La venta de la bandera

25 de agosto de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 25 de agosto de 2023.

La primera guerra sino-japonesa estalló en agosto de 1894. Fue triunfo japonés: en abril de 1895, China y Japón firmaron el Tratado de Shimonoseki, por el que China entregó a Japón los territorios de Taiwán, Liaodong y las islas Pescadores, además del control sobre la península de Corea. 

El Ecuador participó en la guerra sino-japonesa, de manera turbia y secundaria, apoyando al imperio japonés. Para Japón, esta guerra representó el primer triunfo de su imperialismo. Para el Ecuador, este apoyo al imperio del Japón derivó en el triunfo de la causa liberal. Ambos triunfos se registraron el año 1895.

Frente a esta guerra sino-japonesa, el Ecuador no era ni neutral ni beligerante. Por su parte, Chile sí se había declarado neutral, por lo que bajo las reglas del derecho internacional estaba impedido de vender un buque de guerra a China o a Japón. Pero Chile quería vender a Japón un crucero, el “Esmeralda”. Y aquí es cuando el Ecuador (o debo decir: su bandera) fue funcional a este negocio.

Para vender el crucero “Esmeralda” a Japón, éste primero fue vendido al Ecuador por 220.000 libras esterlinas para que dicho buque de guerra salga del puerto de Valparaíso con la bandera ecuatoriana. Luego, por 300.000 libras esterlinas, se lo vendió a Japón, que tomó control del crucero en Hawái y lo rebautizó Izumi. Los intermediarios del turbio negocio (incluido un expresidente ecuatoriano, José María Caamaño) obtuvieron pingües ganancias. 

Esta venta de la bandera se conoció en el Ecuador y estalló un gran escándalo. Es fama que dinamitó al régimen conservador y que posibilitó el advenimiento de un gobierno liberal.

A instancias de este chanchullo, el 5 de febrero de 1895 y en Managua, Eloy Alfaro publicó su “Proclama a los habitantes del Ecuador”, donde declaró: “Solamente a balazos dejarán vuestros opresores el poder que tienen únicamente por la violencia. […] La libertad no se implora como un favor: se conquista como un tributo inmanente al bienestar de la comunidad”. Y su proclama surtió efecto. Una semana después, el 12 de febrero, Milagro se levantó y proclamó la causa liberal. 

Después de Milagro se sumaron decenas de ciudades y pueblos con nuevos levantamientos y proclamas. Con la seguridad de repartir balazos para conquistar el poder, Eloy Alfaro arribó al puerto de Guayaquil el 18 de junio. Organizó un ejército con el que derrotó, el 15 de agosto y en Gatazo, al ejército del gobierno. Uno tras otro fueron cayendo el presidente constitucional, Luis Cordero, y dos encargados del poder, Vicente Lucio Salazar y Aparicio Ribadeneira. Y Quito cayó. Ya no pudo resistir más los embates del pujante liberalismo.

Eloy Alfaro y sus huestes entraron en Quito el 4 de septiembre de 1895. Con esta entrada en la capital empezó, en el Ecuador, un largo período de dominio liberal. 

El imperio del Japón acabó en agosto de 1945, después de sendas bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Por su parte, el dominio del partido liberal en el Ecuador duró un par de años más, hasta 1947. Fue en septiembre de ese año en que por primera vez desde 1895 volvió al poder un gobierno conservador, cuando por trece días (del 2 al 15), Mariano Suárez ocupó la presidencia de la república.

Salvajes europeos en lucha

18 de agosto de 2023

            Publicado en diario Expreso el 18 de agosto de 2023.

Para Santiago de Guayaquil, los pleitos entre europeos durante la conquista del territorio americano fueron la causa para su fundación en 1534 y su ubicación definitiva en 1547.

En 1534, el adelantado Pedro de Alvarado y sus huestes llegaron a las costas occidentales de Sudamérica, específicamente a la bahía de Caráquez. Desde allí se adentraron para subir la cordillera.

Ocurrió que el adelantado Francisco Pizarro y sus huestes ya estaban conquistando ese espacio sudamericano. Ellos supieron que los de Alvarado venían a disputar el territorio y Pizarro lo despachó a Diego de Almagro para enfrentarlos. Estos europeos se encontraron en agosto de 1534 y en condiciones muy distintas. 

Los de Almagro venían equipados y bien dispuestos a la batalla, mientras que Alvarado y su gente eran una multinacional de harapientos. Despeñaderos, clima hostil y la ceniza del Tungurahua; hambre, sed y un cansancio sin fin. La subida de la cordillera les costó cientos de hombres y bestias, y cuando los de Alvarado se encontraron con la gente de Almagro ya no estaban en condiciones de guerrear. 

Más aún, para sostener frente a Alvarado un mejor título para la conquista del territorio, Almagro había fundado el 15 de agosto de 1534 una ciudad con el nombre de Santiago de Quito. El 26 de agosto Almagro y Alvarado convinieron que este último recibiría 100.000 pesos de oro y se iría por donde vino, dejando en libertad a su gente para acompañarlo en su vuelta o quedarse. Entre otros, se quedó Pedro de Puelles. 

A Almagro lo ajusticiaron los pizarristas en 1538, a Pizarro lo asesinaron los almagristas en 1541. Alvarado también murió ese año, luchando contra un levantamiento de los indígenas. Y en cuanto a Santiago de Quito, con el tiempo se mudó a la Costa, perdió su “de Quito” (pues ya no se situaba en ese territorio) y se convirtió en Santiago de Guayaquil, por el nombre de un cacique chono.

En 1547, Santiago de Guayaquil, que siempre se había situado en la ribera oriental del río, se mudó a la orilla occidental del río para hallar su asentamiento definitivo. Su traslado se debió al pleito entre la Corona de Castilla y unos europeos rebeldes capitaneados por Gonzalo Pizarro. Él y otros conquistadores se rebelaron para explotar a los indígenas a su gusto y a perpetuidad. En respuesta, la Corona de Castilla envió a Sudamérica a un pacificador, el obispo Pedro de la Gasca. Esto lo cambió todo. 

El rebelde Pizarro había nombrado a Pedro de Puelles como Gobernador de Quito. Francisco de Olmos era el Teniente del Gobernador en Portoviejo y Manuel Estacio era el Teniente del Gobernador en Guayaquil. Cuando Olmos se enteró de la venida del obispo de la Gasca, Portoviejo volvió a la Corona. Enseguida Olmos se fue a Guayaquil acompañado de otros europeos, a conseguir que ella también regrese a la Corona. Y para conseguirlo, mataron al Teniente Estacio y otras personas.

Temerosos de la venganza del gobernador rebelde Puelles por esta traición y crimen, un día indeterminado de 1547 Guayaquil fue trasladada a la orilla occidental del río. Puelles nunca pudo ejecutar su venganza, pues lo mataron el 29 de mayo de 1547.   

Y fue después de tanta sangre, que Guayaquil finalmente encontró su casa.

Unas largas fiestas patronales

11 de agosto de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 11 de agosto de 2023.

Guayaquil tiene un problema con su fundación: la vive en fecha equivocada. La vive el 25 de julio, que es el día de su santo patrono (Santiago), cuando ocurrió un 15 de agosto.

El primero en esclarecer el origen de Santiago de Guayaquil fue Miguel Aspiazu. Fue él quien documentó que a los cuatro días de fundada la Ciudad de los Reyes (Lima), un 22 de enero de 1535, el adelantado Francisco Pizarro confirmó los cargos de los alcaldes y regidores de la ciudad de Santiago de Quito (fundada el 15 de agosto de 1534) y de la villa de San Francisco de Quito (fundada el 28 de agosto de 1534). Así, la ciudad y la villa, ambas subsistieron.

En libros extranjeros, Aspiazu encontró la Cédula Real que autorizó al adelantado Pizarro para que una ciudad fundada en su territorio de conquista se pudiera mudar “al sitio que le pareciese, con su nombre”. Esto se hizo con la ciudad de Santiago. La mudaron a la Costa, donde perdió su “de Quito” y terminó por llamarse “de Guayaquil”. Y Aspiazu encontró también una provisión del Rey de España de 1540 que todavía identificaba como “Santiago de Quito” a esta ciudad que buscó asiento en la ribera del Guayas hasta que lo consiguió, de manera definitiva, un día de 1547.

Todo encajaba en la teoría de Aspiazu. Ella fue corroborada por investigaciones posteriores de historiadores como Dora León, Ádám Szászdi y Julio Estrada.

Esta ciudad fue siempre Santiago: Santiago de Quito, Santiago en Estero de Dimas, Santiago del río de Amay, Santiago de la Culata, hasta ser Santiago de Guayaquil, por el nombre de un cacique del sector. 

Antes de las investigaciones de Aspiazu, en 1929, por solicitud del bibliotecario municipal, el concejo municipal de Guayaquil aprobó la creación de una comisión para establecer la verdadera fecha de la fundación de la ciudad. En aquel entonces no se podía saber mejor y los miembros de la comisión decidieron que se mantenga el 25 de julio como fecha de fundación de la ciudad.

Después de las investigaciones de Aspiazu, en 2001, por disposición del alcalde se creó una comisión para establecer la verdadera fecha de la fundación de la ciudad. A pesar de las investigaciones de Aspiazu y demás, que debieron orillarlos a una conclusión distinta, los miembros de la comisión decidieron mantener el 25 de julio como fecha de fundación de la ciudad. Uno de los miembros declaró a la prensa: “El 25 de julio seguiremos celebrando las fiestas de fundación aunque no es la fecha”. 

Reconocer el 15 de agosto de 1534 como el día de la fundación de la ciudad haría justicia a los hechos, además de otorgarle a Guayaquil el timbre de primera ciudad española fundada en el territorio del Ecuador. 

Este reconocimiento del 15 de agosto no obsta que se siga festejando el 25 de julio como las fiestas patronales. De hecho, es también un reconocimiento a un nombre que ha acompañado a la ciudad desde su fundación en la Sierra en agosto de 1534. Así, el 25 de julio puede ser el punto de partida para unas festividades que presenten actividades culturales y artísticas por veintiún días y que concluyan justamente el 15 de agosto, con los festejos del día de fundación de la ciudad más antigua del territorio que hoy ocupa la república del Ecuador.

Ese 8%

4 de agosto de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 4 de agosto de 2023.

Uno podría clasificar la historia política del Ecuador como una sucesión de momentos en que el poder se concentró alrededor de una persona (García Moreno, Alfaro, Correa, etc.) y de momentos en que el poder está atomizado, disperso en distintos grupos de la sociedad que jalan agua para su propio molino. El actual es uno de estos últimos momentos, que ahora registra una singularidad.

Aceptemos la premisa de que el Estado ecuatoriano es como un borracho en permanente recuperación, un chuchaqui sin fin. Nunca ha servido para satisfacer a las grandes masas, a las que incluso despreció y abusó en leyes y políticas públicas (en especial, pero no únicamente, durante el siglo XIX) pues la naturaleza del Estado había sido estar capturado por las élites, a las que la burocracia y la policía le resultaban funcionales a sus fines. La burocracia, para pagar lo menos al Estado y recibir lo más de él; la policía, para mantener el status quo cuando fuera necesario (el ejército como la herramienta de última ratio).

En estos últimos años, ocurrió la singularidad que autoriza a hablar en pasado de la captura del Estado por las “élites”. Este nuevo momento de atomización del poder en el Ecuador ha sido aprovechado por grupos criminales que se dedican a un lucrativo negocio y que han convertido al Ecuador en una autopista para la salida de drogas al mercado europeo. Ellos son los que están ocupando los vacíos del poder que se destruyó a combazos desde una silla de ruedas. 

Desde aquella última vez que un liderazgo carismático concentró el poder (Rafael Correa, 2017), éste se ha atomizado y, con ello, se afectó gravemente el control estatal del narcotráfico: se eliminaron instituciones, se disminuyeron presupuestos, se despidió personal. Como un botón de muestra de este desastre, mírese la constante disminución del presupuesto de las cárceles que denunció la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en su “informe sobre los derechos humanos en el Ecuador” publicado el 2002: “el presupuesto para el sistema penitenciario era de 153 millones de dólares en 2017, de 131 millones de dólares en 2018, de 90 millones de dólares en 2019, de 88 millones de dólares en 2020, y de 54 millones de dólares en 2021”. Y esta merma ocurría mientras aumentaba el número de presos.

Una aplicación del poder es la capacidad para modificar la conducta de otro. En ocasiones, modificarla para que no se haga algo que se debería hacer. Y el Estado del Ecuador es incapaz de instalar escáneres en los puertos, de reinstalar un radar en el cerro, de comprar chalecos antibalas… De controlar el que debería ser el típico espacio de control del Estado, sus cárceles. Por contraste, las cárceles del Ecuador son funcionales a las bandas que se dedican al negocio del narcotráfico, las que desde allí operan. Las cárceles como hub para un negocio ilegal. 

¿La cereza del pastel? La presencia de un policía en la declaración de prensa de uno de los cabecillas de las bandas: ello habla a gritos de quién está ahora al mando.

¿Cree Ud. que la ejecución del 8% del presupuesto por el Ministerio del Interior en lo que va de este año es pura ineficacia? Piense de nuevo. Es una exhibición de los nuevos amos del poder.