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La ecuatorianidad al palo (it ain’t good)

18 de mayo de 2021

Todavía no empieza ni a gobernar el Presidente electo Guillermo Lasso, pero las señales que ha mandado son de una ecuatorianidad usual. Y por esto, en la primera demostración que tuvo de su capacidad para jugar a la política, que fue la elección de las autoridades de la Asamblea Nacional, Lasso lució mal.

 

Por el miedo a perder/decepcionar a su base talibán, Lasso faltó a un acuerdo con sus aliados de derecha y con la primera fuerza política en la Asamblea Nacional, actuó de una manera improvisada y resolvió el grave asunto en los últimos diez minutos. Traidor, sin planificación y al apuro. Fue la ecuatorianidad política en su estúpida cotidianidad. Y eso es un mal augurio.

 

Más allá de la cotidianidad nefasta y de bronquearse con el Don Corleone local, el principal error de la bancada de Lasso es haber entregado la clave de bóveda de la gobernabilidad del país a esa chanfaina compuesta por PK, DD e independientes*. Por ahora todo es risas, se burlaron de Correa y de Nebot, triunfaron. A partir del 24, esa chanfaina mostrará la garra y empezarán las exigencias nada ideológicas y muy concretas y específicas al Gobierno. Para ponerlo en simple: se necesitarán a unas tres María Paulas Romo del Reparto para alimentar a este monstruo de tres cabezas. Será el país de encontrarse, pero para retacearlo.

 

Y no hay nada nuevo bajo el sol, es la ecuatorianidad al palo.

 

* Pachakutik, AKA ‘Derecha con poncho’, es como la caja de chocolates del simpático subnormal Forrest Gump: ‘Nunca sabes lo que saldrá de allí’. La ID ya es hace rato la DD, Derecha Democrática, un partido de tunantes. Y los angurrientos independientes, dada la escasez, cotizarán sus votos al alza. Se vienen tiempos de rapiña, como es habitual.

¿Quién jodió a la Romo?

24 de noviembre de 2020

Hoy se llevó a cabo, en un Pleno virtual de la Asamblea Nacional, el juicio político contra la Ministra de Gobierno María Paula Romo. El resultado fue su censura, decidida por 104 votos a favor, 18 votos en contra y 12 abstenciones. Esto resulta un punto de ruptura en su carrera política: nunca más podrá ella decirse de izquierda y defensora de derechos humanos, tras haber sido un rabioso bulldog de la derecha y una ardua defensora de la razón de Estado. La pregunta de rigor, entonces, es la siguiente:

 

¿Quién jodió a la Romo?

 

R: Fue Romo quien jodió a la Romo. Romo mutó: cuando inició el ejercicio de su cargo de Ministra de Gobierno, ella anunció que los supuestos ejes de su actuación serían ‘los delitos sexuales contra niños en los centros educativos, los delitos de violencia contra las mujeres, los desaparecidos y la seguridad vial’. Poco tiempo después, el poder se engulló sus buenas intenciones y vomitó a un monstruo. Romo mutó de defensora de los derechos humanos a una autoridad que le habla a la población con una muralla de policías a sus espaldas, que difunde los nombres de quienes la ‘atacan’ y que implica que estos ‘ataques’ a ella son un ataque a la institución policial. Mutó de defensora de los derechos humanos a una versión algo femenina de Robocop.

 

Creo que está registrado el momento en que todo se pudrió. Fue cuando el Pocho Harb le impuso a la Ministra de Gobierno un test de Litmus sobre la violencia policial (v. ‘La leyenda de Pochorromo’). Si Romo se situaba en desacuerdo con el Pocho, habría refrendado su defensa de los derechos humanos; si Romo se manifestaba de acuerdo con el Pocho, refrendaba la brutalidad policial. Romo incluso pudo renunciar y salir con la frente en alto, pero el poder es una droga poderosa y optó por la segunda alternativa y, desde entonces, Romo se lanzó en tobogán a la ardua defensa del poder de Estado, incluida su ruindad.

 

Así, tras el test del Pocho se acabó la académica, se esfumó la defensora de los derechos humanos. Se jodió la Romo (o debo decir: la Pochorromo), pero porque se dio jodiendo ella misma en el curso de su ejercicio del máximo poder (Moreno ni pincha ni corta) durante el gobierno más impopular y canalla de la historia reciente, o acaso de toda la historia republicana de este paisito.

 

Y ella podrá decir que la jodió la política, pero es que la política, en este caso, fue su reflejo.

La revancha popular

29 de agosto de 2020

El Gobierno de Lenin Moreno ha traicionado a la voluntad popular.

Voy a explicar la frase anterior: hubo un tiempo que el pueblo confió en el Presidente Lenin Moreno, en los albores de su Gran Traición período de Gobierno. Trepado en esa popularidad, el Presidente Moreno convocó en noviembre de 2017 a una consulta popular para aprobar siete reformas. Más allá de cosas de relleno, el propósito era doble: impedir la reelección del exPresidente Rafael Correa y crear un órgano transitorio que se encargue de destituir a las altas autoridades nombradas durante el Gobierno de Correa. El pueblo ecuatoriano confió en el Gobierno de Moreno y le concedió ambas cosas. Eran los tiempos dulces.

Ya luego todo se pudrió. Para empezar, el Consejo Transitorio devino en dictatorial (v., sobre esto, ‘La dictadura inadvertida’) y, en nombre del pueblo, decidió atribuirse unas ‘facultades extraordinarias’ y nombrar a dedo a las autoridades de reemplazo para las autoridades que ellos destituyeron. Esto daba motivo para la sospecha, pero pasó casi inadvertido.

Más motivos para sospechar lo dieron ciertas designaciones que hizo el Consejo Transitorio: hubo una fabulosa y otra en la que cojudeó al pueblo. La fabulosa fue la de Fiscal General del Estado (v., sobre esto, ‘Lo de la futura Fiscal Salazar hiede a corrupción’) y en la que se aplicó el arte del cojudeo fue en la del Contralor General del Estado. Sobre esto: por su singular ‘mandato’, adoptado el 8 de mayo de 2019, el Consejo Transitorio decidió no designar a la autoridad que reemplace al Contralor General destituido (Carlos Pólit), puesto que era necesaria una ‘reestructuración de la Contraloría General’ e instaba a los poderes del Estado a ‘viabilizar en el menor tiempo posible la creación de un Tribunal de Cuentas que reemplace a la Contraloría General del Estado’. Y mientras esto ocurría, debía asumir el Contralor subrogante, Pablo Celi, un ser dúctil y conveniente a los intereses persecutorios del Gobierno del Presidente Moreno. Esto fue un ‘se queda éste, mientras se hace esto otro, que jamás se hará’, es decir, una de las variantes más comunes en la que se conjuga el verbo cojudear.  

Ahora, el motivo de haberse creado el Consejo Transitorio fue para conducir una transición cuyo objetivo era traspasar el poder a un nuevo Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, originado en la voluntad popular. A este efecto se organizaron las elecciones del 24 de marzo de 2019, pero el pueblo ya no apoyó al Gobierno de Moreno, pues a cuatro de los siete integrantes del nuevo Consejo elegidos por la voluntad popular, se los reputó ‘correístas’. Esta fue una voz de alerta de que el pueblo ya le había dado la espalda al Gobierno de Moreno, pero igual el Gobierno no se dio por vencido y buscó la destitución de los elegidos por la voluntad popular, vía un juicio político en la Asamblea Nacional.

En este punto, el Gobierno de Moreno ya no contaba con el pueblo, pero todavía podía contar con el apoyo de varios partidos y movimientos políticos en la Asamblea Nacional (a este apoyo lo galvanizaba el ‘anti-correísmo’). Y el Gobierno contó con estos mamarrachos que se dicen representantes del pueblo (es de suponer que hospitales mediante), y triunfó: logró la destitución de los cuatro ‘correístas’ vía juicio político.

Con las elecciones del 2021 cada vez más cerca, la actuación del aparato estatal frente a los ‘correístas’ adquirió una pestilencia a persecución política imposible de soslayar. La actuación de las autoridades puestas de forma arbitraria, como la Fiscal Salazar y el Contralor Celi, de las autoridades electorales, de las autoridades de ese basural có(s)mico que es nuestro sistema de justicia… Todo está hecho tan a la maldita sea, tan sin un mínimo respeto a las garantías judiciales, que únicamente en este pobre país perdido para el Estado de Derecho, estas cosas, como son parte de la cotidianidad, no nos parecen ridículas; pero cuando se la contrasta con los estándares interamericanos de protección de derechos humanos, el que sabe se caga de la risa las advierte muy ridículas. Nuestro nivel es haitiano (pero sin ese buen ron).

Y aún ante todo esto, el pueblo más o menos se había hecho al dolor. Hasta que llegó la pandemia y explotó la corrupción, los amarres y las componendas (solo digo un apellido: Bucaram). Y aquí es cuando ya todo se pudrió, de forma irreversible y definitiva. El pueblo se apercibió de la corrupción, del cojudeo, de la persecución política. Le ha retirado su apoyo al Gobierno de una forma jamás antes vista: el Gobierno de Moreno malvive con un increíble y absurdo 8% de aprobación de su gestión*. Ya no tiene ni el apoyo de esos mercachifles de la política en la Asamblea Nacional, pues hace unos días, 123 de los 137 asambleístas que componen dicho órgano, le pidieron al Presidente que remueva a esa campeona del cinismo que ejerce la cartera de Gobierno, la otrora carta progresista devenida en bulldog de la derecha, María Paula Romo. Por supuesto, ella se va a quedar, pero eso no cambia que a su Gobierno ya no lo quiere nadie. Tiene el desprecio del pueblo y el de la Asamblea Nacional: ya es un cabal APESTADO.

Y a todo esto, la derecha ecuatoriana, en su laberinto.

Y es que ya estamos en la recta final rumbo a las elecciones del 2021, cuando se debe admitir que el propósito del Gobierno de crear un escenario de superación del ‘correísmo’ únicamente está produciendo el regreso del ‘correísmo’. Son tan imbéciles en el Gobierno, que no solo no produjeron el resultado que buscaban, sino que están produciendo el resultado contrario a lo que buscaban. (Y sumado a esto, como ya fue dicho, la derecha en su laberinto.) Así, la alternativa que le está quedando al ‘anti-correísmo’ para evitar el triunfo de sus rivales es vieja: la corrupción varia, las leguleyadas, o ya de plano, la alteración de los resultados el día de la elección presidencial (tengo para mí, que así llegó a la Presidencia el lisiado mental de Mahuad; dadas las circunstancias, no me extrañaría que vuelva a ocurrir). Pero ni eso: cuando la diferencia llega a ser muy grande (Nebot lo comprobó en 1996), ya nada se puede hacer.

Visto en esta perspectiva, lo que se está viviendo es el origen de una reacción frente a una traición. No la traición de Moreno a Correa, pero la traición del Gobierno de Moreno a la voluntad popular a la que apeló en noviembre de 2017. Cuando el pueblo ecuatoriano todavía le creía, el Gobierno de Moreno le pidió el voto para luchar contra la corrupción… pero el Gobierno de Moreno terminó siendo mucho peor en corrupción y en cinismo (¡la Romo!). Y también en incompetencia, que en este des-Gobierno es brutal.

Dígase lo que se quiera de nuestro pueblo**, pero se termina por dar cuenta y recuerda otros tiempos, previos a esta época de traiciones y miseria generalizada (moral y económica). Y entonces no es difícil intuir que su reacción, ya será una revancha. Y tampoco es difícil saber quién la podrá capitalizar: aquel candidato asociado con ese pasado reciente, a quien para singularizarlo, basta con ver a quien todos los demás le hacen cargamontón.

Y será una revancha, pero expresada en votos: una revancha popular.

*

* Dice mucho de nuestra clase política que a Gutiérrez el 2005 se lo bajaron con el 33% de aprobación de su gestión, mientras que a Moreno, ahora, se lo sostiene con el 8%.  Gutiérrez pactó con Bucaram y cayó;  Moreno pactó con Bucaram y sigue. La diferencia estriba en que Gutiérrez no era un mojón en la marea de los intereses de las élites, mientras que Moreno sí. Y es por eso que se lo sostiene.
** Tengo la convicción de que nuestros políticos desprecian a sus electores. Los consideran más como un ganado al que arrear, que como seres pensantes a los que respetar, lo que se observa muy claramente en los débiles argumentos que utiliza nuestra clase política para sostener la obligatoriedad del voto.