“Quien ha pisado alguna vez un estadio o una plaza de toros ha visto a individuos cobardes que, amparándose en la distancia y el anonimato, se atreven a gritarles a los futbolistas o toreros cosas que no serían capaces de murmurarle a nadie que estuviera a dos pasos, gente que no saldría ni en defensa de un niño al que vapulearan cuatro adultos. Se atreven a insultar y humillar en tanto que masa, confundidos con otros de su misma especie, jaleándose y envalentonándose mutuamente. Se sienten impunes porque en esos lugares es casi imposible que sean individualizados, percibidos como lo que son, individuos.”
No es difícil reemplazar el pisar “un estadio o una plaza de toros” por “participar de un blog”. Aclaro, eso sí: no es el anonimato en sí mismo el que me molesta aunque prefiero (por obvias razones: saber si se trata de un afectado directo, de un experto, de un defensor de ciertos intereses, etc.) conocer quién es mi interlocutor en un debate. Reconozco, por supuesto, que lo importante en un debate son las ideas y que, en la medida en que se expongan de manera inteligente y respetuosa, me resulta indiferente si las expone un anónimo o un identificado. El que me parece despreciable es aquel que calza en esta descripción que realiza Marías, aquel que utiliza su anonimato para el aleve insulto y la pretensa humillación de su interlocutor, partícipes de una cuota de mala leche y de estupidez malsana que es impropia de cualquier debate serio. Estos cobardes, hay que decirlo con todas sus letras, solo merecen desprecio.
Ah, para cerrar, unos goles del gran maestro Cantona (oh, ah, Cantona, ran away with the teacher’s bra) para deleite de la peña futbolera.