‘En
Ecuador, si me dicen que un burro vuela yo me acerco a la ventana’
Carlos
Julio Arosemena Monroy
El Gordo Albeiro
esperaba que le pasen el vaso lleno de cerveza. Meditaba su respuesta, pues es
difícil ser lo filoso que se requería para que la respuesta no se desparrame a
la mierda. Finalmente, llegó el vaso, y dijo, en tono sentencioso:
‘Fue por la negativa de Colombia’.
El autor de la pregunta
se quedó culo. Después de despreciar a Romo y Roldán, él había dicho que su
pregunta del 2004 seguía siendo legítima. Por eso había preguntado, ‘¿cuándo se jodió el país?’. Y el Gordo
sale con esto de Colombia.
El Gordo Albeiro
terminó el vaso, latigueó, y procedió a explicarse. ‘Hay una confusión con la idea de cuándo se jodió el país. Dicen unos
que fue en tiempos de Correa, otros que en los de Mahuad y el feriado bancario,
otros que fue Moreno, o uno u otro político, a gusto del usuario. Pero estos
desprecios a los políticos están guiados por pasiones políticas, por cuestiones
emocionales. Son un mal camino para comprender el momento en que se jodió el
país, porque es un game of thrones de
atribución de responsabilidades, una suma cero de razones’.
‘¿Y cuál es el camino, entonces?’, preguntó Mike Albornoz, que
pasaba por ahí con una funda de mandados, había atendido a la parte final del speech del Gordo y tenía puesta una
camiseta de game of thrones, por lo que
se sintió identificado. El Gordo estaba más atento al refill de su vaso que a lo que preguntó Mike. Pero las ideas se le
ordenaron en su cabeza apenas tocó el vaso su mano. El Dios de la Cerveza lo
estaba cobijando esa noche.
‘Entender la historia de las instituciones del Estado que son las causas
estructurales y profundas de un Estado disfuncional’ dijo, mientras le sacaba pinta a Mike. Y aclaró: ‘Empecé diciendo que esas causas se
reconducen a un hecho ajeno a la voluntad de los políticos del Ecuador, que se
debieron o se desencadenaron por la negativa de Colombia’.
‘Pero’, interrumpió Mike Albornoz, ‘¿negativa a qué?’
‘Aguanta, Mike. Para entender la negativa se debe tener en cuenta el
contexto. Cuando las provincias de Cuenca, Quito y Guayaquil conformaron el
Distrito del Sur de la Gran Colombia fueron una reunión de provincias que
habían estado separadas por los últimos quince años más o menos. Desde 1803, y
con mayor firmeza desde 1809, las provincias de Cuenca y Guayaquil pasaron a
ser administradas desde Lima, desde el Virreinato del Perú. La provincia de
Quito, por su parte, se quedó con el Virreinato de la Nueva Granada. Cuando se
crea el Departamento del Sur de Colombia, se reúnen territorios que se habían
separado y se habían enfrentado entre ellos por muchos años. Era una unión muy
áspera, muy difícil’.
‘Sigo sin entender la negativa’, dijo Mike. El Gordo Albeiro
arremetió
‘Cuando el Distrito del Sur se separa de Colombia, se forma un nuevo
territorio que es la reunión de las antiguas provincias españolas de Cuenca,
Guayaquil y Quito. La geografía conspira, las regiones son muy distintas entre
sí. Salvo por la contigüidad de los territorios, sus vasos comunicantes eran muy
escasos. Incluso se habían fajado entre ellos, porque eso es realmente lo que es
el 10 de agosto: la victoria de Cuenca y Guayaquil sobre Quito.’
En este punto, Mike se
rascaba la cabeza con una mano mientras sostenía la funda de compras con la
otra.
‘Te debo la del 10 de agosto para otro día’ continuó el Gordo. ‘Pero sígueme con la idea, Mike. Tres
territorios que no se llevan entre sí, de repente conforman un Estado en 1830.
Lo gobierna un extranjero, un venezolano de Puerto Cabello, Flores, mulato
sabrosón, joven de 30 años cuando le toca ponerse a cargo de un país que balbuceaba
y que era una amalgama rara. Pasó entonces lo que tenía que pasar. Su
administración fracasó, le surgieron revoluciones en la Costa y en la Sierra, y
por esas carambolas del destino, terminó aliándose con un ricohombre de la
Costa, Vicente Rocafuerte, para enfrentar al máximo hacendado de la Sierra,
José Félix Valdivieso, que aglutinaba a la Sierra tras de sí’.
‘Bróder, este contexto está muy largo’, espetó un gogoterito sentado
sobre una jaba. Mike asintió con la cabeza.
‘Ya llegamos, Loco Pete’, llamó a la calma el Gordo Albeiro,
mientras le llegaba una más y volvía él a sentir que Piatsaw, Dios de los
Záparas, colgado en su hamaca, le mandaba buenas vibras. O eso le gustaba a él
pensar, al menos. Retomó: ‘Se sacaron la
chucha. En unos arenales cerca de Ambato se fajaron los ejércitos de la Costa y
de la Sierra. Ganó la Costa. La Sierra, whining little bitches, no quisieron admitir la derrota y se
fugaron a Tulcán, donde hace un frío en serio. Allí declararon que el Estado
ecuatoriano había muerto’.
‘Pobre hijueputa’, dijo Mike. ‘Los
serranos mataron al Ecuador.’ Dejó caer la funda al suelo.
‘Ya quisiera’, dijo el Gordo Albeiro, ‘pero es aquí donde entra la negativa. Un comité de serranos decidió que
iba a ir Roberto de Ascázubi a Bogotá a pedir que Colombia los acepte como
parte de su territorio, como una extensión alargada al Sur de Pasto. Pero
Bogotá lo mandó con viento fresco al emisario, y finalmente se les pasó la
rabieta, se le pagó una compensación a la Costa como vencedora de la batalla, y
la Sierra integró la República del Ecuador que se conformó en la Asamblea Constitucional
de Ambato, en 1835. Pero si Colombia decía que sí, que recogía a los serranos
en su seno, ellos eran un problema de otros, nos librábamos de ellos. Como
Colombia dijo que no, no nos quedó de otra que aceptarlos de nuevo.’
El Gordo ya tenía un
nuevo vaso de cerveza en la mano. ‘En
todo caso, Mike, el punto es que la negativa de Colombia de aceptar a los
serranos nos jodió como país. Si se iban con Colombia, Guayaquil crecía pum pa’
arriba. Incluso si nos daban a Cuenca, pum pa’ arriba’. Arqueo de cejas, gran
sorbo de satisfacción. Latigueo.
Mike sintió que había
escuchado una revelación. ‘Es desde 1835
que estamos jodidos’, musitó. Recogió su funda, que tenía unos cheetos y tres mandarinas, con un
movimiento casi autómata. Pero en seguida se recompuso y sentenció: ‘Lo que nos jodió fue ser ese país. Pudimos
ser otro’. Lo dijo con los ojos bien abiertos, como si eso ayudara a su
afirmación. Y ahí fue que la tiró el Gordo Albeiro, pesada como una losa: ‘Debimos no ser. En eso, los serranos del 35
tenían razón. Los primeros ecuatorianicidas’.
Mike dijo que ya se
tenía que barajar pero que había sido todo muy ilustrativo, que nunca había
visto tan claro lo estorboso de ser Ecuador. El Gordo Albeiro, por retrucar el
agradecimiento, le dijo a Mike que siempre le había gustado su canción ‘El
Químico’.
A Mike le entró un colerín. ‘Esa era de Reynaldo Egas’ bramó, y echó a caminar con un severo rostro de señora moralmente indignada. Pero en el fondo, él sabía que había aprendido un poco de historia por ir a comprar cheetos y mandarinas. Era una ganga.
2 comentarios:
Excelente Xavier, como nos tienes acostumbrados, ¿para cuándo unas chelas con el gordo Albeiro?
Por eso que recuerdo a los maestros de la escuela, la dificultad en explicar este champoo llamado Ecuador. Yo nunca entendi las explicaciones, realmente, lo peor de todo, es que muchos - me incluyo- no saben sobre este accidente llamado Ecuador .
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