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Elvis está vivo

8 de enero de 2010

Hoy cumple 75. Tá vivo, yo le creo a Calamaro:

Doy fe que el personal de Memphis es discreto y de sus costillas deputamadre.

Charles Vergo's Rendezvous (LPQLP)

25 de septiembre de 2009

Camino al Charles Vergo's Rendezvous en Memphis, Tennessee


Establecimiento que tiene su propio callejón, en esa ciudad donde vive gente muy discreta y donde nació Megan Fox (LPQLP).


Establecimiento donde, además y de muchísima importancia, se sirven las mejores costillas que yo he probado en mi fuckin' vida...


Una al buche...


Game over...


Exquisita descontractura...


Y como le caímos piola al dueño del establecimiento porque justo él venía de un trip por el Perú y hablamos largo sobre Machu Picchu, inca trail, comida peruana y plan random porque un trip similar al que él hizo yo lo había hecho unos años atrás, él tuvo a buenérrimo delegarle al administrador del establecimiento que nos regale unos productos de la casa los que, again LPQLP, estaban del futuro...

Si usté vive en el gabacho, un día de su vida agénciese unas costillas de Charlie Vergo's. Me lo agradecerá, neta.

Cominsún: Las mejores costillas que yo haya probado en gye.

Somehow, keeps waving

2 de septiembre de 2009


I fell in love with a gringa, once. Su apellido empezaba con Mc y cualquier cosa que empiece con Mc que no sea fuckin’ McDonald’s, te remite a un scotch. La visité en su casa, allá en el norte de oropeles y loneliness y era un sitio en el campo, una delicia que estaba lo suficientemente lejos como para permanecer cerca del oropel sin soledad. Su mamá hacía un George Dickel muy a su estilo y su estilo era el mejor de los estilos. Vimos a Elvis en estado hilarante y fue hilarante hasta el punto Guadalajara de llorar de la risa, y no todos los días se llora de la risa. Felices los felices dice el fragmento 51 del evangelio apócrifo de Borges, el que le da vueltas a otro que yo me conozco y al que terminó de pervertirlo un tipejo llamado Saulo.

Un día, era noche y era abril, tomé un Greyhound y nos hicimos de la mano con énfasis, como si el efecto de agitarla fuera el borrar la distancia que crecía al rodar y el tiempo que sabíamos que empolvaría el brillo de lo que brilló. Somehow, the arm keeps waving.

P.S.- Bajo la atenta mirada de la guitarra de Chick Willis.

Melancolía del Sur del Norte

15 de noviembre de 2008

Este sábado se avecindó como propicio para la melancolía, esa dicha de estar triste que dijo Hugo. Llegué a casa casi al alba y dormí hasta casi el mediodía. Me introduje en el estudio, el que todavía sigue en proceso de ordenarse, son cienes y cienes de libros y de escritos, de documentos oficiales y de recortes de prensa, de papelitos que activan la nostalgia y de fotos y apuntes dispersos. Un exquisito caos, en el que malvive mi melancolía de este 15 a la tarde con la extraña dicha de quien tiene la voluntad de rememorar.

Mi aliada en este noble oficio de la memoria es mi computadora portátil y sus miles de fotos. He pasado casi cinco horas frente a esta pantalla y no pocos minutos de esos casi trescientos viéndolas. Mi memoria, al amparo de mi melancolía, optó el camino del norte y avivó momentos de mi viaje a Estados Unidos con la familia (N.Y., con madre, hermana, cuñado, dos tías, una tía-abuela y un primo) pero, en particular, de ese viaje de Nueva York a Memphis en compañía de mi primo y de Rachel, la gran y muy querida artífice de estas alegrías. Cientos de fotos de ese road trip y de esa incursión al mundo apalache; más fotos, todavía, de cuando Rachel estuvo en Ecuador y de esas fiestas piratas en mi depa de playa.

Ese viaje empezó en Nueva York en un departamento del Upper West Side donde pasamos una tarde viendo un partido de la Champions (apostamos un six pack con Juan Carlos, mi primo: se lo gané) y una noche como espectadores de un concierto de Santana, en el Madison Square Garden. (Antes habíamos visto a los Amigos Invisibles: toda otra historia, con after party incluido.) Al día siguiente, circa el mediodía empezamos el viaje, en compañía de 30 Red Stripe, la clásica cerveza jamaiquina y la mejor. (¿Cuándo llegará Red Stripe a estos trópicos? Lo pregunto con sincera nostalgia.) Esa noche dormimos en Nashville y al día siguiente llegamos a Memphis, al blues y a Graceland, luego a Knoxville, o mejor dicho, a Corrington, en las afueras de Knoxville, donde subiendo una loma está la villa (casa de campo) de Rachel. Estuvimos unos placenteros días, hasta que Juan Carlos y yo tomamos un greyhound a Washington, D.C., sin mínimas ganas de hacerlo y con muchas ganas de quedarnos. A la memoria le ocurren muchos momentos de esos días, de blues, de caminar en la montaña, de fiestas de recepción, de road trip, de Elvis, de frío, de calor, de risas muchas risas, de grata compañía, de sentirse como en casa, de compartirnos una pipa o una cerveza, de comer costillas, de escuchar música, de pac-man, de echarse en el pasto, de caminar lugares que no conocía, de mirar sin cansancio el Mississippi el mítico río de Samuel Clemens, de dormir cansado y despertarse con ganas, de tomarnos fotos de vaqueros risueños y malevos, de tomar moonshine, de conocer simpáticos ciudadanos de Oriente, de encontrarnos con viejos amigos y hacernos nuevos, de explicarle a los niños de la escuela de Shelley sobre Ecuador, de beber sake, chelas o ron, de discutir y de reconciliarse, de drinking games, de abrazos fuertes y siempre queridos y cuyo regreso siempre se anhela, de besos que hoy son mucha nostalgia, y me se viene a la memoria el recuerdo de que ya tenemos plan para volver, sin dorarlo mucho y a cómo venga, random, la felicidad es ese asalto de okupas que te hacen brillar el corazón, un risueño sin futuro.

Me voy a jugar fútbol al caer la tarde y a afilar el colmillo para esta noche de sábado. Pero cuelgo esta foto en Memphis con el mítico (para nosotros, claro está) Fred Sanders y desternillándonos de la risa, como símbolo de esos días de abril, de cómo se vivió ese viaje y cuán caro es para la memoria.