El frustrado gobierno de Aguirre

29 de septiembre de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 29 de septiembre de 2023.

Cuando se fundó el Estado del Ecuador en 1830, éste fue la reunión de tres territorios que eran muy diferentes entre sí. Eran tres regiones que tenían unas economías no integradas y que tuvieron unas administraciones propias. Durante los años españoles fueron las provincias ultramarinas de Quito, Guayaquil y Cuenca (Gobernaciones desde 1540, 1763 y 1777, respectivamente) y durante los años colombianos fueron los departamentos del Ecuador, de Guayaquil y del Azuay. Desde que se fundó el Estado del Ecuador, esta división por departamentos se mantuvo para la determinación de una representación igualitaria de las tres regiones en los órganos legislativos (Congreso y Senado).   

Fue recién en 1861, cuando una Asamblea Constitucional aprobó la séptima Constitución del Estado que se eliminó la representación igualitaria de las regiones (aunque, claro, no su importancia para la política nacional). Esta Asamblea Constitucional lo designó como Presidente de la República al conservador guayaquileño Gabriel García Moreno. Tras su tránsito por la Presidencia, García Moreno llegó a concluir que “las leyes que tenemos son insuficientes para impedir el mal y hacer el bien”, en referencia al marco constitucional con el que le tocó gobernar.

García Moreno debió abandonar la Presidencia en 1865, pues la Constitución indicaba que sólo se podía reelegir a un Presidente después de un período. En 1865, él se lanzó para diputado por Pichincha, pero perdió. Maniobró para establecer a sus peones en la Presidencia en 1865 y 1867, pero ni Jerónimo Carrión ni Javier Espinosa fueron buenos a sus ojos y ninguno concluyó su período de gobierno por su directa incidencia. Era él quien debía regresar a la Presidencia de la República para implementar su plan de gobierno conservador, en un nuevo marco constitucional. 

Pero en 1868, García Moreno enfrentaba la posibilidad de que una coalición interregional de Guayaquil y Cuenca lo pueda derrotar en las urnas en mayo de 1869, justo en las elecciones a la Presidencia en las que se lo podría volver a elegir. En octubre de ese año, algunos cuencanos ilustres postularon a un connotado liberal guayaquileño, Francisco Xavier Aguirre, como su candidato. A principios de noviembre, Aguirre aceptó.

Como lo destacó Ana Buriano en su artículo “Ecuador 1868: la frustración de una transición”, el candidato Francisco Xavier Aguirre “tenía perfil de estadista, concitaba la adhesión de tendencias opositoras de varias regiones y se presentaba con un programa escrito y definido”, de un hondo liberalismo.

Pero el muy conservador, pío y brutal García Moreno no podía aceptar este desenlace, así que decidió ganar por la fuerza y organizó un golpe de Estado que se ejecutó la madrugada del 16 de enero de 1869. Los notables de Quito lo apoyaron, y más importante, lo hizo el ejército. Tras el éxito de su maniobra, lo usual: una Asamblea Constitucional que lo designó a él Presidente de la República y una nueva Constitución, la octava, que pasó a la historia como la “Carta Negra”, por su hondo conservadurismo.

García Moreno no terminó su período sombrío. Unos días antes de concluirlo, en agosto de 1875, lo mataron a tiros y machetazos al pie del Palacio de Carondelet.

Cuando Quito ganó

22 de septiembre de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 22 de septiembre de 2023.

En Europa, el año 1808, España fue tomada por la Francia de Napoleón Bonaparte, quien colocó a su hermano José como rey de España (José I). Esta ocupación provocó el inicio de la que en España se conoce como “Guerra de la independencia”. El 25 de mayo de 1808 apareció, en Asturias, una primera Junta, como una expresión de resistencia a la ocupación francesa. El ejemplo de la Junta de Asturias se multiplicó en la España peninsular.

Algunos territorios ultramarinos de España aprovecharon la oportunidad para constituir su Junta. La de Quito no fue la primera: en septiembre de 1808 se instaló una en Montevideo y en 1809 se instalaron otras en La Plata (en mayo) y en La Paz (en julio). En agosto de 1809 Quito hizo la suya. Su origen lo ha explicado bien el historiador Jaime E. Rodríguez: “Puesto que Quito era uno de los reinos del monarca tenía tanto derecho como Asturias para establecer una junta de gobierno”.  

Con la instalación de la Junta de Quito se quiso imponer una primacía administrativa sobre las provincias vecinas de Popayán, Cuenca y Guayaquil. Quito quiso fungir como una capital de facto de todo el territorio, pues desde la Junta de Quito se ordenó la destitución de las autoridades de las provincias vecinas y se dispuso que se debía posesionar en ellas unas autoridades nombradas en Quito. La Junta de Quito envió sendos delegados para explicar los hechos en las provincias de Popayán, Cuenca y Guayaquil, pero ninguno de ellos fue bien recibido; también enviaron tropas, cuando se sintieron fuertes como para imponerse. Pero perdieron.   

Entre agosto de 1809 y el agosto siguiente, las provincias vecinas le encajaron a Quito una paliza épica. Le tumbaron la Junta, recibió tropas de ocupación, juzgaron a sus líderes y, finalmente, el 2 de agosto de 1810, mataron a muchos de ellos y (algunos calculan) también a alrededor del 1% de la población de la ciudad. Su intento de primacía fue un fracaso. 

Pasados veinte años (entre ellos, ocho en Colombia), en 1830, dos de las tres provincias que habían guerreado contra la Junta de Quito y su pretendida primacía de 1809 (Guayaquil y Cuenca, que durante los tiempos colombianos fueron “Departamento de Guayaquil” y “Departamento del Azuay”) decidieron unirse con la provincia de Quito (llamada por Colombia “Departamento del Ecuador”) para formar un nuevo Estado en Sudamérica. La secesión del “Distrito del Sur” de Colombia (compuesto por estos tres departamentos) empezó a conocerse, tras un Congreso Constituyente, como el “Estado del Ecuador”. Su primera Constitución rigió desde el 23 de septiembre de 1830.

Salvo por la provincia de Popayán, que se quedó en Colombia, la provincia de Quito pudo en 1830 hacer realidad su pretensión de 1809 de tener una primacía sobre las provincias vecinas. En esta ocasión, Quito se convirtió en la capital de jure del nuevo territorio, por disponerlo una norma considerada por Juan Larrea Holguín como la “de mayor duración hasta hoy en el país”. 

El 21 de septiembre de 1830, el Congreso Constituyente reunido en Riobamba aprobó un decreto cuyo artículo primero prescribió: “La Capital del Estado Ecuatoriano será siempre é irrevocablemente la ciudad de Quito”. 

Ahí fue cuando Quito ganó.

Contra el dictamen

15 de septiembre de 2023

En estos últimos días, mucha defensa ha cosechado el dictamen de la Corte Constitucional que blindó la actuación de esa trituradora serial de garantías del debido proceso que fue el Consejo transitorio que presidió el deschavetado doctor Trujillo. Es momento de una razonada opinión discordante, compuesta de dos partes: una jurídica, otra política.

Lo jurídico: el dictamen de la Corte Constitucional es inmotivado y sesgado. Inmotivado, porque en su dictamen la Corte Constitucional estableció que lo actuado por el Consejo transitorio no violaba las garantías del debido proceso por el sencillo expediente de omitir todo análisis sobre el debido proceso. Esto, a pesar de que ella estaba obligada a hacer ese análisis en función de los estándares internacionales. Pero si lo hacía, se le caía el muñeco. Y no lo hizo.

El dictamen de la Corte Constitucional es sesgado porque es el obvio fruto del propio auto-interés de la Corte (el dictamen blinda las destituciones que posibilitaron su existencia). Acá esto apenas sorprende, porque el sistema judicial del Ecuador está muy dado a las mañas. Pero en la jurisdicción internacional es distinto. Tanto la Corte Interamericana (Caso del Tribunal Constitucional, véase el párrafo 235) como la Comisión Interamericana (Petición 1378-09) tienen jurisprudencia, en casos ecuatorianos, que descalifica a estos blindajes en procura de un auto-interés. La Corte Interamericana considera estos blindajes como lo que son: violaciones del derecho a la protección judicial (Art. 25 CADH).

Lo político: el dictamen de la Corte Constitucional blinda un rotundo fracaso. El anexo y la justificación de la pregunta 3 de la consulta popular del 4 de febrero de 2018, cuya aprobación habilitó la creación del Consejo transitorio, indican claramente que el propósito del Consejo transitorio era “viabilizar” un proceso para reinstitucionalizar el Estado. 

Al amparo de esta facultad de reinstitucionalización, el Consejo transitorio destituyó a 28 autoridades, con normas creadas por ellos mismos y con un claro sesgo en su juzgamiento. También (en un claro abuso de sus atribuciones) nombró a algunos de sus reemplazos temporales, además de organizar unos concursos chafas para nombrar a los definitivos (el de la Fiscal fue escandaloso). El Consejo transitorio fue una herramienta política disfrazada de órgano de justicia. Y fue muy eficaz: le organizó la cancha al gobernante anti-correísmo.  

En todo caso, la reinstitucionalización del Estado ha sido un fracaso rotundo. A raíz de ella, se eliminaron instituciones y se redujeron presupuestos y personal. En consecuencia, se debilitó a un Estado disfuncional y corrupto hasta niveles nunca antes vistos. Hoy el Ecuador está tomado por el narco, es un país de violencia desbordada y de pobreza generalizada, de gente en fuga que cruza a pie el Tapón del Darién. Es un país en caída libre, en el que lo único que sube de manera cotidiana son los precios y la tasa de muertos por cada 100.000 habitantes. 

Si esto es la reinstitucionalización, es un adefesio criminal.

Finalmente: el dictamen de la Corte Constitucional va a caer, tengan la certeza. Pero no será aquí, en esta tierra perdida para el Estado de Derecho.

Veintemilla robó el Banco del Ecuador

8 de septiembre de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 8 de septiembre de 2023.

En la historia política del delirante Ecuador, el general quiteño Ignacio de Veintemilla era el que había ejercido la máxima autoridad del Poder Ejecutivo durante el mayor tiempo consecutivo (1876-1883), hasta que el economista guayaquileño Rafael Correa le rompió el récord (2007-2017). Su historia al mando del Poder Ejecutivo merece contarse: incluyó un golpe de Estado, un autogolpe de Estado y la guerra civil de 1882-1883, y concluyó con el robo a un banco y su partida al exilio.  

Empezó sus andanzas el general Veintemilla cuando, siendo el Comandante General de la Plaza de Guayaquil, él lideró un golpe de Estado y se declaró “Jefe Supremo de la República” en un abierto desafío al gobierno constitucional del cuencano Antonio Borrero. Esta Jefatura Suprema fue proclamada por el Cabildo de Guayaquil el 8 de septiembre de 1876 para que el general Ignacio de Veintemilla gobierne “bajo los verdaderos principios de la causa liberal”. 

Triunfante su golpe de Estado, el general Veintemilla siguió el procedimiento usual y convocó a una Asamblea Constitucional que se reunió en Ambato y que lo designó primero Presidente constitucional interino (42 votos) y después Presidente constitucional definitivo (48 votos). El Presidente Veintemilla no concluyó su período constitucional de gobierno, pues nuevamente se declaró Jefe Supremo tras el auto-golpe de Estado del 26 de marzo de 1882.

El cambiante y violento gobierno del general Veintemilla concluyó el 9 de julio de 1883 cuando, perdedor en la guerra civil que siguió a su auto-golpe de Estado, debió abandonar el Ecuador abordo del vapor Santa Lucía. Entre 1876 y 1883 él gobernó, en total, por seis años, diez meses y un día. 

Pero antes de abandonar el Ecuador, el general se aseguró de obtener el dinero de un banco guayaquileño... Por la fuerza.

En mayo de 1883, el general Veintemilla solicitó al Banco del Ecuador que le conceda un préstamo de 200.000 pesos. Ante la negativa de los gerentes, el general dispuso que se le otorguen los 200.000 pesos en calidad de “empréstito forzoso”. Y mandó a que la Fuerza Pública satisfaga su disposición.

El 8 de mayo de 1883, en presencia de los gerentes del banco, de los cónsules de varios países y de los perpetradores del “empréstito forzoso”, el escribano público Juan Rivas levantó un acta del expolio que sufrió el Banco del Ecuador. Allí constató que el coronel Manuel Castro “como comisionado de S.E. el General don Ignacio de Veintemilla, iba a proceder a la ruptura de la puerta de la bóveda del Banco del Ecuador, a lo que se opusieron y protestaron los señores cónsules”, pero que el coronel Castro insistió porque “tenía orden de hacer sacar doscientos mil pesos de dicha bóveda”. Procedió a romper el candado que la aseguraba con un cincel y un martillo. 

El coronel Castro cumplió su cometido, y todavía más: sacó otros 120.000 pesos con la excusa de un dinero que el Banco de la Unión (donde el general poseía una cuenta) tenía depositado en una cuenta corriente del Banco del Ecuador. De todo este dinero (en total, 320.000 pesos) jamás se volvió a saber.

Ignacio de Veintemilla salió al exilio en 1883 y volvió al Ecuador en 1907. Murió en Quito, al año siguiente.

La curiosa variación de un filántropo

1 de septiembre de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 1 de septiembre de 2023.

En su cuento El atroz redentor Lazarus Morell, Jorge Luis Borges ironizó que el ilustre obispo Bartolomé de las Casas “tuvo lástima de los indios que se extenuaban en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas, y propuso al emperador Carlos V la importación de negros que se extenuaran en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas”. A esta “curiosa variación de un filántropo” escribió Borges, “debemos infinitos hechos”, entre ellos, “el tamaño mitológico de Abraham Lincoln” y “la deplorable rumba El Manisero”. En lo que respecta a esta columna, ella busca explicar el razonamiento que hizo posible esta “curiosa variación”.

Bartolomé de las Casas (Sevilla, 1484-Madrid, 1566) vivió en tiempos en que las sociedades católicas estaban en permanente guerra con los infieles, es decir, con todos aquellos que no creían que Jesucristo era el salvador y el Papa su vicario en la Tierra, etc. Como producto de esta continuada guerra de signo religioso, la captura de un enemigo de la fe para convertirlo en esclavo era considerado un acto justo. Y también lo era si los europeos los compraban (para esta época, esto era comercio de los portugueses) siendo ellos ya esclavos. En una de estas dos categorías incurrían (supuestamente) todos los esclavos provenientes del África. 

Así, la “curiosa variación” que Borges le atribuye a Bartolomé de las Casas es un asunto de justo título. La esclavitud, como la captura en una guerra o como la compra de alguien ya esclavizado, tenía un justo título. Pero lo mismo no podía predicarse de los indígenas de América, como bien lo advirtió de las Casas, pues ellos nunca habían tenido la posibilidad de conocer que Jesucristo era el salvador y el Papa su vicario en la Tierra, etc. Tampoco podía decirse que su relación con los europeos en América fuera el fruto de la compraventa de un ser humano previamente esclavizado. Los indígenas eran un caso aparte.

Bartolomé de las Casas había llegado a América en 1502. Por unos años fue conquistador, tan encomendero como el resto y dueño de un esclavo negro. Se ordenó como sacerdote en 1507. Entre 1516 y 1542 le dirigió varios memoriales al emperador Carlos V solicitándole que autorice la importación de esclavos a América para que realicen trabajos físicos extenuantes en las minas y plantaciones en reemplazo de unos indígenas menos dotados que ellos para tales propósitos.  

Con el tiempo, el obispo de las Casas cambió de opinión: se dio cuenta (por conocer las historias de los esclavos, por leer las crónicas de los portugueses en África Occidental) que el justo título que debía tener un comerciante portugués para que la compraventa del esclavo sea legítima en América, rara vez ocurría. Los portugueses hacían gala de abusos y pillajes, y arrasaban a las comunidades en busca de africanos para capturar. Los europeos fueron tan brutales en América como en África.

Al final de sus días, el obispo de las Casas reconoció el error de su “curiosa variación”. En oposición a la idea de esclavizar a una porción de la humanidad, escribió: “Dios no hizo a uno esclavo de otro, sino que a todos concedió idéntico arbitrio; y la razón es que a una criatura racional no se la subordina a otra”.

Amén.