Viteri mató el discurso del "éxito"

27 de enero de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 27 de enero del 2023.

En estas elecciones 2023 la alcaldesa Cynthia Viteri, por ser una candidata lanzada a la reelección, representa la continuidad. En estos días, esa es una posición incómoda porque esta ciudad, dado lo mal que se vive en ella, necesita un cambio.

Guayaquil necesita un cambio en su división administrativa para una mejor atención con obras y servicios a su población. La actual división por parroquias es heredera de una ordenanza de febrero de 1956. El desfase entre esta ordenanza de 1956 y el crecimiento de Guayaquil ha producido unas gigantes parroquias de expansión urbana, con enormes cinturones de miseria y un alto índice de necesidades básicas insatisfechas, que son el caldo de cultivo de la violencia (de lo mal) que se vive hoy en Guayaquil.

Guayaquil requiere una nueva división por parroquias y que éstas sean lo más homogéneas posible en territorio y población. Una mejor provisión de obras y servicios a las parroquias será la consecuencia de acopiar una información precisa sobre sus necesidades insatisfechas y sus requerimientos para enfrentar el cambio climático. Con esta información, se podrán  diseñar y aplicar políticas públicas para una provisión digna de las obras y servicios en cada parroquia, con un enfoque verde, inclusivo y sostenible. Esto implica el abandono, de una vez por todas, de la ideología socialcristiana que dice que la provisión de las obras y servicios se debe hacer según la capacidad económica del beneficiario.

Es decir: lo que se tiene que hacer en Guayaquil es el exacto contrario de lo que se ha hecho en Guayaquil en los últimos cuatro años. 

De lo anterior se sigue que la continuidad de la alcaldesa de Guayaquil es indeseable. Ella empezó sus andanzas siendo la desorientada alcaldesa de los tiempos del Covid, mientras la gente moría en las calles y no había ni dónde enterrarla. (El clímax de su desorientación fue bloquear la pista del aeropuerto para impedir el aterrizaje de un vuelo humanitario.) La alcaldesa ha sido testigo impávido del descenso a los infiernos de la violencia en Guayaquil y como torpe consuelo ha insistido en echarle la culpa a otros. Ha sido el suyo un período de gobierno municipal sin ninguna obra de relevancia, ni tan siquiera ha podido completar una troncal de la Metrovía (la última se entregó hace 10 años; faltan cuatro que debieron estar el 2020).
  
Pero su notoria ineficacia es poco frente a la vuelta a las corruptelas y al populismo. En su administración abundan las sospechas de corrupción: por los terrenos del exmarido en los alrededores del nuevo aeropuerto, por el negocio de las vallas fantasmas y la aromaterapia, por el sobreprecio en la pintura del proyecto “Letras vivas” y la nómina inflada, suma y sigue. Pero peor ha sido su caída al populismo del gas, el pollo y la cerveza, amparada en un discurso digno del más rancio roldosismo: “El dinero del Municipio es del pueblo, por eso se lo devolvemos al pueblo”. En realidad, estas dádivas son sus manotazos de ahogado. 

Entonces, si algo encarna la alcaldesa Viteri, eso es la muerte del modelo “exitoso” de desarrollo, tanto por su notoria ineficacia como por su triste descenso a las corruptelas y el populismo del que se quiso escapar en 1992. 

El ensueño breve de García Moreno

20 de enero de 2023

            Publicado en diario Expreso el 20 de enero de 2023.

La séptima Constitución del Estado del Ecuador, adoptada en 1861, prescribía un período presidencial de cuatro años y prohibía la reelección consecutiva del presidente, habilitándola después de un período (Art. 62). La octava Constitución, adoptada en 1869, prescribía un período presidencial de seis años y autorizaba la reelección consecutiva del presidente, prohibiendo una siguiente reelección (Art. 56). Bajo el imperio de la primera Constitución, Gabriel García Moreno gobernó un período completo de gobierno. Bajo el imperio de la segunda, murió en el intento.

La Constitución de 1861 fue el fruto de una guerra civil que casi despedaza al Ecuador. El bando triunfador convocó a la reunión de una Asamblea Constitucional que produjo esa Constitución y que eligió Presidente Constitucional a Gabriel García Moreno. Pero la Constitución de 1861 le pareció a él insuficiente para gobernar y le impuso una pausa forzosa a su gobierno. García Moreno concluyó su período en 1865 y recién podría volver a gobernar en 1869.

Para la elección de 1869, una alianza interregional de Guayaquil y Cuenca había postulado la candidatura a la Presidencia de Francisco Xavier Aguirre, “un guayaquileño muy poderoso y enraizado en la sociedad costeña, capaz de arrastrar tras su figura el voto mayoritario”, como lo definió Ana Buriano. Frente a la posibilidad de perder la elección, subido en una ola de popularidad por su gestión exitosa en Imbabura tras el terremoto de agosto de 1868, García Moreno sublevó el 16 de enero de 1869 a la guarnición de Quito y obtuvo el apoyo de un acta firmada por los notables quiteños. Elegido por ellos Presidente “provisional”, también eligieron Vicepresidente a su cuñado, el quiteño Manuel Ascázubi. 

En su nuevo cargo, García Moreno organizó las elecciones para una Asamblea Constitucional a la que pobló de adictos suyos. Ella produjo la Constitución de 1869, la que daría forma a su proyecto católico, aquel que la Constitución de 1861 le impedía concretar porque según él decía, “las leyes que tenemos son insuficientes para impedir el mal y hacer el bien”. García Moreno sometió la Constitución de 1869 a referéndum (volvería a ocurrir en 1978 y 2008) y ganó con una aplastante mayoría del 96.36% (de un universo de 14.154 votantes).

La Asamblea Constitucional de 1869 lo eligió Presidente Constitucional a García Moreno. En esos casi seis años gobierno, García Moreno llevó a cabo su ambicioso proyecto conservador para “hacer el bien”. Y ahora que podía, buscó la reelección. 

Del 3 al 5 de mayo de 1875 se celebraron elecciones para la Presidencia (período 1875-1881). El aplastante triunfador fue García Moreno con el 99.1% de los votos (de un universo de 22.726 votantes). Él debía empezar su nuevo período el 10 de agosto pero machetazos y balazos acabaron con su vida, el 6 de agosto, al pie del Palacio de Carondelet. 

En 1875, ya estando a toque, Gabriel García Moreno no pudo concretar la reelección. Nuevamente, el héroe conservador no pudo continuar su obra. En 1865 se lo impidió la ley, en 1875 se lo impidieron manos asesinas. 

Y su obra fue efímera. Una nueva Constitución, la novena, adoptada en 1878 tras un nuevo golpe de Estado, desmontó su sistema conservador.  

Las elecciones de 1809

13 de enero de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 13 de enero de 2023.

En la América española, las primeras elecciones ocurrieron el lejano año 1809. El historiador François-Xavier Guerra ha destacado la importancia de estas elecciones: “antes incluso que en la España peninsular, América entera es llamada a las urnas en un proceso electoral que, por tener lugar a escala de un continente, no tiene precedentes en la historia mundial”. 

Estas elecciones fueron para elegir los diputados a la Junta Central Suprema y Gubernativa del Reino, órgano constituido en Aranjuez el 25 de septiembre de 1808 para gobernar en nombre y en lugar del rey de España. La Junta Central era, hasta el retorno del rey, la “depositaria de la autoridad soberana”. En la península, ella se integró con los delegados de las juntas provinciales constituidas tras las abdicaciones de Bayona (la primera, la Junta de Asturias, creada el 25 de mayo de 1808).  

Por real orden del 22 de enero de 1809, la Junta Central invitó a los españoles de América a que elijan nueve diputados, a razón de uno por cada Virreinato y cada Capitanía General (también hubo un diputado por Filipinas, por ser Capitanía General). Este número evidenciaba una desigualdad en la representación: la península tenía treinta y seis delegados (a razón de dos por cada junta provincial) mientras que para toda América se tenía nueve diputados. 

El procedimiento de votación fue corporativo y de dos niveles. Primero, los cabildos de las ciudades principales votaban para elegir tres personas, entre los que se sorteaba después a uno. Hechas todas estas elecciones, el virrey o el gobernador, a partir de estos nombres, repetía el proceso. Él designaba una terna y después se sorteaba a uno. El favorecido por la suerte se convertía en el diputado a la Junta Central, que tenía sede en Sevilla. Allá debía él viajar. 

Cosa curiosa: para esta elección, la provincia de Quito integró el Virreinato de la Nueva Granada, mientras que las provincias de Guayaquil y Cuenca integraron el Virreinato de Lima.

Como ciudad principal que era del virreinato de la Nueva Granada, Quito designó como su representante al quiteño Juan José Arias-Dávila Matheu, conde de Puñonrostro. Pero en la elección que se celebró el 16 de septiembre de 1809 en la capital virreinal (Santa Fé), el conde quiteño perdió. La suerte lo favoreció al cartagenero Antonio de Nárvaez.

Cosa contraria le ocurrió a Guayaquil. Su cabildo designó a su representante, el sacerdote guayaquileño José de Silva y Olave, residente en la ciudad de Lima y chantre de su catedral. En la elección que se celebró el 19 de septiembre de 1809 en la capital virreinal (Lima), la suerte lo favoreció a él. Y pronto Silva emprendió su viaje a la España peninsular para integrar el órgano que gobernaba en nombre y en lugar del rey de España. Lo hizo en compañía de su sobrino y secretario, José Joaquín de Olmedo. En diciembre de 1809, ellos partieron desde Guayaquil rumbo a Sevilla.

La disolución de la Junta Central Suprema y Gubernativa del Reino el 30 de enero de 1810, por la caída de Sevilla en manos francesas, los pilló a Silva y Olmedo en la Ciudad de México. Disuelta la Junta Central, el resto de su viaje era ya innecesario. 

Pegaron la vuelta.

Elecciones con un twist perverso

6 de enero de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 6 de enero de 2023.

En la América española, las primeras elecciones ocurrieron el lejano año 1809. Un historiador que las estudió, François-Xavier Guerra, definió a los partidos políticos que participaron en ellas como “redes de hombres unidos por vínculos muy diferentes (de parentesco, de compadrazgo, de clientela, de interés, de origen geográfico común), que se definen ante todo por su oposición a una red rival”.

En el Ecuador, más de 200 años después, esta definición sigue siendo útil para caracterizar a partidos y movimientos políticos. Casi sin excepción, ellos no se definen por una ideología, se definen ante todo por la oposición a un rival. Así, su preocupación mayor no es servir a la población con leyes y políticas públicas afines a su ideología, pues lo que realmente les preocupa es ocupar los espacios de poder en detrimento de su rival. Esto, en la práctica política ecuatoriana, desemboca en el “reparto de la troncha”.

Observadores internacionales de las elecciones ecuatorianas, como la misión electoral de la Organización de los Estados Americanos (OEA), han señalado los graves problemas que tiene el Estado del Ecuador para la fiscalización y el control del financiamiento privado a las candidaturas. Desde la OEA se ha recomendado al Estado que fortalezca las capacidades del órgano de control electoral (el CNE) y sus facultades para detectar las infracciones a las normas sobre financiamiento privado a las candidaturas y aplicar las correspondientes sanciones. En cada elección, la OEA reitera esta recomendación, pero invariablemente el Estado del Ecuador la ignora.   

Que no se ha hecho ni se hará nada en materia de fiscalización y control del financiamiento privado a las candidaturas quedó claro en la entrevista a uno de los consejeros del CNE publicada en este diario el 1 de enero. Ante una pregunta sobre la posibilidad de un financiamiento privado con “dineros irregulares”, el consejero Enrique Pita respondió que ello “rebasa nuestra responsabilidad”, al tiempo que reconoció que “los recursos que se justifican ante el CNE son ínfimos respecto a la gran cantidad que se utilizan en una campaña”, para formular entonces la siguiente pregunta: “¿quién invierte tanto y por qué para un puesto que, muchas veces, no compensa el sueldo?”. Él mismo se la respondió: “comenzamos a mirar que posiblemente haya intereses que no guardan necesariamente relación con lo electoral y con el servicio”.  

Así, tenemos dos malos elementos: un CNE sin capacidad de fiscalización y control de los “dineros irregulares” que financistas privados aportan a las candidaturas y muchos candidatos sin ideología ni voluntad de servicio. Es muy probable que, si esos candidatos llegan a ocupar un cargo público, devuelvan los favores a los financistas privados que hicieron posible su triunfo. Esto es el “reparto de la troncha” en acción. 

Éste ha sido el funcionamiento del sistema político-electoral ecuatoriano durante muchos años, pero ahora se añade un twist perverso: el narcotráfico. En este nuevo escenario, la habitual ineficacia del Estado para fiscalizar y controlar los “dineros irregulares” puede causar la máxima perversión de la democracia: políticos funcionales al crimen organizado.