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Obispo Sudamericano a las finas hierbas

6 de marzo de 2019


Hubo una época, en la temprana conquista española de Sudamérica, en la que un único obispo católico gobernó todo el territorio. Este fue el caso del sacerdote castellano Vicente de Valverde y Álvarez de Toledo, el que le dio la Biblia a Atahualpa*. Desde que lo nombraron Obispo del Cuzco en 1537 se convirtió en el único obispo para millones de kilómetros que él no conocía y para millones de personas que a él no lo conocían.

En 1541, el padre Valverde fue a la isla Puná a predicar el evangelio de Yisus y sus amiguetes para que los vayan conociendo. Los aborígenes punáes no le aguantaron paro a su verso cristiano, y muy paganamente, se lo comieron. Hasta ahí llegó la carrera del primer Obispo Sudamericano, Vicente de Valverde: a cena de la familia Tumbalá y otros habitantes de la isla, hoy perteneciente a la jurisdicción del cantón Guayaquil.

Diríase una forma sui géneris (aunque efectiva) del Écrasez l’Infâme.

Y un hecho que merece memoria: jamarse un Obispo Sudamericano no es poca cosa. Es, literal, masticar, deglutir y cagar una de las autoridades católicas con mayor jurisdicción de todos los tiempos.

* Atahualpa, AKA “el cuzqueño más ecuatoriano de todos los tiempos”.

Vinelli tiene algo que decirnos

31 de julio de 2018


En el libro ‘Rielando en un mar de recuerdos’, de Carlos Saona, se cuenta la historia del “señor Vinelli” (nunca sabemos su nombre, sólo sabemos que era el Vinelli socio de la empresa ‘Vinelli & Pérsico’) quien, a principios del siglo XX, en una sociedad donde estaba vigente una creencia absurda que impedía a los guayaquileños bañarse en el estero Salado el día Viernes Santo (en el sector que se conocía como ‘El Corte’, en lo que hoy es el Malecón del Salado) por el temor a convertirse en pescados, caminó la distancia desde el centro hasta esa entonces periferia (por ser Viernes Santo, el transporte público estaba suspendido) para tomar sus baños en el estero, como lo hacía todos los días. 

Así, Vinelli le demostró al pueblo de Guayaquil que era una soberana estupidez pensar que si se bañaban en Viernes Santo se convertirían en pescados: él era la viva prueba de que aquello no era cierto.

El señor Vinelli plantó cara a la estupidez religiosa y triunfó. Un claro mensaje para estos tiempos que corren, tan llenos de estupidez religiosa y tan necesitados de gente que se anime a desafiarla.

Acta de lunes lluvioso

10 de junio de 2018


En la mañana del lunes 9 de Octubre de 1820, en Guayaquil se convocó a un cabildo abierto para la firma del Acta de la Independencia del Reino de España. A diferencia de los documentos de otros territorios sudamericanos, en los que se justificó con mucha lírica el rompimiento con los godos, el acta de independencia de Guayaquil fue prosaica, carente de emotividad.

El acta que se levantó ese lunes 9 de Octubre de 1820 reconoció el hecho de la independencia (“habiéndose declarado la independencia por el voto general del pueblo…”) y dispuso que se proceda a organizar la ciudad en función de este hecho (“debiendo tomar en consecuencia, todas las medidas que conciernan al orden político…”). Después de esto se designaron autoridades y al final constan las firmas de los catorce cabildantes, todos hombres, todos blancos y descendientes de las familias españolas asentadas en la ciudad. De esta manera llegó la República a estos pagos (a lo que sería, con el correr de los años, el Ecuador), sin siquiera cambiar a las autoridades que ejercían en 1820 los cargos de la administración pública por nominación de las autoridades españolas, pues todos ellos (salvo por el caso de Bernardo de Alzúa) fueron ratificados por el nuevo gobierno republicano, como consta en el acta.

El acta del 9 de Octubre es un acta desprovista de lírica, expeditiva, burocrática. Un acta indigna de heroísmo, más propia de un lunes de lluvia.

10 de agosto: "post hoc, ergo propter hoc".

10 de agosto de 2017

La historia de la independencia del Ecuador del Reino de España suele ser narrada como una gran falacia “post hoc, ergo propter hoc”, que asume que dado que un acontecimiento sucedió después de otro, este segundo acontecimiento es consecuencia del primero. La falacia es muy simple: como el Ecuador se independizó del Reino de España en 1822, los acontecimientos de 1809-1812 fueron su necesario antecedente. Un “primer grito de independencia”, como le suelen decir sin razón.

Ambos episodios, lo sucedido en Quito y alrededores entre 1809 y 1812 y lo sucedido a raíz de la revuelta de octubre de 1820 hasta la batalla del Pichincha en mayo de 1822, responden a lógicas distintas.

En 1820 era claro que se buscaba la independencia del Reino de España. El contexto estaba maduro para ello. El Escudo de Armas de la “Provincia Libre de Guayaquil” no dejó lugar a dudas de esta intención:


Ni tampoco las dejaba el Reglamento Provisorio de Gobierno adoptado el 11 de noviembre de 1820 por la Junta Electoral de Guayaquil presidida por el poeta José Joaquín de Olmedo:

Art. 1.- La Provincia de Guayaquil es libre e independiente…
Art. 2.- La Provincia de Guayaquil se declara en entera libertad para unirse a la grande asociación que le convenga de las que se han de formar en la América del Sur”.

En 1809, la independencia del Reino de España era el ideario de una minoría que nunca prosperó. Los documentos adoptados por la primera junta (de 1809) y por la segunda junta (de 1812) fueron explícitos en su voluntad de pertenecer a la Monarquía Española.

En el Manifiesto del Pueblo de Quito del 10 de agosto de 1809 se dice de este pueblo de Quito que:

“Juró por su Rey y Señor a Fernando VII…”.

Un pueblo que juramenta su sumisión a un Rey no puede nunca reclamar una ruptura con su reino. No hay lógica en ello.

En la Constitución del Estado de Quito del 15 de febrero de 1812 se pone peor:

Art. 5.- En prueba de su antiguo amor, y fidelidad constante a las personas de sus pasados Reyes; protesta este Estado que reconoce y reconoce por su Monarca al señor don Fernando Séptimo, siempre que libre de la dominación francesa y seguro de cualquier influjo de amistad, o parentesco con el Tirano de la Europa [N. del A.: Napoleón] pueda reinar, sin perjuicio de esta Constitución”.

El ideario “autonomista” de los criollos de Quito es evidente en este artículo.

En el caso de la independencia de Guayaquil en 1820, las condiciones eran favorables para adoptar una ruptura total con el Reino de España. En el caso de los hechos del 10 de agosto de 1809, las ideas de una independencia del Reino de España eran una excentricidad. La idea que prevaleció en los aristócratas criollos de Quito (mayoría y beneficiarios directos de esta movida agostina) fue la de hacer una junta “autonomista” de criollos, que reemplace en el gobierno a las autoridades españolas mientras retorne a reinar el Rey de España Fernando VII El Deseado, preso de los franceses.

Así, son dos acontecimientos muy distintos: una revuelta independentista iniciada en la provincia de Guayaquil en 1820 y una revuelta autonomista fracasada en la provincia de Quito entre los años 1809 y 1812. 

Por el extendido uso de la falacia “post hoc, ergo propter hoc” en la construcción romántica de nuestra historia (la prevaleciente todavía: así de pobres somos) se trata de vincular el episodio de 1809 con el episodio de 1820, cuando se parecen tanto como el culo a las témporas.

Doble error: 25 de julio, 482 años

25 de julio de 2017


Por lo menos, Quito tiene la ventaja de celebrar el número exacto de años de fundación que cumple. Lo celebra en una fecha equivocada (6 de diciembre, en vez del 28 de agosto), pero celebra este diciembre los 483 años que le corresponde a una ciudad fundada en 1534.

Guayaquil, en cambio, siendo anterior a Quito por casi dos semanas (fundada el 15 de agosto de 1534), celebra un año menos de fundación. Este 25 de julio, Guayaquil celebra 482 años de fundación, en lo que constituye un doble error: 1) Guayaquil no se fundó un 25 de julio; 2) Guayaquil no cumple 482 años de fundación.

Es asombrosa la persistencia en el error, toda vez que la propia Alcaldía de Jaime Nebot ha reconocido que la fundación de Guayaquil fue el 15 de agosto de 1534. En el discurso conmemorativo del 25 de julio del 2002, el alcalde Jaime Nebot habló de un “proceso de fundación, organización y asentamiento definitivo, iniciado el 15 de agosto de 1534 con la Primera Fundación, en las inmediaciones de Riobamba, y culminado en 1537 con la última, en el Cerro Santa Ana, donde Guayaquil se estableció definitivamente” (1).

Sin embargo, la Alcaldía de Jaime Nebot no conmemora ni el 15 de agosto, ni el año 1534 de la “Primera Fundación”, ni el año 1537 de su supuesto “definitivo establecimiento”. Conmemora, eso sí, un arbitrario e irreal 25 de Julio de 1535. Es decir, una fecha mentirosa, fruto del miedo de cambiar la fecha errada que por décadas ha mandado la tradición.

Y así nos va, viviendo de fantasías.

(1)Discurso del Alcalde de Guayaquil por el 25 de julio, año 2002’. Nebot afirma que de aceptarse la fundación el 15 de agosto de 1534, Guayaquil se convertiría “después de Piura”, en “la ciudad más antigua de la América Hispana”, v. ‘Discurso del Alcalde de Guayaquil por el 25 de julio, año 2001’. Esta afirmación es un absurdo gigante, pues desconoce la existencia (por ejemplo) de Santo Domingo (1498), La Habana (1514), Santa Marta (1525), Cartagena de Indias (1533) y un montón de ciudades más fundadas en América antes que Guayaquil. Guayaquil sería, eso sí, la segunda ciudad española más antigua fundada en América durante la conquista del Reino del Perú. Y es la primera ciudad española fundada en el territorio de lo que se convertiría, con el paso de los años, en la República del Ecuador.

Guayaquil en el cerro Santa Ana: dos versiones

2 de julio de 2017


En el libro “Historia de Guayaquil”, una publicación escrita por Melvin Hoyos y pagada con recursos públicos para su distribución gratuita, el asentamiento definitivo de Guayaquil en el cerro Santa, acontecido el año 1547, simplemente sucedió. No hay ninguna explicación de las razones para escoger ese lugar, en vez de cualquier otro (1).

En su libro “La lucha de Guayaquil por el Estado de Quito”, el historiador guayaquileño Julio Estrada Ycaza explicó lo sucedido:

“Lo que interesa ahora es que Guayaquil huía de un grupo de vecinos quiteños cuando se pasó de la orilla oriental del Babahoyo [“la [costa] de Quito”] a la orilla occidental del Daule (“la costa que está a la parte de Puerto Viejo”), interponiendo así al río Guayas y sus afluentes, entre ella y Quito. Guayaquil fue a buscar protección temporal en un sitio denominado Yagual o Guayal, cuya ubicación se desconoce. Y luego creyó encontrar su salvación en la cima del cerro Santa Ana...” (2).

¿Y de quiénes huían estos primeros guayaquileños? Pues de un tal Pedro Puelles y su gente. La razón para perseguirlos era porque,

“… en abril de 1547, poco antes de pisar tierra ecuatoriana La Gasca, el capitán Francisco de Olmos se había proclamado por el Rey, y había asumido el mando de Santiago de Guayaquil, por la vía acostumbrada en aquella época: la fuerza. Y para evitar una larga discusión sobre derechos conculcados, Olmos hizo matar a Manuel de Estacio, su antecesor en el cargo, y un par de pizarristas más: Alonso de Gutiérrez y el capitán Marmolejo” (3).

Así, cuando Pedro Puelles, que era el Teniente de Gobernador y Capitán General de la villa de San Francisco de Quito, se enteró de estos hechos de sangre en los trópicos de su jurisdicción, juró “castigar a todos los vecinos y soldados que estaban en el pueblo de Guayaquil” (4). En previsión de la reacción de Quito, los primeros habitantes de Guayaquil, comandados por Olmos, trasladaron su ciudad a la orilla que les haría más difícil el acceso de los interioranos: pasó de la orilla oriental del Babahoyo a la orilla occidental del Daule.

Así, la elección de asentar a Guayaquil en el cerro Santa Ana se debió a una estrategia para la evasión de una posible matanza (5). Estos hechos estudiados por Estrada no se cuentan en la historia que escribió Hoyos, por una sencilla razón: Julio Estrada fue un historiador serio y riguroso, y Hoyos… es lo que hay.

Julio Estrada insertó en la “La lucha de Guayaquil por el Estado de Quito” la siguiente frase del romano Cicerón como epígrafe: “Historiador es el que no se atreve a decir una mentira ni ocultar una verdad”. Nadie, en el campo de la historia, está más lejano a esta sentencia ciceroniana que Melvin Hoyos. Él es apenas un hacedor de propaganda.


(1) Hoyos, Melvin & Efrén Avilés, ‘Historia de Guayaquil’, M. I. Municipalidad de Guayaquil, Guayaquil, 2008, p. 11. En este libro se refiere, con cita de otros autores, que “luego de un largo peregrinar, por junio de 1547 quedó establecida, definitivamente, en el lugar en el que hoy se encuentra”.
(2) Estrada Ycaza, Julio, ‘Lucha de Guayaquil por el Estado de Quito’, Archivo Histórico del Guayas, Guayaquil, 1984, p. 14.
(3) Ibíd., p. 13.
(4) Ibíd., p. 13.
(5) Esta amenaza nunca se ejecutó, pues Pedro Puelles fue asesinado apenas unos días después, el 29 de mayo de 1547. Muerto el perro, se acabó la rabia.

Guayaquil por el récord

16 de enero de 2017


El año 2017 es un año especial para el fútbol guayaquileño. Cuando se inauguró el fútbol profesional en Ecuador con el campeonato de 1957 (60 años atrás), el primer campeón fue un equipo de Guayaquil, Emelec. Así recogió diario El universo ese triunfo:

“Finalizó, pues, el Campeonato Nacional de Fútbol Profesional de 1957, consagrándose el equipo de Emelec como Campeón con 6 puntos en los 4 partidos jugados. El Barcelona logró una honrosa ubicación como Vicecampeón, con 5 puntos y el Deportivo Quito en tercer lugar con 4 puntos. En cuanto a Aucas, de mediocre actuación durante todo el torneo, solamente pudo apropiarse de un punto, como consecuencia del accidentado empate de ayer en la capital.
Es una satisfacción para la afición deportiva porteña que las dos primeras clasificaciones de este torneo hayan hecho justicia a la calidad futbolística de nuestros equipos” (1).
 
El siguiente campeonato fue en 1960 y volvió a vencer un equipo guayaquileño, Barcelona Sporting Club. En 1961 volvió a triunfar Emelec y el año 1962 ocurrió una singularidad: el Everest obtuvo por primera y única vez un campeonato nacional (2).

Al año siguiente, 1963, fue campeón Barcelona. Diario El universo comentó así la jornada y la racha invicta de los equipos guayaquileños:

“Caballerosamente los jugadores de Emelec fueron los primeros en felicitar a los nuevos campeones. […] Emelec actuó como un gran equipo. Sin entregarse jamás. Por ello, merecido el título de vicecampeón que con igual orgullo lucirá. Ellos han cumplido, igual que Barcelona, un papel preponderante en esta nueva jornada de gloria para el deporte guayaquileño, que por quinta ocasión (en cinco campeonatos profesionales) ve en el primero y segundo puestos a sus equipos” (3).

En 1964 los equipos de Guayaquil decidieron no participar en el campeonato si no se resolvían algunos desacuerdos entre dirigentes y si no se les satisfacían ciertas condiciones a los jugadores. No hubo acuerdo, por lo que necesariamente la racha de los equipos de Guayaquil se rompió. Fue campeón por primera vez un equipo de la capital, el Deportivo Quito.

53 años después, el fútbol guayaquileño tiene de nuevo 5 campeonatos nacionales al hilo (Barcelona 2012, Emelec tricampeón, Barcelona 2016) y la gran posibilidad de ampliar su racha (4).

Una cosa sí es segura: esta vez (si sucede) la racha no la interrumpirá el Deportivo Quito [Muajajá]

(1) 'Emelec obtuvo campeonato nacional de fútbol profesional', Diario El universo, 2 de diciembre de 1957.
(2) El “equipo de la montaña” fue también el primero en campeonar invicto (Emelec también lo logró el año 1965).
(3) 'Barcelona es el nuevo monarca del balompié ecuatoriano', Diario El universo, 27 de enero de 1964.
(4) La racha a superar es para el propio récord de nuestra ciudad, porque los equipos de Quito obtuvieron ocho campeonatos consecutivos entre 2005 y 2011 (incluidos los dos campeonatos –apertura y clausura- del año 2005): tres de Liga de Quito (2005 apertura, 2007, 2010), dos de El Nacional (2005 clausura, 2006) y tres del Deportivo Quito (2008, 2009, 2011). Junto a Everest, este último campeón quiteño es el otro equipo (de los 8 que han quedado campeones desde 1957) que juega en la segunda categoría. 

Una fundación intempestiva y útil

10 de enero de 2017


Dos conquistadores españoles disputan un territorio en tierras del naciente Perú en el mes de agosto de 1534, pero para evitar la lucha se sientan a negociar (1). En esta negociación, el conquistador Diego de Almagro tenía las de ganar, pues de su parte estaban el derecho y la fuerza (2). El saldo de la negociación fue una compraventa forzada y una licencia general: el pago de 100.000 pesos de oro por todo el bagaje que el conquistador Pedro de Alvarado había traído de Guatemala a Perú y la libertad a los hombres que habían venido con él a conquistar, para decidir si regresaban o se quedaban. La mayoría se quedaron.

Esta negociación entre Diego de Almagro y Pedro de Alvarado tuvo lugar el 26 de agosto de 1534. Unos días antes, el 15 de agosto, Diego de Almagro había fundado la ciudad de Santiago de Quito como estrategia para afirmar la posesión del territorio. De esta manera, Almagro (nacido de apellido Montenegro en Almagro, La Mancha) sumó un argumento para demostrar la posesión del territorio en disputa a favor del adelantado Francisco Pizarro y, en consecuencia, orillar a Alvarado al abandono inmediato de su empresa conquistadora.

Es imposible determinar en qué medida pesó, pero la fundación ese 15 de agosto de 1534 de la ciudad que derivó en Santiago de Guayaquil, a juzgar por los resultados, satisfizo el propósito que espoleó su intempestiva hechura (3).

(1) Pudo ser distinto: ‘El mal clima contra la expedición de Alvarado’, Xavier Flores Aguirre, 9 de abril de 2016.
(2) El derecho, pues Francisco Pizarro tenía una capitulación a su favor (dada por la corona de Castilla en Toledo, el 25 de abril de 1529) que lo nombraba “Gobernador del Perú”, mientras que Pedro de Alvarado tenía una capitulación a su favor (dada en Medina del Campo, el 5 de agosto de 1532) que le impedía conquistar “las tierras en las que hoy hay proveídos gobernadores”, v. Ortuño Sánchez-Pedreño, José María, ‘Los afanes del adelantado de Guatemala, Pedro de Alvarado por descubrir y poblar en el mar del sur. Documentos y exploraciones’. Revista de Estudios Histórico-Jurídicos, Vol. 27 [2005], pp. 251-279. La fuerza, pues las huestes de Alvarado llegaron a las alturas de Liribamba ya muy mermadas. Al respecto, ver el enlace anterior.
(3)El azar de un nombre’, Xavier Flores Aguirre, 3 de noviembre de 2015.

38 muertos y una mentira (excusable) de Yei Yei

8 de noviembre de 2016

Si uno lee el mensaje que el cabildo del Guayaquil republicano remitió a José de San Martín acerca de su independencia, redactado y firmado por José Joaquín (‘Yei Yei’) de Olmedo, a nombre de la provincia declarada independiente, uno se encuentra con lo siguiente:

“Al amanecer del día 9, brilló para nosotros la aurora de libertad. El pueblo, unido a la tropas de esta plaza, ha proclamado la Independencia de esta Provincia. Este plausible acontecimiento, tanto tiempo há suspirado por todos los buenos vecinos de esta ciudad, se ha verificado con tal orden, que ni una sola gota de sangre ha salpicado el estandarte de la libertad. Nuestros puertos, como nuestros brazos, están abiertos para nuestros hermanos y amigos, que deben ayudarnos a mantener nuestra revolución, que se ha realizado, no con tumultos ni muertos, sino con una fiesta pública” (1).

El Municipio de Guayaquil ha admitido (de manera implícita) que Olmedo mintió en este mensaje a San Martín. En rigor, siempre se tuvo noticia de que en los hechos iniciados en la madrugada del lunes 9 de octubre de 1820, que desembocaron en la independencia de Guayaquil, hubo cuando menos un muerto, el militar español Joaquín Magallar, hecho que de por sí invalidaba la afirmación hecha por Olmedo de “ni una sola gota de sangre” (2). Unos documentos del Consejo de Guerra realizado en España en 1823 por la pérdida de Guayaquil (encontrados por el historiador Enrique Muñoz Larrea en el Archivo Militar del Alcázar de Segovia, el año 2010) revela que hubo más muertos: fueron 38 en la asonada del 9 de octubre. El municipio de Guayaquil se ha comprometido a publicar estos documentos a partir del año 2017 (3).

La historia del Guayaquil revolucionario le ha dado la razón a Cioran, quien decía que en las “proclamas de la época, muy bien”, pero que lo clave era la lectura de “las memorias de los que vivieron esos acontecimientos” para darse cuenta “de que fueron espantosos”, no una “fiesta pública” como sugirió nuestro bardo par excellence. Este hallazgo sobre del Consejo de Guerra y los 38 muertos ocurridos durante la gesta de octubre contradicen la fiesta de la libertad dibujada por la pluma de Olmedo (4).

En eso de las proclamas falaces, nuestro bardo revolucionario no fue excepción.

(1) Guevara, Darío 1958, Olmedo. Actor y cantor de la gran epopeya libertadora de América’, Editorial Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, p. 163.
(2) El venezolano Urdaneta fue quien le dio chicharrón a Magallar.
(3) Hallazgo de documentos dan giro a relatos de independencia de Guayaquil’, Diario El universo, 17 de octubre de 2016; ‘Texto municipal sobre Guayaquil omite relevantes hechos históricos’, Diario El telégrafo, 20 de octubre de 2014. De interés resulta la respuesta de Calvin Huecos a esta última publicación, escrita en su habitual estilo aparatoso (es como un Pocho Harb de la narrativa histórica): ‘Falsedades, desinformación y desatinos, en un artículo que se pretendió usar con fines políticos nuestra historia’ (con errores básicos en su redacción, evidenciados desde el título, o en el uso de “concejo” por “consejo” [referido al Consejo de Guerra de 1823] o de “adefecio” por “adefesio”. O sea, un auténtico adefesio).
(4) 'Los espantos de la independencia de Guayaquil', Xavier Flores Aguirre, 24 de enero de 2016. En ese 1820, un día como hoy, 8 de noviembre, se organizó la Provincia Libre de Guayaquil y cesó en sus funciones Gregorio Escobedo. En palabras del historiador Aguirre Abad: “Organizado el Gobierno cesó la tiranía de Escobedo, que se había mostrado sanguinario, haciendo fusilar a un fraile de San Juan de Dios y dos y tres españoles más, sospechados de conspiraciones realistas”: Aguirre Abad, Francisco Xavier 1972, 'Bosquejo histórico de la República del Ecuador', Corporación de Estudios y Publicaciones, Guayaquil, p. 182. Es una lástima que no existan tantas “memorias de los que vivieron esos acontecimientos” como para recrear el clima de la ciudad en esos días revolucionarios. Un intento de recuperar memorias de esa época ha sido hecho desde la interesante perspectiva de una esclava, Angela Batallas: v. Townsend, Camille, ‘“Half my body free, the other half enslaved”: The politics of the slaves of Guayaquil at the end of the colonial era’.

León de Febres-Cordero y su defensa pública del honor

8 de agosto de 2016


El militar venezolano León de Febres-Cordero y Oberto (Puertos de Altagracia, 28 de junio de 1797-Mérida, 7 de julio de 1872) fue el “alma y el brazo principal de la Revolución de Octubre” (1). Tras arrebatar el puerto de Santiago de Guayaquil del dominio del Reino de España en la jornada del 9 de octubre de 1820, Febres-Cordero (o “Cordero”, como se lo conocía en los relatos de la época) emprendió el avance rumbo el norte, en su calidad de Segundo Comandante de la “División Protectora de Quito”, con el propósito de liberar a Quito del dominio español.

En la arenosa llanura de Huachi (cerca de Ambato) se enfrentaron el 22 de noviembre de 1820 las fuerzas independentistas al mando del Comandante en Jefe Luis de Urdaneta y del Segundo Comandante León de Febres-Cordero contra las fuerzas realistas, en un combate que la historia recuerda como el “Primer Huachi”. 

Este “Primer Huachi” fue un desastre para las huestes independentistas: “Los patriotas dejaron en el campo de combate 500 hombres entre muertos y heridos, gran número de prisioneros, 3 cañones reforzados, una buena cantidad de fusiles y el ganado casi todo muerto” (2). A raíz de esta derrota, la Junta de Guerra convocada por el nuevo Comandante General de la Provincia y Presidente de la Junta de Guerra, el peruano Juan de Dios Araujo (3) ordenó el enjuiciamiento y la prisión preventiva de los coroneles venezolanos Luis de Urdaneta y León de Febres-Cordero.

El historiador Camilo Destruge cuenta en un capítulo de su “Historia de la revolución de octubre y campaña libertadora 1820-22” titulado “Injusticia contra Febres-Cordero” que la Junta de Guerra consideró a Febres-Cordero “responsable de aquello en que no le alcanzara responsabilidad alguna” y que esta “extraña” e “insólita” decisión de la Junta de Guerra “obedeció a intrigas de aquellas que nunca, en ninguna época ni circunstancia, ayer como hoy, dejaron de poner en juego la nulidad o la envidia, o ambas a la vez, contra el verdadero mérito” (4).

La reacción de León de Febres-Cordero frente a estas afrentas recibidas tras haber sido “el alma y el brazo principal” de la independencia política de esta república fue adoptar “una resolución acomodada a su carácter franco, noble y resuelto”, y acomodada también, a las condiciones de Guayaquil, porque a fines de 1820, en esta novel república independiente, no había imprenta. Febres-Cordero no se arredró y mandó a fijar “en lugares públicos varias hojas manuscritas” con el texto siguiente:

“De todas las ventajas que proporciona un Gobierno liberal, una de las más apreciables es la facultad de expresar el ciudadano sus sentimientos por medio de la imprenta.

La falta de este recurso en la ciudad, me obliga a hacer presente al público, por medio de este papel, que, hallándome arrestado de orden del Gobierno y habiendo exigido que se me diga la causa, se me ha contestado que por ser el segundo jefe de la División dispersa, contra cuyas operaciones eran generales las reclamaciones al Gobierno.

En esta virtud, espero de cualquier ciudadano, que todas las quejas que tenga que producir contra mí, bien sea durante el tiempo que he permanecido en esta ciudad o de resultas de la desgraciada jornada del 22 del pasado, lo haga por medio de papeles públicos, fijándolos en las esquinas; en la inteligencia de que los cargos que se me hagan, serán contestados del mismo modo; dejando por juez al público imparcial.- Guayaquil, diciembre 2 de 1820. León de Febres-Cordero” (5).

Apunta Camilo Destruge en su libro que “no hay noticia, no hay el menor indicio de que se correspondiera a la invitación de Febres-Cordero con algún cargo, con alguna acusación…”. La consecuencia de estas hojas manuscritas en defensa de su honor fue el cese de la prisión preventiva y el archivo del juicio que pesaba en su contra. Esto le dio a Febres-Cordero la libertad para marcharse de “aquel ingrato pueblo”, como lo denominó a Guayaquil un historiador venezolano en su relato de este episodio (6).

(1) Destruge, Camilo, ‘Historia de la revolución de octubre y campaña libertadora 1820-22’, Banco Central del Ecuador, Guayaquil, Segunda Edición, 1982 [Primera edición, 1920], p. 246.
(2) Reyes Quintanilla, Jesús, ‘Biografía del General León de Febres-Cordero’, Ediciones de la Academia Nacional de Historia, Caracas, 1984 [Reimpresión por la M. I. Municipalidad de Guayaquil, 2009], p. 65.
(3) El peruano Juan de Dios Araujo fue nombrado Comandante General de la Provincia y Presidente de la Junta de Guerra el 10 de noviembre de 1820 por disposición de la Junta de Gobierno de Guayaquil presidida por José Joaquín de Olmedo. Se supone que las “bajas intrigas” del coronel argentino Tomás Guido y del militar peruano Juan de Dios Araujo consiguieron “dividir la opinión de los guayaquileños, haciendo peligrar la Independencia proclamada. Y lo más triste fue que aquellos manejos del General San Martín encontraran colaboradores, se formó un partido para cuyos propósitos Febres Cordero y Urdaneta eran poderosos obstáculos” por lo que “acechados por la envidia de unos, y la ingratitud de otros que en la sombra conspiraban contra el verdadero mérito, Febres Cordero y Urdaneta resolvieron abandonar el país, y se alejaron de la ciudad a cuya independencia habían contribuido decisivamente prodigándose en toda forma: mental y marcialmente”: Reyes Quintanilla, Jesús, ‘Biografía del General León de Febres-Cordero’, Ediciones de la Academia Nacional de Historia, Caracas, 1984 [Reimpresión por la M. I. Municipalidad de Guayaquil, 2009], p. 73.
(4) Destruge, Camilo, ‘Historia de la revolución de octubre y campaña libertadora 1820-22’, Banco Central del Ecuador, Guayaquil, Segunda Edición, 1982 [Primera edición, 1920], pp. 244-245.
(5) Ibíd., p. 245.
(6) José Félix Blanco, citado por: Reyes Quintanilla, Jesús, ‘Biografía del General León de Febres-Cordero’, Ediciones de la Academia Nacional de Historia, Caracas, 1984 [Reimpresión por la M. I. Municipalidad de Guayaquil, 2009], p. 74. El relato de este historiador, inserto bajo el título “Memoria de los coroneles Luis Urdaneta y León Febres Cordero”, cuenta descarnadamente que “[a la vuelta de la derrota de Huachi] se encuentran en aquel ingrato pueblo ya con el triunvirato formado por doctores [Olmedo, Roca y Ximena, N. del A.] que no sólo no quisieron prestarles auxilios, sino que les quitaron el mando de la División, dándosela a Luzuriaga, los vejaron; los persiguieron, hasta hacerles concebir el proyecto de abandonar el país que habían liberado y en el que deseaban trabajar y sostener el edificio que con tanta gloria de la Patria habían levantado, porque se hallaba Guayaquil en una completa anarquía: no había subalterno que obedeciese al superior, ni el ciudadano gozaba de reposo, viendo últimamente con el mayor escándalo colocar un Cura que traía la aprobación de Aymerich” (pp. 74-75). 

Entrevista radial sobre Guayaquil

25 de julio de 2016


Hoy por la mañana me invitaron a una charla radial, en la que ofició de entrevistador Kintto Lucas y en la que respondí sus preguntas sobre el día de la supuesta fundación de mi ciudad y sobre temas políticos relativos a ella. Resumir esos temas políticos en el título “El populismo sigue vigente en Guayaquil”, como ha hecho la radio, no es desacertado.

Se la puede escuchar en este enlace.

Con la J de Jetón (Naipe Centralista)

26 de mayo de 2016


 
Al nuevo aliado de la derecha, un sector del autonomismo guayaquileño lo calificaba unos años atrás de tener un “discurso anti centralista […] de doblez utilitaria al infinito”. Tan utilitario ha sido, que hoy consolida una alianza con un supuesto representante del autonomismo guayaquileño (1).

Fuente: La república.
  
Y digo “supuesto” porque en palabras de quien ha sido uno de los defensores más entusiastas del proyecto de autonomía para Guayaquil, Henry Raad, en la autobiografía que escribió con extraordinario valor y honestidad:
 
A la hora de dar mi juicio al respecto, debo afirmar categóricamente que toda la coyuntura que se dio a favor de imponer un sistema de administración autonómico para propulsar el desarrollo de un país entero, fue echada a la borda por un personaje que se conformó con ser alcalde de Guayaquil con más sentido pragmático que idealismo. El pragmatismo prevalece en el corto plazo, pero sin idealismo no perdura la cosecha. Jaime Nebot será recordado como un magnífico alcalde, pero no por autonomista” (2)
 
Jetón y Bigotón, se merecen el uno al otro.

(2) Raad Antón, Henry, '¡Valió la pena?', 2010, p. 562. En lo único que no coincido con Henry Raad es en su apreciación de que Nebot será recordado como un "magnífico alcalde". Al día de hoy, esta consideración es real, porque se puede: en Guayaquil la prensa es obsecuente y la sociedad civil es dócil. Pero así no será siempre y, con el paso del tiempo, el recuerdo de la alcaldía de Jaime Nebot será el de una autoridad que fue incapaz de resolver los graves problemas de crecimiento urbano no planificado de Guayaquil (que su alcaldía, en vez de combatir, exacerbó) pero que sí fue eficaz para beneficiar a una argolla política y económica a través del reparto de prebendas, contratos y dineros. Cuando pase este páramo cultural y hablemos con cifras y en contraste con los estándares internacionales de desarrollo urbano (como los de ONU Hábitat, por ejemplo) lo "magnífico" del alcalde será una broma de mal gusto.

Los espantos de la independencia de Guayaquil

24 de enero de 2016


“Si uno lee los grandes estudios abstractos, las teorías, las proclamas de la época, muy bien; pero cuando se leen las memorias de quienes vivieron esos acontecimientos, se da uno cuenta de que fueron espantosos.”
(Emil Cioran) 
Esta idea de Cioran se aplica a las narrativas oficiales de la historia de la independencia de Guayaquil. Si se lee, por ejemplo, el libro Historia de Guayaquil financiado con nuestros impuestos (que califica para “gran estudio abstracto”) (1), o si se leen las proclamas de la época, que no en vano las escribió el poeta Olmedo. En ellas, uno se encuentra con un proceso de independencia libre de mácula. Una historia de gente feliz.

Por eso, hay que tener claro que esos dos documentos están orientados a falsear la verdad, porque no sirven a los hechos, sino a un mensaje que quieren transmitir: en el caso de la historia oficial de Guayaquil pagada por la Alcaldía de la ciudad es un propósito de adoctrinamiento político a mayor gloria del PSC/MdG; en el caso de las proclamas de la época, el propósito es lisonjear la gesta para mayor gloria de la idea de libertad.

Por eso, como dice Cioran, lo que revela la época realmente es la lectura de “las memorias de quienes vivieron esos acontecimientos” para darse cuenta “de que fueron espantosos”. Hay tres relatos de quienes vivieron los acontecimientos del 9 de octubre de 1820: los de José María Villamil y Joly, Manual Antonio Fajardo y Vicente Ramón Roca (puesto en limpio por su hijo Juan Emilio). Y, al menos, un reputado historiador guayaquileño, Francisco Xavier Aguirre Abad, fue contemporáneo de esos hechos y tuvo trato personal con muchos de sus participantes. A partir de sus narrativas, de sus impresiones en primera persona de un período clave de la historia de la ciudad, se puede construir un relato de los espantos de la época de la independencia. Vaya en adelanto el que Aguirre consideraba al peruano Gregorio Escobedo, quien fuera el primer presidente de la Junta de Gobierno del Guayaquil independiente, “hombre dispuesto a todo lo que pudiera darle medios para satisfacer sus vicios” (2).

(1) Guayaquil, la aldeana’, Xavier Flores Aguirre, 26 de diciembre de 2015.
(2) Aguirre Abad, Francisco Xavier 1972, Bosquejo histórico de la República del Ecuador, Corporación de Estudios y Publicaciones, Guayaquil, p. 178. Al arequipeño Gregorio Escobedo, Guayaquil lo recuerda con una calle en cuya intersección con Junín (y sobre esta última) quedaba la ya extinta picantería ‘Mini-Rico’, en la que a mediados de los noventa acometí por vez primera ese constitutivo acto de guayaquileñidad que es la jama de encebollado.

Thomas Nast, la fiebre amarilla y el Guayaquil de 1902

4 de enero de 2016


El domingo 7 de diciembre de 1902 murió en Guayaquil el cónsul general de los Estados Unidos de América. No era la primera vez que la fiebre amarilla se cobraba la vida de un cónsul de ese país en nuestra ciudad: en 1867 murió a causa del Vómito Prieto (como también se la conocía a la fiebre amarilla) Louis Victor Prevost (1). Lo singular de este otro muerto era su identidad, pues se trataba de Thomas Nast, el que fuera el más influyente caricaturista de la segunda mitad del siglo XIX en los Estados Unidos de América. El alemán Nast (nacido en Landau, en 1840) fue, entre otras cosas, autor de símbolos de la política estadounidense como el elefante del Partido Republicano y el burro del Partido Demócrata (2), así como el creador del símbolo del consumismo par excellence, el obeso Papá Noel, al que Nast dibujó por primera vez en 1863 (3).  


Una versión del Papá Noel de Thomas Nast, publicada en 1881 en Harper's Weekly.
El presidente Theodore Roosevelt fue quien designó a Thomas Nast (ya en época de vacas flacas) en el puesto de cónsul de los Estados Unidos de América en Guayaquil. Nast partió con rumbo a nuestra ciudad el 1 de julio de 1902, asumió su cargo el 19 de ese mes y lo desempeñó hasta el día de su muerte, el 7 de diciembre del mismo año. Tiempo después sus restos fueron trasladados por su viuda a Estados Unidos y hoy reposan en el cementerio Woodlawn del Bronx, New York (4).
 
Resumen del período de Nast en Guayaquil, según la historia del cónsul Federico Goding (v. Nota 1, p. 15).
 
En el breve período en el que vivió en Guayaquil, el cónsul Nast no se sintió a gusto en la ciudad. En su opinión, la vida en Guayaquil se complicaba porque “el fuego, la fiebre amarilla y el polvo no ayudan a aclarar la mente” y lo incomodaba la naturaleza chismosa de la sociedad guayaquileña (“oh, qué lugar es este para el chisme. Corre salvaje, como las ratas”). Su mayor felicidad era el que su esposa Sallie no lo haya acompañado al desempeño de este puesto, para que no tenga que padecer lo que él padecía (5)


Nota de Nast en la cual advirtió a su gobierno sobre la fiebre amarilla en Guayaquil. Menos de dos meses después, moriría a causa de aquello mismo de lo que informó.
 
En todo caso, algunos estudios sobre Thomas Nast recogen su despreciativa opinión de la sociedad guayaquileña (6); pero nadie todavía se ha preocupado de estudiar sus opiniones para obtener una mirada crítica del Guayaquil de aquel entonces (todavía somos demasiado provincianos como para hacer una mirada autocrítica: seguimos aún en la fase de la “historia boba” [7]). Un historiador interesado podría acudir a la pequeña ciudad de Fremont, Ohio, lugar de nacimiento de Rutherford B. Hayes (Presidente de los Estados Unidos de América entre 1877 y 1881) porque allí se encuentra el Rutherford B. Hayes Presidential Center, institución que el año 1959 compró la Thomas Nast Collection, en la que se encuentran cartas y dibujos del “período de servicio consular de Nast en el Ecuador durante 1902” (8). Lo que no hay, hasta el día de hoy, son historiadores que acudan a investigar ese acervo documental, para desentrañar la opinión de un cónsul (no cualquiera; probablemente la figura más relevante que ha venido a ocupar ese puesto en la historia del servicio consultar estadounidense en Guayaquil) sobre la ciudad en la que le tocó en suerte (mal)vivir y morir.    

(1) Este recuento lo escribió Frederic Webster Goding (a quien Guayaquil recuerda en la calle Federico Goding, más conocida como ‘la 11ava’) en: Goding, FW 1920, ‘A brief history of The American Consulate General at Guayaquil, Ecuador’, The Advertiser Press, Maine, USA.
(2) Thomas Nast, britannica.com, consultado el 4 de enero de 2016.
(3) Santa Claus, britannica.com, consultado el 4 de enero de 2016.
(4) En este mismo cementerio del Bronx reposan los restos del japonés Hideyo Noguchi, quien años después (entre julio y octubre de 1918) investigó el microbio original de la fiebre amarilla durante su estancia en Guayaquil (la ciudad lo homenajea con una calle que reemplazó a la antigua calle Chanduy; a Nast no se digna en recordarlo). El japonés Noguchi murió en Accra (Ghana) en 1928, contagiado de fiebre amarilla por la mordida de un mono, v. Pérez Pimentel, Rodolfo, Hideyo Noguchi, diccionariobiograficoecuador.com
(5) Halloran, Fiona Deans 2013, ‘Thomas Nast: The father of modern political cartoons’, University of North Carolina Press, pp. 278-281. El capítulo 12 de esta obra está dedicado (en parte) a la decisión de Nast de aceptar el cargo de cónsul de los Estados Unidos de América en Guayaquil y sus consecuencias; el capítulo se titula “Nast’s Weekly and Guayaquil”. En opinión de la autora de este estudio sobre Nast, en las cartas a su esposa en las que describía a la gente de la ciudad y comentaba de cultura y política local, Nast mostró “una terrible sensación de amargura. Sus quejas de que todo era sucio y que la gente de Ecuador valían tanto como el lodo de las calles que caminaban reflejaba tanto su ojo artístico para el detalle como su decaído optimismo”. Ibíd., p. 279.
(6) A este respecto, además del libro de Halloran, también puede consultarse, Miller, Tom 2001, ‘The Panama hat trail: A journey from South America’, National Geographic Society.
(7) Para comprender la miseria de nuestros estudios históricos en su vertiente "oficial", valga como botón de muestra la crítica expuesta en este artículo: Guayaquil, la aldeana, Xavier Flores Aguirre, 26 de diciembre de 2015.
(8) Rutherford B. Hayes Presidential Center, Thomas Nast, 1840-1902, consultado el 4 de enero de 2016.