El caso de Quito

28 de julio de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 28 de julio de 2023.

El caso de Quito es el de un tribunal inferior devenido en república a la fuerza. Quito se convirtió en sede de una audiencia por real cédula del 29 de agosto de 1563, firmada por el rey Felipe II. Entró en funciones el 18 de septiembre del año siguiente.

Una audiencia era, en esencia, un tribunal de justicia. La monarquía española instituyó en América numerosas audiencias, compuestas de un presidente y de un número de oidores (digamos, jueces) que variaba según la importancia de la audiencia. Por una parte, las audiencias de México y de Lima (capitales de virreinato) llegaron a tener doce oidores; la de Quito siempre se mantuvo en cuatro oidores.

Ocurre que esta audiencia de Quito siempre fue una audiencia subordinada (cuando fue audiencia, porque entre 1717 y 1723 fue suprimida). Era subordinada porque si en Quito se decidía algo, siempre podía ser apelado ante una audiencia superior. Desde 1563 hasta que se fundó en 1739 el virreinato de Nueva Granada, ese órgano superior fue la audiencia de Lima. Desde 1739 hasta la extinción de las audiencias con la caída de la monarquía española, ese órgano superior fue la audiencia de Santa Fe. Todas las audiencias estaban subordinadas a la decisión del rey en Europa.  

El reconocido historiador Federico González Suárez escribió: “Por una especie de fatalidad hasta los hombres buenos y mejor intencionados, cuando venían a Quito investidos de autoridad, se dañaban”. Y explicaba como razón: “la enorme distancia a que se encontraban de la Corte y la tardía administración de justicia por parte del soberano, cuyas resoluciones se dictaban al cabo de años de cometido el delito, les daban cierta impunidad, muy perjudicial para la moral y las buenas costumbres”. 

En este ambiente, Quito resultó un bastión del gobierno español. Es un hecho que no hay héroes quiteños en la batalla del Pichincha y que su contribución a la independencia fueron unos soldados de baja graduación. Los firmantes del Acta producto de la batalla fueron un novogranadino (Morales) y un altoperuano (Santa Cruz), delegados por un venezolano (Sucre). Quito fue liberada de España pero no para darle autonomía sino para incorporarla a una república, acorde a una ley en cuya creación ningún quiteño participó: la Constitución de Cúcuta de 1821.

Por siglos, la jurisdicción de la audiencia de Quito abarcó un espacio mucho más allá del río Carchi: llegaba hasta Popayán. Una vez sumada a la fuerza a una nueva república (se llamaba Colombia, le decían “la gran”), por una ley que se decidió en 1824, cuando Quito y otros territorios se separaron en 1830 para fundar el Ecuador, resultó que Colombia le impuso al Ecuador el hecho (disputado por las armas y vencedora Colombia en 1832) que sus límites terminaban en el río Carchi. Y así es que, de aquel territorio sobre el que Quito administró justicia hasta 1822, apenas unos diez años después perdió su mayor parte por la decisión/imposición de Colombia.  

Tal el caso de Quito: una audiencia subordinada, liberada a la fuerza de España, sometida sin consenso a Colombia, que finalmente la privó de unos enormes territorios al norte con los que Quito había estrechado vínculos (económicos, políticos, familiares) durante siglos. 

Thomsen y Esmeraldas

21 de julio de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 21 de julio de 2023.

Moritz Thomsen nació en 1915 en Seattle, en el seno de una familia de millonarios. Murió en 1991 en Guayaquil, víctima de una enfermedad de pobres.  

Para huir de un padre a quien calificó de “tiránico”, Moritz Thomsen se incorporó en 1964, a la edad de 48 años, a los Cuerpos de Paz. Lo enviaron en una misión a Río Verde, Esmeraldas, con el propósito de realizar un proyecto de agricultura. Allí permaneció cuatro años, de un total de los treinta y cinco que vivió en el Ecuador. El proyecto fracasó, pero su permanencia en Esmeraldas le concedió a Thomsen el material para la escritura de sus libros. (Las citas de este artículo corresponden a Bad news from a black coast [Malas noticias desde una costa negra], libro que recoge los últimos apuntes de Thomsen y publicado de forma póstuma el año 2018.) 

En Esmeraldas, Thomsen se encontró con “el desesperante mundo de la pobreza, un mundo más brutal que cualquier cosa que yo haya imaginado”. Calificó a la pobreza como una forma de locura (“insanity”), a través de la cual palpó “un mundo de sufrimiento y de muerte temprana, de heridas abiertas y hambre (…), de malicia, envidia, celos, de hermanos robando a hermanos; en resumen, una sociedad sometida a estas insoportables presiones, que se empieza a desintegrar”.

Thomsen vio en Esmeraldas el abandono del Estado, que era percibido por la gente como un enemigo. Esto, porque Esmeraldas fue un territorio de conquista para la gente de la Sierra. Para explicarlo, Thomsen recontó que en 1912, cuando Carlos Concha y sus huestes declararon la guerra al gobierno del presidente Leónidas Plaza, “contra lo que se levantaron los negros fue contra la dominación de los forasteros serranos. Ellos lo perdieron todo frente a la gente de la montaña y no recibieron nada a cambio. Ellos dijeron ‘ok, si insisten, somos ecuatorianos’ y luego no recibieron ninguno de los servicios públicos que era esperable que el gobierno nacional les proveyera. No vías, no puentes, no escuelas ni hospitales, agua potable o electricidad, nada salvo la arrogante presencia de la policía mestiza y los políticos rapaces”.

Para explicar el colapso de Esmeraldas, Moritz Thomsen recordó una frase del laureado escritor V. S. Naipaul: “el colapso de la sensibilidad”. Thomsen escribió: “El colapso de la sensibilidad, qué hermosa frase para describir lo que suele ocurrir en los países más pobres entre los pobres, esa terrible caída a la animalidad”.

Después de veinte años de vivir en Esmeraldas, Thomsen afirmaba que el pueblo había cambiado, pero para peor. La sociedad que él conoció había empezado a desintegrarse, “y sentí que pronto, si tan sólo pudiera vivir unos años, podría ver a bandas de ladrones y asesinos”, y que la ciudad de Esmeraldas “existía tan solo para ser destruida y, en un futuro no distante, ser entregada a las llamas”. Consideraba naïve que se piense en alguna ciudad estadounidense como el futuro. Thomsen decía, tajante: “Esmeraldas es el futuro”. Un futuro en llamas. 

Hoy, Esmeraldas es una de las tres zonas más violentas de la región más violenta del mundo. Tal vez sea el infeliz preludio de un mundo Mad Max.

Moritz Thomsen murió en Guayaquil, víctima de la epidemia de cólera del año 1991.

La vacuna de Noguchi

14 de julio de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 14 de julio de 2023.

Hideyo Noguchi (1876-1928) fue un médico japonés a quien Guayaquil recuerda con gran cariño y una calle que nace en el centro y muere en El Oro. En esta ciudad, el japonés es el protagonista de una leyenda que le atribuye a él haber descubierto el agente causal de la fiebre amarilla, con ocasión de su visita a Guayaquil en 1918. Ese descubrimiento jamás ocurrió.

Noguchi era un científico reconocido y respetado cuando acometió la tarea de investigar sobre el agente causal de la fiebre amarilla (en su Japón natal, su imagen adorna el billete de 1.000 yenes). Cuando acudió a Guayaquil, lo hizo como parte de una primera misión que la Fundación Rockefeller envió en junio de 1918 y con el propósito de investigar sobre el agente causal de la fiebre amarilla. Una segunda misión, que llegó en noviembre de 1918 a cargo del doctor Michael Connor, se dedicó a implementar en Guayaquil, entre noviembre de 1918 y mayo de 1919, lo que tan bien había funcionado en otras partes de América: las medidas antilarvarias para prevenir la proliferación del mosquito Aedes Aegypti (el “odioso egipcio”). Como resultado de estas medidas, a Guayaquil se la declaró libre de la fiebre amarilla en mayo de 1920.

En todo caso, Noguchi realizó sus investigaciones en Guayaquil y pensó haber encontrado el agente causal de la fiebre amarilla. Aquí lo festejaron y lo agasajaron; le concedieron el título de doctor honorario de la Facultad de Medicina de la Universidad de Guayaquil y el gobierno nacional lo nombró Cirujano Mayor honorario en el grado de Coronel del Ejército. Frente a tanto entusiasmo, un estudio publicado en el Singapur Medical Journal el 2014 indicó que su hallazgo en Guayaquil le costó a Noguchi “duras críticas sobre su metodología, mala conservación de registros, exceso de confianza y prisa”, además de comentarios en torno a “realizar experimentos humanos poco éticos”.  

La hipótesis que Noguchi precipitó en Guayaquil era que la fiebre amarilla era transmitida por una leptospira icteroides. Sobre esta hipótesis, Noguchi se animó a preparar una vacuna que la Fundación Rockefeller aprobó y distribuyó por el mundo hasta 1927, cuando de manera concluyente se probó que no servía para nada. Esto, por la obvia razón de que el origen de la fiebre amarilla no estaba en ninguna leptospira icteroides, sino en la transmisión de un virus por la picadura de la hembra del mosquito Aedes Aegypti. 

El sudafricano Max Theiler elaboró en 1937 una vacuna que sí sirvió (y que se sigue usando hasta la fecha) y, por su contribución a la erradicación de la fiebre amarilla en el mundo, se le otorgó el premio Nobel de medicina en 1951. 

Este triunfo del sudafricano ya no lo vio Noguchi. En 1928 él viajó a África occidental para continuar con sus investigaciones sobre el agente causal de la fiebre amarilla. En Acra (hoy, capital de Ghana) lo picó una hembra del mosquito Aedes Aegypti y contrajo el virus. Por esos días, Noguchi todavía pensaba que el agente causal era una leptospira, a la que por entonces ya llamaba leptospira interrogans. 

Hideyo Noguchi murió en Acra el 21 de mayo de 1928, de la fiebre amarilla que contrajo en el curso de una investigación que resultó un error (vacuna incluida).

Catorce días de furia

7 de julio de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 07 de julio de 2023.

Fueron catorce días de furia, entre el 25 de noviembre y el 8 de diciembre del 2004. Catorce días que costaron 13.021.144,90 millones de dólares, pagados a un total de treinta y seis autoridades destituidas en aquellos días de harta demencia estatal.

Quien ordenó el pago fue un órgano del derecho internacional porque a la harta demencia del Estado le da por pensar que las estupideces, absurdos y abusos que comete son jugadas magistrales que exige el momento. Este órgano (la Corte Interamericana de Derechos Humanos) es uno que el Estado del Ecuador le ha reconocido (en un rapto de lucidez y de autoflagelación) la competencia para conocer las violaciones a los derechos humanos que se cometan en su territorio. Y allí entran estos catorce días de furia, vía tres casos resueltos por la Corte Interamericana.  

El primero de ellos (Quintana Coello y otros) fue resuelto el 23 de agosto de 2013 y trató sobre la destitución de veintisiete jueces de la Corte Suprema de Justicia; el segundo (Camba Campos y otros) fue resuelto el 28 de agosto de 2013 y trató sobre la destitución de ocho vocales del Tribunal Constitucional; el tercer caso (Aguinaga Aillón) fue resuelto el 30 de enero de 2023 y trató sobre la destitución de un juez del Tribunal Supremo Electoral. En todos ellos, el denominador común fue la violación de los derechos al debido proceso y a la protección judicial.

Ocurrió que esos días finales del 2004 el Congreso Nacional (así se llamaba entonces la hoy Asamblea Nacional) tenía un gran plan político y no iba a permitir que nadie le impida su concreción. El gobierno de la época, presidido por Lucio Gutiérrez, para salvarse de un inminente juicio político pactó con el PRE, cuyo líder máximo (el exPresidente Abdalá Bucaram) se encontraba exiliado en Panamá. El gran plan político era el retorno de Bucaram, que ocurrió el 2 de abril de 2005. Unos días después, los militares le retiraron su apoyo al Presidente Gutiérrez. Cayó el 20 de abril. El gran plan le explotó en la cara. 

La parte de que nadie le iba a impedir al Congreso Nacional la concreción de su gran plan es la que lo convirtió a este órgano del Estado en el furioso agente de las violaciones a los derechos humanos de las treinta y seis autoridades que destituyó. El 25 de noviembre de 2004, el Congreso destituyó en una sola resolución (No. R-25-160) a los vocales del Tribunal Constitucional y a los jueces del Tribunal Supremo Electoral. Acto seguido, nombró a sus reemplazos. El nuevo Tribunal Constitucional dictó una resolución por la cual impidió que se presenten recursos contra la Resolución No. R-25-160, blindando así lo actuado por el Congreso Nacional. 

Unos días después, el 8 de diciembre de 2004, el Congreso destituyó a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y nombró a sus reemplazos (la recordada “Pichicorte”), que iban a allanar el camino judicial (vía anulación de juicios) para el retorno de Bucaram. 

Parecía una jugada magistral y resultó una furiosa estupidez. En el foro internacional, el Estado del Ecuador es un hazmerreír.  

La harta demencia del Estado cuesta millones. Y vuelve cada cierto tiempo (es recurrente) para tropezar con esta misma piedra de los abusos sin cuento.