Un día como hoy, pero
de 1835, ocurrió la batalla de Miñarica en las cercanías de Ambato. El triunfo
del ejército de la Costa (comandando por el venezolano Flores) sobre el
ejército de la Sierra (comandado por el colombiano/novogranadino Barriga) condujo,
a mediados de 1835, a la instalación de una Asamblea Constitucional, a la fundación
de la República del Ecuador, a la creación de la primera Constitución de dicha
república (pues la anterior Constitución gobernó sobre un Estado que se quiso
confederar con otros Estados, sin éxito) y a la elección del primer Presidente
Constitucional de la República del Ecuador, el guayaquileño Vicente Rocafuerte.
Todo esto pasó en Ambato.
Esta batalla de
Miñarica también condujo a un acontecimiento rocambolesco: la aprobación por
dos veces del tratado internacional que condujo a la mayor pérdida territorial
del Estado del Ecuador.
El Ecuador tuvo la
primera guerra civil de su ajetreada y fútil historia en 1834-1835. La batalla
de Miñarica, hace 186 años, fue la conclusión militar de esta guerra civil de
carácter regional. El ejército de la Costa representaba los intereses de su más
grande hacendado, Vicente Rocafuerte, en ese momento declarado Jefe Supremo del
Ecuador. El ejército de la Sierra representaba los intereses de su más grande
hacendado, José Félix Valdivieso, también declarado Jefe Supremo del Ecuador.
La persona clave, sin embargo, no era ninguno de los dos jefes supremos, sino
el primer Presidente del Estado del Ecuador entre 1830 y 1834, el general
venezolano Juan José Flores. La batalla de Miñarica, desde la perspectiva de
Flores, era el enfrentamiento entre su antiguo enemigo y nuevo aliado, Vicente
Rocafuerte, y su antiguo aliado y nuevo enemigo, José Félix Valdivieso, quien se
había desempeñado como su Ministro de Gobierno a inicios de su Presidencia del
Estado. Y el aspecto clave era que él, Flores, comandaba el ejército de Rocafuerte
y de la Costa, que triunfó sobre el ejército de Valdivieso y de la Sierra y que
obligó a que pudientes serranos paguen una contribución de 100.000 pesos por los
gastos ocasionados para derrotar al ejército de la Sierra. Desde la perspectiva
de Flores, la victoria de Miñarica era indispensable para que él se mantenga
vigente en la política ecuatoriana. Lo estuvo por otros diez años, hasta que la
Revolución Marcista lo sacó del país.
La aprobación por dos
veces de un tratado internacional se debió a que durante la Jefatura Suprema de
José Félix Valdivieso se instaló una Asamblea Constitucional para dictar una nueva
Constitución, re-organizar el Estado y, previsiblemente, elegir Presidente
Constitucional a José Félix Valdivieso. Esta Asamblea Constitucional se reunió
en Quito en 1834 y fue ella quien, para congraciarse con Colombia (que en ese
entonces vacilaba el nombre de Nueva Granada), aprobó el Tratado de Pasto, que
es el tratado que se le impuso en 1832 al Estado del Ecuador tras su derrota en
la guerra.
El Tratado de Pasto lo
firmaron el 8 de diciembre de 1832 los representantes de Nueva Granada, José
María Obando y Joaquín Posada, y el representante del Ecuador, Pedro José
Arteta. Por este tratado internacional se impuso la renuncia del Ecuador a su
aspiración máxima (toda la región del Cauca hasta llegar a Panamá) y a su
aspiración mínima (Pasto y Buenaventura), su renuncia a todo. Lo había firmado P. J. Arteta, pero
lo tenía que ratificar el Congreso del Ecuador o un órgano equivalente. El
primero en hacerlo fue la Asamblea Constitucional convocada por Valdivieso.
Cuando se perdió la
batalla de Miñarica, los notables de la Sierra centro-norte se mandaron a
cambiar a Tulcán, declararon la disolución del Estado del Ecuador y la anexión
de la sierra Centro-Norte a la República de la Nueva Granada, e incluso enviaron
a un emisario, el quiteño Roberto de Ascázubi, para comunicarles a los
novogranadinos la buena nueva de la anexión de su tierra misérrima a la Nueva
Granada*. En la Nueva Granada, sin
embargo, el representante del bando perdedor resultaba el representante de un
gobierno ficticio, que ni podía aprobar tratados ni disolver nada que no sea a
sí mismos, apenas un loquito con un papel a quien lo mandaron de regreso con
viento fresco y sin multiproductos.
Tiempo después, a
instancias de la presión y las amenazas de la Nueva Granada, durante el gobierno
de Vicente Rocafuerte, que tenía la enorme ventaja de existir, el Congreso ecuatoriano
aprobó el Tratado de Pasto. Fue el segundo órgano representativo ecuatoriano que
lo aprobó y esta vez sí de manera válida y efectiva**. Desde entonces, en el Ecuador no se discute la pérdida de los cientos
de miles de kilómetros cuadrados (depende de si la aspiración máxima o mínima)
que, por muchos años, tuvieron vínculos intensos y profundos con Quito y que
constituyen la mayor pérdida de territorio en su ajetreada y fútil historia.
~*~
* Es decir, Quito
y su área de influencia (la sierra Centro-Norte) quisieron ser una península
mediterránea y netamente andina de Colombia, una extensión alargada y montañosa
de Pasto al Sur, una mala idea.
** Un recuento
de los acontecimientos entre 1830 y 1835, en: ‘Ecuador y Colombia: afirmación autoidentitaria y conflicto en la era republicana temprana’, de
Tomás Uribe Mosquera.
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