21 de abril de 2007

Desde 1927 la revista norteamericana Time elige a la “persona del año” [Person of the Year]. El año pasado Time no determinó en un individuo esa condición: la portada de su edición de diciembre del 2006 fue una pantalla plana de computadora donde, en enormes letras negras, se podía leer “You” [Tú]. El subtítulo lo confirmaba: “Sí, tú. Tú controlas la Era de la Información. Bienvenido a tu mundo”.

Puede parecernos exagerado y sin embargo las sobradas razones para que Time te escogiera a ti las expuso bien Lev Grossman en un artículo de esa misma edición, donde enfatizó que la historia del año 2006 trató de la “comunidad y colaboración en una escala nunca antes vista […] y de las muchas posibilidades de lucha que tienen los pocos y altruistas y de cómo todo eso no solo cambiará el mundo sino también la manera en la cual el mundo cambia”. Todo lo cual es posible gracias a la Internet que constituye “una herramienta que amalgama las pequeñas contribuciones de millones de personas y hace que estas importen. Los consultores de Silicon Valley lo llaman Web 2.0, cual si fuera una nueva versión de algún viejo software. Pero es realmente una revolución”.

Lo que Grossman destaca en su artículo es el posible empoderamiento de cada uno de nosotros mediante el uso de una tecnología que está, en buena medida, a nuestro alcance. Coincido con él en que “sería erróneo romantizar todo esto más allá de lo estrictamente necesario. La Web 2.0 sirve tanto para la estupidez de las masas como para su conocimiento”. Pero el enorme potencial de su uso es evidente y quiero, en esta columna, enfatizar su importancia en el contexto del proceso de la Asamblea Constituyente en el que, por aplastante voluntad popular, nos encontramos. Les confieso que el proceso de la Asamblea Constituyente lo considero mucho más importante que la propia Constitución que resulte del proceso. Lo afirmo, porque entiendo que el proceso de la Asamblea Constituyente (que involucra, entre otras cosas, la discusión de ideas y propuestas, la crítica, denuncia y manifestación de repudio a deslegitimados, oportunistas y mediocres, el discernimiento en la elección de los asambleístas, la exigencia de rendición de cuentas a estos) es el escenario idóneo para repensar nuestra manera de participar en política y de hacerlo con nuevos mecanismos de intervención: tengo la convicción de que se puede, en efecto, utilizar la tecnología actual, blogs, YouTube, podcasts, correos electrónicos y mensajes de móvil, entre otras crecientes posibilidades, para influenciar en la construcción de una sociedad más crítica y participativa.

En su artículo, Lev Grossman mencionó la palabra revolución; esta palabra me recordó una frase de Theodore Roszak: “si no hay cambio psicológico, una revolución no hace sino reproducir la misma situación con otras personas en el poder”. Que suceda ese fracaso dependerá, en buena medida, de si aprovechamos o no esta oportunidad que tenemos para interesarnos y participar, de manera crítica e ilustrada: para convertirnos, en definitiva, en auténticos ciudadanos. Y si tú no lo haces, no tengas la desfachatez de decir luego que no tuviste cómo hacerlo. Puedes no tener las ideas, pero sí tienes los medios: ilústrate, entonces, y actúa.

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