Yo no temo que el presidente Rafael Correa replique
el fenómeno de Hugo Chávez en el país (como tampoco condesciendo a la simpleza
de considerarlo comunista o dictador en cierne; tiene, sí, lamentables rasgos
de arbitrariedad y demagogia, pero no cabe perder la precisión de los matices).
Digo que no lo temo, porque además de que su especificidad cultural lo aparta
en varios aspectos de Chávez, existen también notables diferencias entre el
escenario social que posibilitó la emergencia de aquel en Venezuela y el de
Correa: entre otras cosas, el peso político y la dimensión económica del
petróleo es mucho mayor allá, mientras que la cuestión regional incide aquí de
una forma que Venezuela desconoce. El único punto que traza una analogía con el
caso venezolano es el vacío que produce en el escenario político la existencia
de una oposición tan patética como desarticulada, tanto en organización como en
ideas.
Hagamos, entonces, un breve repaso de la oposición.
Sobre el Prian, vale decir que Noboa ha perfeccionado, con el paso de las
elecciones y los años, el axioma de que perder es cuestión de método. El suyo
incluye un partido cuya “ideología” no parece ser otra que la defensa de los
intereses de sus empresas y que se conduce de la misma manera como yo dirigía
los carritos de carreras en las pistas que me regalaban cuando niño: a control
remoto. Por su parte, el llamado Partido Sociedad Patriótica no es, en
realidad, tanto patriótica como patética: tal es la naturaleza de su (falta de)
ideología. Se acomoda a cualquier coyuntura: puede ser demócrata como golpista,
de izquierda o derecha, pro y anti Asamblea Constituyente. El lema no declarado
de Gutiérrez es la cómica frase de Groucho Marx: “Estos son mis principios. Si
no le gustan, tengo otros”.
Finalmente, el PSC, en cabeza, aunque él no quiera
admitirlo, de Nebot, quien, como bien afirmó revista Vanguardia, “se
limitó, por decisión propia, a ser un líder de Guayaquil” y “ya no es dueño del
rol político ni de los tiempos y las consecuencias que se derivan de su acción
pública”. Hay que tener la entereza de admitirlo: ni el PSC ha tenido el valor
de afrontar una renovación ideológica que lo salve de su ocaso post-LFC, ni
Nebot el valor de asumir el reto de ese liderazgo, preocupado como anda en
surfear las olas de esa entelequia que él denomina “corrientes ciudadanas”. Y
hasta aquí el repaso.
Lo descrito es una lástima, porque una inteligente
oposición es fundamental como contrapeso al poder oficial en el contexto de una
sana democracia. Con lo cual se concluye que tenemos la necesidad de reemplazar
a esta triste oposición desorientada como pájaros en desbandada, “sin
dirección, ni alpiste, ni papeles”, como cuenta en Pájaros de oposición
Joaquín Sabina, y la necesidad cierta y urgente de empezar a generar las ideas
y propuestas de las que estos patéticos pájaros de oposición son muy huérfanos.
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