Ecuador, 1990

29 de diciembre de 2021


El último año de la década de los ochenta el Estado del Ecuador seguía siendo lo que había sido desde que había empezado a ser, allá por el lejano 1830: un pinche desastre. Desde la emergencia del Estado del Sur y su Jefe de Administración (‘Principio y fin del Estado del Sur’), pasando por una República surgida en un barco y gestada en una guerra civil inter-regional (‘La República nació en un barco (1834-1835)) hasta los tumultuosos y violentos tiempos actuales son ya unas ocho o nueve generaciones de ecuatorianos, rapiñándose y haciéndose daño. Siempre un pinche desastre.

 

Un testimonio candoroso del pinche desastre en mención son las declaraciones del representante del Estado del Ecuador en la quinta sesión del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas, que es el órgano que supervisa el cumplimiento del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales*. En el informe que se hizo sobre el informe del Estado presentado en esta quinta sesión, celebrada entre el 26 de noviembre y el 14 de diciembre de 1990, se mantiene una redacción fresca, porque se trataba de una respuesta a un cuestionario de los miembros de dicho Comité, contestado de manera presencial por el representante del país. Del representante ecuatoriano (era el gobierno de Borja) los miembros del Comité ‘elogiaron la franqueza, sinceridad y objetividad con que el representante de ese país había descrito las condiciones en que se aplicaba el Pacto’ [Párr. 155] al tiempo que ‘lamentaron que las explicaciones, muy útiles, del representante, así como la información pertinente contenida en los informes, no hubieran ido acompañadas de estadísticas, lo que les habría permitido entender mejor los progresos realizados por el Gobierno del Ecuador y medirlos’. [Párr. 157]. Así, fuimos simpáticos pero inútiles: una definición de nuestra diplomacia at its best**.

 

Este diplomático ecuatoriano se mandó algunas perlas. Aquí el top five, comentado:

 

5.-En el Ecuador el salario mínimo se había reducido a la mitad como consecuencia de la inflación y ahora ascendía a 50 dólares por mes, pero en realidad había muy poca gente que ganara tanto’ [Párr. 143].

Comentario: Tiempos del devaluado sucre y un caso de honestidad brutal acerca de nuestra miseria generalizada.

 

4.-En una conferencia latinoamericana celebrada recientemente en Quito se había elaborado un plan de acción para luchar contra la pobreza. Más del 50% de la población vivía por debajo del umbral de la miseria.’ [Párr. 131]

Comentario: Pero por suerte, hicieron una conferencia latinoamericana para bajarle a la miseria en la que vivía más de la mitad de la población (?). Una receta para el fracaso, con trago fuerte.

 

3.-Agregó que aunque persistían los problemas de los indígenas, los cuales representaban el 30% de la población ecuatoriana, había habido un cambio de actitud y ahora se reconocían sus derechos. El Presidente había creado una Comisión de Asuntos Indígenas que se reunía una vez a la semana con organizaciones indígenas.’ [Párr. 135]

Comentario: En tono paternalista, juntos los indígenas como problema y una Comisión como solución. Otra receta para el fracaso, ahora con bocaditos.

 

2.-El problema de los niños abandonados era sumamente grave y había un tráfico de niños para la adopción internacional. En consecuencia, era preciso mejorar la legislación en esa esfera’ [Párr. 140]

Comentario: El populismo legislativo, o de cómo tirar la pelotita a otros incompetentes (que ocurre que son nuestros representantes). Un clásico del cojudeo.

 

1.- ‘…las actuales condiciones sociales eran tales que imponían todo tipo de limitaciones a los derechos humanos, en particular los de las mujeres y los niños, y que era imposible resolver los problemas sociales mediante la legislación. Era preciso mejorar la transferencia de recursos e insistir en una estrategia económica a largo plazo, en vez de en los mecanismos del libre mercado’ [Párr. 135]

Comentario: Un nuevo caso de honestidad brutal acerca del fracaso del Estado. Y una evidencia de que el cambio de leyes no funciona (contradiciendo el punto anterior).

 

BONUS TRACK: ‘…el representante del Estado parte recordó que en un estudio sobre la pobreza en el Ecuador efectuado recientemente por la CEPAL se había indicado que en general no se disponía de estadísticas sociales’ [Párr. 139]

Comentario: No es que el Estado no tenga, es la CEPAL la que dice que el Estado del Ecuador no tiene, o de cómo citar a un órgano serio para que te crean.

 

Me intriga saber quién es este folclórico diplomático de los tiempos del Rodri.

 

* El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales fue adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 16 de diciembre de 1966 y entró en vigor el 3 de enero de 1976, por haber transcurrido tres meses desde que ocurrió que el 35avo Estado presentó su instrumento de adhesión o ratificación al Secretario General de las Naciones Unidas. El Estado del Ecuador aprobó este Pacto Internacional el 29 de septiembre de 1967 y presentó su adhesión al Secretario General el 6 de marzo de 1969. El Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales se estableció en 1985 para la supervisión del cumplimiento de las normas del Pacto Internacional. El texto del informe del Comité sobre el cumplimiento del Ecuador consta en ‘Compilación de observaciones finales del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales sobre países de América Latina y el Caribe’, pp. 132-142.

** Pesados e inútiles, at its worst.

Los campeones del subdesarrollo

28 de diciembre de 2021

 

Los otros días, buscando una referencia para un trabajo, tropecé con esta simpática ‘Compilación de observaciones finales del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales sobre países de América Latina y el Caribe (1989-2004)’. Para el caso ecuatoriano, el arco temporal del título abarca gobiernos de izquierda (Borja), de derecha (Durán-Ballén), populista (Bucaram), cinturista (Alarcón), medio-descerebrado (Mahuad), humorista rancio (Noboa) y cualquier-cosa-que-Lucio-Gutiérrez-sea (Gutiérrez). Un cóctel variopinto de siete varones (en el medio anduvo también Rosalía Arteaga, pero ella no cuenta salvo como estadística graciosa) que no lograron sacar el país adelante. Mejor dicho, que fracasaron estrepitosamente (si alguna vez lo intentaron) en sacar el país adelante. Porque hasta el 2004, si algo decía la observación final sobre el Ecuador en esta simpática compilación, es que este país era el summun del atraso, los campeones del subdesarrollo.

 

La lectura de la observación final que el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales realizó sobre el Ecuador el año 2004 (pp. 123-132 de la Compilación...es muy instructiva para entender el país pre-correísta. El Comité encontró dos dificultades por parte del Ecuador para el cumplimiento de las obligaciones del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (que es el instrumento que interpreta el Comité). Una de las dificultades no depende de nosotros, pues son los ‘varios desastres naturales, como el fenómeno de El Niño’ [Párr. 8]. Pero la otra dificultad sí depende de las políticas gubernamentales: ‘El Comité nota de que las políticas de ajuste estructural han repercutido negativamente en el goce de los derechos económicos, sociales y culturales de la población, en particular de los grupos de la sociedad marginados y desfavorecidos. Toma nota especialmente del alto porcentaje del presupuesto público anual (cerca del 40%) que se asigna al servicio de la deuda externa, factor que limita fuertemente los recursos disponibles para el logro del goce efectivo de los derechos económicos, sociales y culturales’ [Párr. 9]. Las ‘políticas de ajuste estructural’: ese cuco ha vuelto y calza zapatitos rojos.

 

Pero la parte sabrosa de la observación final es su sección ‘D’, titulada ‘Principales motivos de preocupación’. Es una letanía de fracasos que se extiende varias páginas. Empieza con algo muy de actualidad: ‘El Comité siente preocupación por la falta de independencia del poder judicial y por los presuntos abusos de los derechos humanos cometidos por la magistratura’ [Párr. 10]. Y continúa con una larga serie de cosas que también lo ‘preocupan’ al Comité: la situación de discriminación que sufre la población indígena y el irrespeto de su derecho a la propiedad comunal [Párrs. 11-12], la discriminación en contra de la población afroecuatoriana [Párr. 13], el alto porcentaje de discapacitados y la falta de recursos para atenderlos [Párr. 14], la desigualdad de facto que existe entre hombres y mujeres a pesar de las leyes que garantizan la igualdad [Párr. 15], el alto porcentaje de desempleo [Párr. 16], el hecho de que el salario mínimo sea insuficiente para permitir una vida digna [Párr. 17], la insuficiente tasa de aplicación de normas de higiene y seguridad de los trabajadores [Párr. 18], las restricciones al derecho a la asociación en el Código del Trabajo y la gran cantidad de contratos temporales y subcontratos [Párr. 19], la ‘aguda falta de recursos’ del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social y el que sólo un escaso porcentaje de la población tiene derecho a prestaciones de la seguridad social [Párrs. 20-21], la ‘alta tasa de abusos sexuales, prostitución de menores de 18 años en las zonas urbanas, explotación de niños y la falta de una amplia estrategia para hacer frente a estos problemas’ [Párr. 23], la trata de menores [Párr. 24], el hecho de que la violencia en el hogar sea generalizada y no esté tipificada como delito [Párr. 25], el nivel creciente y persistente de pobreza [Párr. 26], las malas condiciones y la considerable escasez de vivienda y la carencia de viviendas sociales [Párr. 27], el desalojo forzoso de la población indígena de sus tierras ancestrales [Párr. 28], la ‘escasa cobertura, la baja calidad y los insuficientes recursos’ del sistema de salud pública y la falta del goce de las personas de su derecho a la salud [Párrs. 29-30], la alta tasa de analfabetismo y de deserción escolar [Párr. 31], la desaparición de los idiomas indígenas [Párr. 32]. Y deplora (es la única vez que usa ese verbo) el trabajo infantil [Párr. 22]. Son en total 23 párrafos y cuatro páginas para demostrar que el Estado del Ecuador es una verdadera miseria humana con símbolos oficiales.

 

Luego, el Comité se fatiga explicándole al Ecuador las cosas que tiene que hacer para mejorar ese colosal desastre administrativo que es la poza en que ese chancho institucional se goza, en una sección ‘E’ titulada ‘Sugerencias y recomendaciones’. Una sección que contiene 31 párrafos a lo largo de seis páginas, en las que ‘exhorta’, ‘recomienda’, ‘insta’, e incluso ‘pide encarecidamente’ al arisco Estado ecuatoriano que realice una serie de acciones que uno tiene la diáfana certeza de que a las autoridades del Estado le entraron por una oreja y le salieron por la otra.

 

La observación final que cito es el testimonio de que el pre-correísmo era un colosal desastre. Y tiene toda la pinta de ser un mal augurio para el post-correísmo del ‘ajuste estructural’, en el país de los campeones del subdesarrollo.

Las dos caras de Cynthia Viteri (o la consistente aporofobia)

22 de diciembre de 2021


Como una Dra. Jekyll y Srta. Hyde de estos trópicos agrestes, la Alcaldía de Cynthia Viteri tiene dos caras, dos tratos diferentes: uno violento y otro con guante de seda. Todo depende de la capacidad económica.

 

Si, por ejemplo, se es un vendedor informal (una definición ambulante de la pobreza), ni aun cuando se gana una acción constitucional de medidas cautelares, la Alcaldía de Cynthia Viteri respeta esta decisión de la justicia. No sólo la rechaza en un comunicado, sino que además la desafía groseramente con el envío de la fuerza represiva municipal para fumigar a los informales. Así, es un doble desprecio: a la justicia constitucional y a los pobres de la ciudad, a quienes se los fumiga como insectos. Y la justificación que ofrece es asombrosa: dice la Alcaldía de Cynthia Viteri que esto ocurre por razones de salud pública, para evitar los contagios de COVID.

 

Pero si, en cambio, se es del poderoso gremio de los transportistas, con capacidad de paralizar la ciudad, la Alcaldía de Cynthia Viteri acepta la situación, aunque la situación pactada perjudique la salud de los habitantes de Guayaquil. Ante la negativa rotunda de la Alcaldía de elevar el valor del pasaje, los dueños de los buses han decidido utilizar la mitad de las unidades para prestar el servicio de transporte público. A diferencia de los informales, a los transportistas nadie los fue a fumigar. En contraste, la Alcaldía ha sido complaciente: les permite a los dueños de los buses sin usar que los parqueen en las calles de la ciudad. Según un concejal de la Alcaldía (uno de esos que se escogieron en un casting) a ellos no se los toca para que no se caldeen los ánimos. Es decir, a los informales se los fumiga, pero a los transportistas se lo trata con pinzas y se les permite incluso el uso irregular de la vía pública.

 

N.B.: Lo curioso es que las razones de salud pública que se esgrimieron para fumigar a los pobres informales, no valen ni un cazzo en el caso de los transportistas. Con la negativa de la Alcaldía de Guayaquil de aceptar un alza del pasaje, lo único que queda es que la misma cantidad de gente que necesita transportarse lo haga, pero apiñada en la mitad de las unidades de transporte disponibles. Así, se obliga a las personas a aglomerarse, todos los días, en tiempos del nefasto COVID. Esta consecuencia de la negativa de aceptar el alza del pasaje es un grave atentado a la salud pública, pero en la agreste Guayaquil esto no motiva la preocupación de nadie.


Porque en eso la Alcaldía es consistente: los más afectados de viajar apiñados son, nuevamente, los más pobres. Es decir, o los fumigas, o los llevas como ganado exponiéndolos al virus más mortal de los últimos tiempos. Total, son los pobres de la ciudad, sus sempiternos extras.  

La descorazonada Quito

8 de diciembre de 2021

 

Soy un promotor del cambio de la capital del Ecuador. El jurista de renombre y curita ídem (además de Naipe Centralista), Juan Larrea Holguín, juzgó que la Ley que el año 1830 determinó a Quito como capital del Estado del Ecuador es probablemente la Ley ‘de mayor duración hasta hoy en el país(1). El claro y noble propósito de una ciudadanía ecuatoriana consciente debe ser la derogatoria de esta casi bicentenaria Ley.

 

El Estado ecuatoriano está exangüe, casi nadie sin sospecha confía en él. Es el ejemplo vivo de un Estado fallido, capturado por una élite de oligofrénicos. Y Quito es la capital que lo vuelve peor. Los otros días leí una frase de un escritor quiteño, Javier Vásconez: ‘Toda ciudad podía ser el vagón de un tren que te lleva a algún punto donde se concentra el delirio desconocido que no te ofreció la ciudad anterior, pero Quito no lleva a ninguna parte, siempre está en el mismo sitio para devorarte’. Solo añadiría que ese proceder tan inmovilista como kafkiano llega a sus más altas cumbres en los modos de la burocracia capitalina (todo en diminutivo, todo mal). El que ha tratado con ellos, lo sabe. Esta burocracia hace a Quito peor, manque tenga un lindo sol a veces.

 

Y esos modos de la burocracia no van a cambiar, porque son los mismos desde la colonia. Las formas cambian, pero la sustancia es la misma en la ciudad más gatoparda de la América ibérica. Hay que recordar que Quito, desde el siglo XVI, fue la capital de una audiencia, es decir, un gran juzgado de un territorio americano. Tenía la Audiencia de Quito un juez-presidente y unos jueces llamados oidores, que eran cuatro, además de una pequeña burocracia. Quito era un juzgado intermedio, pues se podía apelar su decisión a una Audiencia superior situada en la capital del Virreinato del que la Audiencia de Quito era parte (en veces Lima, en veces Drogotá –en tiempos coloniales llamada Santa Fé). En definitiva, era un juzgado de segunda, en un territorio lejano y empobrecido, con una vida muy parroquial y pía al menos en las formas (hay quienes dicen que era un puterío, v. ‘Tres descripciones de Quito y una explicación ausente’), pero a final de cuentas un sitio al que cualquier burócrata sensato preferiría no ir. Y los que llegaban, pues rebosaban en corrupción y que sea quien lo cuente el obispo ibarreño pero muy darling de Quito, Federico González Suárez, quien describió los modos burocráticos de la capital audiencial de manera severa y sacerdotal: ‘Por una especie de fatalidad hasta los hombres buenos y mejor intencionados, cuando venían a Quito investidos de autoridad, se dañaban’. Y por dañarse quiere decir que se daba fácil en la franciscana ciudad ‘cierta impunidad, muy perjudicial para la moral y las buenas costumbres’ así como también resaltaba este curita insigne e historiador ídem que ‘la adulación servil, la rastrera lisonja y el disimulo interesado no tardaban en hacer comprender a los Presidentes [de la Audiencia, N. del A.] que vivían en un país, donde, sin obstáculo alguno, podían dar rienda suelta a sus malas pasiones(2).

 

Se le suma Internet y tres pendejadas y estas palabras de González Suárez siguen funcionando muy bien para Quito-capital en lo que va del siglo XXI. Todos sabemos que el Estado del Ecuador no funciona, que es una trampa (de grasa) perversa y aporofóbica, y que, Quito, la carita de Dios y el corazón administrativo del Ecuador, en su calidad de músculo corazón ya está exangüe (si el Metro era su stent, pues no está funcionando) y ya no da para más (3). Si se lo quiere salvar al paciente Ecuador, se necesita un trasplante de corazón. Es un deber cívico crear una Brasilia ecuatorial, una ciudad inteligente y con perspectiva de futuro, revés de Quito.

 

Quito debe ser una linda futura ‘Ciudad Histórica del Ecuador’. Pero administrativamente, es hora de admitirlo, ya no tiene corazón.

 

(1) Larrea Holguín, Juan, ‘El espíritu jurídico de la República (1830-1895)’ (pp. 215-225), en: AA.VV. [Dir. Juan Salvat & Eduardo Crespo], ‘Historia del Ecuador’, Salvat Editores Ecuatoriana, Vol. 6, Barcelona, 1980, p. 220.

(2) De la Torre Reyes, Carlos (ed.) 1995, ‘Escritos de González Suárez’, Banco Central del Ecuador, Quito [Colección de Escritores Ecuatorianos, Vol. 4], pp. 214-215.

(3) Parece unánime en la intelligentsia quiteña la creencia de que Quito es una ciudad a la deriva. Uno de los pocos, o el único que había llegado a decir en público que Quito era una ‘ciudad cosmopolita y firmemente encaminada en el siglo XXI’ (humorada involuntaria que mereció una respuesta con Sofocleto) fue Roberto Aguilar, pero en una reciente columna en Expreso abjuró de su antigua fantasía y puso en evidencia que Quito es una ciudad de mojones en la marea y mijines mareados.