Los dos 9 de Octubre

31 de octubre de 2019


En la protohistoria de la República del Ecuador hubo dos 9 de Octubre. Este escrito es un breve relato sobre el primero de ellos, el que ocurrió en Quito en 1810, y que, en un twist raro de la historia, enlaza con el clásico de 1820.

La historia va así: desde que el Rey Felipe II la creó en 1563 hasta la independencia de España a inicios del siglo XIX, y con la sola excepción de los años entre 1717 y 1723 en que la suprimió y volvió a erigir el Rey Felipe V, la Audiencia de Quito administró justicia en un amplio territorio que incluyó a Guayaquil y a Cuenca. Fue la de Quito una Audiencia subordinada, por lo que la última palabra de sus pleitos estaba reservada a una autoridad residente en otra Audiencia mayor.

Durante años, las apelaciones fueron a la Audiencia de Lima, mientras Quito formó parte del Virreinato del Perú. Con la creación del Virreinato de la Nueva Granada en 1739, Quito se convirtió en una Audiencia subordinada a la Audiencia de Santafé (actual Bogotá), que era la capital del nuevo Virreinato.

Quito nunca se quiso independizar del Reino de España en 1809, eso es una fábula que se inventó años después para darle lustre a las trafasías de algunos monárquicos. Pero en 1808 había empezado una “eclosión juntera” con el ejemplo de la Junta de Asturias del 25 de mayo de 1808. La idea cundió en América: en Montevideo se creó una Junta Gubernativa en septiembre del mismo año, y en Quito ocurrió en 1809, aunque fue pronto aplacada (un gran resumen de lo ocurrido en: ‘Los orígenes de la Revolución de Quito en 1809”, de Jaime O. Rodríguez).

Después de la masacre del 2 de agosto de 1810 en el que tropas peruanas solicitadas por Guayaquil pasaron por las armas al 1% de la población de la franciscana ciudad y de la llegada de Carlos Montúfar como Comisionado Regio en septiembre de 1810, en Quito se creó una segunda Junta de Gobierno, que es la que viene a cuento en esta historia. Dicha Junta se reconoció sometida únicamente al Consejo de Regencia de España e Indias, una institución afincada en Cádiz, representante para ella de la resistencia española frente a la invasión francesa.

Mientras tanto, en Santa Fe se había formado una Junta de Gobierno en julio de 1810 y el 2 de agosto de ese año había invitado a Quito a que forme su propia Junta, subordinada a la de Santa Fe. Pero Quito se negó en redondo a esta pretensión de subordinación y así fue que el 9 de octubre de 1810 su Junta de Gobierno proclamó a Quito como otra Capitanía General del Reino de España, a la usanza de Chile y Venezuela y Guatemala. (Un gran resumen de los hechos en: ‘Quito en 1810: la búsqueda de un nuevo proyecto político’, de Federica Morelli.)

Ese día, el 9 de Octubre de 1810, San Francisco de Quito reclamó con esta figura una plena autonomía administrativa, un auto-gobierno sin rendirle cuentas a nadie en América. El detalle es que nadie estuvo de acuerdo, ni en España ni en América, con esta pretensión autonomista de las autoridades de Quito.

Para hacer corta la historia larga, todos resistieron su pretensión y las tropas de España se ensañaron con los quiteños (¡de nuevo!). En los primeros días de diciembre de 1812, todo concluyó con el fusilamiento de unos últimos “insurgentes”, tenidos como tales por quienes vinieron a pacificar estos pagos afectados por el “aquí mando yo”. Y tras esta derrota de 1812, como lo reconoció uno de los cronistas de la ciudad, Luciano Andrade Marín, los quiteños “quedaron postrados, desangrados y sometidos al más riguroso dominio español; sin maneras ya de sacudirse de él por sí mismos, sino esperando en la ayuda de alguien que los rescatara.”§

Pasaron casi diez años, hasta mayo de 1822, en que unas tropas originadas en el otro 9 de Octubre, el de 1820, aunadas a tropas colombianas, peruanas y rioplatenses, y tras derrotar en el volcán Pichincha a las tropas españolas, rescataron a Quito de su triste condición.

§ Andrade Marín, Luciano, ‘El Ilustre Ayuntamiento quiteño de 1820 y la gloriosa revolución de Guayaquil’, en: Muñoz de Leoro, Mercedes (comp.), ‘Memorias históricas de la biblioteca municipal González Suárez’, Editorial Abya-Yala, Quito, 2003, p. 75. 

Viteri y Nebot (1997-2019)

30 de octubre de 2019


Es hermoso este subtítulo: “Pasa del periodismo a la política, por la patria”. Silvia Mata en su columna del diario Extra recuerda que Cinthia Viteri fue parte de “los informativos de Telesistema, Teleamazonas, TC Televisión y Canal 7 de Cable”, pero que en 1997 sintió el llamado… de Nebot.

Cuando Mata le preguntó a Viteri qué la decidió a intervenir en la política, Viteri primero desenfundó una respuesta propia del arsenal populista: “A través de mi trayectoria periodística me he relacionado con la gente humilde de mi país y he llegado a conocer muy de cerca sus necesidades”. Pero luego, dijo la verdad: “Se me presentó la oportunidad de hacer algo más a través de esta candidatura que me propuso el Ab. Jaime Nebot Saadi en la lista 6.”

Diario Extra, Noviembre 1997.

En rigor, Viteri trabajaba en el área de prensa de la Alcaldía de Guayaquil cuando Jaime Nebot la sacó de relacionista pública y la llevó a redactar una Constitución. En esa elección, en la Provincia del Guayas, la lista 6 obtuvo 9 de las 10 curules disponibles. Fue el estreno de Viteri en la política.

Es interesante recordar que entre las primeras ideas de Viteri estaba “que se prohíba la paralización de los servicios públicos”* y la “cárcel de por vida”. Entraba a la política una rubia con ADN represivo.

Pero, sobre todo, esa rubia sabía a quién servir: “Nosotros tenemos un líder que es el Ab. Nebot, y aspiramos a que sea él quien las ponga en marcha, porque de nada vale una Constitución si no hay un Gobierno que la ejecute”. Y su líder, Nebot, lo sigue siendo: se le nota cuando mira Netflix, o cuando es él quien da el discurso del 9 de Octubre, desplazando a la propia Alcaldesa Viteri (?).

Hoy, como en 1997, es Nebot quién manda y es Viteri la que lo sirve. Es increíble que esta entrevista de hace casi 22 años, nos resulte tan de actualidad.

* De mucha actualidad también en lo represivo, pues fue la “paralización de los servicios públicos” el delito por el que se acusó y metió preso a Tony Balseca en la ciudad que ella hoy administra, v. “¡Liberen a Tony! Free Tony!” (p. 1) y (p. 2)

Edú preso

29 de octubre de 2019


Los años 1994 y 1995, el brasileño Edú Manga jugó en el C. S. Emelec*. Había estado en la selección brasileña, venía de jugar en el América de México y dejó aquí algunas pinceladas de su talento. Sin embargo, al final de la temporada ‘95, Edú fue detenido. Por orden del Intendente del Guayas, lo guardaron en la Penitenciaría del Litoral.

Tal parece que el tal Edú Manga quiso patear al Emelec, llevándose un teléfono celular de propiedad del club y dejando impagas unas planillas de teléfono y unas tarjetas de crédito. Y ya estaba Edú en el entonces Simón Bolívar para tomar su avión al Brasil, cuando fue detenido por la Policía de Migración. Lo llevaron, primero, al Cuartel Modelo, y luego a la Penitenciaría del Litoral.


Ocurre que a finales de 1995, Gobierno de Sixto Durán-Ballén, el Intendente de Policía del Guayas era Roberto Ponce, a la sazón, el Vicepresidente de Emelec. Como lo recuerda el diario Extra, Ponce ordenó la prisión del futbolista Edú, pues contra él “pesa una acusación del gerente del Emelec, Jorge Guzmán, de tener pendientes deudas”. Emelec y la Policía versus Edú.

A sabiendas de que su pateo le había salido mal y que estaba ya jodido, al brazuca le convino pagar (era eso, o quedarse guardado). Desembolsó “alrededor de diez millones de sucres” y, después de Emelec, se largó a jugar a un impronunciable club japonés. 

* Recuerdo el cántico: “Pico, Edú y Almada / son una huevada”, correspondiente al año 1994.

La Asamblea de Litardo, la criada de Paz

24 de octubre de 2019


Realmente siento un poco de pena por Litardo, el Presidente de la Asamblea Nacional. Es claro que él es una persona sin liderazgo, circunstancialmente al mando del Primer Poder del Estado, cargo que le quedó sobradamente ancho. Ha sido como agarrar al más flaquito de la clase y llevarlo a una competencia de fisicoculturismo, o enviar a un analfabeto a un concurso de Libro Leído, o mandar a competir los 100 metros planos a Lenin Moreno. Es seguro que ellos fracasarán, pues ninguno de ellos está capacitado para esa tarea. Tampoco lo ha estado Litardo.

Ahora bien, en el reino de los incapaces que es este Gobierno Nacional (v. “El Estado irresponsable”, para botón de muestra), Litardo debería recibir un bono por ser el que más. En casi un tercio de su período de dos años, el Ejecutivo ha remitido a la Asamblea de Litardo ocho proyectos de ley, de los que sólo se ha podido tramitar uno hasta su publicación en el Registro Oficial: los otros siete continúan en el limbo legislativo. Todo el trabajo de la Asamblea de Litardo se resume en esto: la afortunada nueva Ley que remitió el Ejecutivo (que fue la derogatoria del Impuesto Verde), otra ley derogatoria (a la Ley de Plusvalía) y dos leyes reformatorias (a la LOC y al COIP). Esto, en casi ocho meses de… ¿trabajo?.

La Asamblea de Litardo es tan Carabina de Ambrosio que no le funcionan siquiera algunas de sus Comisiones. En algún momento fueron tres de ellas, pero ahora le quedan: una disfuncional, que es la de Trabajadores, que sesiona pero que no llega a acuerdos sobre sus autoridades ni su agenda, y la ociosa de Gobiernos Autónomos, que está paralizada desde hace cinco meses “porque no se acepta a sus autoridades”. A ellas se las había acordado en un principio con Litardo, pero es claro que a él no le hacen caso.

Pensando en tanta nulidad, me vino a la cabeza esa anécdota que contó Octavio Paz de la vez que escuchó un ruido en un cuarto contiguo al suyo y preguntó en voz alta: “¿Quién anda por ahí?” Paz recibió por respuesta la voz de una criada recién llegada de su pueblo, que le contestó: “No es nadie, señor, soy yo”.

Porque es tan “nadie” Litardo, que hoy exhibe como positivo el que durante el estado de excepción, la Asamblea que él preside no haya hecho nada. Él dice que eso es un mérito, cuando en realidad es un claro reconocimiento de no tener agencia política, de carecer de voz propia y de ideales y derechos que defender (pues ultimadamente para eso se le paga). Su táctica fue, digamos, la del avestruz*. Ilustración:

Litardo, en toda su gloria.

A estas alturas, es claro que el único ideal de César Litardo es ser como la criada de Paz: quiere ser útil a los que sirve, pero sin hacerse notar. Y tampoco es que podría hacer otra cosa.

Y la Asamblea, mientras tanto, que se joda.

* En realidad, ningún avestruz hace eso, pero no descarto que el primus inter pares de los legisladores lo haya hecho.

Chappaquidick, y gobernar por el miedo

23 de octubre de 2019


A algunos memoriosos lectores de este blog la palabra Chappaquidick les traerá una asociación instantánea con el senador estadounidense Edward Kennedy. En 1969, un accidente de tránsito ocurrido en las cercanías del puente sobre el río Chappaquidick sentenció su carrera política, cuando era una ascendente estrella del Partido Demócrata. En círculos políticos norteamericanos se da por un hecho que el siete veces senador Edward Kennedy nunca pudo aspirar a la Presidencia de los EE.UU. because of Chappaquidick.

El problema de este Kennedy no fue tanto el accidente de tránsito en raras circunstancias que causó la muerte de Mary Jo Kopechne, como que se demoró diez horas en acudir a la policía a denunciar los hechos. Esta demora (que se la ha atribuido al tiempo que le tomó a Kennedy pasar su borrachera) cayó sobre su carrera política como un estigma insalvable.

Esto que le pasó a Kennedy, el historiador Theodore S. White lo sintetizó en el Teorema de Chappaquidick*: mientras más se demora un político en transmitir a la gente una mala noticia, más afectará esta demora a sus intenciones. O visto de otra manera: las malas noticias, en política, se las debe dar con la menor demora posible. A Edward Kennedy, la demora ocasionada por el chuchaqui de su perra borrachera, le costó la Presidencia de los Estados Unidos de América.

Si uno aplica este Teorema de Chappaquidick al Ecuador, el Presidente Lenin Moreno perdió su capital político antes de anunciar las medidas económicas que su Decreto Ejecutivo No 883 pretendió aplicar. Al momento de anunciarlas, su popularidad estaba alrededor de un 15%. Era imposible pensar que el pueblo las iba a aceptar y que su bravata del primer día iba a detener lo que se vino con su pasar.

Si el Presidente Moreno hubiera anunciado las medidas económicas cuando aún gozaba de capital político, podría haber tenido una mayor posibilidad de éxito en imponerlas. El Gobierno Nacional pudo haber desviado la responsabilidad hacia el Gobierno anterior y hubiera podido justificar este golpe al bolsillo por las ineficacias del pasado.

Pero el  Presidente Moreno no podía hacer eso pues su capital político (prestado, porque por sí mismo no lo tiene y es incapaz de producirlo) debió utilizarlo, primero, en el cambio institucional de las altas autoridades elegidas durante el Gobierno anterior, el que se hizo a través del Consejo Transitorio comandado por el célebre “Notario”. En la lógica del Gobierno de Moreno, este cambio era una conditio sine qua non para cualquier otra cosa, pues era necesario para asegurar la gobernabilidad de los nuevos grupos que han capturado el Estado, de los que el Presidente Lenin es su arlequín. Y Lenin lo hizo, aunque eso le costó su capital político y lo dejó en un menguante 15% de aceptación popular.

Pero héte aquí la paradoja de Lenin el Arlequín: él es un Presidente tan débil, que por eso mismo se sostiene. Su debilidad es su fortaleza.

Es un Presidente que, por el Teorema de Chappaquidick, no está en situación de aplicar unas medidas económicas como las del Decreto Ejecutivo No 883 sin esperar una explosión social. Con un 15% de aceptación, Lenin el Arlequín perdió ya la posibilidad de gobernar al pueblo a través de la confianza.

Y siendo esto así, es preocupante entonces que los que han capturado el Estado quieran ahora sostenerlo a Lenin el Arlequín. Como él no puede gobernar por la confianza, pues ellos querrán entonces que él gobierne por el miedo. Y eso explica a esta noticia de hoy: “Defensa se alista para afrontar la insurgencia”.

Así, el Presidente más desechable de los últimos tiempos, es el que pondrá la cara cuando otros pongan las balas, y otros más, los muertos. Porque es eso, los muertos (los queridos o los “accidentales” -como los prefiere el Gobierno) y otros muchísimos abusos, lo que será el resultado si se demuestra que el diálogo que se pactó para la redacción de un nuevo Decreto Ejecutivo fue una estrategia para comprar tiempo e iniciar la persecución a la “insurgencia”… uno de esos conceptos anchos e indeterminados que son las delicias de los abusivos.

Así: un Presidente débil, respaldado por la fuerza de las armas, gobernando por el miedo a una población que (mayoritariamente) lo desprecia, en uno de los países de mayor pobreza y de peor institucionalidad de la región… Esto sólo puede terminar mal.

Porque es gobernar por el miedo. Esto es un desastre, y lo estamos viendo nacer.

* Si bien White sintetizó y popularizó la frase, quien la acuñó fue James Doyle, asistente del Procurador Especial para los Juicios de Watergate, Archibald Fox, v. Goldberg, Philip, ‘The Babinski reflex’, pp. 53-56.

Manuel Zambrano explica cosas (a los historiadores)

22 de octubre de 2019


Tiene nombre de hondo Manabí, pero correspondió al de un regidor del Cabildo de Quito en el año de N. S. de 1809, y no de origen manaba, sino pastuso. Este territorio que hoy pertenece al Sur de la República de Colombia como parte del Departamento de Nariño, durante los años que estuvo la administración del Reino de España a cargo de estos pagos, forjó intensos vínculos con la capital de la Audiencia de Quito. Estos vínculos se echaron a perder de forma definitiva el año 1832, tras la derrota del naciente Estado del Ecuador en la guerra contra la Colombia de la que ese nuevo Estado se había segregado y la consecuente firma del Tratado de Pasto el 8 de diciembre de 1832.

El regidor Manuel Zambrano participó de manera activa en la Junta de Gobierno de Quito originada a raíz del 10 de agosto de 1809. Unos meses después, Zambrano, todavía regidor, manifestó en el Cabildo de Quito dos opiniones que resumen el sentido de lo actuado por dicha Junta de Gobierno.

En su primera opinión, dada en la sesión de Cabildo del 29 de enero de 1810 que lleva por título “Que se borre y descarte el título de Excelentísimo dado por la Junta, porque ella no tiene facultad para expedir títulos”, Zambrano advirtió “que el pueblo soberano había instalado la Junta sin tener necesidad de contar con el Cabildo, porque había reasumido en sí, todas las facultades reales” (“Actas del Cabildo de San Francisco de Quito, 1808-1812”, p. 115).

Y su segunda opinión, dicha en el mismo acto, fue que existió gente confundida en Pasto, por lo que él quiso “hacerles ver y conocer los santos fines con que se había instalado la Junta, cuáles eran la religión, el Rey y la Patria, y que si no fuera así, no habría entrado en ella” (Ibíd., p. 115).

La primera opinión describe lo que pasó y su justificación: pasó que un grupo de personas formó una Junta de Gobierno contra las autoridades reales y por fuera de las del Cabildo. A los primeros (con el Conde Ruiz de Castilla a la cabeza) los retiró del poder y pretendió el reemplazo en sus funciones; a los segundos, no los necesitó para hacerse del poder (“sin tener necesidad de contar con el Cabildo”).

La justificación de la Junta de Gobierno de Quito se hallaba en la teoría de la retrocesión de la soberanía, implícita en esta idea de “pueblo soberano” convertido en tal dada la situación de los reyes españoles. Ellos (Carlos IV y Fernando VII) estaban desprovistos de su capacidad de reinar por la invasión de las tropas de Napoleón a la España peninsular, por lo que el pueblo quiteño reasumió la titularidad de la soberanía, a través de esta Junta.

La segunda opinión evidencia que la Junta de Gobierno de Quito ejerció dicha soberanía a fin de seguir siendo monárquica y española. Su independencia no era del Reino de España, ni su postura era contraria a la existencia del sistema monárquico. Su independencia era frente al gobierno de las autoridades nombradas desde España, pero con total sumisión al Rey Fernando VII El Deseado. Se trató de una junta autonomista, que en el mejor de los casos buscó liberar a Quito del “yugo” impuesto por el Virreinato de Nueva Granada.   

En este contexto y para informar a la gente “confundida” de Pasto por encargo de las autoridades de la Junta de Gobierno de Quito, el pastuso Zambrano viajó hacia allá para repartir las buenas nuevas a sus paisanos, pero no fue bien recibido por ellos. (El episodio se narra muy bien en este artículo: “Revolución y diplomacia: el caso de la primera Junta de Quito” [pp. 350-352], de Daniel Gutiérrez Ardila.) De hecho, ninguno de los que viajó desde Quito a alguna parte a repartir el evangelio de la revolución fue recibido de buenas maneras. Todo lo contrario: sobre la reacción que desencadenó esta asumida primacía quiteña (pues eso suponía su autonomía: asumir a Quito como la primus inter pares entre las ciudades de las provincias que componían la entonces Audiencia de Quito) se acabó por erigir la masacre del 2 de agosto de 1810, perpetrada por tropas enviadas desde el Virreinato del Perú a instancias del Gobernador de Guayaquil, Bartolomé Cucalón. Del rechazo de los enviados por la Junta de Gobierno de Quito a Guayaquil, Cuenca, Pasto y Popayán, da muy buena cuenta el citado artículo de Gutiérrez Ardila.

A todo esto, este pastuso Zambrano es un todoterreno de la “ecuatorianidad”: además de ese agitado año de 1809, después participó en la vida política del Ecuador como Estado independiente. Fue diputado por Pichincha a la Asamblea Constitucional de 1835 y a los Congresos Nacionales de 1831 y de 1839. En este último Congreso llegó a postularse para Presidente de la República, justo en la ocasión en que se eligió al general Flores de manera arrolladora (la primera reelección de nuestra historia). Zambrano cosechó un chulla voto en ese Congreso. Flores, 29.

Manuel Zambrano ya debe estar muerto (a menos que sea Don Alfonso) pero ignoro cuándo acaeció ese hecho.

¡Liberen a Tony! Free Tony! (p. II)

21 de octubre de 2019

Desde que se publicó la parte I de esta serie, hace una semana, Tony Balseca continúa detenido. La cooperativa de abogados y abogadas La Komuna presentó el martes 15 de octubre una acción de hábeas corpus para obtener la libertad de Tony Balseca, pero nuestro sistema judicial se mantuvo ajeno al heroísmo even just for one day y el 17 de octubre rechazó el hábeas corpus presentado. David Bowie estaría decepcionado.

Mientras, en el proceso penal que se sigue contra Tony Balseca y que lo mantiene detenido, se convocó a audiencia el viernes 18 de octubre para dictar sentencia en el “procedimiento directo” (establecido en el Art. 640 del COIP) en el que a Tony Balseca se le ha imputado la comisión en “grado de autor” del delito de “paralización de los servicios públicos”, sin siquiera haberle indicado cuál es el servicio cuya “normal” prestación él pudo paralizar. La audiencia del 18 de octubre se suspendió por inasistencia de la representante de la Fiscalía y todavía el juez no fija fecha para la nueva audiencia. La condena que podría dictar el Juez es de hasta tres años. Recordemos: por portar un cartel.

Pero la lucha se hace: en la acción de hábeas corpus se apeló en la misma audiencia del 17 y en el proceso penal se está exigiendo que se celebre de inmediato la audiencia para dictar sentencia y que se declare en ella la libertad de Tony Balseca, pues en su caso la persecución penal del Estado no está haciendo justicia, está criminalizando la protesta. En circunstancias en que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha anunciado la visita de una Misión de Observación al Ecuador, abogados de la Cooperativa La Komuna hemos presentado sendos escritos a dos relatorías de la Comisión IDH: uno a su Relatoría sobre los Derechos de las Personas Privadas de Libertad y otro a la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión, a fin de denunciar ante ellas la detención arbitraria de Tony Balseca y solicitarles que adopten las medidas necesarias para exigirle al Estado del Ecuador que ordene su inmediata libertad.





Si quieren pedirle a la Comisión Interamericana para que ella o sus relatorías actúen a favor de Tony Balseca, estos son su Facebook y su Twitter.

Tres Constituciones vía referéndum, Tres

20 de octubre de 2019


En el Estado ecuatoriano han regido un total de 19 Constituciones desde su fundación en 1830. Todas ellas han sido obra de un grupúsculo, pero tres de ellas han sido ratificadas por el pueblo.

Dos de estas ratificaciones populares ocurrieron en tiempo reciente, en el retorno a la democracia: la primera, cuando la Constitución de 1979, que entró en vigor el día de la posesión del Presidente Jaime Roldós y que había sido aprobada por un referéndum que se celebró el 15 de enero de 1978. La segunda, con la Constitución que ahora nos rige, que entró en vigor desde su publicación en el Registro Oficial el 20 de octubre de 2008 (hoy cumple 11 años) y que fue aprobada por un referéndum que se celebró el 28 de septiembre de 2008. La otra ratificación popular ocurrió en el lejano año 1869.

En enero de 1978, un total de 1.812.000 votantes tuvieron la opción de escoger entre dos alternativas: una Constitución nueva, o la Constitución de 1945 reformada. Triunfó la primera opción con 778.000 votos (el 43%) frente a los 583.000 que obtuvo la segunda (el 32%) y a un número respetable de votos nulos (422.000, el 23%). Treinta años después, el 2008, el pueblo escogió entre la aprobación de la Constitución redactada en Montecristi entre noviembre de 2007 y julio de 2008, o su no aprobación. De un total de 6.806.571 votos válidos, el 63,03% de los ecuatorianos decidió su aprobación.

El auténtico triunfo arrollador, sin embargo, ocurrió en el referéndum que se organizó el 18 de julio de 1869, por el que se sometió a la aprobación del pueblo la octava Constitución del Ecuador, redactada por una Convención Nacional que fue adicta al hombre fuerte de aquel momento, el guayaquileño Gabriel García Moreno. De un total de 14.154 votantes, 13.640 aprobaron la Constitución (el 96,36%) y 514 (el 3,64%) se opusieron a ella.

De hecho, ese año 1869 fue la primera vez que se organizó un referéndum en el Ecuador. Y pensar que se lo hizo para aprobar de forma abrumadora una Constitución ultramontana, que la historia recuerda como la “Carta Negra”.

El extenuante récord constitucional del Ecuador queda así:

Tabla. Constituciones del Ecuador según año, órgano de producción de la norma, lugar de reunión y si se ratificó el texto vía referéndum

Año
Órgano de producción
Lugar
Referéndum
1830
Asamblea Constituyente
Riobamba
No
1835
Asamblea Constitucional
Ambato
No
1843
Asamblea Constitucional
Quito
No
1845
Asamblea Constitucional
Cuenca
No
1851
Asamblea Constitucional
Quito
No
1852
Asamblea Constitucional
Guayaquil
No
1861
Asamblea Constitucional
Quito
No
1869
Asamblea Constitucional
Quito
1878
Asamblea Constitucional
Ambato
No
1884
Asamblea Constitucional
Quito
No
1897
Asamblea Constitucional
Guayaquil-Quito
No
1906
Asamblea Constitucional
Quito
No
1929
Asamblea Constitucional
Quito
No
1945
Asamblea Constitucional
Quito
No
1946
Asamblea Constitucional
Quito
No
1967
Asamblea Constitucional
Quito
No
1978
Dos comisiones nombradas por la dictadura, de once personas c/u
No
1998
Asamblea Constitucional
Ambato-Quito-Sangolquí-Riobamba
No
2008
Asamblea Constitucional
Montecristi