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Freile

25 de octubre de 2024

            Publicado en diario Expreso el viernes 25 de octubre de 2024.

El gobierno ecuatoriano entró en el siglo XX con el general manabita Eloy Alfaro Delgado como Presidente y el terrateniente quiteño Carlos Freile Zaldumbide como Vicepresidente. Bajo la Constitución del año 1897, impulsada por el general Alfaro tras el triunfo de la revolución liberal de 1895 que tumbó al gobierno del Presidente Luis Cordero, el primero en la línea para la sucesión del Presidente de la República, era el Vicepresidente de la República, en este caso, Freile Zaldumbide. Y después de él venían el “último Presidente de la Cámara del Senado” y otras autoridades del poder legislativo (Art. 84).

Pero esta línea de sucesión presidencial cambió cuando entró en vigor la Constitución liberal del año 1906, la primera que no declaró al Ecuador como un Estado católico. Esta Constitución la impulsó también el general Alfaro tras un golpe de Estado perpetrado a inicios de 1906 en contra del gobierno del Presidente Lizardo García, y en ella se suprimió la Vicepresidencia de la República de la línea de sucesión del Presidente de la República, pues se suprimió a esa institución del sistema constitucional de gobierno. 

Entre 1906 y 1946 no existió la Vicepresidencia de la República. Recién con la entrada en vigor de una nueva Constitución el 31 diciembre de 1946 se reestableció esta institución. El último en ocuparla en 1906 fue Alfredo Baquerizo.  

Así las cosas, por la vigencia de la Constitución de 1906, en el año 1911 la sucesión “en caso de faltar el Presidente de la República” correspondía, primero, al “último Presidente de la Cámara del Senado”, y después a otras autoridades del poder legislativo (Art. 71). Así, el primero en la línea de sucesión en caso de faltar el Presidente de la República pasó de la función ejecutiva a la función legislativa.

Pero por carambolas del destino y aplicación estricta de la Constitución de 1906, la persona que debió suceder al Presidente de la República cuando falleció en funciones el Presidente el 21 de diciembre de 1911, fue aquel mismo Carlos Freile que lo había acompañado al general Alfaro en los primeros años de su gobierno liberal, primero como alcalde de Quito y gobernador de Pichincha, y luego como su Vicepresidente entre 1899 y 1903. Cuando murió el Presidente Estrada de un infarto fulminante en diciembre de 1911, Carlos Freile era la última persona que había ocupado el cargo de Presidente del Senado. Y así, por esta súbita muerte, le correspondió a Freile suceder al Presidente de la República desde el 22 de diciembre de 1911.

El terrateniente Carlos Freile, su antiguo aliado, en seguida lo mandó al general Eloy Alfaro al exilio en Panamá. Pero a principios de enero de 1912, el general Alfaro retornó al Ecuador y organizó un ejército para tumbar al gobierno de Freile y volver a gobernar, como lo había hecho en 1895 y 1906, tras golpes de fuerza. Pero esta vez al general Alfaro le tocó perder.

Y ocurrió entonces la “Hoguera Bárbara”: el cruel asesinato de Alfaro y otros cinco coidearios liberales, con la humillación y quema de sus restos en un parque de Quito.

Freile gobernó un mes y poco más después de la “Hoguera Bárbara”, hasta el 6 de marzo de 1912. Murió en agosto de 1928, en París, a la edad de 72 años.

Edificio en ruinas

16 de agosto de 2024

            Publicado en diario Expreso el viernes 23 de agosto de 2024.

En la Convención de Ambato de 1835 el primer Presidente de la República del Ecuador, el guayaquileño Vicente Rocafuerte, dirigió estas duras palabras a los diputados del pueblo ecuatoriano allí reunidos: “¿Existe entre nosotros esa pura moral de la que nace el espíritu público? Es duro decirlo, pero es preciso confesar que nó. ¿Estamos al nivel de las luces del siglo? Nó. ¿Hay comodidad, desahogo o instrucción en la masa del pueblo? Nó. Luego faltan los fundamentos en que debe apoyarse el edificio democrático”.

Casi dos siglos pasaron desde esa Convención que fundó una república, y los fundamentos de su “edificio democrático” han variado en la forma, pero no en el fondo. O al menos no para bien.

Hoy, el “edificio democrático” que refirió Rocafuerte en su alocución está corrompido (lo ha estado casi invariablemente desde aquel lejano 1835). En cuanto a las variaciones de forma, se convirtió a las elecciones en un proceso organizado por un órgano especializado (desde la aprobación de la Constitución de 1945) y se convirtió en obligatorio el voto de los ciudadanos (desde la aprobación de la Constitución de 1946). En lo de fondo, hoy, este órgano especializado no controla si la corrupción penetra en el proceso electoral. Y para legitimar la situación, se nos obliga a los ecuatorianos a sostener este sainete siniestro con el voto.

La preocupación del presidente Rocafuerte en 1835 era que los ecuatorianos no gozaban de las condiciones necesarias para hacer el bien a su Patria. Nuestra preocupación, casi dos siglos después, debe ser que el “edificio democrático” que se ha erigido en el Ecuador se ha asentado en un sistema electoral que permite que algunos ecuatorianos le hagan el mal a su Patria. 

Nuestro sistema electoral favorece la producción de este sainete siniestro. No impide que los movimientos y partidos políticos sean una mascarada sin asomo de ideología, ni que sus elecciones primarias sean una burla sin asomo de participación (salvo la gente como parte del decorado). Es decir, en el sistema electoral ecuatoriano no importa que los movimientos y partidos políticos hagan un sainete de la elección de las autoridades. Lo realmente grave, sin embargo, es que el sistema electoral está permitiendo ahora que ese sainete merezca la calificación de siniestro, pues se confiesa incapaz de controlar los fondos que ingresan para el financiamiento de los movimientos y partidos políticos. 

Esta falta de control en el financiamiento es siniestra, pues para nadie es desconocida la presencia e influencia en la sociedad ecuatoriana de los grupos de delincuencia organizada. Se han infiltrado en las instituciones, corrompido a sus autoridades y ocupado territorios en los que el Estado está vedado de intervenir, y se imponen por el terror o por la muerte. 

Que el Estado esté inerme frente a la posibilidad de que ellos financien las candidaturas de las autoridades, sólo nos augura un futuro siniestro, uno en que la misión básica del Estado de proteger a los habitantes de su territorio se subvierte para poner al Estado al servicio de quienes agreden a los habitantes de su territorio.

Casi dos siglos después, y estamos peor que como empezamos. Y conste que empezamos mal.

La revolución de hojarasca

2 de septiembre de 2022

 

Publicado en diario Expreso el 2 de septiembre de 2022.

 

Una consigna de la revolución ‘Gloriosa’ de 1944 fue ‘Todo el poder a Velasco’. (La devoción a un caudillo es una de las señas particulares de la política ecuatoriana.) El resultado de la ‘Gloriosa’ fue un continuo ejercicio del poder por José María Velasco Ibarra que empezó por aclamación, continuó con su designación de Presidente por una Asamblea Constitucional y devino en una dictadura, hasta que lo volvió a designar Presidente otra Asamblea Constitucional para concluir en un golpe de Estado. Todo esto, entre 1944 y 1947. Y en el medio, dos Constituciones.

 

Tras la revolución se organizó una Asamblea Constitucional, que entró en funciones el 10 de agosto de 1944. Velasco venía ejerciendo, desde el 31 de mayo y por aclamación popular, un gobierno de facto. La Asamblea Constitucional, el mismo día que entró en funciones, lo convirtió a Velasco en Presidente de la República para el período 1944-1948. Esa misma Asamblea trabajó por una Constitución liberal, que entró en vigor el 6 de marzo de 1945 (fue la décimo tercera de la República). Un digno fruto jurídico de la revolución ‘Gloriosa’, al que Velasco descalificó por producir una ‘pesadillesca institucionalidad’.

 

José María Velasco Ibarra, el aclamado en consigna por los gestores de la revolución ‘Gloriosa’, fue el encargado de destruir la obra jurídica de la revolución. Desde su promulgación el 6 de marzo de 1945 hasta que el Presidente Velasco se declaró dictador el 30 de marzo de 1946, la Constitución estuvo en vigencia apenas por 389 días. En seguida, Velasco convocó a una Asamblea Constitucional que se compuso, en su mayoría, por representantes de cuño conservador. Esta Asamblea lo designó Presidente a Velasco el 10 de agosto de 1946 y produjo una Constitución conservadora y a gusto de Velasco (era tan a su medida, que introdujo el voto obligatorio). Esta Constitución entró en vigor el 31 de diciembre de 1946.   

 

Entre los cambios que introdujo la Constitución de 1946 estuvo el retorno de la figura del Vicepresidente de la República. La Asamblea Constitucional designó para este cargo al otavaleño Mariano Suárez Veintimilla, miembro del Partido Conservador. Cuando el 23 de agosto de 1947 ocurrió el golpe de Estado que lo tumbó a Velasco (el ‘Manchenazo’), el Vicepresidente Suárez no renunció a su cargo. Él era quien, constitucionalmente, debía reemplazar a Velasco.

 

El golpe que organizó el coronel Mancheno fracasó en tomar el poder, pero sirvió como cierre del momento que a Velasco le abrió la revolución ‘Gloriosa’ para ejercer el poder. (Volvería a ejercer la Presidencia en 1952 y otras dos veces más, todas por elección popular.)

 

Tras el fracaso del ‘Manchenazo’, Suárez asumió la Presidencia de la República el 3 de septiembre de 1947. Era la primera vez, desde el triunfo de la revolución liberal en 1895, que un conservador la ejercía. Duró poco, apenas 13 días, porque se reunió un Congreso Extraordinario y, como parte de un acuerdo y tras la designación por este Congreso de un nuevo Vicepresidente, Suárez renunció para que el nuevo Vicepresidente lo reemplace en el ejercicio de la Presidencia.

 

A esta hora, la política ecuatoriana abría una nueva etapa. De la revolución ‘Gloriosa’ quedaba ya hojarasca.  

Aguirre contra Velasco Ibarra

4 de septiembre de 2021

El lojano Manuel Agustín Aguirre era el Secretario del Partido Socialista en los tiempos de la ‘Revolución Gloriosa’. En 1943, cuando el expresidente José María Velasco Ibarra representaba la opción frente a la continuidad del gobierno liberal, Aguirre no dudó en saludar a Velasco como ‘un hombre de fuerte raigambre popular, ascendrado patriota, honrado y progresista, cuya lucha continental por la defensa de los principios democrático y los más altos derechos humanos, será una garantía efectiva de libertad y democracia(1)

 

La ‘Revolución Gloriosa’ produjo una Asamblea Constitucional que empezó a funcionar el 10 de agosto de 1944 con el propósito de producir la décimo cuarta Constitución del Estado ecuatoriano (décimo tercera de la República del Ecuador). Aguirre fue el Vicepresidente de esta Asamblea Constitucional que lo designó Presidente Constitucional a Velasco ese 10 de agosto de 1944 (debió gobernar hasta el 1 de septiembre de 1948) y que promulgó la Constitución que se había propuesto redactar el 6 de marzo de 1945.

 

Esta Constitución de 1945 duró poco, porque no fue del gusto de Velasco. El 30 de marzo de 1946, Velasco se declaró dictador. Al poco rato, Velasco organizó unas nuevas elecciones para elegir a los representantes a una nueva Asamblea Constitucional que nuevamente lo designó Presidente Constitucional y que dictó una nueva Constitución el 31 de diciembre de 1946, ahora sí a gusto de Velasco. Para 1946, la opinión de Aguirre había variado de manera radical. Ahora lo consideraba a Velasco ‘el traidor número uno, introducido como caballo de Troya en la revolución(2). Traidor, porque encumbrado en el poder por la ‘Revolución Gloriosa’, buscó destruir el fruto de la revolución, esto es, la Constitución de 1945. Cosa que Velasco logró: dictadura mediante, obtuvo una Constitución conservadora, que era de su agrado y que era el símbolo de su traición. (3)

 

La desazón de Aguirre con Velasco, pasado el tiempo, se convirtió en una ácida crítica que lo sitúa a Velasco como el tonto útil de las oligarquías que siempre fue:

 

No existe ningún político ecuatoriano que haya prestado más eficientes y mejores servicios a la clase dominante, que el doctor Velasco Ibarra; pues debido a sus capacidades demagógicas, a su falta absoluta de responsabilidad y escrúpulos, a su constante escamoteo ideológico, que va del azul al rojo, ha podido mantener tras de sí, que es decir tras de las oligarquías dominantes, a un pueblo maniatado, enceguecido, humillado, desorientado, desviado mucho tiempo del verdadero camino de su liberación. Ningún hombre por lo mismo, ha hecho tanto daño a las masas trabajadoras del País, ha impedido el desarrollo de su conciencia de clase y ha retardado su auténtica marcha revolucionaria hacia la conquista de su propio destino’. (4) 

 

~*~

 

(1) De la Torre Espinosa, Carlos, 'La seducción velasquista', Ediciones Libri Mundi y FLACSO, Quito, 1997, p. 220.

(2) Ibíd.

(3) La Constitución de 1946, fruto de la traición velasquista como era, fue la única que rigió en un período de estabilidad política durante el período central del siglo XX, que va desde la Revolución Juliana en 1925 hasta el regreso a la democracia en 1979, pues es la Constitución que estuvo vigente durante los gobiernos de Plaza Lasso entre 1948 y 1952, de Velasco Ibarra entre 1952 y 1956, y de Ponce Enríquez entre 1956 y 1960. Ninguna otra Constitución de ese período (1929, 1945, 1967, y menos la de 1938, que jamás se promulgó) rigió sobre un período completo de gobierno.

(4) De la Torre..., pp. 233-4.   

El origen conservador del voto obligatorio

25 de agosto de 2020


Un liberal, por principio, no debe consentir que un Estado lo obligue a manifestar su voto. Por experiencia, toda persona con sentido común, por el solo hecho de haber vivido en el Ecuador, ha advertido que en este país la obligatoriedad del voto es la base sobre la que se monta un sistema corrupto, que perjudica a quienes obliga (sobre esto, v. ‘Una revolución contra la idiotez’). Así, sentido común, en el Ecuador, es saber que uno está obligado a sostener un sistema de representación que fundamentalmente desprecia.

Entonces, si tenemos a un liberal con sentido común (los liberales sin sentido común –ni empatía- se llaman ‘libertarios’), tenemos necesariamente a un promotor del voto facultativo. A este liberal le gustará saber, para fundamentar mejor sus ideas*, el origen del voto obligatorio en el Ecuador.

Durante 116 años y catorce Constituciones, el voto fue facultativo en el país. Como ha dicho Ernesto Albán Gómez, en ‘Evolución del sistema electoral ecuatoriano’: ‘[l]a tradición constitucional y política del país consideraba que el sufragio era un derecho de los ciudadanos (p. 58). Es decir, entendía el ejercicio del voto como parte del ámbito de libertades ciudadanas que el Estado debe respetar. Y que en efecto, la gran mayoría de Estados del mundo mundial, respetan.

Porque, en el mundo mundial, 27 países obligan a sus ciudadanos a votar, frente a 172 países que respetan la libertad de sus ciudadanos de decidir si votan o no (‘Compulsory voting’). En los primeros países, rige una concepción del voto anti-liberal y como un ‘deber’; en los otros, la mayoría, rige una concepción liberal y se entiende el voto como un ‘derecho’. El Ecuador rompió con su tradición liberal y se sumó a los países que lo entienden como un ‘deber’ recién en su décimo quinta Constitución, la del año 1946, adoptada durante la primera dictadura de Velasco Ibarra**.    .

Sabroso entremés: la revolución ‘gloriosa’ de 1944 produjo la décimo cuarta Constitución y ungió a José María Velasco Ibarra como Presidente de la República. Esta Constitución, reconocida como liberal y progresista, se la aprobó el 31 de marzo de 1945; en la víspera de su primer aniversario, Velasco Ibarra se declaró Dictador y la desconoció. Entonces se organizó la respuesta conservadora a la Constitución de 1945: fue la de 1946, que entró en vigor el último día de ese año.

Su artículo 22 disponía lo siguiente:

Constitución de la República del Ecuador [1946]
Artículo 22.- Para ser elector se requiere estar en ejercicio de los derechos de ciudadanía y reunir las demás condiciones exigidas por la Ley. 
Dentro de estas condiciones, el voto para las elecciones populares es obligatorio para el varón y facultativo para la mujer. La Ley determinará la sanción correspondiente por el incumplimiento de este deber.

Esta obligatoriedad (parcial) del voto estuvo basada en que el Ecuador necesitaba ‘fortalecer sus instituciones democráticas y, para ello, involucrar a todos los ciudadanos en los procesos electorales’ (Albán Gómez, Evolución...’, pp. 58-9). Si el propósito de esta reforma conservadora fue ‘fortalecer sus instituciones democráticas’, tenemos que aceptar que ese propósito ha fracasado escandalosamente, siempre y en todo momento, durante los 74 años que ha regido la obligatoriedad del voto en el Ecuador***.

El fracaso del voto obligatorio obliga a repensar su permanencia en el juego democrático. Es una rémora conservadora de 1946, sobre la que se ha erigido, a la fecha, un sistema corrupto que la mayoría de los votantes despreciamos (v., insisto, ‘Una revolución contra la idiotez’). Y, como se dice en frase atribuida a Albert Einstein (pero también a Mark Twain y a Benjamin Franklin), ‘una locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes’.

Pero en el Ecuador, una ‘locura’ conveniente a la corrupción, puede llegar a convertirse en tradición. En este caso, de cuño conservador y originada en 1946.

*

* No es que realmente importe, porque los argumentos no convencen a nadie. It’s just for fun.
** Hay quienes cuentan a esta Constitución como la décima sexta, pero es porque cuentan la Constitución de 1938, que jamás se promulgó.
*** 74 años para los varones, 53 para las mujeres (pues para ellas empezó a ser obligatorio desde la Constitución de 1967).