Leyendo la autobiografía
del Premio Nobel de Economía Amartya Sen, encontré este sentido elogio del pensamiento
del viejo Marx:
‘Su reveladora distinción entre el «principio de no
explotación» (mediante el pago acorde con el trabajo, en línea con la
contabilidad establecida por su versión de la teoría del valor-trabajo) y el «principio
de necesidad» (disponer de los pagos en función de las necesidades de las
personas, no de su trabajo y productividad) era una potente lección de
pensamiento radical’ (1).
El capitalismo tiene
una lógica distinta a los principios marxistas, pues la suya es una lógica de
la acumulación. Su lema bien podría ser ‘greed is good’ (la codicia es buena). Los capitalistas no buscan satisfacer
las necesidades de la gente, como quería Marx. Ellos buscan la producción a
bajo costo y obtener una alta rentabilidad (su ejemplo extremo, este imbécil).
Los banqueros son los
capitalistas par excellence. Ellos están
acostumbrados a acumular dinero y a mandar. En esencia, sus preocupaciones no
son humanas, son contables.
Guillermo Lasso es un
banquero acostumbrado a acumular dinero y a mandar. Una vez Presidente, él quiso
aplicar su fórmula de administración privada a la administración pública de un
país pobre, desigual, que desconfía de su institucionalidad y que es propenso a
la violencia. Y este país, desatendido en sus necesidades (sin salud, sin
educación, sin seguridad como no sea para la represión de los pobres) le terminó
por explotar en la cara.
(1) Sen,
Amartya, ‘Un hogar en el mundo. Memorias.’,
Taurus, Bogotá, 2021, p. 254. A página siguiente, Sen pone un ejemplo del
triunfo del principio marxista de necesidad: ‘Por ejemplo, el Servicio Nacional
de Salud (NHS, por sus siglas en inglés), que se introdujo en Gran Bretaña en
1948 y que alcanzó su plena funcionalidad poco antes de mi llegada al país, fue
un heroico e innovador intento de implementar un componente crucial del
principio de necesidad, en cuanto a la atención sanitaria se refería. Como dijo
el creador y defensor a ultranza del NHS, Aneurin Bevan, que había estudiado la
obra de Marx como alumno del Central Labour College de Londres: «Ninguna
sociedad se puede denominar legítimamente civilizada si niega cuidados médicos
a una persona a causa de su falta de medios económicos». Exactamente en las
antípodas del imbécil. Corolario:
En el Ecuador, donde el servicio de salud no sirve a la gente porque es
corrupto e ineficaz, no merecemos llamarnos «civilizados».
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