La breve República del Chúpalo

29 de octubre de 2021


El escenario es el bar ‘El tufo intergaláctico’. Un viajero en el tiempo entra y dice a viva voz lo siguiente:

 

Vengo del futuro, de la breve República del Chúpalo’.

 

El respetable hizo inmediato silencio. El viajero continuó:

 

Les cuento. Guayaquil es una ciudad en La Tierra. Como pocas en La Tierra, Guayaquil no hizo nada para evitar los efectos del cambio en el clima provocado por el resto de la Tierra. Pero es que es peor, porque durante demasiados años en Guayaquil hicieron lo contrario a lo que era necesario, así que cuando llegó una época de lluvias torrenciales y sin cuento ni fin, a Guayaquil la agarraron con la bata alzada, como quien dice. La ciudad se convirtió en inhabitable y ya era una ciudad muy desordenada e irrespetuosa de la autoridad, pero cuando ocurrió este desastre, al grito guerrero de ‘ya qué chucha’ los suburbios de Guayaquil decidieron tomarse los sectores de clase media, e incluso los sectores exclusivos en sus extramuros, allende el río. Los que se sentían demasiado aniñados o zapallentos para vacilar la calle, fugaron los que pudieron a Miami, o a Panamá en bote, en los que fueron conocidos como los neo-cubanos. Los que se quedaron buscaron refugio en los extramuros de Guayaquil, especialmente en Samborondón, capital Mocolí. Se destruyó el puente y durante un breve tiempo, la antigua Guayaquil se dividió en dos repúblicas: la República de Mocolítown y la República de Ñengotown, separadas por un puente roto. Pero ocurre que la gente en Ñengotown no se la jamaba de ninguna y tenía años que usaba muchas armas de alto calibre, bien y de manera efectiva, era además avezada y desahuevada de la mente, así que no tuvo problema en hacer con la efímera Mocolitown lo que antaño se hizo en el saco de Roma o el asalto de Constantinopla por la secta cristiana, que paradójicamente era la secta predilecta de los habitantes de Mocolítown. Consolidado el gobierno ñengoso en todo el terreno de la urbe se enviaron emisarios a los que se consideraron representantes populares de los otros territorios de la Costa, a los se los dotó de armas e instrucciones y se inició una nueva guerra civil entre la Costa y la Sierra. Guayaquil era parte de un país llamado República del Ecuador, que se originó en una guerra civil* y que terminó sus desventuras con esta guerra civil. Un país sin propósito útil, que murió de la misma manera en que se desarrolló y nació: en medio de la lucha incesante y la violencia cruel. Ahora, los años en un centro de entrenamiento delincuencial llamado Penitenciaría del Guayas rindieron frutos y consolidaron la independencia de un territorio incluso mayor al que tenía la provincia de Guayaquil en los tiempos en que fue una colonia europea (de Europa, el continente más perverso de la Tierra). Así, la independencia de la Sierra, viejo anhelo de los de Mocolítown, fue obra de los ñengosos. En la plenitud del auto-gobierno, el alto mando de Ñengotown, primus inter pares en la Costa ñengosa, tuvo que decidir sobre cómo refundar los símbolos de la naciente Patria e impuso al ñengoso más chistoso, Jorgito El Guayaco, como su símbolo. Conservaron el escudo del Ecuador, pero sacaron al pajarraco y pusieron a Jorgito El Guayaco encima del escudo. Erecto, con una palabra escrita como en spray, ‘Chúpalo’, saliendo de su sonrisa torcida. En la bandera, conservaron los colores de Guayaquil y todas las estrellas, salvo una, la del centro, convenientemente reemplazada por Jorgito El Guayaco nuevamente con la palabra ‘Chúpalo’. Luego se fueron a la mierda (no culpes a la hache): Llamaron al territorio República del Chúpalo y su himno fue la canción ‘Chúpalo’ de Jorgito El Guayaco. Este es el video:


 



La gente en el bar miró asombrada a la proyección holográfica del video, más bien embobada primariamente por el hamaqueo de los tujes y la singularidad del personaje. El viajero interrumpió la proyección del video para concluir su relato:

 

Como dato de color, los habitantes de la República del Chúpalo se preciaban de pronunciar su nombre con el tono gutural del buen Jorgito. Pero la República del Chúpalo no duró mucho. La violencia, la auto-destrucción y la hache la consumieron. Fue una mezcla efímera y explosiva de Honduras y Haití, una Camboya de los jemeres rojos con sazón sudamericana, un verguerío de aquellos. Entonces, la China, que en la Tierra era el hegemón, dijo también ‘ya qué chucha, chop suey’, y cual ñengosa imperial arrasó con Ñengotown, exGuayaquil. Hizo como los holandeses hicieron, hoy tan reputados en La Tierra como civilizados y huevadas, con una islita de asiáticos cuando anduvieron en busca de las especias: Hijueputamente, los arrasaron a todos, no dejaron a uno vivo, fue un tsunami de sangre. Eso mismo hicieron los chinitos con Ñengotown. Sobre la ciudad arrasada, montaron un hub de comercio, prosperidad, eficacia y todas las formas de la felicidad valorables en dinero, que convirtieron a Guayaquil en la Singapur de Sudamérica. La nueva casta de chinitos decidió conservar el viejo nombre: llamaron a este hub de prosperidad y felicidad hardcore, Guayaquil’.

 

Uno de los habitúes del bar ‘El tufo intergaláctico’ le espetó, entonces: ‘¿Y cuál es la moraleja de tu historia, forastero intertemporal?

 

Que la élite de Mocolitown siempre soñó hacer de Guayaquil una Singapur y cuando finalmente lo fue, lo fue porque la Guayaquil de unos fulanos llamados socialcristianos (salvo los muy oscuros de piel, todos habían encontrado refugio en Mocolítown) fue convenientemente arrasada, primero por ñengosos al grito de ‘ya qué chucha’, y después por los chinos al grito de ‘ya qué chucha, chop suey’. Pobre gente: su extinción total fue el paso necesario para concretar su sueño’.

 

La gente en el bar se cagJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA. El viajero intertemporal, de buen humor, invitó una ronda de tragos**

 

~*~

 

* Sobre el nacimiento de la República del Ecuador, en 1835 y como consecuencia de una guerra civil, v. ‘La República nació en un barco (1834-1835)’.

** A personal hero.

Constituciones y Presidencias concluidas

27 de octubre de 2021


En principio, se debe distinguir entre el Estado del Ecuador y la República del Ecuador. El Estado ecuatoriano surgió en 1830 por la secesión del Distrito del Sur de la República de Colombia (v. ‘Principio y fin del Estado del Sur’), mientras que la República del Ecuador surgió en 1835 como fruto de una guerra civil (v. ‘La República que nació en un barco’). El Estado del Ecuador, en 1830, quería ser un Estado independiente confederado con otros Estados para conformar la República de Colombia (pero nadie le dio ni cinco de bola a su quimera), mientras que, en 1835 y ya desahuevado de la mente, el Ecuador fue una República independiente, en pie de igualdad con la República de la Nueva Granada (alias con el que operaba la patria de Pablo Escobar por aquel entonces). Si las contamos como Estado, el Ecuador ha tenido un total de 19 Constituciones en vigor. Si las contamos como República, el Ecuador ha tenido de 18 Constituciones.


Constituciones [sea como Estado o República]

Períodos de gobierno y Presidencias Constitucionales

Total de períodos de gobierno

1830

1830-1834 [Juan José Flores]*

1

1835

1835-1839 [Vicente Rocafuerte] y 1839-1843 [Juan José Flores]

2

1843

XXX

0

1845

1845-1849 [Vicente Ramón Roca]

1

1851

XXX

0

1852

1852-1856 [José María Urbina]

1

1861

1861-1865 [Gabriel García Moreno]

1

1869

1869-1875 [Gabriel García Moreno y Francisco Javier León]**

1

1878

1878-1882 [Ignacio de Veintemilla]

1

1884

1884-1888 [José María Caamaño] y 1888-1892 [Antonio Flores Jijón]

2

1897

1897-1901 [Eloy Alfaro] y 1901-1905 [Leónidas Plaza]

2

1906

1906-1911 [Eloy Alfaro], 1912-1916 [Leónidas Plaza], 1916-1920 [Alfredo Baquerizo Moreno] y 1920-1924 [José Luis Tamayo]

4

1929

XXX

0

1938***

XXX

0

1945

XXX

0

1946

1948-1952 [Galo Plaza], 1952-1956 [José María Velasco] y 1956-1960 [Camilo Ponce]

3

1967

XXX

0

1979

1979-1984 [Jaime Roldós y Oswaldo Hurtado], 1984-1988 [León Febres-Cordero], 1988-1992 [Rodrigo Borja] y 1992-1996 [Sixto Durán-Ballén]

4

1998

XXX

0

2008

2009-2013 [Rafael Correa], 2013-2017 [Rafael Correa], 2017-2021 [Lenin Moreno]

3

* Durante este período de Flores rigió una Constitución provisional a un aborto de Estado, sin República y sin futuro. Es la Constitución de nuestra ‘Patria Boba’.

** Francisco Javier León sucedió a García Moreno tras su magnicidio el 6 de agosto de 1875, completó su período de gobierno (faltaban apenas 4 días) y llamó a unas nuevas elecciones (pues García Moreno iba a sucederse a sí mismo, siendo como fue el primer Presidente ecuatoriano reelegido de manera consecutiva, aunque no pudo ejercer su cargo por causa de muerte) y le entregó el gobierno al sucesor.

*** Este Constitución se la coloca únicamente para fines ilustrativos, pues jamás entró en vigor.

 

El saldo es que seis Constituciones de la República no alcanzaron a regir ni un período de gobierno (se excluye de esta cuenta, con justicia, a la Constitución de 1938, que jamás entró en vigor). Otras seis Constituciones más alcanzaron a regir sobre un único período de gobierno*. Tres alcanzaron a regir sobre dos períodos de gobierno (1835, 1884, 1897). Dos Constituciones, incluyendo la actual, han regido sobre tres períodos de gobierno (1946, 2008). Y dos Constituciones más ostentan son las que ostentan el récord de haber regido sobre cuatro períodos de gobierno: las de 1906 y de 1979, aunque esta última es la única en toda la historia del Estado ecuatoriano que lo ha conseguido de manera consecutiva**.

 

En pocas palabras, desde los tiempos en que entró en vigencia la primera Constitución de la República del Ecuador en 1835 hasta la fecha, han existido un total de 18 Constituciones y un total de 25 Presidencias Constitucionales que concluyeron su período de gobierno. Es una cifra paupérrima, lamentable.

 

~*~

 

* No se cuenta la Constitución de 1830, porque debemos entender que el tiempo como un Estado sin República es nuestro tiempo de ‘Patria Boba’.

** Curiosa paradoja: depende de Lasso que la Constitución de Correa (2008) empate el récord de cuatro Presidencias consecutivas bajo una misma Constitución. 

A Guayaquil la democracia le sienta mal

23 de octubre de 2021

 

El fenómeno más importante de los últimos años en el Ecuador es su acelerada urbanización y, como consecuencia, el crecimiento del rol de las ciudades para articular y dar sentido a la vida de las personas. Desde la década del cuarenta (después de perder la guerra con el Perú, después de la Segunda Guerra Mundial, en el año de N. S. de 1947) se empezó a elegir a los presidentes de las municipalidades por el voto de la población de su jurisdicción. Para el caso del cantón Guayaquil esto implicó, entre 1947 y la actualidad (es decir, sus buenos 74 años), la elección popular de un total de trece autoridades, once hombres (Guerrero por dos veces, Guevara, Estrada, Robles, Menéndez, Assad Bucaram por dos veces, Huerta, Hanna, Abdalá Bucaram, Febres-Cordero por dos veces y Nebot por cuatro veces) y dos mujeres (E. Bucaram y C. Viteri).

 

Hasta la llegada del socialcristiano al poder en Guayaquil, la ciudad vivió una época de honda inestabilidad. Entre los 45 años que van desde 1947 hasta 1992, únicamente los alcaldes Rafael Guerrero Valenzuela en 1947, Luis Robles Plaza en 1957 y Assad Bucaram Elmhalin en 1967 lograron terminar sus períodos. En ese mismo tiempo, un total de nueve autoridades (ocho hombres y una mujer) no terminaron sus períodos en la Alcaldía: el mismo Rafael Guerrero Valenzuela tras su reelección en 1949, Carlos Guevara Moreno en 1951, Emilio Estrada Icaza en 1955, Pedro Menéndez Gilbert en 1959, Assad Bucaram Elmhalin en su primera elección en 1962, Francisco Huerta Montalvo en 1970, Antonio Hanna Musse en 1978, Abdalá Bucaram Ortiz en 1984 y Elsa Bucaram Ortiz en 1988. Tres períodos concluidos vs. nueve períodos que no. Un récord lamentable.

 

Desde 1992, la Alcaldía de Guayaquil ha vivido un período de estabilidad, en claro contraste a los 45 años precedentes. En estos últimos 29 años todos los Alcaldes han terminado su período: el Alcalde Febres-Cordero entre 1992 y 2000 y el Alcalde Nebot entre 2000 y 2019. Ahora está en el Sillón de Olmedo, desde el 2019, la Alcaldesa Cynthia Viteri, auténtica Jocelyn Mieles de la administración pública que ha sobrevivido a tantos actos absurdos en su período que es seguro que lo terminará (la prensa de Guayaquil es generosa con –o debo decir: perra de- la derecha local).

 

Esta estabilidad se debe al dominio absoluto en Guayaquil de una tienda política, el Partido Social Cristiano. Su invariable triunfo ha sido el triunfo de la perversión (v. ‘El lado perverso del socialcristianismo’ y ‘Guayaquil y el modelo que tocó fin’) y, por ende, un derrotero seguro a la auto-destrucción por inundaciones. Es cuestión de tiempo.

 

Pobre Guayaquil: en tres generaciones ha pasado de una honda inestabilidad a una estabilidad perversa, en decidido rumbo a ser una ciudad estúpida y sub-acuática.

El lado perverso del socialcristianismo

22 de octubre de 2021


Sostengo que la ciudad de Guayaquil vive las horas más bajas de su historia. La premisa fundamental para esta idea la he desarrollado en mi artículo ‘Dworkin, Guayaquil, y asaltar el Tía, que es un análisis en clave guayaca del artículo de Ronald Dworkin Why Liberals Should Care About Equality? (¿Por qué debe importar a los liberales la igualdad?). Mi artículo sobre Dworkin y asaltar el Tía lo concluí con la siguiente reflexión:
 
‘¿(D)e qué comunidad se les puede hablar a estos excluidos? Ellos, lo que realmente quieren, es asaltar el Tía, y cuando tienen chance, pues lo hacen. Y Guayaquil, que se joda.
Que es exactamente lo que piensan los tipejos de las empresas constructoras, mientras cuentan su billete, na’ más que a otra escala. Y es por esto, por esta generalizada desidia de los pobres y de los ricos hacia la ciudad que habitan, así como por la ausencia de pensamiento crítico en su clase media, que estamos tan, pero tan mal. Y es por la sostenida estupidización que ha tenido lugar aquí, que ni siquiera nos damos cuenta.
Salvo los del Tía. Ellos sí que se dan cuenta’.
 
Ocurre que ahora no únicamente los del Tía se dan cuenta de los violentos frutos del largo y sostenido proceso de casi 30 años de exclusión social bajo el dominio socialcristiano. Este año 2021, lleno de violencia y muertes en la cárcel de Guayaquil y en la ciudad entera, ha puesto en evidencia que la exclusión social (es decir, la incapacidad de responder a la pregunta ‘¿de qué comunidad se les puede hablar a estos excluidos?’) ha producido una violencia en las calles que no se experimentaba, por lo menos, desde los años noventa (1).
 
Así, el lado perverso del modelo socialcristiano es la exclusión social que han producido sus políticas de crecimiento urbano (2). El de Guayaquil ha sido un crecimiento no planificado, orientado al beneficio de las grandes empresas constructoras (sector de donde emergió el Alcalde socialcristiano que lo fue por 19 de los 29 años del dominio del PSC en la ciudad) y con un enfoque diferenciado para la satisfacción de las necesidades básicas en los sectores de clase media y en los sectores populares, donde (mal)viven la inmensa mayoría de habitantes de la ciudad. Un informe de expertos de la Corporación Andina de Fomento, que fue pedido el 2013 por la propia Alcaldía de Guayaquil, describió con precisión el (mal)vivir en los sectores populares:
 
lotes pequeños para las viviendas, aceras y accesos estrechos, limitadas áreas verdes, y en general una clara tendencia hacia la impermeabilización del suelo urbano –inclusive en las divisorias y laterales de calles y avenidas construidas en fechas recientes. Este tipo de ocupación aumenta notablemente la temperatura de la ciudad, incrementa significativamente los picos y la velocidad del escurrimiento durante las crecidas de la escorrentía superficial, produce erosión y aumenta la contaminación de las aguas pluviales(3).
 
Esto es lo que les toca en Guayaquil a las personas que no pueden acceder al mercado formal de vivienda, que son la inmensa mayoría. Porque el credo del Municipio PSC es que una persona vale tanto como el dinero que ella tenga. Si tiene dinero, puede acceder a la oferta del mercado formal de bienes raíces. Si no lo tiene, queda excluido. Nadie lo pudo expresar con mayor claridad y desdén como el líder de la administración del PSC que mejor encarnó este credo, el abogado Jaime Nebot, quien en una sesión del Concejo Municipal de octubre de 2010 en la que se debatió la ampliación de los límites urbanos de la ciudad, postuló como única alternativa para el ‘hombre pobre’ de Guayaquil que…
 
vaya compre una vivienda, vaya compre un terreno urbanizado del Gobierno, vaya compre un terreno en un lote o en una casa urbanizada por el Municipio […] voy a hacer una campaña de comunicación para decirle al hombre pobre, vaya compre una vivienda…’. (4)
 
El mismo año en que el Alcalde Nebot comunicó esta sandez, la ONU-Hábitat publicó el informe ‘Estado de las Ciudades de América Latina y el Caribe’, en el que explicó que la no existencia ‘de un programa habitacional institucional público dirigido hacia la población que no cuenta con la capacidad económica suficiente para participar en el mercado de vivienda constituye una ruptura definitiva con la posibilidad de atender las necesidades habitacionales de los hogares de bajos ingresos’. Esta exclusión, que es promovida de forma activa por el Municipio socialcristiano de Guayaquil en aras de beneficiar a sus Grandes Amigos del Negocio de la Construcción (5), produce y reproduce las ‘condiciones que contribuyen a la creación de la pobreza y a su realimentación, algunas de las cuales hacen parte del concepto que las define como trampas de pobreza(6). Vivir en una trampa de pobreza implica para los excluidos, necesariamente, una ruptura con cualquier ideal de comunidad que incluya a las autoridades públicas.
 
Una ciudad así diseñada es campo fértil para que un choque externo produzca un aumento de la violencia y que ella se tome las calles. Este choque externo ocurrió y fue la creciente presencia, desde 2016, de los carteles mexicanos del negocio de la droga, principalmente de la cocaína (7). Sumado a este escenario, una continua desinstitucionalización del Estado, en especial de su sector carcelario (8), más su habitual ineficacia y su consabida corrupción: sólo queda esperar por tiempos peores.  
 
Guayaquil es campo fértil porque no hay una idea de comunidad, es la tierra del sálvese quién pueda. El que puede pagar por una vivienda, accede a una vivienda como lo dejó muy claro el Alcalde Nebot. El que puede pagar por una vivienda en una ciudadela cerrada, pues la paga y se resguarda. Y si puede pagar por seguridad privada, la obtiene. El mantra parece ser que si uno se esfuerza mucho-mucho, podría huir a los extramuros de Guayaquil y ponerse a salvo. Por ejemplo, en la isla Mocolí, como lo hizo el mismísimo Alcalde Nebot.
 
Guayaquil es un campo fértil para la violencia porque la administración del PSC en Guayaquil ha despedazado el ideal del bien común. En Guayaquil no hay parques decentes (el negocio era las palmeritas), ni su administración ha sido capaz de controlar el deterioro del patrimonio común (los ríos y los esteros, las canteras). Hacia el futuro, la administración del PSC tampoco ha sido capaz de pensar las consecuencias de su modelo de desarrollo frente a las inminentes inundaciones por la elevación del nivel del mar (spoiler alert: va a ser un desastre). Sus grandes proyectos de transporte público han sido: la Metrovía un fracaso, la Aerovía un fraude. Y su norte, maldita sea, ha sido la satisfacción de los intereses económicos de unos pocos en perjuicio de las grandes mayorías (en perjuicio de los componentes social y ambiental del desarrollo sostenible). En crudo, el lado perverso del socialcristianismo ha sido el triunfo de un burdo credo individualista, que ha destrozado todo posible ideal comunitario en la ciudad (puro pinga, nunca minga). La mayor muestra del desinterés del PSC por el bien común de Guayaquil es que jamás, durante una administración iniciada en el ya lejano ’92, ha existido una clara planificación de la ciudad, por la sencilla razón de que ha resultado mejor para el grupo en el poder operar a río revuelto y en la opacidad.
 
Una ciudad así pensada y construida por casi 30 años es una trituradora serial del ideal de comunidad, un cante jondo al sálvese quién pueda. Un lugar donde la pregunta ‘¿de qué comunidad se les puede hablar a estos excluidos?’ tiene, desde este año, por respuesta las balas.
 
~*~
 
(1) Tal vez no sea únicamente una coincidencia que, tanto ese surplus de violencia noventera como el actual, sean simultáneos a la coexistencia en funciones de un gobierno nacional programáticamente de derechas (en los noventas fue el gobierno del Presidente Durán-Ballén, ahora es el de Lasso: son los dos únicos, después del gobierno de León Febres-Cordero) y una autoridad socialcristiana en la Alcaldía de Guayaquil. En los noventas, esa autoridad socialcristiana fue el mismísimo exPresidente Febres-Cordero, duro entre los duros, capo di tutti capi, mientras que ahora es una versión pop y femenina de esa fiereza inicial: es como haber hecho de Kiss, una Locomía. La Alcaldesa Viteri, como Alcaldesa de una ciudad de dos millones y medio de habitantes, es una gran Jocelyn Mieles: da la impresión de vivir en otra realidad, ajena a una ciudad que explota y arde.
(2) El lado amable del socialcristianismo es una ilusión de modernidad de la ciudad, que, como lo habrá advertido el lector perspicaz, es apenas su lado perverso pero lavado, olorizado y talqueado por los mass media.
(3) Corporación Andina de Fomento, ‘La inundación de Guayaquil en Marzo 2013’, pp. 12-13.
(4) Acta del Concejo Cantonal de Guayaquil, Sesión del 7 de octubre de 2010, pp. 11-12
(5) Lo que ocurre en Guayaquil es un evidente caso de ‘Capitalismo de Amigos’, v. ‘Explicando el negocio de la Alcaldía socialcristiana’.
(6) ONU Hábitat, Estado de las ciudades de América latina y el Caribe’, v. pp. 115-138.
(7) BBC, ‘Cómo Ecuador pasó de ser país de tránsito a un centro de distribución de la droga en América Latina (y qué papel tienen los carteles mexicanos)
(8) Lo ha dicho claramente la actual Secretaria de Derechos Humanos, Bernarda Ordóñez: ‘Por ejemplo, se eliminó el Ministerio de Justicia hace tres años; se eliminó el centro de inteligencia; el presupuesto para el eje de justicia y para lo que tiene que ver con la Secretaría de Derechos Humanos y el SNAI ha sido reducido considerablemente. Todas estas acciones contribuyen a que hoy en día tengamos un problema en el sistema de rehabilitación social. Si eso fue intencionado o no, si es que fue planeado, eso se tiene que investigar y la Fiscalía General del Estado está llamada aquí a investigar’, v. ‘Vera a su manera – 15 Octubre 2021’, min. 10:03.

La República del Ecuador (enero de 1842 a enero de 1942)

10 de octubre de 2021

En enero de 1842, el Gobernador de Guayaquil Vicente Rocafuerte y Rodríguez de Bejarano, hombre de 58 años de edad, todavía soltero (1), podía pensar en un futuro brillante para la República del Ecuador que él había contribuido a fundar en 1835.

 

En enero de 1842 el Ecuador era una joven república, dejando atrás un pasado borrascoso de insurrecciones y de guerra civil, además de una sui géneris figura jurídica de ser, entre 1830 y 1835, un Estado dentro de una República de Colombia que, en la práctica, lo ninguneó (2). Vicente Rocafuerte, hombre adinerado e ilustrado, viajero y cosmopolita, había llegado a Guayaquil en 1833, después de residir en el extranjero por 14 años, y tras varias escaramuzas, se terminó por aliar con el hombre fuerte de esos años bisoños, el general venezolano Juan José Flores, para gobernar el Ecuador. De esta alianza entre un ilustrado y un bruto surgió el triunfo militar en los arenales de Miñarica y emergió, después, una Constitución (la ambateña de 1835) que fue la primera que declaró al Ecuador como una República, ya no como el aborto de Estado que había sido en el diseño anterior.

 

La Constitución de 1835 era moderna (p. ej., establecía normas para la protección de la propiedad intelectual) y bajo su imperio ocurrió la conclusión del período de gobierno de Rocafuerte entre 1835 y 1839, su transmisión del poder ejecutivo a Flores, e incluso la conclusión del período de Flores entre 1839 y 1843. En enero de 1842, bajo la Presidencia de Flores y la vicepresidencia de Aguirre (3), Rocafuerte podía pensar que la Constitución que él moldeó en julio y agosto de 1835 garantizaba la estabilidad de los gobiernos en el territorio que el Ecuador tenía entonces, que era de alrededor de más de un millón doscientos mil kilómetros cuadrados, y que era limítrofe, por el Este, con el Imperio del Brasil. A Rocafuerte le pudo parecer en enero de 1842 que el Ecuador era una tierra promisoria para la prosperidad.

 

Pero si Rocafuerte abrigó este pensamiento, la realidad no tardó en arrebatárselo. Primero, la fiebre amarilla, que asoló a Guayaquil ese mismo 1842. Luego, la ‘Carta de la Esclavitud’ de 1843 y el primer golpe de Estado exitoso con el triunfo de la revolución marcista en 1845 y la expulsión de Flores del territorio del Ecuador en julio de ese año. Entre 1843 y 1845, el ideal de estabilidad de los gobiernos se había hecho trizas. Rocafuerte murió en 1847 y se perdió la sucesión de golpes de fuerza que se acomodaron con nuevas Constituciones.

 

Porque, después de la revolución marcista, el Ecuador fue de tumbo en tumbo, creando Constituciones para justificar variopintos golpes de Estado, con más pena que gloria y sin producir una sucesión de Presidentes de la República como la ocurrida entre Rocafuerte y Flores hasta la próxima unión de un hacendado guayaquileño muy adinerado y un Flores, casi al final del siglo XIX (4).

 

La sucesión de constituciones y golpes de Estado, sumada a la errática política diplomática y la debilidad del Estado en el concierto de las naciones, hicieron que en enero de 1942, en Río de Janeiro, el representante del Ecuador, Julio Tobar Donoso, firme un Protocolo que redujo el territorio de la República del Ecuador a los aproximadamente 280.000 kilómetros cuadrados que actualmente (mal)administra. Así, entre enero de 1842 y enero de 1942, la República del Ecuador perdió alrededor de un millón de kilómetros cuadrados de territorio y resignó su vecindad con el inmenso Brasil. Perdió toda guerra en la que participó y casi tuvo más Constituciones que períodos presidenciales concluidos (5). Vencido en el exterior e inestable en lo interior, es fama que el representante del Brasil, Oswaldo Aranha, le espetó a un atribulado Tobar en la Conferencia de Río de Janeiro un ‘aprendan a ser país, y luego reclamen sus derechos(6).   

 

Entre enero de 1842 y enero de 1942 pasaron cien años y no hicimos un país en serio. Y parece claro, en esta tierra de perpetuos desacuerdos, que seguimos sin atisbo de serlo.

 

*

 

(1) Se casó con su sobrina Baltazara Calderón Garaycoa (hermana de Abdón Senén) el 10 de febrero de 1842.

(2) Así pasó cuando Roberto de Ascázubi, tras la derrota en Miñarica y por resolución de una Asamblea Constitucional que se reunió en Tulcán, fue a Bogotá a ofrecer la anexión de la Sierra ecuatoriana a Colombia, país que en ese entonces operaba bajo el alias de ‘la Nueva Granada’. En Bogotá se cagaron de la risa le negaron su propuesta a Ascázubi y lo mandaron con viento fresco de vuelta.

(3) En el período 1839-1843 estuvieron los récordman en tándem, v. ‘31 de enero de1839’.

(4) La otra ocasión del siglo XIX en que se sucedieron dos Presidentes de la República que terminaron sus períodos de gobierno ocurrió entre 1884 y 1892, cuando gobernó entre 1884 y 1888 el guayaquileño José María Caamaño y Gómez-Cornejo, hacendado adinerado que fue sucedido por el gobierno del quiteño Antonio Flores Jijón, hijo del general Flores, que se llevó a cabo xentre 1888 y 1892.

(5) Desde 1835 hasta el año 1942 de la pérdida territorial frente al Perú, la República del Ecuador tuvo un total de catorce períodos de gobierno concluidos durante la vigencia de doce Constituciones (si contamos las Constituciones desde que el Ecuador es Estado independiente, serían trece). 

(6) El diplomático norteamericano Sumner Welles, que representó a los Estados Unidos de América en la Conferencia de Río de Janeiro, escribió una memoria sobre cinco países andinos y argumentó que, de todo lo que andaba mal con la América andina, la República del Ecuador era lo peor, un remedo de país.