El olvidado 13 de Agosto

25 de septiembre de 2021

En la República del Ecuador, las autoridades del Estado conmemoran el 10 de agosto, pero realmente deberían conmemorar lo que pasó tres días después, el 13 de agosto. Creer en la primera fecha es sostener, de una manera oficial y con recursos del Estado, una fantasía. La segunda fecha tiene la incomparable ventaja de estar asentada en un hecho positivo y real.

 

Me explico: el 10 de agosto de 1809 está muy claro que no fue, que jamás intentó ser, un proceso de independencia del Reino de España (v. ‘Lo contrarrevolucionario en la ‘Revolución del 10 de agosto’ (becominga weirdo)’ y ‘El 10 de agosto no fue obra de canallas’). La revolución de agosto en Quito fue el desafío regional de Quito a las capitales de las provincias vecinas de Popayán, Cuenca y Guayaquil, a fin de que se acepte su primacía (Quito como una primus inter pares administrativa de su territorio audiencial, v. ‘Las relaciones exteriores de Quito en 1809’). La movida de Quito resultó un rotundo fracaso, porque nadie le aceptó un carajo.

 

El 24 de Octubre de 1809, forzados por las circunstancias, los sublevados de Quito tuvieron que devolver el poder administrativo a los mismos españoles que lo detentaban antes de haberse hecho la revolución. Pactaron con ellos una inmunidad por sus actos de agosto, la que no fue respetada por las tropas que vinieron de Lima a instancias del Gobernador de la provincia de Guayaquil, Bartolomé Cucalón.

 

Sin mucho trámite, se metió presos a los cabecillas de la revolución. Tras un fallido rescate de estos cabecillas, las tropas peruanas los asesinaron el aciago 2 de agosto de 1810 a ellos, a muchos de quienes intentaron el rescate y a tutti quanti. Así, el rapto de entusiasmo de agosto de 1809 le terminó por costar a la recoleta Quito, el agosto siguiente, la masacre de alrededor de 200 de sus hijos, incluida buena parte de su élite ilustrada. Quito se disparó al pie.

 

En resumen, que el 10 de agosto no puede ser, en estricto rigor, una fiesta nacional. Porque es la conmemoración de lo ocurrido en una provincia, llevado al estatus de fiesta nacional (a pesar de haber sido disputado, enfrentado y vencido por las otras dos provincias que conformaron el Ecuador); porque es una derrota colosal, con masacre incluida, llevada al estatus de acto heroico. Es una farsa, representada como la historia ‘oficial’.

 

En claro contraste, el 13 de agosto resulta una fecha muy comprobable. Se había dado una condición para llegar a ella: Quito había sido vencida en una guerra civil, que se resolvió con la derrota del Ejército de la Sierra en la batalla de Miñarica del 19 de enero de 1835. (v. ‘La república nació en un barco (1834-1835)’). Se impuso en seguida la organización de una Asamblea Constituyente que se reunió en Ambato, la ciudad más cercana a los arenales donde se había peleado la batalla decisiva.

 

Esta Asamblea Constituyente nombró, el 8 de agosto de 1835, a quien fue el primer Presidente Constitucional ecuatoriano (o, por mor de precisión, el primer Presidente nacido en una de las tres provincias y gobernaciones españolas que, en tiempos de la independencia, se unieron para conformar el Estado del Ecuador) y promulgó, el 13 de agosto de 1835, la primera Constitución que declaró que el Estado del Ecuador era una República. Su artículo 1 decía: ‘La República del Ecuador, se compone de todos los ecuatorianos, reunidos bajo un mismo pacto de asociación política’. Y desde la vigencia de este documento, el 13 de agosto de 1835, República ha sido para siempre.

 

En 1809 y 1835 se narran sendas derrotas de Quito. La derrota de la revolución de 1809 se selló con una inmisericorde masacre de quiteños que la llevó a Quito a ser valevergueada por el mismo Dios, quien simplemente ‘aceptó el Holocausto’ (i.e., Dios en plan ‘ya qué chucha’), según cuenta nuestro disparatado Himno Nacional (v. ‘Nuestro himno nacional, explicado’). En 1835, la derrota de Quito (y de la Sierra at large) en una guerra civil fue el paso previo para un breve período de estabilidad política y la fundación formal de la República. Pero a la derrota de 1809, más antigua y borrosa, se la ha falseado de heroica al punto que las autoridades, este año 2021, siguen apuntalando su falso heroísmo con recursos del Estado, verbosidades y protocolos.

 

En cambio, a la otra fecha, el 13 de agosto de 1835, que merecería el grato reconocimiento de ser el momento fundacional de la República, se la ha sepultado en el olvido.

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