El lojano Manuel Agustín Aguirre era el Secretario del Partido Socialista en los tiempos de la ‘Revolución Gloriosa’. En 1943, cuando el expresidente José María Velasco Ibarra representaba la opción frente a la continuidad del gobierno liberal, Aguirre no dudó en saludar a Velasco como ‘un hombre de fuerte raigambre popular, ascendrado patriota, honrado y progresista, cuya lucha continental por la defensa de los principios democrático y los más altos derechos humanos, será una garantía efectiva de libertad y democracia’ (1)
La ‘Revolución Gloriosa’ produjo una Asamblea Constitucional que empezó a funcionar el 10 de agosto de 1944 con el propósito de producir la décimo cuarta Constitución del Estado ecuatoriano (décimo tercera de la República del Ecuador). Aguirre fue el Vicepresidente de esta Asamblea Constitucional que lo designó Presidente Constitucional a Velasco ese 10 de agosto de 1944 (debió gobernar hasta el 1 de septiembre de 1948) y que promulgó la Constitución que se había propuesto redactar el 6 de marzo de 1945.
Esta Constitución de 1945 duró poco, porque no fue del gusto de Velasco. El 30 de marzo de 1946, Velasco se declaró dictador. Al poco rato, Velasco organizó unas nuevas elecciones para elegir a los representantes a una nueva Asamblea Constitucional que nuevamente lo designó Presidente Constitucional y que dictó una nueva Constitución el 31 de diciembre de 1946, ahora sí a gusto de Velasco. Para 1946, la opinión de Aguirre había variado de manera radical. Ahora lo consideraba a Velasco ‘el traidor número uno, introducido como caballo de Troya en la revolución’ (2). Traidor, porque encumbrado en el poder por la ‘Revolución Gloriosa’, buscó destruir el fruto de la revolución, esto es, la Constitución de 1945. Cosa que Velasco logró: dictadura mediante, obtuvo una Constitución conservadora, que era de su agrado y que era el símbolo de su traición. (3)
La desazón de Aguirre con Velasco, pasado el tiempo, se convirtió en una ácida crítica que lo sitúa a Velasco como el tonto útil de las oligarquías que siempre fue:
‘No existe ningún político ecuatoriano que haya prestado más eficientes y mejores servicios a la clase dominante, que el doctor Velasco Ibarra; pues debido a sus capacidades demagógicas, a su falta absoluta de responsabilidad y escrúpulos, a su constante escamoteo ideológico, que va del azul al rojo, ha podido mantener tras de sí, que es decir tras de las oligarquías dominantes, a un pueblo maniatado, enceguecido, humillado, desorientado, desviado mucho tiempo del verdadero camino de su liberación. Ningún hombre por lo mismo, ha hecho tanto daño a las masas trabajadoras del País, ha impedido el desarrollo de su conciencia de clase y ha retardado su auténtica marcha revolucionaria hacia la conquista de su propio destino’. (4)
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(1) De la Torre Espinosa, Carlos, 'La seducción velasquista', Ediciones Libri Mundi y FLACSO, Quito, 1997, p. 220.
(2) Ibíd.
(3) La Constitución de 1946, fruto de la traición velasquista como era, fue la única que rigió en un período de estabilidad política durante el período central del siglo XX, que va desde la Revolución Juliana en 1925 hasta el regreso a la democracia en 1979, pues es la Constitución que estuvo vigente durante los gobiernos de Plaza Lasso entre 1948 y 1952, de Velasco Ibarra entre 1952 y 1956, y de Ponce Enríquez entre 1956 y 1960. Ninguna otra Constitución de ese período (1929, 1945, 1967, y menos la de 1938, que jamás se promulgó) rigió sobre un período completo de gobierno.
(4) De la Torre..., pp. 233-4.
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