste sea para los creyentes de la fe católica) porque la ética laica debe ser “sustento del quehacer público y el ordenamiento jurídico” como lo dispone nuestra Constitución en su artículo 3 núm. 4. (No es tan asombroso que se disponga una norma así en uno de los países más curuchupas de América: somos aficionados a la “letra muerta”).

Esto es un elogio de las asambleístas Aguiñaga y Cuesta, porque han llegado a la cívica comprensión de que en su rol como legisladoras no pueden legislar desde su dogma de fe. La frase que cifra su comprensión fue dicha por María Mercedes Cuesta en su intervención en la sesión No 565:

“Reconozco y respeto que el Ecuador es un Estado laico y que la religión, de ninguna manera, puede inmiscuirse en la legislación, de ninguna forma. Mi moral y mi religión no pueden prevalecer sobre el bien común”*

Sospecho de todo aquel que diga que piensa lo mismo desde siempre. No me parece que a este fruto de la pereza mental merezca adjudicársele ningún título de mérito.

Aprecio a la gente que acomete el esfuerzo de comprender y enmendar. Creo que ese es el mérito de Aguiñaga y Cuesta: no siempre pensaron así, pero en el camino tuvieron el valor de cambiar, de aceptar que la realidad es más compleja que las estrecheces de un dogma y que no se le puede imponer a otros desde la fe. Chapeau.

Nuestro drama como sociedad es que, a diferencia de Aguiñaga y Cuesta, en la Asamblea Nacional hay demasiados que se han acostumbrado a pensar algunas cosas desde chiquitos y se mantienen inmutables (sin que en esto haya mérito alguno) y caen en el error de creer que sus dogmas pueden y merecen estar en una ley. Idiotas**, que únicamente miran su interés y que no comprenden su rol en una compleja comunidad cuya realidad no tiene porqué acotarse a las estrecheces de su pensamiento religioso*** y que bien harían en tratar de comprender: centrarse menos en su dogma y buscar más la empatía con las víctimas de abusos (a “Martha”, cara a cara, ¿qué le dirían?).

La Asamblea Nacional está repleta de legisladores que tienen miedo a pensar distinto porque no están acostumbrados a pensar por cuenta propia, únicamente a repetir los dogmas que les enseñaron de chiquititos e incomodar lo menos a (o buscar el agrado populista de) el electorado católico. Por cada Marcela Aguiñaga y María Mercedes Cuesta, hay diez Pedro Curichimbis y Héctor Yépeces. Esa es nuestra tragedia.

Y porque se atrevieron a pensar distinto y por sí mismas (el viejo e ilustrado sapere aude), es que escribí este elogio.

* Drop the mic. La postura de Marcela Aguiñaga consta en su blog bajo el título “Aborto por violación, mi postura”.
** No offense: está dicho en el sentido griego del término, como gente que no piensa en el bien común (aunque no descarto alguna condición médica en algunos).
*** Para argumentar esta idea el ejemplo del triunfo imparable de los Testigos de Jehová es oportuno.

Fausto Cobo (Naipe Centralista)

9 de febrero de 2019


De “militar golpista” a parlamentario andino por la alianza SUMA-CREO.


CREO que me dan risa

8 de febrero de 2019


Hace unos meses escribí un artículo titulado “Crónica a partir de un cronista (Caso Espín)”. Vaticiné que no iban a destituir a la asambleísta Sofía Espín, y fallé. Realmente no pensé que CREO podía caer tan bajo.

CREO es un movimiento que no se ha caracterizado por su brillo político. Para ser originario de Guayaquil no ha hecho sino a vivir a la sombra del PSC en esta ciudad. Su líder, Guillermo Lasso, ha fracasado dos veces en la carrera a la Presidencia. Su rol en la política nacional es apenas distinto a redundante. Pero ya su actuación en la reciente destitución de asambleístas (dos de la facción “correísta”, uno de sus filas) ha sido un espectáculo lamentable.

La cosa es como sigue: una legisladora de CREO, Ana Galarza (en adelante, “Cuchi-Cuchi”) se erige como acusadora de otra asambleísta (Norma Vallejo) y busca su destitución. Otro legislador de CREO, Fernando Flores, mociona que se eleve a mayoría absoluta de 91 votos la destitución de un asambleísta. La moción es aceptada por la Asamblea Nacional.

CREO, con su dueño a la cabeza, se indignan con su legislador y lo obligan a recular. En la siguiente sesión, Flores mociona que se baje a mayoría simple de 70 votos la destitución de un asambleísta. La moción es aceptada por la Asamblea Nacional*. Acto seguido, votan la destitución de Norma Vallejo y la aprueban con 89 votos. Si Flores no reculaba su moción, Norma Vallejo se mantenía en el cargo. Destituirla fue el momento triunfal de Cuchi-Cuchi.

Al poco rato, todo se pudrió. Cuchi-Cuchi pasó de inquisidora a ser denunciada por uno de sus exasesores por razones similares a las que fueron la base de su acusación en contra de Norma Vallejo. Los asambleístas de CREO, que andaban de pesquisas anti-corrupción, de repente, cerraron filas para defender la supuesta corrupción de uno de los suyos.

A todo esto, en los debates parlamentarios, CREO presenta unas joyitas. El asambleísta Pedro Curichimbi ha dado uno de los discursos más disparatados e imbéciles que se han escuchado en el parlamento ecuatoriano. Y Héctor Yépez, exSUMA, hoy en el movimiento del banquero, aboga por la castración química**.

Finalmente, la investigación contra Cuchi-Cuchi terminó con su destitución de la Asamblea Nacional con 91 votos, es decir, se obtuvo la mayoría absoluta, lo que no pasó en el caso de Vallejo. Allí terminó su carrera política: Cuchi-Cuchi game over.

El saldo de esta comedia: la inquisidora Cuchi-Cuchi destituida, CREO con un asambleísta menos y la Asamblea Nacional jugando a los juegos del hambre, donde ya hay otros asambleístas en carpeta para destituir (parece que el siguiente es otro de CREO, un tal Washington Paredes). Y no será tan difícil hacerlo, porque 70 votos en el mercadillo de la Asamblea Nacional no es una empresa tan difícil: es apenas una resolución simple.

Pobre CREO, parece que empieza a ser una víctima de su propio invento. Como a los del 10 de agosto, todo les sale mal. Su actuación política es un sainete.

¿Cómo se llama la obra?

“CREO que me dan risa”.

* El otro nombre de la Asamblea Nacional es: “Mojón en la marea de intereses coyunturales”.
** ¡Ya párenle con las sandeces, muchachos!

Los precursores de Kafka

5 de febrero de 2019


La Junta Suprema de Gobierno de Quito de 1809 se formó a imitación de las juntas que se formaron en España para resistir al francés: “Puesto que Quito era uno de los reinos del monarca tenía tanto derecho como Asturias para establecer una junta de gobierno”*. Por esto, la base de su autoridad era sólida. 

Un fragmento de su acta de constitución estableció la opción de discutir la autoridad de la naciente Junta Suprema. Se admitió la posibilidad, pero se advirtió de sus graves consecuencias:

“El que disputarse la legitimidad de la Junta Suprema constituida por esta Acta tendrá toda libertad bajo la salvaguardia de las leyes de presentar por escrito sus fundamentos y una vez que se declaren fútiles, ratificada que sea la autoridad que le es conferida, se le intimidará prestar obediencia, lo que no haciendo se le tendrá y tratará como Reo de Estado**.

La redacción es de una sabrosa burocracia y su mensaje es simple: una persona es libre para joderse la vida, si así lo desea. Se joderá la vida si se mete con la Junta, pues la consecuencia única de su acto será que se declararán sus fundamentos fútiles y se ratificará la autoridad que quiso disputar. Perdido el proceso, se le abrirán dos opciones: someterse a la autoridad de la Junta o rechazarla, y si hace lo segundo, se lo “tratará como Reo de Estado”. Nada bueno se puede sacar de iniciar este proceso, precursor de Kafka.

La Junta nunca tuvo (que se sepa) ocasión de aplicar este bodrio procedimental. Duró muy poquito y quienes le disputaron la legitimidad no fueron a iniciar procesos a pérdida, sino a imponer su ley por la fuerza. Y vaya si lo hicieron: no había pasado un año de constituida la Junta Suprema cuando a buena parte de sus integrantes y al 1% del pueblo quiteño ya se los habían pasado por las armas. 

El saldo fue: 0 “Reos de Estado” de quienes osaran criticar a la Junta y alrededor de unos 300 muertos de los que la apoyaron.

* Alegato de Quiroga, cit. en: Rodríguez O., Jaime E., ‘Los orígenes de la Revolución de Quito en 1809’, p. 115. (El resaltado no es del original.)
** ‘Acta de formación de la Junta Suprema de Quito’, 10 de agosto de 1809, en: 'Actas de formación de juntas y declaraciones de independencia (1809-1822). RealesAudiencias de Quito, Caracas y Santa Fé', Tomo I, pp. 127-131.