En una observación de Alexandre Holinski vertida en su libro Ecuador. Escenas de la vida en América del Sur (originalmente publicado en París, en 1861), este autor destaca que no existía ejército más desharrapado que aquel que deambulaba por el territorio ecuatoriano, rapiñando más que otra cosa:
‘No cabe imaginar espectáculo más bizarro, más variopinto, más triste, que un destacamento de tropas ecuatorianas en marcha. Los hombres van armados de todas las formas y vestidos de todas las modas. Unos llevan fusiles, otros empuñan lanzas, y como en la canción de Malborough, hay quienes no llevan nada. La mayoría lleva un abrigo gris; la otra mitad, ningún tipo de uniforme. Llevar calzado es privilegio de unos pocos; ir descalzos es la suerte de muchos’ [p. 149].
Gente descalza, sin uniforme y sin armas: apenas harapientos con hambre y propensión a la violencia.
Para ilustrar al lector europeo, Holinski comparó a esta masa informe con el ejército de Haití:
‘He visto al ejército de Faustin I, emperador de Haití, y puedo afirmar que era un modelo de buen gusto comparado con la mayoría de los ejércitos sudamericanos, en especial con el de Ecuador’ [p. 150].
Así, en este relato, el Ecuador es menos que Haití. Y no es de extrañarse, pues ellos tienen el Barbancourt.
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