Mostrando entradas con la etiqueta Michael Largo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Michael Largo. Mostrar todas las entradas

De las verbenas al Funka Fest

25 de junio de 2016


Al César lo que es del César, y a Jebús lo que es de Jebús (1): que se haya organizado el Funka Fest en Guayaquil es más que un paso adelante, un salir del hoyo en materia de política cultural para la Alcaldía de Guayaquil (2). Y no me refiero sólo en oferta musical, pues traer a Plastilina Mosh y a Babasónicos significa hacer una evidente excepción en el entendimiento de la cultura como la recreación ridícula del pasado (muy melvinhoyescamente, típico caso de las verbenas) y la apelación sin imaginación a lo popular (la música salsa, para toda celebración en la ciudad).

Me refiero, principalmente, a la inversión de las reglas en un espacio público de Guayaquil. Sin cacheo, ni seguridad excesiva, el Funka Fest fue una zona libre de consumo de grifa, un espacio de comercio para vendedores informales de cigarrillos y manzanas acarameladas, un lugar donde grupos tradicionalmente discriminados en su acceso a los espacios públicos de la ciudad (travestis y roqueros, por ejemplo) circulaban sin ningún problema (3). El Funka Fest es una muestra de que ese conservadurismo rancio (sacado del discurso de la “moral y de las buenas costumbres” propio de la “gente decente”) que ha sido característico del poder político local en la administración de los espacios públicos, está al caer. Es el simple paso del tiempo, en un mundo híper-conectado: el elogio de la diversidad cultural pasando por encima de los viejos prejuicios. O lo que significa una sociedad democrática, ni más ni menos.  

La excepción a la regla represiva.
Hay una razón para esta excepción en la política cultural de la Alcaldía de Guayaquil y la inversión de las reglas en un espacio público: la necesidad de apelar a un electorado joven y urbano a quienes, por ejemplo, una apelación al roldosismo (uno de los miedos clásicos del PSC para manipular mentes débiles) ya no le dice nada: es una mera abstracción, una idea vaporosa, como decir la Guerra de las Termópilas. La Alcaldía de Guayaquil tiene claro que a este electorado joven y urbano no se lo va a atraer ni con una política cultural de corte melvinhoyesco (“verbenas y salsa”, digamos) ni con las prohibiciones y castigos en los espacios públicos.

Por estricta necesidad, tímidamente, la Alcaldía de Guayaquil se empieza a asomar al siglo XXI. 

(1) O al Flying Spaguetti Monster, lo que es del Flying Spaguetti Monster. En el libro ‘God’s lunatics. Lost souls, false prophets, martyred saints, murderous cults, demonic nuns and other victims of man’s eternal search for the divine’ de Michael Largo se encuentran muchas otras de estas obras de la imaginación: es un catálogo de humor.
(2) Podría discutirse el cobro de la entrada: artistas de similar calibre han tocado en Quito, en el Quito Fest, sin costo alguno. Son dos formas de entender el acercamiento de la cultura al ciudadano: la misma exhibición de dinosaurios, la Alcaldía de Quito la ofreció sin costo alguno a su ciudad, mientras que en Guayaquil se cargó cuatro dólares a sus visitantes, v. ‘En Quito, dinosaurios se vieron gratis; aquí, por cuatro dólares’, Diario El universo, 26 de septiembre de 2013.
(3) Un tema estudiado a profundidad por X. Andrade: ‘Guayaquil: Renovación urbana y aniquilación del espacio público’.