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Es la geografía, ¡mushpa!

13 de febrero de 2025

El presidente Daniel Noboa y algunos de sus entusiastas han postulado que la alta votación de la Revolución Ciudadana en la Costa ecuatoriana podría deberse a la incidencia de los grupos de delincuencia organizada (GDO). 

En particular, Noboa llegó a decir ante dos periodistas/cómplices que los GDO conminaban a las personas a votar por Luisa González y que eso estaba detrás de su éxito en las provincias de la Costa. Se animó a decir Noboa que había presentado pruebas de esto a la misión de la OEA, pero la misión de la OEA lo desmintió y dijo que no había recibido prueba alguna. Dafuq.

Los seguidores del presidente Noboa son mucho peores que él, confirmando aquello que decía Umberto Eco sobre las redes sociales: “Es la invasión de los idiotas”. Estos invasores sostienen, con epítetos e histeria, la existencia del vínculo entre los GDO y los habitantes de las provincias que favorecieron con su voto a Luisa González. Y suponen que la Sierra (dada su votación por un oligarca guayaquileño) es distinta y mejorffff.

Dos ideas para repensar ese supuesto vínculo: 1) El Ecuador es un desastre generalizado; 2) Es la geografía, ¡mushpa!*

Sobre lo primero, no es que el Ecuador funciona mejor en una región u otra del país: los problemas para garantizar los derechos (salud, educación o cualquier otro de una larga lista) son generalizados. El gobierno central es incapaz de garantizarlos a lo largo y ancho del territorio nacional. Eso sí, se debe introducir un matiz: con la seguridad es distinto.

Es distinto, por la segunda idea: Es la geografía¡mushpa! El boyante negocio de los GDO es la exportación de drogas a mercados extranjeros. Para este propósito comercial e ilegal, se requiere de puertos para sacar la mercadería (y claro, de un gobierno incapaz). Y estos puertos están en la Costa, por eso de tener el mar. A los GDO les interesa muy poco la Sierra: allí no cabe disputarse el territorio (salvo para el microtráfico, pero eso es chichigua frente al Gran Negocio). Y por eso los GDO disputan entre ellos los territorios en la Costa y por eso su presencia y por eso la violencia.

Porque es la geografía¡mushpa!, en la Costa a los GDO se los sufre con una intensidad que en la Sierra no se experimenta.

En el Ecuador, frente a la pregunta “¿Cuál considera Ud. que es el problema más importante en el país?” un 49% considera que es la delincuencia, según el Latinobarómetro 2024 (p. 23). Que el Ecuador sufre mucho la delincuencia lo evidencia el comparativo que consta en el Latinobarómetro 2024, pues el Ecuador encabeza la lista de países de América latina que considera a la delincuencia su problema más importante: el 49% del Ecuador es un 30% superior al promedio regional. Es así de intenso.

Entonces: el problema más grave y un Estado incapaz de garantizar la seguridad de su territorio, lo que se siente con mayor intensidad en la Costa. Y el problema sigue allí: el último mes corrido, el Ecuador vivió el mes más sangriento de su historia: de promedio, hubo una muerte violenta cada hora. Esto, a pesar de que el gobierno de Noboa declaró la guerra contra los GDO (declaró la existencia de un “conflicto armado interno” y a los GDO “terroristas”) en enero de 2024. Pero su plan contra los GDO no ha dado los resultados que se esperaba. Y la manifestación de esa decepción, en la región que más sufre a los GDO, explica que allí se haya votado por la opositora a Noboa. 

N.B.: Se lo quiere cambiar a Noboa por incapaz, porque no ha podido solucionar el principal problema que agobia a la Costa**.

En conclusión, los que creen que existe un vínculo de carácter criminal entre el voto por Luisa González en la Costa y los GDO es porque sus miras se agotan en el callejón interandino. Terminan siendo una pandilla de oligofrénicos, sin sentido de nacionalidad (sea dicho con perdón de los héroes quiteños del Pichincha***). 

Para la próxima, amigo interandino, no sea mushpa.

~*~

* Tropicalización de la célebre frase de James Carville: It’s the economy, stupid!

** Hecho notable: a instancias de su fracaso en lo esencial, antes de que exista el “noboísmo”, Noboa ha logrado crear el “antinoboísmo”. Y tiene mucho potencial para crecer: ha regalado hasta los cartones.

*** Es decir, de nadie. No se olvidan de Melchor de Aymerich.

De misas y de revoluciones (1984)

28 de julio de 2007

La “revolución ciudadana” que propuso Rafael Correa suponía la ejecución de radicales cambios. Entre ellos, uno que de verdad yo no me esperé es la reforma de un rito importante para esta sociedad de impronta católica: la misa. Hoy, la misa ya no se oficia tanto los domingos, día habitual del fútbol y la modorra, como los sábados y de forma peculiar: se la hace en horario matutino, por una sola vez, mediante cadena radial y con un intempestivo civil como pontífice, que predica su verbo feroz con entusiasmo de quermés, adjetivos insultantes y profusas excomuniones, poseso como se halla de su verdad (la única posible) que divide a esta sociedad en bandos irreconciliables, a saber, de buenos y malos. El civil pontífice de esta singular misa sabatina es un fogoso predicador que, a ratos, también ejerce como Presidente del país.

Tengo para mí que uno de los referentes del pontífice para ejercer su prédica es el famoso personaje de Inocencio Jirafales, mejor conocido por su alias de El Profesor: nadie mejor que Correa para encarnar la célebre frase del insigne Maestro Longaniza de la Vecindad de El Chavo: “Yo nunca me equivoco. La única vez que me equivoqué fue cuando pensé que me había equivocado”. Tanta es su embebida perfección, que Correa asume el lema de la Real Academia de la Lengua y ahora es él quien “limpia, fija y da esplendor” a las palabras, que se entienden como él las entienda: olvidémonos, por ejemplo, de las varias acepciones del término “asalto” porque significa lo que Correa quiere que signifique, así como el adjetivo “horroroso” nunca más nos remitirá a aquello que “causa horror” sino a una versión periodística de Daniel El Travieso. Recuerdo que en 1870 el Concilio Vaticano I atribuyó al Sumo Pontífice la calidad de “infalible”; pues desde el 15 de enero del 2007 el alemán Benedicto XVI comparte esa especial condición con nuestro pontífice local (¿Rafael I?) y basta que encendamos la radio en su misa sabatina para comprobarlo.

El escritor Carlos Fuentes constata que el término “revolución” contiene una ambigüedad: “Hay en él un elemento así de ruptura como de retorno. La revolución de un planeta significa el regreso del astro al punto de origen. Pero la revolución de una sociedad es todo lo contrario. Significa la ruptura del orden establecido y el movimiento hacia un futuro, esperanzadamente, mejor”. Esta última fue precisamente la promesa de Rafael Correa. Pero su misa sabatina, que nunca termina al menos con un “podéis ir en paz, demos gracias a Rafael” sino con sus belicosas prédicas de ocasión, es el claro síntoma de un Gobierno que traiciona el ideario de la creación de ciudadanía que suponía su revolución: así, hoy tenemos, en ajustado inventario, eslóganes por sobre ideas, arengas contra críticas, terquedad como mandamiento y “didáctica a las patadas” como práctica que no enseña de libertades sino de sumisiones y que nos condena como sociedad a una división tajante sin diálogo posible y a un patético maniqueísmo tan sin autocrítica como digno de fanáticos o de parvularios. Me temo mucho que el Gobierno empieza a resolver la ambigüedad de su pretensa revolución en la versión no de la anhelada ruptura, sino del retorno: parecemos padecer una vuelta a 1984 y no me refiero solo al elemental símil con el año de inicio del autoritario gobierno de Febres-Cordero: releamos a George Orwell y su Ministerio de la Verdad en el libro cuyo título es precisamente ese año, para entenderlo.

Superhéroes

31 de marzo de 2007

“Estás buscando direcciones en libros para cocinar, estás mezclando el dulce con la sal”. Esta frase es clave para comprender algunas actitudes de este Gobierno: su autoritarismo, su demagogia, su improvisación. 

La conjugación de estos atroces atributos se evidencia con actos tales como la propuesta de tribunales electorales ad hoc, la declaración de irrespetar una eventual resolución del Tribunal Constitucional, el respaldo que otorga mediante la fuerza pública al cumplimiento de arbitrarias resoluciones, la redacción de un estatuto de paupérrima factura y palmaria inconstitucionalidad, el apoyo a propuestas que el propio Presidente no estima convenientes solo por razones demagógicas o de maleva estrategia, el descrédito que le concede a toda crítica sin importar su origen o razones, la pretensión de iniciar demandas internacionales sin sustento suficiente, la creación de un Ministerio sin presupuesto ni sólido discurso (el de Cultura) y una grandilocuencia que, aupada en la intempestiva retórica de Correa, nos convoca a preocuparnos en virtud del ostentoso desprecio que manifiesta hacia los procedimientos constitucionales y legales que, muy a su despecho, constituyen la condición necesaria para consolidar la fortaleza de las instituciones y la solidez de la democracia.

Supongo que para las gentes del Gobierno y sus bullangueros fans estas “nimiedades” que refiero son parte de un complejo guión que, quienes creemos en el estado de derecho y en la defensa de la institucionalidad, no alcanzamos a entender. Intuyo que consideran la ejecución de tales actos como un mero expediente para el cumplimiento de la misión heroica para la que se sienten elegidos. 

 Recuerdo, a este respecto, a Carlos Monsiváis, quien sentenciaba que “héroe es el valiente elevado por la grandeza de la Patria inminente” (que por cierto, en nuestro caso ya volvió, ¡seamos dichosos!) y que en idéntico tono de ironía añadía, “héroe es el trasunto del redentor, que nada guarda para sí y reconstruye el género humano en países doblegados por siglos de colonialismo”. Redentor, altruista y reconstructor: ¿no les huele demasiado a “Pasión por la Patria”? 

Lo realmente grave, en todo caso, es que bajo el amparo de esta misión los prospectos locales de héroes se sienten en posesión de una licencia especial para actuar fuera de la ley si las circunstancias lo requieren porque las leyes, para ellos, no son sino la expresión de los intereses de los villanos, etcétera (acompáñese este fragmento de la retórica presidencial al uso). En este mundo maniqueo, de buenos y malos, y digno de Marvel Comics®, se desenvuelve la lógica del Gobierno. Valdría recordar entonces la sensatez de Bertold Brecht: “Desdichado de aquel país que necesita héroes”.

Pero la sensatez no se compadece con los actos del Gobierno. Su composición y afanes me recuerdan a ese dibujo animado de mi niñez, La Liga de la Justicia, entidad compuesta de animosos superhéroes. La encabezaba Superman (por cierto, ¿han notado el parecido que tiene el presidente Correa con Christopher Reeve, en versión mestiza? El resto de analogías se las dejo a ustedes para su particular entretención). Todos tenían superpoderes y eran queridos y buenos, casi como este Gobierno. Pero no necesitamos a Superman para componer este país.

Necesitamos, en contraste y para empezar, muy terrestres procesos de respeto a las instituciones y las leyes, aspectos sobre los que este Gobierno, que afirma representar el cambio, debería darnos ejemplo. Pero continúa torpemente empeñado en buscar direcciones en libros de cocina y mezclar el dulce con la sal. Esta frase, por cierto, le pertenece a Charly García y consta en una canción cuyo título es, precisamente, Superhéroes, de 1982. De su época de scout, Presidente, parece que sabe usted cantarla (sus actos de gobierno lo demuestran). En cuyo caso, no me cuente para el coro.