El temible Pedro de Puelles

28 de octubre de 2022

            Publicado el 28 de octubre de 2022 en diario Expreso.

Nacido el año 1500, sevillano, Pedro de Puelles cruzó el océano Atlántico para conquistar territorios, en Guatemala y Nicaragua. En 1534, con las tropas del adelantado Pedro de Alvarado, desembarcó en las costas de Caráquez, trepando los Andes ecuatoriales sólo para encontrarse con las tropas de otro adelantado, Francisco Pizarro. Entonces los españoles negociaron (esto ocurrió el 26 de agosto de 1534) y Puelles decidió no regresar a Nicaragua y quedarse a conquistar el Perú. Este vínculo con los Pizarro le atrajo una efímera fortuna y una muerte atroz.

Pedro de Puelles se vinculó a Quito y se ganó una merecida fama de cruel y despiadado. Participó de la fundación de Quito, fue uno de los primeros regidores de dicha villa y se convirtió en uno de los mayores encomenderos de la región. Cuando los conquistadores del Perú (liderados por un hermano menor de Francisco Pizarro, Gonzalo) resistieron las pretensiones de la Corona de Castilla de imponer límites a sus “derechos” de explotar a los nativos en las encomiendas a su gusto y a perpetuidad, Pedro de Puelles fue uno de los principales de esta rebelión. El rebelde Pizarro lo nombró Gobernador de Quito, cargo que Puelles ejercía el año 1547. Pizarro también nombró Tenientes de Gobernación para Guayaquil y Portoviejo. Para Guayaquil nombró al portugués Manuel Estacio y para Portoviejo, a Francisco de Olmos.  

Cuando el rey Carlos I de Castilla envió al obispo Pedro de la Gasca para pacificar estos territorios en rebelión, Francisco de Olmos decidió volver al redil del rey. Y Olmos consideró justo ir a Guayaquil, acompañado de una partida de españoles, para asesinar el 6 de abril de 1547 a los pizarristas que allí había (el portugués Estacio, Alonso Gutiérrez y un tal capitán Marmolejo) y así regresar Guayaquil al redil de rey. Y fue por temor a la venganza del Gobernador de Quito por haber cometido estos asesinatos, que los pocos habitantes de Guayaquil mudaron de asiento la ciudad, poniendo agua de por medio entre ella y Quito. Huyendo de Puelles, situaron la ciudad en la margen occidental del ancho río, en la cima de un cerro

La temida venganza del Gobernador Puelles jamás llegó. La mañana del 29 de mayo de 1547, Rodrigo de Salazar, quien de Puelles era “muy su amigo”, acudió a la casa del Gobernador en Quito. Lo encontró todavía en su cama y le solicitó que escuche el caso de la devolución de una india, que le iba a exponer un tercero. A una señal convenida, entró ese tercero y otros más, que lo cosieron a puñaladas a Puelles en su cama. Muerto Puelles, Quito regresó al redil del rey. 

Según el relato del historiador González Suárez, tras matarlo “sacan arrastrando el sangriento cadáver de Pedro de  Puelles, lo traen a la plaza, le cortan la cabeza, la cuelgan de la picota y sus miembros, hechos cuartos, se exponen en los caminos públicos, a la entrada de la ciudad, para escarmiento de los amigos de Pizarro”.

Después de esta muerte atroz, la fortuna de Puelles pasó a manos de Rodrigo de Salazar, uno de sus asesinos, quien también reemplazó a Puelles en el cargo de Gobernador de Quito. Y en cuanto a Guayaquil, ella quedó ya para siempre en el sitio que el año 1547 eligió para huir del temible Puelles.

Caso Trujillo Calero vs. Ecuador

21 de octubre de 2022

            Publicado el 21 de octubre de 2022 en diario Expreso.

El caso Trujillo Calero es una sucesión de canalladas del Estado ecuatoriano, debidamente puestas en su sitio por un órgano internacional de derechos humanos.

Desde noviembre de 1981, Marcia Cecilia Trujillo Calero, ama de casa, aportó en la seguridad social del Ecuador como afiliada voluntaria. Por ocho meses consecutivos, entre 1989 y 1990, ella no pudo aportar, pero pagó esos ocho meses en abril de 1990. Siguió aportando como afiliada voluntaria hasta febrero de 1995, cuando pasó a trabajar en relación de dependencia. El 2001 renunció a su trabajo para acogerse a la jubilación anticipada. Ella pensó que cumplía las condiciones: haber hecho 300 aportes mensuales y tener, al menos, 45 años.

Pero el IESS le denegó a Marcia Trujillo el acceso a la jubilación anticipada. Según el IESS, ella no había completado los 300 aportes mensuales. Su razonamiento era que por no haber aportado esos ocho meses entre 1989 y 1990, las aportaciones voluntarias de Trujillo no eran válidas… a pesar de que a ella nunca se le notificó de esta invalidez en 1990 y el IESS siguió recibiendo sus aportes como afiliada voluntaria por varios años, hasta 1995. Según el Estado, como esa sanción de invalidez era la dispuesta en el Estatuto Codificado del IESS, la señora Trujillo debía conocerlo, a pesar de no haber sido nunca notificada. Y si ella siguió aportando, esto era culpa suya. Así lo sostuvo el IESS y todo tipo de justicia a la que Trujillo, por 14 años, acudió: administrativa, ordinaria y constitucional.

Pero en la jurisdicción internacional las canalladas del Estado no quedaron impunes. Trujillo denunció el año 2015 lo ocurrido ante el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas, órgano de vigilancia de cumplimiento del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.

Este órgano de las Naciones Unidas resolvió el caso en marzo de 2018. Decidió que el Estado del Ecuador era responsable por la violación de los derechos de Trujillo a la seguridad social y a la no discriminación. Esto, por no haber informado de manera adecuada y oportuna a Trujillo de la sanción de invalidez, por haber desconocido sus expectativas legítimas tras seguir aportando como afiliada voluntaria, por la falta de proporción de la sanción y por la discriminación indirecta que produce una sanción que, aunque redactada de forma neutral, en la práctica afecta a un más alto número de mujeres que de hombres.

Por esta última consideración, Trujillo Calero fue la primera vez que un órgano de derechos humanos de las Naciones Unidas se pronunció sobre la relación existente entre el trabajo de cuidados no remunerados (como el de ama de casa) y el acceso a la seguridad social según el sexo. Opinó el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales que la sanción dispuesta en el Estatuto Codificado del IESS si bien “puede ser problemática para quien recibe remuneraciones”, resulta mucho peor para una ama de casa: “[la sanción] puede llegar a ser devastadora para las mujeres que, como el caso de la autora, no cuenten con ingresos personales mensuales ni siquiera irregulares toda vez que se dedican al trabajo del hogar no remunerado”.

Trujillo Calero, un caso pionero.

Oportunidad de cambio

14 de octubre de 2022

            Publicada el 14 de octubre de 2022 en diario Expreso.

La elección para la Alcaldía de Guayaquil que se celebrará el 5 de febrero de 2023 será un momento especial para la ciudad. Ello obedece a cuatro causas:

Primero, el Partido Social Cristiano (PSC) vive unas horas bajas. Su máximo líder está en su ocaso (el federalismo que propuso generó más rechazo que aceptación). El PSC está débil y se le nota, pues muchos de sus integrantes lo han abandonado. Así ha ocurrido con Cristina Reyes, César Rohon, Nicolás Lapentti y Andrés Gushmer, entre otros, que fueron figuras de relevancia en el PSC y salieron a buscar su futuro político en otra parte. Y compitiendo contra el PSC.

Segundo, Cynthia Viteri es la candidata más débil del PSC desde el año 1992. El porcentaje que obtuvo en la elección del 2019, el 52,6 %, es el menor de cualquier candidato ganador. Y ese porcentaje, en una administración que sufrió la altísima mortandad de la pandemia y en cuyo período Guayaquil se convirtió en una de las ciudades más violentas del mundo, debe sufrir un desgaste, cuya gravedad dependerá de la campaña electoral.

Tercero, el panorama electoral es inédito. En las anteriores siete elecciones a la Alcaldía, en las que invariablemente triunfó el PSC, compitieron 51 candidatos (algunos en varias elecciones; en total, intervinieron 43 personas). En estas siete elecciones, la contienda electoral se redujo a un triunfante candidato PSC y a un (más o menos) desafiante segundo puesto, pues del tercer puesto para abajo los candidatos fueron de relleno. Desde 1992, el único tercer puesto que obtuvo más del 3 % de los votos fue Kiko Fernando Barreno (8,21%, PRIAN, 2004).

Pero en esta elección 2023 hay dos candidatos de peso que buscarán el desgaste de la candidata PSC: Jimmy Jairala, que ha obtenido alrededor del 30 % de los votos en dos ocasiones (2004 y 2019), y Aquiles Álvarez, candidato del movimiento de Rafael Correa. Además, en ninguna elección anterior había existido una cuña del mismo palo y ahora les salió Duart, un candidato peleón surgido de sus entrañas.

Cuarto y último, la situación de Guayaquil es problemática y se ha roto su relato de “éxito”. Hasta octubre de 2019, Nebot habló de un modelo de éxito por defender (de los habitantes del páramo). Pero pandemia y violencias mediante, en ninguno de sus discursos de julio y octubre de este año, Viteri se ha atrevido a hablar de un modelo de éxito. Y es lógico: nadie en su sano juicio puede creer que una ciudad en la que da miedo salir a la calle es un caso “exitoso”. 

Tras 30 años de gobierno del PSC, Guayaquil desembocó en la ciudad No. 50 a nivel mundial en número de muertos por cada 100.000 habitantes (¡manerita de celebrar un aniversario!). Y cada vez más gente se aviva y se resiste a creer que en materia de seguridad el principal rol de una Alcaldía sea vocear una queja constante de lo mal que lo hacen los otros en la capital.

Así: un partido débil y una candidata debilitable, un panorama electoral inédito y áspero para el PSC, que tiene un relato trunco de “éxito”.En Guayaquil hay una marcada sensación de malestar, que es punto de partida para el cambio (pues nadie desea la continuidad de un malestar). Cambio que, a estas alturas, resulta de necesidad. 

La oportunidad será en febrero.

Premiar la mediocridad

11 de octubre de 2022


En el programa de ayer de Carlos Vera se dedicaron a difundir una idea tan absurda como canalla. Una presentadora que hace los cierres para salir a la pausa comercial leyó con convicción y por tres ocasiones lo siguiente: “Los grandes alcaldes que antecedieron a Cynthia Viteri no tuvieron una crisis mundial como el Covid que a ella le tocó enfrentar. Si logra un segundo período sin Covid, recién se podrá evaluar a profundidad”. Al final del programa, en sus conclusiones, Vera retomó esta idea, se proclamó votante de Viteri y apoyó que sea reelegida para que finalmente ella pueda demostrar, en un nuevo período de gestión, sus dotes de administradora. Unos minutos antes Vera había defendido las camionetas que mandó a poner Viteri en la pista del aeropuerto para evitar el aterrizaje de un avión, una acción tan ilegal y autoritaria que su defensa pinta de pequecuerpo entero a su emisor.

 

Pero es el argumento del Covid como excusa para reelegir a Viteri el que resulta tan canalla como absurdo. El argumento parte de la premisa absurda de que, si ocurre un hecho extraordinario como la pandemia del Covid, el período de un político no vale para evaluar su gestión. Cuando es TODO lo contrario: son los hechos extraordinarios, como una pandemia, los que ponen a prueba la madera de la que está hecho un liderazgo, la capacidad de gestión de una autoridad. Lo que ocurre es que la Alcaldesa Viteri, frente a la pandemia, simplemente no dio la talla. En Guayaquil los muertos fueron por centenas, se los abandonaba en las calles a los cadáveres, se la libró la ciudad a su maldita suerte. Lo único que atinó a hacer la Alcaldesa en esos tiempos de horror fue buscar excusas como que a Guayaquil le cayó una bomba y que Esparta y otros divagues más, y por supuesto, poner las famosas camionetas en la pista del aeropuerto en su atolondrada “defensa” de la ciudad.

 

En otras partes he abundado en argumentos de porqué a Guayaquil la jodió tanto el Covid, como en este artículo publicado en Revista Común: ‘Guayaquil, o el modelo que tocó fin’, o en este otro que pronto saldrá publicado en una obra colectiva sobre los tiempos de la pandemia: ‘Monte Sinaí’. En esencia, es un problema estructural, que se arrastra por decenas de años, en que los 30 años que ha ocupado el PSC el Sillón de Olmedo, lejos de resolver el problema estructural, lo ha agudizado.

 

Pero lo que me interesa es que este argumento del programa de Vera, asentado en una premisa absurda, toma un giro canalla, porque se utiliza la mediocre actuación de Viteri en tiempos de la pandemia como una excusa para validar que ella continúe. Es decir, ella lo hizo mal, su liderazgo fue flojo, la ciudad se fue a la mierda en número de muertos llamando la atención del mundo entero, pero esa es la razón por la que ella debe mantenerse en el poder. Este argumento es un ridículo, casi insolente premio a la mediocridad.

 

Si este es el mejor relato que sus áulicos pueden poner para sostener la mediocre gestión de Viteri, es porque están perdidos.     

El 9 de octubre quiteño

7 de octubre de 2022

Publicado el 7 de octubre de 2022 en diario Expreso.


 

Durante el último cuarto del siglo dieciocho y entrando al diecinueve, la ciudad de Quito había sido despojada por el Reino de España de la administración de grandes extensiones de territorio, que pasaron a ser administrados por otros gobiernos en América o directamente por la Corona en Europa. En rápido recuento: en 1779, se creó un obispado en Cuenca para el gobierno eclesiástico y el cobro de diezmos sobre Guayaquil, Portoviejo, Loja, Zaruma y Alausí; en 1793, Esmeraldas, Tumaco y La Tola pasaron a la jurisdicción de Popayán por orden del virrey de Nueva Granada; en 1802, se creó una nueva diócesis y un gobierno militar en Mainas, directamente gobernados desde España; en 1803, se anexó el gobierno de Guayaquil al virreinato del Perú. A Quito, capital de una Audiencia subordinada a la Audiencia de Santa Fe, se le quitó autoridad por todas partes.

 

El sentido del movimiento de agosto de 1809 en Quito fue (aprovechando la crisis en Europa) recuperar la autoridad en los territorios perdidos en años recientes. La emergente Junta de Gobierno que surgió el 10 de agosto declaró en su acta de instalación que se procuraría “atraer” al gobierno de Quito a “Guayaquil, Pasto, Popayán, Barbacoas y Panamá”. En esa línea y sin ningún tino, desde Quito se ordenó la destitución de las autoridades de las provincias vecinas de Cuenca, Popayán y Guayaquil, a fin de imponer a autoridades nombradas desde Quito. Ninguno de los territorios vecinos consintió estas destituciones y su resistencia y reacción frente a este exceso de entusiasmo de los quiteños desembocó en la masacre del 2 de agosto de 1810. Ese mismo día llegó a Quito el correo de Santa Fe, informando de la Junta que en Santa Fe se había formado y a la que se invitaba a Quito a participar, nuevamente de manera subordinada.

 

Frente a esta invitación de Santa Fe, los quiteños la declinaron a efectos de formar una segunda Junta de Gobierno, que no se reconoció sometida a Santa Fe sino directamente al Consejo de Regencia de España e Indias, órgano con sede en Cádiz. Los quiteños cambiaron de estrategia: persuadidos de la imposibilidad de imponerse, o incluso de llegar a acuerdos con las provincias vecinas, optaron por el autogobierno dentro de los límites de su provincia. Ocurrió el 9 de octubre de 1810 y significó la emergencia de una nueva Capitanía General para el Reino de España.  

 

Lo que siguió a este 9 de octubre fue la historia del desacuerdo del Reino de España con Quito, hasta imponer su real voluntad y borrar a la Capitanía General de Quito de la faz de la tierra. Las tropas españolas, finalmente comandadas por Toribio Montes (militar nombrado por el Consejo de Regencia), batallaron contra las tropas patriotas hasta su exterminio. A inicios de noviembre de 1812 se enfrentaron en Quito, en la batalla del Panecillo, y el triunfo de los realistas obligó a una huida al norte. Un mes después, tras la batalla de Ibarra, se fusiló a los últimos patriotas.

 

El episodio autonomista de Quito, abierto en agosto de 1809, defendido por patriotas quiteños y finalmente fallido, se cerró con esta última sangre vertida en diciembre de 1812.

 

Y desde allí, Quito fue de España hasta 1822, que pasó a ser de Colombia.

 

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Fuentes:

 

* La principal fuente para esta columna son los trabajos de Federica Morelli, en especial, el libro “Territorio o nación: Reforma y disolución del espacio imperial en Ecuador, 1765-1830” (Centro de Estudios Políticos Constitucionales, Madrid, 2005), así como los artículos disponibles en línea  La revolución en Quito: el camino hacia el gobierno mixto”, “Las declaraciones de independencia del Ecuador: de una Audiencia a múltiples Estados”, “Quito en 1810: la búsqueda de un nuevo proyecto político”. También de gran valía son los trabajos del recién fallecido Jaime O. Rodríguez, v. por ejemplo “La independencia del Reino de Quito”.

 

* En el acta de independencia de Quito 1809 se declaró lo siguiente: “Declaramos que los antedichos individuos (los representantes de los barrios de Quito, N. del A.) unidos con los representantes de los Cabildos de las provincias sujetas actualmente a esta gobernación y las que se unieren voluntariamente a ella en lo sucesivo, como son Guayaquil, Popayán, Pasto, Barbacoas y Panamá, que ahora dependen de los Virreinatos de Lima y Santa Fe, las cuales se procura atraer, compondrán una Junta Suprema que gobierne interinamente a nombre, y como representante de nuestro legítimo soberano, el señor Don Fernando Séptimo…”, pp. 227-228.