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Bolívar, el conquistador

29 de agosto de 2025

            Publicado en diario Expreso el viernes 29 de agosto de 2025.

Decía el Libertador Bolívar, en plan restrictivo: “Guayaquil no puede ser un Estado independiente”. Luego afirmaba, desafiante: “en América no hay poder humano que pueda hacer perder a Colombia un palmo de la integridad de su territorio”. Esto fue escrito en una carta del 18 de enero de 1822 dirigida a José Joaquín Olmedo, cuando este ilustre poeta guayaquileño era el presidente de la Junta Superior de Gobierno de la provincia de Guayaquil. Es claro que Bolívar consideraba a esta provincia como parte de la Colombia de la que él era presidente.

El Libertador San Martín, cuando se enteró de esta actitud impositiva de Bolívar hacia el territorio de Guayaquil, se la recriminó con altura. Le escribió a Bolívar una carta fechada 3 de marzo de 1822, en los siguientes términos: “Si V. E. me permite hablarle en un lenguaje digno de la exaltación de su nombre y análogo a mis sentimientos, osaré decirle que no es nuestro destino emplear la espada para otro fin que no sea el de confirmar el derecho que hemos adquirido en los combates para ser aclamados por libertadores de nuestra patria. Dejemos que Guayaquil consulte su destino y medite sus intereses para agregarse libremente a la sección que le convenga…”.  

A diferencia de San Martín, Bolívar era partidario del lenguaje de la fuerza. Le respondió al Libertador San Martín en carta del 22 de junio de 1822: “Yo no pienso como V. E. que el voto de una provincia debe ser consultado para consultar la soberanía nacional, porque no son las partes sino el todo del pueblo el que delibera en las asambleas generales reunidas libre y legalmente”. 

Bolívar aquí dijo una sandez, porque si bien las partes deliberan en asambleas generales, ni Guayaquil ni ninguna otra provincia de la Audiencia de Quito había participado en la redacción de la Constitución de Cúcuta que él pretendía imponer en estos territorios. Más aún, a diferencia de las provincias de Quito y Cuenca, la provincia de Guayaquil no le debía al Libertador Bolívar su independencia.

Al final, para Bolívar, sea que se haya expresado en asamblea general o no, a la provincia de Guayaquil había que agregarla por la fuerza a Colombia (pues “en América no hay poder humano…”). En este momento de su historia, Bolívar se retiró el membrete de “Libertador” y se comportó como un conquistador: no libertó a un pueblo (Guayaquil se había libertado a sí misma), por el contrario, ocupó un territorio que se quería libre para decidir acerca de su destino.

Por eso, por hablar el lenguaje de la fuerza, Bolívar invocó frente a San Martín la amenaza del desorden y le comunicó en su carta del 22 de junio su resolución “de no permitir más tiempo la existencia anticonstitucional de una junta, que es el azote del pueblo de Guayaquil, y no el órgano de su voluntad”.

El presidente Bolívar entró en Guayaquil el 11 de julio de 1822, acompañado de 1300 soldados de Colombia. Dos días después, ordenó el cese de funciones de la Junta de Gobierno presidida por Olmedo. Lo esperó aquí al Libertador San Martín, que llegó el 26 de julio y a quien recibió en el muelle un arco decorativo que decía “Bienvenidos a Colombia”.

Nada nuevo bajo el sol: el lenguaje de la fuerza le ganó al lenguaje del derecho.

Todos los desastres de las revoluciones

29 de mayo de 2025

Mi artículo del viernes 23 de los corrientes en el Expreso, “Libertador vulgar”, provocó un comentario del expresidente Rafael Correa en su cuenta de X. 

Correa leyó mal mi artículo: decidió que la crítica a Bolívar por haber sido un “Libertador vulgar” se debía a su condición de guerrero por la independencia (de allí que él empiece diciendo que Bolívar fue “el ser humano que más naciones ha liberado en la historia de la humanidad”) pero, en realidad, la crítica del artículo se refiere a los efectos de la liberación en los países que Bolívar libertó. De allí la cita de Olmedo, constante en una carta de 1847, en la que se refiere a Bolívar como alguien que a pesar de habernos librado del “yugo español (…) nos dejó todos los desastres de las revoluciones”. Es decir, mi crítica (de corte olmediano) no es a los años de lucha de Bolívar. Es a los efectos que tuvieron estos años de lucha en los pueblos que liberó del yugo español*

Otro punto en que Correa yerra es cuando dice que mi análisis es un juicio a Bolívar basado en “los estándares democráticos actuales”. Esto es un problema de comprensión lectora, porque está clarito en mi texto que mi juicio lo hago basado en cartas de la época, del propio Bolívar y de Olmedo, que lo trató a Bolívar.

Es el propio Bolívar quien, al borde de la muerte, escribe una carta en la que mira en retrospectiva lo hecho en sus años de lucha por la independencia y saca de ello unos “pocos resultados ciertos”, entre los que están que la América es ingobernable, que él aró en el mar, que el mejor camino es la emigración y que en el futuro el poder lo ejercerán “tiranuelos casi imperceptibles, de todos colores y razas”. Y en lo que respecta al futuro de América, Bolívar llevó razón (es decir, “dejó todos los desastres de las revoluciones, como decía Olmedo). Y por haber estado acertado en su predicción de 1830**, Bolívar lo contradice a Correa (de rebote, dándonos la razón a Olmedo y a mí).  

Tal vez sea más interesante el análisis opuesto al que intentó el expresidente Correa, es decir, un análisis de los hechos actuales a la luz de la experiencia de gobierno de Simón Bolívar. Es probable que ello arroje como resultado que Bruselas es la Santa Marta de este guerrero. Sólo el tiempo lo dirá. 

* Como guayaquileño, el núcleo de mi crítica a Simón Bolívar se debe a su anexión forzosa de Guayaquil a su proyecto político. Esto, porque a diferencia de otros territorios, Guayaquil no le debió su independencia a Colombia (ni a Perú, ni a nadie: se independizó por su cuenta el 9 de octubre de 1820). Y se independizó antes de la vigencia de la Constitución de Cúcuta, donde se dispuso (en 1821) que los pueblos todavía “bajo el yugo español, en cualquier tiempo en que se liberen, harán parte de la República” (Art. 7). Pero esta cláusula constitucional no podía aplicar a Guayaquil, primero, porque ya era libre desde 1820, y segundo, porque en la Constitución de Cúcuta no votó ningún guayaquileño (nadie de la Audiencia de Quito, en general) y, en consecuencia, no podía existir un justo título para la agregación de la provincia de Guayaquil a Colombia.

** Estuvo acertado, justamente porque Bolívar no reniega de sus años de lucha (no dice “no debí haber hecho eso”) sino de los efectos que tuvieron esas luchas en los pueblos que liberó.

El libertador vulgar

23 de mayo de 2025

            Publicado en diario Expreso el 23 de mayo de 2025.

El caraqueño Simón Bolívar capitaneó la liberación de una porción de Sudamérica y después se hastió. Receló de lo hecho y diseñó en 1826 una Constitución llena de desconfianza contra los pueblos que él había libertado tras una costosa y sangrienta lucha de quince años. Esa liberación se cumplió con la caída del puerto del Callao en enero de 1826, último reducto español en América. 

Bolívar diseñó una Constitución (casi idéntica) para Bolivia y para el Perú, las que fueron una diatriba en jerga jurídica contra la participación de los pueblos en la libertad que él les había otorgado con sus luchas legendarias, las que le habían ganado a Bolívar desde 1813 el membrete de “El Libertador”. En su Constitución, Bolívar instituyó una presidencia vitalicia, con la facultad del presidente de designar él mismo a su sucesor, a la manera de una monarquía. Para Bolívar, entonces, la decisión de quien debía ejercer la máxima autoridad ejecutiva no podía estar en manos de la gente. Según decía él, “un presidente vitalicio con derecho a elegir al sucesor es la inspiración más sublime en el orden democrático”.

En la Constitución que Bolívar diseñó se postulaba que el presidente de la República debía ser una autoridad perpetua porque era “como el sol que, firme en su centro, da vida al universo”. Lo vitalicio y su sol, en todo caso, demoró un rato. En Bolivia, la Constitución se promulgó en noviembre de 1826, cayó en desuso después del motín de Chuquisaca contra el presidente Antonio José de Sucre en abril de 1828 y se la derogó formalmente en agosto de 1831. En Perú, la Constitución duró todavía menos, estando vigente apenas por 49 días entre diciembre de 1826 y enero de 1827. Se la derogó formalmente en junio de 1827.

Después de esta Constitución de corte antidemocrático, a pocos días de su muerte, Bolívar explicó el fracaso que significó haber libertado a los pueblos. El 9 de noviembre de 1830, le dirigió una carta a su coterráneo Juan José Flores, fundador y primer presidente del Estado del Ecuador que se separó en 1830 de la República de Colombia fundada por Simón Bolívar. Tras autorizarlo a la secesión, Bolívar le explicó a Flores lo que él había obtenido después de mandar por 20 años: “no he sacado más que pocos resultados ciertos. 1°. La América es ingobernable para nosotros. 2°. El que sirve una revolución ara en el mar. 3°. La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. 4°. Este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos colores y razas”. Todo esto se puede condensar en esa frase tan inexacta como categórica que, por este fragmento, se le atribuyó a Bolívar: “he arado en el mar”. Tras arar, Bolívar murió el 17 de diciembre de 1830.

En enero de 1847, también al final de sus días, José Joaquín Olmedo escribió al ilustre Andrés Bello una carta en la que definió a Bolívar como “cualquier libertador vulgar” porque “nos libró del yugo español, y nos dejó todos los desastres de las revoluciones”.

Bolívar se impuso a otros, libertó y (como él mismo lo reconoció) no supo contener las fuerzas que él había libertado. Como “cualquier libertador vulgar”, decía Olmedo acertado. 

Bolívar y los ecuatorianos

18 de abril de 2025

            Publicado en diario Expreso el viernes 18 de abril de 2025.

Cuando se fundó el Estado del Ecuador en septiembre de 1830, el Congreso Constituyente reunido en Riobamba se preocupó de exaltar la figura del general venezolano Simón Bolívar.

El 17 de septiembre, los constituyentes “del Estado del Ecuador en la República de Colombia” (veinte varones blancos, o tenidos por tales) expidieron un decreto, cuyo primer artículo era el siguiente: “El Estado del Ecuador proclama al Libertador Simón Bolívar Padre de la Patria y Protector del Sur de Colombia”. 

En los artículos siguientes, el decreto de los constituyentes ofrecía a Bolívar “eterna memoria y eterna gratitud a sus beneficios inmortales” (Art. 2), decorar las salas públicas de justicia y de gobierno con su retrato (Art. 3) y celebrar el aniversario de su nacimiento como fiesta nacional (Art. 4). El Libertador murió tres meses exactos después de este homenaje de los ecuatorianos.

Bolívar, sin embargo, no fue recíproco con el aprecio que le profesaron los ecuatorianos. El general venezolano Juan José Flores le dirigió una carta a Bolívar, suscrita el 10 de septiembre de 1830, en la que le informó acerca del deseo de independencia del Distrito del Sur de Colombia. Por respuesta, Bolívar le dirigió una carta a Flores, suscrita el 9 de noviembre, en la que le indicó, primero, que ese pueblo que anhelaba su independencia “está en posesión de la Soberanía y hará de ella un saco, o un sayo, si mejor le parece”. Así que lo autorizaba a Flores a proceder a gobernarlo por su cuenta. 

Pero en seguida le advertía a Flores que ni él, ni Bolívar, “ni nadie sabe la voluntad política. Mañana se matan unos a otros, se dividen y se dejan caer en manos de los más fuertes o más feroces. Esté V. cierto, mi querido General, que V. y esos Jefes del Norte van a ser echados de ese país”. Esta advertencia de Bolívar se cumplió con el triunfo de la revolución marcista, que lo sacó a Flores al exilio en 1845.

La parte de esta carta del 9 de noviembre de 1830 que no se correspondió con el aprecio que le profesaron los ecuatorianos ocurre cuando Bolívar describe sin piedad a esta composición de quiteños, guayaquileños y cuencanos que se querían llamar “ecuatorianos” por forjar un Estado: “¡qué hombres! Unos orgullosos, otros déspotas y no falta quien sea también ladrón, todos ignorantes, sin capacidad alguna para administrar”. Una descripción que, en rigor, el Ecuador no ha logrado desmentir casi en ningún momento de su rocambolesca historia.

A mayor abundamiento, Bolívar había dejado en claro lo profundo de su desprecio y el tenor de sus preferencias en una carta dirigida a Francisco de Paula Santander unos años antes, en enero de 1824: “Yo creo que he dicho a Vd., antes de ahora, que los quiteños son los peores colombianos. […] Los quiteños y los peruanos son la misma cosa: viciosos hasta la infamia y bajos hasta el extremo. Los blancos tienen el carácter de los indios, y los indios son todos truchimanes, todos ladrones, todos embusteros, todos falsos, sin ningún principio de moral que los guíe. Los guayaquileños son mil veces mejores”.

Así, el Ecuador lo apreciaba a Simón Bolívar, pero el “Padre de la Patria” ecuatoriana nos consideraba (en especial, a los quiteños) sus peores hijos. 

La anexión

7 de marzo de 2025

            Publicado en diario Expreso el viernes 7 de marzo de 2025.

En 1821, salvo por la Gobernación de Guayaquil, la Audiencia de Quito estaba en manos de los españoles. En Cúcuta, entre mayo y octubre de 1821, se reunió un Congreso Constituyente compuesto por 57 diputados, que redactaron una Constitución y varias leyes para regular la conducta de los habitantes de un naciente Estado cuyo nombre era República de Colombia, bajo el mando de un presidente por ellos designado: el general venezolano Simón Bolívar.

De los diputados reunidos en Cúcuta, ninguno representaba a parte alguna de la Audiencia de Quito. Siendo esta República de Colombia la unión de los territorios del Virreinato de Nueva Granada (incluyendo allí el territorio de la Audiencia de Quito) y de la Capitanía General de Venezuela, en su Congreso Constituyente se debatió el título para la agregación de Quito a Colombia. 

Para algunos, la discusión del título para la agregación de Quito era irrelevante, porque ella no se mandaba sola. El territorio de la Audiencia de Quito pertenecía “naturalmente” al Virreinato de Nueva Granada y por eso la expresión de la voluntad quiteña no era relevante. Era parte de una “unidad territorial preexistente”, que se quería conservar bajo formas republicanas.

Otros evidenciaron la contradicción de unos “representantes de los pueblos” que impedían a otros ejercer el mismo derecho a la autodeterminación que ellos. El diputado Manuel María Quijano advirtió que se debía dejar a Quito y a otras entidades territoriales en la libertad de agregarse a Colombia, para que “no se coartase la libertad a los representantes en materia de tamaña importancia no sólo para nosotros, sino para Quito y las demás partes que traten de unirse a Colombia”.

Finalmente, el Congreso de Cúcuta puso en la Constitución que el territorio de Colombia comprendía “el antiguo virreinato de la Nueva Granada y Capitanía General de Venezuela” (Art. 6) y que los pueblos de esa extensión territorial “que están aún bajo el yugo español, en cualquier tiempo en que se liberen, harán parte de la República” (Art. 7). En rigor, esta cláusula no aplicaba a Guayaquil, pues era una Gobernación libre y republicana desde 1820.

En Guayaquil se reunieron en un Colegio Electoral 57 diputados del territorio de la Gobernación para dictar una Constitución y designar a sus gobernantes. Y ocurrió en noviembre de 1820, antes que los otros 57 diputados se reunieran en Cúcuta.

Para 1822 se había concretado la independencia de los territorios de la Audiencia de Quito. Los territorios que fueron liberados por las fuerzas del general Bolívar se asociaron de inmediato (¡Qué remedio! Se lo debían) a la República de Colombia. Pero el caso de Guayaquil era singular, pues se había liberado a sí misma el 9 de octubre de 1820.

Una ambigüedad constitucional, si acaso, le causaba gracia a Simón Bolívar. Él iba por sus pistolas. En el caso de la Guayaquil libre, el general Bolívar vino personalmente a la ciudad con sus tropas (1.300 “bravos colombianos”). Se presentó en ella el 11 de julio de 1822, con el firme propósito de imponer su voluntad de anexionar la Gobernación de Guayaquil a la república bajo su mando. 

Y se retiró el 1 de septiembre de 1822, con la anexión de Guayaquil oleada y sacramentada.

Un inglés en pelota

28 de febrero de 2025

            Publicado en diario Expreso el viernes 28 de febrero de 2025.

El primer grupo opositor de la historia política del Ecuador se conformó durante la primera presidencia del venezolano Juan José Flores (1830-1834). Este grupo se llamó El Quiteño Libre y publicó el semanario del mismo nombre desde el 12 de mayo de 1833. 

Lo integraron varios terratenientes serranos, profesionales como el doctor Manuel Ontaneda (en cuya botica podía suscribirse al semanario por un año pagando seis pesos, por un semestre pagando tres pesos y por un trimestre pagando doce reales) y una personalidad tan singular como la del inglés Francis Hall, autor de libros de viaje, discípulo de Jeremy Bentham, visitante de Thomas Jefferson en Monticello, veterano de las guerras de la independencia con Simón Bolívar (1818-1822) para luego convertirse en un opositor a la dictadura bolivariana y, una vez establecido en Quito, en un botánico aficionado de sus alrededores (publicó el libro titulado Ecuador, Plants & Excursions near Quito) y residente en el “barrio bravo” de San Roque.  

Simón Bolívar le había advertido a su coterráneo Juan José Flores, en carta fechada 9 de noviembre de 1830, acerca de la llegada de Vicente Rocafuerte al nuevo Estado que Flores empezó a gobernar desde septiembre de ese año. Le advirtió, en concreto: “este hombre lleva las ideas más siniestras contra V. y contra todos mis amigos. Es capaz de todo y tiene los medios para ello”. Bolívar le avisó a Flores que le iban a disputar el poder.    

En 1833 Vicente Rocafuerte arribó al Ecuador. Nomás llegar, los integrantes de El Quiteño Libre le mostraron su simpatía y promovieron su candidatura al Congreso de 1833, resultando en su elección como diputado por Pichincha. Y Bolívar tuvo razón: Rocafuerte tampoco demoró en involucrarse en una revolución contra el gobierno de Juan José Flores que se originó en Guayaquil, en octubre de 1833. Flores en persona debió salir de Quito a Guayaquil para sofocar la revolución, dejando encargado el poder ejecutivo conforme a la Constitución. Y es fama que también dejó armado un plan, que concluyó con la muerte y la humillación del inglés Francis Hall.

El 19 de octubre de 1833 varios integrantes de El Quiteño Libre pretendieron hacer una revolución en Quito, asaltando un cuartel, pero terminaron por ser víctimas de la emboscada que se había planeado en su contra. Tomados por sorpresa, el ataque de las fuerzas gobiernistas produjo varias bajas en los revolucionarios y la inmediata dispersión de sus fuerzas (sin embargo, ni Matheu, ni los Ascázubi, ni Zaldumbide, ni Sáenz, ni Valdivieso murieron: se salvaron todos los terratenientes). En esta refriega cayó el héroe de Pichincha, el ilustrado Francis Hall.

Las autoridades del gobierno de Flores ordenaron la humillación pública de sus despojos mortales: a este ilustrado que quiso bien al Ecuador se lo colgó desnudo de un poste, para que la población de la ciudad reflexione sobre los peligros de intentar hacer una revolución. Así clareó en la Quito triste del 20 de octubre de 1833.

Refino, entonces, el título de esta columna: un inglés en pelota, colgado de un poste de la plaza San Francisco, por orden de la autoridad y como forma de control popular.

Viñeta de un país (naciente, persistentemente) bárbaro.

Contra Bolívar

13 de diciembre de 2024

            Publicado en diario Expreso el viernes 13 de diciembre de 2024.

Lo mandatorio, lo habitual, lo cómodo: idolatrar a Bolívar. Lo raro es contar la historia de lo que hizo en Guayaquil. Éramos una república independiente y Bolívar acabó con ello.

El pueblo de Guayaquil alcanzó su independencia del Reino de España en una sola jornada, el 9 de octubre de 1820. La parte militar se ejecutó en la madrugada, la parte civil se resolvió en la mañana. El acta de aquel glorioso día reconoció al 9 de octubre de 1820 como el día “primero de su independencia”. Se nombró como primer Jefe Político de esta ciudad a un poeta que había sido diputado a las Cortes de Cádiz, el ilustre guayaquileño José Joaquín Olmedo, que entonces contaba 40 años.

El 8 de noviembre de 1820 se reunió un Colegio Electoral al que asistieron 57 representantes, venidos de 27 pueblos de la provincia de Guayaquil, a fin de dictar un cuerpo jurídico (al que llamaron “Reglamento Provisorio de Gobierno”) que desde el día en que fue aprobado, el 11 de noviembre de 1820, reguló el autogobierno de la Provincia Libre de Guayaquil. 

Este instrumento, al que José Joaquín Olmedo llamó “Constitución provisoria”, decía en su artículo 2 que la provincia de Guayaquil “se declara en entera libertad para unirse a la grande asociación que le convenga de las que se han de formar en la América del Sur”.  

En Guayaquil se había fijado la fecha para la decisión sobre su futuro. La reunión de un nuevo Colegio Electoral se iba a realizar el 28 de julio de 1822. Aquel día, los representantes de la provincia se iban a pronunciar acerca de su unión a una “grande asociación” (o también: mantener la provincia autónoma, como le corresponde a una decisión tomada con “entera libertad”), como lo autorizaba el artículo 2 del Reglamento Provisorio.

Pero unos días antes de esa fecha llegó a Guayaquil el presidente de Colombia, el general Simón Bolívar (por vez primera; vendría tres veces más, en 1823, 1826 y 1829) acompañado de 1.300 soldados. Fue el 11 de julio. Dos días después, el presidente Bolívar, a través de su secretario, José Gabriel Pérez, le mandó a decir a la Junta de Gobierno presidida por Olmedo que su trabajo había concluido, que él era ahora quien estaba al mando. Por sus pistolas.

Todos los integrantes de la Junta de Gobierno, y otras 200 personas, abandonaron Guayaquil rumbo al Perú. Bolívar se entrevistó en Guayaquil con el general José de San Martín el 26 y 27 de julio, cuando Guayaquil ya era colombiana (a San Martín lo recibió un arco en el muelle que decía “Bienvenido a Colombia”). El 28 de julio de 1822 se terminó por reunir el Colegio Electoral, pero estaba muy claro que no iba a reunirse para desairar al hombre que estaba al mando de la ciudad (era imposible olvidar que lo acompañaban 1.300 soldados). Tres días después, el Colegio Electoral se pronunció por la anexión de Guayaquil a la República de Colombia.

Guayaquil, como la república independiente que fue por 642 días, tenía un gobierno propio y la posibilidad de decidir si quería (o no) unirse a una “grande asociación”. Pero llegó Bolívar acompañado de sus soldados y decidió por los guayaquileños. Se impuso por la fuerza, manu militari, como un vil dictador.

Como guayaquileño, es motivo suficiente para repudiarlo.

República de Guayaquil

4 de octubre de 2024

            Publicado en diario Expreso el viernes 4 de octubre de 2024.

Entre el 9 de octubre de 1820 y el 13 de julio de 1822, Guayaquil vivió una forma de gobierno independiente y republicana. “Por Guayaquil independiente” es el indiscutible lema inscrito desde 1820 en nuestro escudo. El Guayaquil republicano, empero, merece unas precisiones.

Que Guayaquil haya sido una república fue consecuencia de nuestra independencia. Tras el 9 de octubre, toda vez que se rompió el vínculo con el Reino de España, se sustituyó a la monarquía (el gobierno de uno, el rey) por una república autogobernada. 

Este autogobierno tomó forma con la reunión en Guayaquil de un Colegio Electoral integrado por representantes de 27 pueblos de la provincia (un territorio de alrededor de 50.000 kilómetros cuadrados; toda la Costa, menos Esmeraldas). Este órgano representativo, reunido entre el 8 y el 11 de noviembre de 1820, aprobó las normas (el Reglamento Provisorio de Gobierno, nuestra pequeña Constitución) para administrar el territorio de la Provincia Libre de Guayaquil. En estas normas se estableció una división de los poderes del Estado y se reguló una milicia para la liberación de los territorios vecinos, en su mayor parte todavía gobernados por España.

El Poder Ejecutivo era de carácter electivo y residió “en tres individuos elegidos por los Electores” (Art. 4). Para integrar la Junta de Gobierno que debió gobernar los destinos de la Provincia Libre de Guayaquil hasta la designación de sus reemplazos por la representación provincial, el Colegio Electoral designó a Rafael Ximena, Francisco María Roca y José Joaquín Olmedo.  

El Poder Legislativo (la representación provincial) “se convocará por el Gobierno cada dos años en el mes de octubre, o antes si la necesidad lo exigiese” (Art. 19). El Poder Judicial se desarrolló en los artículos del 11 al 15 para administrar justicia “en lo civil y criminal” (Art. 11). 

En 1820 ocurrió que un territorio de la América del Sur (uno más) rompió con la administración de la monarquía española para pasar a ser administrado, primero, por sus propias normas, con un régimen de separación de poderes y, segundo, por sus propias autoridades, de forma electiva y periódica. Con este antecedente, se debe concluir que Guayaquil, por la fuerza del 9 de octubre y, sobre todo, por el derecho del 8 de noviembre, se organizó como una república. Y subsistió como tal por casi dos años. 

Guayaquil fue una república generosa y de carácter libertario. No buscó (como ocurrió en 1809) imponer una primacía de la provincia sobre las provincias vecinas. Por contraste, luchó por su independencia del Reino de España. Organizó una milicia (la “División Protectora de Quito”) y subió la montaña para combatir por la liberación de los quiteños. Hijos de esta ciudad pelearon en el volcán Pichincha, el 24 de mayo de 1822, para cumplir ese objetivo. En conjunto con otros americanos (y europeos), lo consiguieron.

El episodio del Guayaquil republicano concluyó el 13 de julio de 1822, cuando el Secretario del Presidente Simón Bolívar le comunicó a la Junta de Gobierno de Guayaquil que había cesado en sus funciones (1.300 soldados colombianos acantonados en la ciudad respaldaban esta idea). Unos días después, se anexionó la provincia a Colombia. 

El 'pequeño género humano'

2 de agosto de 2024

             Publicado en diario Expreso el viernes 2 de agosto de 2024.

“Nosotros somos un pequeño género humano” escribió Simón Bolívar el 6 de septiembre de 1815, en una misiva al comerciante y súbdito británico Henry Cullen que pasó a la historia como la Carta de Jamaica. ¿Quiénes conformaban este “nosotros somos” del que habla El Libertador? ¿En nombre de quiénes él hizo su lucha por la independencia?

Simón Bolívar lo explica en su Carta de Jamaica. De su “nosotros somos”, él distingue claramente a quienes no lo conforman: “no somos indios ni europeos”. En seguida, él define al “pequeño género humano” del que se siente parte como “una especie media entre los legítimos propietarios y los usurpadores españoles”, es decir, entre los indios y los europeos que hicieron la conquista de la América en el siglo XVI. 

Esta “especie media” que dice Bolívar tiene sus particularidades. La diferencia entre ella y los europeos invasores era su lugar de origen (“siendo nosotros americanos por nacimiento”) mientras que su diferencia con los indios es que, siendo ambos americanos por nacimiento, los miembros del “pequeño género humano” del que se siente parte Bolívar sí gozan de los derechos que se arrogaron a sí mismos los europeos tras su conquista del territorio (“nuestros derechos [son] los de Europa”), derechos de los que los indios, por su condición de conquistados, estaban privados. 

La consecuencia que sacó Simón Bolívar en 1815 de esta singular situación (“el caso más extraordinario y complicado”, como lo consideraba en su prosa florida El Libertador) es que su “pequeño género humano” tenía entonces que pelear en dos frentes: por una parte, tenía que disputar los derechos de los europeos con los indios y, por otra, disputarle el dominio del territorio americano a los europeos. 

En rigor, la Carta de Jamaica postula el parricidio de los invasores europeos del siglo XVI, para sucederlos en su dominación del territorio americano. Así, la independencia del reino español fue el triunfo de una porción de los criollos (los pocos americanos con derechos), pero desde la perspectiva de los indios (los muchos americanos sin derechos), fue apenas un cambio de dominador. Por ellos se justificaría aquel grafito (seguro es invención) que se dice que fue escrito en Quito el primer día después de la independencia: “Último día de despotismo, y primero de lo mismo”. 

Otra vez una misiva de Bolívar, esta vez a un paisano venezolano, hombre de armas como él: Juan José Flores. El general Flores recibió una carta de Bolívar, escrita el 9 de noviembre de 1830, en la que él le explicaba a su “querido general” las penurias que iba a pasar en el Ecuador. Y para esta misiva volvió el “nosotros”, porque la primera lección que Bolívar le dice a Flores haber aprendido en la lucha por la independencia y en el gobierno de estos pueblos era: “1ro. La América es ingobernable para nosotros”. 

Para Bolívar, tras el fracaso de su gobierno, el destino implacable era caer “en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos colores y razas”. 

En su tránsito de la ilusión al desencanto, además de Libertador de naciones, Bolívar resultó un agorero del desastre. Fue un visionario de la caída de su “pequeño género humano”.   

Historia de tres ciudades

19 de julio de 2024

            Publicado en diario Expreso el viernes 19 de julio de 2024.

La ciudad de Guayaquil fue la primera capital de provincia y cabeza de una Gobernación, de entre las tres ciudades de igual naturaleza cuyos territorios conformaron en 1830 el Estado del Ecuador, que declaró su independencia del Reino de España. Lo hizo de una manera inequívoca (en el acta del cabildo abierto aquel día se escribió que ese era el día “primero de su independencia”) y ocurrió el 9 de octubre de 1820. 

Con el tiempo, la provincia de Guayaquil tuvo una bandera, un gobierno de representantes populares, su Constitución con división de poderes. Tras el 9 de octubre, varios pueblos de sus alrededores siguieron su ejemplo y se declararon independientes: Samborondón, Daule, Baba, Jipijapa, etc. 

Lo específico de Guayaquil fue que desde aquel 9 de octubre de 1820 jamás dejó de ser una ciudad independiente, hasta su ocupación militar encabezada por Simón Bolívar en 1822, quien decidió el 13 de julio de ese año que debía cesar el experimento republicano de nuestra ciudad.

Otra capital de provincia y cabeza de una Gobernación, Cuenca, se independizó el 3 de noviembre de 1820. Su independencia, empero, fue breve pues tras la batalla de Verdeloma, el 20 de diciembre de 1820, Cuenca volvió al Reino. Pasó todo el año 1821, hasta que el 21 de febrero de 1822 las fuerzas independentistas entraron en Cuenca desde el Sur, lo que provocó la huida de las fuerzas realistas. Cuenca recuperó su independencia y luego decidió su anexión a Colombia.

La tercera ciudad capital de provincia y cabeza de una Gobernación era Quito. Su situación era diferente, pues el episodio autonomista de los años 1809-1812 la había dejado a Quito exhausta y desprovista de su élite política, asesinada en la masacre del 2 de agosto de 1810 y en la represión realista de los años subsiguientes, clausurada con los últimos fusilamientos tras la batalla de Ibarra del 1 de diciembre de 1812. 

Un cronista de Quito, Luciano Andrade Marín, describió la angustiosa situación de la ciudad tras su episodio autonomista. Según él, los quiteños “quedaron postrados, desangrados y sometidos al más riguroso dominio español; sin maneras ya de sacudirse de él por sí mismos, sino esperando en la ayuda de alguien que los rescatara”.

Y llegaron en su rescate. Las fuerzas independentistas que entraron en Cuenca en febrero, llegaron en mayo a las faldas del volcán Pichincha y el 24 trabaron una batalla para tomar el bastión realista situado a los pies del volcán. Triunfaron los independentistas, con el general Sucre a la cabeza, y Quito pasó a pertenecer a Colombia de inmediato (al día siguiente del triunfo en Pichincha el tricolor colombiano flameaba en el Panecillo). 

A diferencia del período 1809-1812, cuando Quito constituyó una Junta de Gobierno y se declaró una Capitanía General del Reino de España (el 9 de octubre de 1810) y, con ello, experimentó un gobierno autónomo por un tiempo, durante el período 1820-1822 Quito no conoció el goce de un gobierno autónomo: pasó del sometimiento a una monarquía europea (el Reino de España) al sometimiento a una república sudamericana (la República de Colombia).

Historia de tres ciudades: una que fue independiente, otra que lo fue a ratos y la restante que no lo fue. 

La dominación extranjera

12 de julio de 2024

            Publicado en diario Expreso el viernes 12 de julio de 2024.

La Constitución de Cúcuta de 1821 reconocía como colombianos a los hombres nacidos en Colombia y sus hijos, a los radicados en el territorio al tiempo de su transformación política siempre que hayan permanecido “fieles a la causa de la independencia” y a los que hayan obtenido carta de naturaleza (Art. 4). Sin embargo, ella establecía que únicamente podía ser Presidente de la República de Colombia un colombiano “por nacimiento” (Art. 106). 

Cuando se fundó el Estado del Ecuador en 1830, su Constitución se apartó de esta provisión de su antecesora y estableció una clara excepción. El historiador quiteño Jorge Salvador Lara describió con precisión el artículo 33 de aquella Constitución, en el que se establecieron los requisitos para ser Presidente del Estado del Ecuador, “redactados de tal manera que a las claras se veía la dedicatoria: tener treinta años de edad (era ésa la edad de Flores) y ser ecuatoriano de nacimiento, a menos de ser colombiano al servicio del Ecuador al tiempo de declararse en estado independiente (tal era el caso de don Juan José), que hubiera prestado al país servicios eminentes (Flores, en Pasto y Tarqui), que estuviera casado con ecuatoriana (lo era doña Mercedes Jijón, la mujer de Flores) y que tuviera una propiedad raíz de 30.000 pesos (Flores y su cónyuge tenían bienes aún más cuantiosos)”. 

Era una Constitución diseñada para que el “Presidente del Estado del Ecuador” (tal era el título según su artículo 32) sea el general venezolano Juan José Flores. La razón para favorecer a un extranjero era realmente el síntoma de un Estado que, desde su nacimiento y por sus primeros quince años, estuvo gobernado principalmente por no ecuatorianos tanto en el ámbito civil (Presidencia, Ministerios, cargos de alta administración) como en lo militar. 

Simón Bolívar lo destacó en su carta a Juan José Flores, fechada el 9 de noviembre de 1830, dada en respuesta a la carta de Flores que le comunicó que el Distrito del Sur de su deseada Colombia también se decantaba por la autonomía de su gobierno. 

Allí el Libertador Bolívar se expresó claramente sobre los nacientes ciudadanos ecuatorianos: “esos ciudadanos que todavía son colonos y pupilos de los forasteros: unos son venezolanos, otros granadinos, otros ingleses, otros peruanos, y quién sabe de qué otras tierras los habrá también”. Y los caracterizó a estos ciudadanos de forma nefasta: “unos orgullosos, otros déspotas y no falta quien sea también ladrón; todos ignorantes, sin capacidad alguna para administrar”. Esa gente no se había ganado el afecto del Libertador.

También le advirtió Bolívar a Flores en esa carta que el dominio de los extranjeros en el Ecuador iba a ser temporal: “Esté Ud. cierto, mi querido General, que V. y esos Jefes del Norte van a ser echados de ese país”. Casi quince años después, este vaticinio de Bolívar se cumplió y la revolución marcista, originada en Guayaquil el 6 de marzo de 1845, lo obligó al general Flores a abandonar el Ecuador, hecho que se verificó el 24 de junio de 1845.

Se puede decir que en 1845 concluyó la dominación extranjera del Ecuador, empezada en su fundación como Estado en 1830 y sostenida casi quince años por los empeños del general Flores. 

Tempranas traiciones

5 de julio de 2024

            Publicado en diario Expreso el viernes 5 de julio de 2024.

La primera Constitución del Estado del Ecuador aprobada el año 1830 decía que el naciente Estado iba a tener un único Ministro a cargo de su administración. Era el llamado “Ministro Secretario del Despacho”, cuyo nombramiento y remoción correspondía al “Presidente del Estado” (Art. 35, numeral 7). El Ministerio se dividía en dos secciones: “1.a de gobierno interior y exterior; 2a. de hacienda” (Art. 38) y el primero que lo ocupó fue el venezolano Esteban Febres-Cordero, pero de forma provisional y únicamente hasta la llegada el 20 de noviembre de 1830 del terrateniente lojano José Félix Valdivieso y Valdivieso, designado para este cargo por otro venezolano, el Presidente del Estado Juan José Flores.

La historia que se cuenta en esta columna concluirá con la derrota de Valdivieso y Valdivieso en una guerra civil, pero no en defensa del gobierno cuyo único Ministerio ocupó en los tiempos del nacimiento del Estado ecuatoriano.

El naciente Estado del Ecuador era gobernado por extranjeros, en lo civil y lo militar. El Ministerio único de Valdivieso se dividió en dos (sin haber modificado la Constitución) para nombrar al novogranadino Juan García del Río como Ministro de Hacienda. Bolívar, en carta a Flores de noviembre de 1830, advirtió bien la situación en el Ecuador: “ciudadanos que todavía son colonos y pupilos de forasteros”. El representante de la ecuatorianidad en el gobierno era el lojano Valdivieso. 

En 1833, Valdivieso renunció al Ministerio y empezó a formar parte de la oposición. En 1834, se erigió en el Jefe Supremo de la Sierra. El 12 de junio se proclamó como tal en Ibarra; Quito lo proclamó el 13 de julio. Cuenca se adhirió (subordinada a Quito) el 25 de agosto. Así se concretó la rebelión del Ministro único de la administración de Flores contra su antiguo jefe. El 22 de octubre de 1834, Valdivieso, en control de todo el Ecuador menos Guayaquil y una pequeña área de influencia, convocó a una asamblea constitucional, que empezó a funcionar en Quito el 7 de enero de 1835.

Frente a esta rebelión, Flores se alió con el terrateniente guayaquileño Vicente Rocafuerte. El día que concluyó su período de gobierno, el 10 de septiembre de 1834, en la ciudad Guayaquil, el Presidente Juan José Flores, en conjunto con el cabildo, ungió a Vicente Rocafuerte como Jefe Supremo de la Costa y Flores se puso al frente de su ejército. 

Costa y Sierra se enfrentaron y el general Juan José Flores venció al ejército de su antiguo subordinado (comandado por otro militar foráneo, el novogranadino Isidoro Barriga) en la batalla de Miñarica el 19 de enero de 1835. 

Tras esta derrota, la asamblea constitucional que sesionaba en Quito se disolvió. Los rebeldes fugaron a Tulcán donde, según lo cuenta el historiador quiteño Salvador Lara, “cayeron en el absurdo de proclamar la muerte del estado ecuatoriano […]. En Tulcán, presididos por el general Matheu, decretaron la anexión a Nueva Granada; el odio político les llevó a traicionar sus ideales de siempre: la autonomía de Quito. Don Roberto Ascázubi, comisionado para ello, pasó por la vergüenza de que el gobierno de Bogotá rechazase tal acta”.

Es la historia de un Ministro traidor a su jefe y de la traición a un ideal.   

Dios, Olmedo y Bolívar

21 de junio de 2024

            Publicado en diario Expreso el viernes 21 de junio de 2024.

Estamos en el año 1847 y José Joaquín Olmedo está próximo a su muerte. El 31 de enero de ese año, Olmedo le escribe una carta al venezolano Andrés Bello. En ella, Olmedo le presenta a Bello su querella acerca de Dios. Él le cuestiona al sabio venezolano, si acaso Dios puede ser considerado un ente “infinitamente misericordioso”, pues “nos libertó del pecado, y nos dejó todos los males que son efecto del pecado”. 

La duda teológica de Olmedo se puede plantear así: Dios, o es malvado, o es deficiente. Pues si Dios pudiera evitar que exista el mal, pero no lo hace, es un Dios malvado. Ahora, si Dios no pudiera evitar que exista el mal y por eso no lo hace, es un Dios deficiente. (El creyente la tiene fácil: credo quia absurdum).   

Interesante en esta epístola al célebre venezolano Andrés Bello es la comparación que hizo Olmedo entre Dios y otro venezolano, el celebérrimo Simón Bolívar. Olmedo fustiga a Dios vía este venezolano exaltado, pues lo acusa a Él de haber hecho “lo que hace cualquier libertador vulgar, por ejemplo, Bolívar: nos libró del yugo español, y nos dejó todos los desastres de las revoluciones”.

El Ecuador era un vivo ejemplo de estos desastres fruto de la independencia del Reino de España. Realmente ha sido un continuado, persistente desastre desde que se fundó como Estado en 1830 y José Joaquín Olmedo vivió lo suficiente (murió el 19 de febrero de 1847) para haber conocido una guerra civil, varias asonadas y la revolución marcista; un presidente extranjero, dos presidentes guayaquileños, un triunvirato y cuatro constituciones. 

Olmedo participó de la fundación del Estado del Ecuador en 1830 (fue su primer vicepresidente) y en el tiempo que conoció el funcionamiento del Ecuador abrigó la certeza de que la amalgama no había funcionado. En una carta a un pariente, escrita en los días de su participación en la cuarta asamblea constitucional del Estado, se preguntó con sorna: “¿Qué significarán estos nombres, patria, libertad, derechos del pueblo, convención, etc.?”. Conceptos vacíos, para un país disfuncional.

Estamos en el año 1830 y Simón Bolívar está próximo a su muerte. El Libertador se ha apercibido que su magna obra de la independencia se le había ido como pa’l carajo. El 9 de noviembre de 1830, Bolívar le comentó en una carta a su hombre de confianza en el Sur de su Colombia desmembrada, el venezolano Juan José Flores, lo que él había obtenido después de años de guerrear (después de romperse el lomo cabalgando 123.000 kilómetros) por Sudamérica: 

“V. sabe que yo he mandado 20 años y de ellos no he sacado más que pocos resultados ciertos. 1°. La América es ingobernable para nosotros. 2°. El que sirve una revolución ara en el mar. 3°. La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. 4°. Este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos colores y razas. 5°. Devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad, los europeos no se dignarán conquistarnos. 6°. Sí fuera posible que una parte del mundo volviera al caos- primitivo, este sería el último período de la América.”

Todo es verosímil, salvo que los europeos ya no conquistan a nadie.

República por 642 días

19 de abril de 2024

            Publicado en diario Expreso el viernes 19 de abril de 2024.

Por 642 días, desde aquel glorioso 9 de octubre de 1820 que en Guayaquil significa la independencia del Reino de España, hasta el infausto 13 de julio de 1822 en que Bolívar acabó con su existencia, la provincia de Guayaquil fue una pequeña república sudamericana, que tuvo su gobierno autónomo, su Constitución y su bandera celeste y blanco. Fue el primer territorio independiente que surgió en alguna de las tres provincias que años después, en 1830 (tras un tiempo como departamentos colombianos), se unirán para la conformación del Estado del Ecuador (además de Guayaquil: Quito y Cuenca).

El 8 de noviembre de 1820 se reunió en Guayaquil un Colegio Electoral, compuesto por 57 representantes de 27 pueblos de la provincia de Guayaquil (pueblos que más representantes aportaron: Guayaquil, 16; Daule, 5; Jipijapa, 4; Baba, 4). De esta reunión del Colegio Electoral surgió el 11 de noviembre de 1820 el Reglamento Provisorio de Guayaquil. Su artículo 1 decía, sin opción a equívoco: “La provincia de Guayaquil es libre e independiente”.

Este Colegio Electoral nombró a la Junta Superior de Gobierno definitiva, la que gobernó los destinos de la República de Guayaquil hasta que Bolívar acabó con su existencia, compuesta por Olmedo, Roca y Ximena. Esta Junta de Gobierno publicó, en vísperas del aniversario de la reunión del Colegio Electoral, un decreto conmemorativo del episodio, muy claro: “Después de proclamada nuestra independencia no podíamos llamarnos libres, hasta aquel día en que vencidos dignamente los escollos que presentan siempre las revoluciones en su principio, pudo reunirse la representación de la Provincia, que es el más precioso de los derechos sociales, y el privilegio más noble de los pueblos libres. Este memorable día fue el 8 de Noviembre de 1820”.

El artículo 2 del Reglamento Provisorio estableció la posibilidad de asociarse con “la grande asociación que le convenga de las que se han de formar en la América del Sur”. La Junta Superior de Gobierno había convocado a una nueva reunión del Colegio Electoral, a fin de que los representantes de los pueblos de la provincia de Guayaquil decidan acerca de su destino, según el artículo 2 del Reglamento. 

Este Colegió Electoral se iba a reunir el 28 de julio de 1822. Un decreto de la Junta Superior de Gobierno, emitido el 19 de junio de 1822, consideraba de alta conveniencia “la pronta declaración de la Provincia sobre la actitud política que más le convenga, respecto de los grandes Estados que nos rodean”.

Pero esta decisión ajustada a los intereses de la provincia jamás ocurrió, porque Bolívar acabó con la existencia de la República de Guayaquil. Bolívar llegó el 11 de julio de 1822, acompañado de 1.300 soldados colombianos. Tardó dos días en mandar una comunicación a la Junta Superior de Gobierno para decir que desde entonces él estaba a cargo.

El 13 de julio de 1822 cesó en sus funciones la Junta Superior presidida por Olmedo y, con ello, se acabó la independencia de la República, sometida al imperio de las armas venidas del Norte. El Colegio Electoral se reunió, sin otro propósito que formalizar la anexión a la República de Colombia.

La República de Guayaquil existió entre 1820 y 1822, por 642 días. 

Olmedo al exilio

9 de febrero de 2024

             Publicado en diario Expreso el viernes 9 de febrero de 2023.

“Yo no he nacido para este puesto: el retiro, la soledad y la comunicación con las musas eran convenientes a mi genio y carácter; mandar, regir, moderar un pueblo y en revolución no es para mis fuerzas intelectuales y físicas”. En una carta fechada el 18 de octubre de 1821, siendo José Joaquín Olmedo el presidente de la Junta de Gobierno de Guayaquil, él le dirigió estas palabras al general Antonio José de Sucre. Son un testimonio de que Olmedo era, ante todo, un poeta.

Pero a este poeta le tocaron los tiempos revolucionarios de octubre de 1820 y, siendo Olmedo la personalidad que era en una pequeña Guayaquil de 20.000 habitantes (persona culta y leída, de 40 años, único residente que había sido diputado en las Cortes de Cádiz -el otro guayaquileño que fue diputado en Cádiz, Vicente Rocafuerte, estaba fuera del país) a él se le impuso la obligación de conducir a la patria “en revolución”: fue el primer Jefe Político de la ciudad, nombrado por el Cabildo el 9 de octubre mismo.

Olmedo renunció a los seis días, por los abusos que cometía el peruano Gregorio Escobedo, quien había sido nombrado por el Cabildo Jefe Militar de la ciudad el mismo 9 de octubre. Pero Olmedo jugó vivo: logró que el 8 de noviembre de 1820 se organice en Guayaquil un Colegio Electoral con 57 representantes de 27 territorios de la provincia de Guayaquil. Este órgano destituyó a Escobedo por su amplio catálogo de abusos, lo volvió a nombrar a Olmedo Jefe Político de la ciudad y adoptó el 11 de noviembre de 1820 la primera Constitución (el “Reglamento Provisorio de Gobierno”) para un territorio independiente de aquellos que compondrían, en 1830, el Estado del Ecuador.   

Para la Junta de Gobierno presidida por Olmedo, e integrada también por Francisco Roca y Rafael Ximena, aquel 8 de noviembre de 1820 en que se reunió el Colegio Electoral significó el día de la libertad para los pueblos de la provincia de Guayaquil, pues allí se había reunido su representación, “que es el más precioso de los derechos sociales, y el privilegio más noble de los pueblos libres”, a fin de aprobar las normas para su convivencia y para sus relaciones con los demás Estados. 

La Junta de Gobierno había convocado para el 28 de julio de 1822 a un nuevo Colegio Electoral a fin de decidir acerca del futuro de la provincia como parte de Perú o Colombia, o mantenerse como un territorio independiente. Pero el general Simón Bolívar tenía otras ideas: llegó a Guayaquil el 11 de julio, acompañado de 1.300 “bravos colombianos”, para disolver nuestra Junta de Gobierno y decidir (por el bien de la ciudad, o al menos para no hacerle daño) que Guayaquil empezaba a ser parte de Colombia. Todos los integrantes de la Junta de Gobierno partieron al exilio en Lima. Roca y Ximena jamás volvieron. 

En carta dirigida a Bolívar, fechada el 29 de julio de 1822, Olmedo le expuso a Bolívar la razón para su exilio: “Yo me separo, pues, atravesado de pesar, de una familia honrada que amo con la mayor ternura, y que quizás queda expuesta al odio y a la persecución por mi causa. Pero así lo exige mi honor. Además, para vivir, necesito de reposo más que del aire: mi Patria no me necesita; yo no hago más que abandonarme a mi destino”.

El día de la libertad

10 de noviembre de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 10 de noviembre de 2023.

El 9 de octubre de 1820 fue el día de la independencia de Guayaquil, pero ese día 9 no fue el día de su libertad. Al menos, tal era la opinión de la Junta que la gobernaba, compuesta por José Joaquín Olmedo, Rafael Ximena y Francisco María Roca. Ellos tenían razón para celebrar el 8 de noviembre de 1820 como el día de la libertad de Guayaquil. 

El 8 de noviembre de 1820 se reunieron en esta ciudad 57 representantes de un total de 27 pueblos de la provincia de Guayaquil, territorio de alrededor de 50.000 kilómetros cuadrados que abarcaba un espacio que hoy corresponde a cinco provincias: Guayas, Manabí, Los Ríos, El Oro y Santa Elena (16 representantes concurrieron por la ciudad de Guayaquil). 

El propósito de la reunión de estos representantes fue aprobar un “reglamento provisorio de gobierno”, instrumento que debe ser reconocido como la primera Constitución que se otorgó un territorio independiente de España en lo que hoy es la República del Ecuador. Su artículo primero empezaba así: “La provincia de Guayaquil es libre e independiente…”. Y su artículo siguiente declaraba a la provincia “en entera libertad para unirse a la grande asociación que le convenga de las que se han de formar en la América del Sur”. Esta Constitución se aprobó el sábado 11 de noviembre de 1820 y es fama que la redactó Olmedo.

El 26 de octubre de 1821 la Junta de Gobierno de Guayaquil decretó que se debía recordar y conmemorar el 8 de noviembre de 1820 como el día de la libertad de Guayaquil porque, tal como se indicaba en el decreto: “Después de proclamada nuestra independencia no podíamos llamarnos libres, hasta aquel día en que vencidos dignamente los escollos que presentan siempre las revoluciones en su principio, pudo reunirse la representación de la Provincia, que es el más precioso de los derechos sociales, y el privilegio más noble de los pueblos libres. Este memorable día fue el 8 de Noviembre de 1820…”.

Ese memorable día, destacó el decreto, fue cuando “por primera vez pronunció libremente su voluntad el pueblo de Guayaquil, y puso los cimientos de su voluntad política”, por lo que la Junta de Gobierno presidida por Olmedo ordenó que el 8 de noviembre sea “celebrado en la Capital y en todos los pueblos de la provincia” con “una misa de acción de gracias al Ser Supremo”, con “salva general, repique, e iluminación”, y con la siguiente inscripción que debió constar en la Sala Capitular del Cabildo, escrita en grandes caracteres:

“GUAYAQUIL INDEPENDIENTE EN 9 DE OCTUBRE 

GUAYAQUIL LIBRE EN 8 DE NOVIEMBRE DE 1820”

Por este decreto se puede aquilatar la importancia que los hacedores de la independencia le otorgaron al 8 de noviembre de 1820. Mientras que el 9 de octubre era una manifestación de fuerza de un pequeño grupo de valientes, el 8 de noviembre representaba el vigor de la ley, una expresión de la voluntad general, un ejercicio de la razón.

Dentro de este marco jurídico, la Junta de Gobierno funcionó por 609 días hasta que en julio de 1822 llegó Simón Bolívar en compañía de 1.300 soldados colombianos y decidió (manu militari) cesar a la Junta, poner fin a la autonomía guayaquileña y convertir a la provincia en el extremo meridional de la República de Colombia. 

La celeste y blanco

6 de octubre de 2023

Este 9 de octubre conmemoramos el aniversario del día en que Guayaquil se independizó de España, siendo la primera ciudad que se declaró independiente de las que conformaron el Ecuador en 1830 (pues el 10 de agosto de 1809 en Quito no fue independentista, fue autonomista; no trató de romper con España, fue un reacomodo en ella). 

El 9 de octubre de 1820, tras una revuelta que duró una madrugada y su amanecer, las autoridades reunidas en el Cabildo de Guayaquil firmaron un acta que de forma inequívoca expresó que se había “declarado la independencia, por el voto general del pueblo”. La bandera que representó este momento fue de colores celeste y blanco. 

En seguida, el 8 de noviembre se reunió un Colegio Electoral compuesto por 57 representantes de la provincia de Guayaquil. Tras tres días de sesiones ellos dictaron un “Reglamento Provisorio de Gobierno”, en el que se afirmó que la provincia de Guayaquil se encontraba en “entera libertad para unirse a la grande asociación que le convenga” en la América del Sur. Para Olmedo, este 8 de noviembre que se reunieron los 57 representantes fue el día de la libertad de Guayaquil. Ese día flameó, de seguro, la celeste y blanco.

Pero Bolívar la mandó a arriar, cuando en julio de 1822 entró a Guayaquil acompañado de un ejército de “bravos colombianos” para sumarla manu militari como el extremo Sur de la República de Colombia. Durante 1822 y 1830, Quito, Cuenca y la violentada Guayaquil fueron colombianos. Se los llamó “Distrito del Sur” y, de manera casi invariable, fueron gobernados como un territorio de ocupación militar (con estado de excepción y hombre de armas al mando).

Cuando en 1830 ese Distrito del Sur se separó de Colombia, se abandonó la sujeción a un centro colombiano (Bogotá) pero no se ganó una plena autonomía. Bolívar lo entendió bien, cuando escribió que los ecuatorianos “todavía son colonos y pupilos de los forasteros: unos son venezolanos, otros granadinos, otros ingleses, otros peruanos, y quién sabe de qué otras tierras los habrá también”. Y Bolívar también vio claramente que aquella dominación extranjera sobre el Ecuador iba a ser temporal: “esos Jefes del Norte van a ser echados de ese país’. Y así ocurrió.

Como lo hizo el polemista Roberto Leví Castillo, bien se podría hablar de unos años de “ocupación grancolombiana” del Ecuador entre 1822 y 1845. Ello tiene sentido, dado que tantos extranjeros gobernaron: un venezolano fue su Presidente como por diez años, hubo una pléyade de ministros de todas partes, y lo más importante, tuvieron los extranjeros el control, tanto por su alto mando como por su elemental composición, del Ejército. (En un país paupérrimo, allí estaba la plata.)

A esta “ocupación grancolombiana” la quebró la revolución del 6 de marzo de 1845, capitaneada en lo militar por el general guayaquileño Antonio Elizalde y dirigida en lo civil por un triunvirato compuesto por los guayaquileños Olmedo, Noboa y Roca. Como se dice en su Acta, la revolución marcista se hizo para vindicar “el honor y dignidad de este país, humillado por algunos años bajo el yugo extraño de un poder absoluto”.

Y aquel día de verdadera autonomía para el Ecuador, volvió a ondear la libertaria bandera celeste y blanco.

El prócer olvidado

9 de junio de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 9 de junio de 2023.

José Domingo de La Mar, nacido el 12 de mayo de 1776, fue cuencano por accidente. Fue hijo del vasco Marcos La Mar y Migura, residente en Cuenca en 1776 donde ejerció el cargo de Tesorero de las Cajas Reales. Su hermana mayor, Josefa Justa Rufina, había nacido en Guayaquil en 1767. Su madre, Josefa Cortázar y Lavayen era una guayaquileña de orígenes vascos. La Mar pasó mucha parte de su vida, mientras en suelo americano, en Guayaquil y sus alrededores, donde fue autoridad y tuvo haciendas. Tiene de cuencano apenas el paso de su padre por un puesto burocrático.

José Domingo de La Mar es el prócer olvidado del Ecuador. En un océano de mediocridad militar (según el historiador Pío Jaramillo Alvarado, “después de La Mar, solo se llega a un procerato subalterno”), son el Gran Mariscal La Mar y los dos hijos de su hermana, Juan Francisco y Antonio Elizalde, los militares originarios del territorio que desde 1830 se lo conoció como Ecuador que más alto rango tuvieron en las guerras de independencia. 

La Mar fue el hombre que decidió la batalla de Ayacucho, librada el 9 de diciembre de 1824, que selló la expulsión del ejército español de la América del Sur. El General Sucre reconoció en su parte militar “la serenidad con que el señor general La Mar ha rechazado todos los ataques a su flanco y aprovechado el instante de decidir la derrota”.

El Libertador Simón Bolívar tenía a La Mar en altísima estima. En una carta a Santander, escribió: “Lamar es el mejor hombre del mundo porque es tan buen militar como hombre civil. Es lo mejor que conozco.” Tras Ayacucho, Bolívar nombró un puerto de Bolivia con su apellido; Olmedo, en 1844, obsequió la memoria de La Mar con un soneto. 

Este cuencano por accidente fue el primer Presidente del Perú entre 1827 y 1829. Cuando se formaron las nuevas repúblicas, Cuenca y Guayaquil (parte de la Audiencia de Quito) habían sido administradas tanto desde Santa Fe como desde Lima y podían agregarse como el extremo Sur de Colombia o el extremo Norte del Perú (o formar una asociación distinta). Bolívar, por la razón o por la fuerza, agregó en 1822 a su Colombia el territorio de la Audiencia de Quito y lo convirtió (cercenado) en el Departamento del Sur de Colombia. 

En 1828, el Presidente La Mar quiso arrebatar Cuenca y Guayaquil a Colombia y reintegrarlas al Perú que él administraba, porque en los últimos años del gobierno español Cuenca y Guayaquil habían sido administradas desde Lima. Él mismo condujo las tropas al Norte.

Como correspondía a la época, el asunto se zanjó por la guerra. Se enfrentaron los ejércitos colombianos y peruanos en el portete de Tarqui el 27 de febrero de 1829. La Mar fue derrotado y unos meses después un golpe de Estado lo sacó de la presidencia peruana. Fue enviado al exilio en Centroamérica. Al año siguiente de Tarqui, un militar triunfante en esa batalla, el venezolano Flores, haría del territorio de la Audiencia de Quito (mejor dicho: de los restos del territorio de la Audiencia de Quito, porque mutilaron mucho Quito) un nuevo Estado, de nombre “Ecuador”.  

El 11 de octubre del mismo año en que se fundó el Estado del Ecuador, 1830, murió en el exilio, en Cartago, Costa Rica, José Domingo de La Mar.  

Puerto La Mar

5 de mayo de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 5 de mayo de 2023.

El venezolano Simón Bolívar, en su afán de nombrar y renombrar territorios, decidió el 25 de diciembre de 1825 que en esa república que el venezolano Antonio José de Sucre había fundado con su nombre (entre agosto y octubre de 1825 la que hoy es Bolivia se llamó “República de Bolívar”) habría un puerto que llevaría el nombre de un cuencano ilustre, héroe de las guerras de la independencia americana: José Domingo de La Mar. 

La Mar, nacido en Cuenca en 1776, hijo de vasco y de guayaquileña de orígenes vascos, fue el hombre que dirigió la descarga que dirimió la batalla de Ayacucho, tras la cual América del Sur se perdió para el reino de España. En el parte de batalla que firmó Sucre, se lo reconoció a La Mar así: “Cumplo el agradable deber de recomendar a la consideración del Libertador, a la gratitud del Perú y al respeto de todos los valientes de la tierra, la serenidad con que el señor general La Mar ha rechazado todos los ataques a su flanco y aprovechado el instante de decidir la derrota”. (La Mar también sería el primer presidente constitucional del Perú, entre 1827 y 1829.) 

Así,  por el pleno entusiasmo de Bolívar, surgió en Bolivia Puerto La Mar. En el decreto de diciembre de 1825 que habilitó a Puerto La Mar como puerto nacional de Bolivia, Bolívar justificó el nombre por él decidido por tratarse de “justa recompensa al mérito contraído por el gran Mariscal don José de La Mar, vencedor en Ayacucho”. 

Durante muchos años, Puerto La Mar fue el único puerto de Bolivia. Según el censo de 1832, este puerto tenía 536 habitantes, la mayoría de los cuales eran chilenos (266), había 104 bolivianos y dos ecuatorianos. 

(No creo que haya muchos otros territorios en el extranjero que lleven o hayan llevado el nombre de una persona nacida en territorio hoy ecuatoriano.)  

Puerto La Mar tuvo una existencia efímera. Lo primero que se perdió fue el nombre que le había impuesto Bolívar en 1825, confirmado el 1 de julio de 1829 por el primer gobierno boliviano. El puerto, por la fuerza de la costumbre y el peso de la tradición, recuperó el nombre que había tenido desde tiempos coloniales, que era Cobija (Santa María Magdalena de Cobija). En Cobija se exilió, por unos meses de 1860, el presidente ecuatoriano José María Urbina. 

Hacia la época del exilio de José María Urbina, Cobija tenía unos 1.000 habitantes y un cronista había descrito que ella “se forma de una sola calle de pequeñas casuchas de madera, situadas al pie de encumbrados y elevados cerros, cuya aridez se deja ver de lejos” y vaticinó que “su progreso no será mucho en largos años, porque a su mala localidad y bahía se agrega su extrema aridez”. Este cronista era Domingo Santa María, quien llegaría a ser presidente de Chile entre 1881 y 1886.

Lo siguiente que se perdió fue la pertenencia a Bolivia. Durante la guerra del Pacífico, Chile ocupó Cobija el 21 de marzo de 1879. Victorioso en la guerra, Chile (el presidente era Santa María) sumó Cobija a su territorio. (Fue entonces que Bolivia perdió toda su región litoral). 

Una vez chileno, Cobija se convirtió en puerto menor. Desde 1907, el lugar fue abandonado. 

El antiguo Puerto La Mar hoy es un montón de ruinas, cercanas a una caleta de pescadores.

Urbina y Flores

17 de marzo de 2023

            Publicado en diario Expreso el 17 de marzo de 2023.

Cuando en 1830 se segregó el Distrito del Sur de la República de Colombia para conformar el Estado del Ecuador, su primer presidente, el general venezolano Juan José Flores, lo comisionó al teniente José María Urbina para justificar frente al general Simón Bolívar la novedad de la segregación del Sur. El Libertador respondió a Flores en una carta fechada 9 de noviembre de 1830, en la que insertó este vaticinio: “Esté V. cierto, mi querido General, que V. y esos Jefes del Norte van a ser echados de ese país”.

Casi quince años después, cuando el 6 de marzo de 1845 estalló en Guayaquil una revolución nacionalista para sacarlo a Flores de la Presidencia de la República que ejercía desde 1839, José María Urbina era coronel y Gobernador de la provincia de Manabí. Por el Pronunciamiento de Portoviejo del 17 de marzo de 1845, las fuerzas de Urbina plegaron a los revolucionarios. El 22 de marzo, lo recompensaron: Urbina fue ascendido a General. 

Urbina, el hombre que le había transmitido a Bolívar la decisión de independizar el Sur, contribuyó a que el vaticinio de Bolívar se cumpla. Flores abandonó el Ecuador el 24 de junio de 1845.

El resto de años que Urbina y Flores compartieron en el planeta (un total de 19), ellos fueron enemigos. Urbina justificó su golpe de Estado en 1851 contra el presidente Diego Noboa (ungido, a su vez, por otro golpe de Estado en 1850) en el supuesto floreanismo del  presidente. Urbina repelió con éxito a Flores en 1852, cuando Flores intentó una invasión por el Sur del Ecuador.

Pero finalmente Flores cumplió su anhelo de volver al Ecuador, cuando en 1860 lo convocó el guayaquileño Gabriel García Moreno para encabezar el ejército que debía eliminar a la facción guayaquileña de la disputa por el poder en una de las tantas guerras civiles de este país. 

Y la eliminó, y Flores se convirtió en el Presidente de la Asamblea Constitucional de 1861. Ella nombró Presidente a García Moreno y aprobó la séptima Constitución del Estado (que duró ocho años y un período completo de gobierno) y entonces se volteó la tortilla: ahora era Urbina el exiliado que quería invadir el Ecuador y era Flores quien lo repelía.

En septiembre de 1864, fuerzas de Urbina invadieron por el Sur y Flores, todavía jefe militar pero ya muy disminuido en su salud, salió a enfrentarlas. Fueron sus últimos arrestos. Flores murió el 1 de octubre de 1864, abordo del vapor Smirk, en los alrededores de la isla Puná. 

Urbina sobrevivió a Flores por muchos años. Y también pudo volver: tras el magnicidio de García Moreno en 1875, Urbina regresó al Ecuador a inicios de 1876 y luego apoyó el golpe de Estado del general Ignacio de Veintemilla, que empezó el 8 septiembre de 1876. Triunfó en la decisiva batalla de Galte y se convirtió en el Presidente de la Asamblea Constitucional de 1878. Ella nombró Presidente a Veintemilla y aprobó la novena Constitución (que duró seis años y un único período presidencial interrumpido por el auto-golpe de Estado del presidente). 

Urbina fue un aliado del gobierno de Veintemilla, pero tras ese auto-golpe de Estado en marzo de 1882, se desilusionó y se retiró de la cosa pública.

José María Urbina murió en Guayaquil el 4 de septiembre de 1891.