Bijari ('Galinha')

20 de octubre de 2007

El escritor mexicano Juan Villoro declaró que Tokio o México son ciudades tan inabarcables que descalifican cualquier afán totalizador; toda incisión en su realidad puede hacerse solo desde una parte, siempre incompleta y transitoria. De México doy fe (Tokio me aguarda todavía en algún recodo del camino); doy fe, en tiempo presente y en Brasil, que el análisis de Villoro puede aplicarse también a Sao Paulo y Río de Janeiro.

Me ocuparé en esta columna de Sao Paulo. Situaré lejos de mí todo afán totalizador: decir que Sao Paulo tiene 10’886.518 habitantes (si incluimos su zona metropolitana, 19’949.261), que cubre un espacio de 1.524 km², que su lema es Non Ducor, Duco (que significa, "No soy conducido, conduzco"), que su altitud media es 769 metros o que se fundó en 1554 por padres jesuitas para la catequización de los indios del sector, son solo predicados de un sujeto genérico y triste. Me acercaré a su intensa vitalidad y a su compleja trama social desde la perspectiva, particular pero lúcida, de un grupo de urbanistas, artistas y arquitectos paulistas que se interesan en “las poéticas relacionadas con la existencia humana en el contexto urbano”, cuyo oficio es realizar intervenciones urbanas, perfomances, videos y diseños gráficos y de web que sirvan como herramientas útiles “para establecer posibilidades de experiencias con las que cuestionar la realidad”. (Excúsenme, por cierto, mi pobre traducción del portugués). Este grupo se llama a partir de la calle donde empezaron a crear sus obras: su nombre es Bijari, opera en Sao Paulo desde 1996, e información amplia sobre sus actividades puede hallarse en su generosa ciberpágina www.bijari.com.br

Podría, tras la visita que les hice a su lugar de trabajo, escribir largamente sobre sus obras (la generosidad de Geandre Tomazoni y de Rodrigo Araújo validaría esa intención) y de cómo se interpela su ciudad a partir de las mismas: cómo cuestionan los usos del espacio público, la represión de las autoridades locales, el afán desmedido de los grupos privados y la indiferencia ante la realidad de los otros (obras como Estão vendendo nosso espaço aéreo, Splac - Salão de Placas, Fashion Vive son ejemplos interesantes, se consultan en su ciberpágina). Pero me valdré solo de una obra, sencilla pero efectiva, titulada simplemente Galinha (Gallina) para destacar este particular acercamiento a la complejidad social de Sao Paulo: con el objeto de observar las diferentes reacciones que provoca, se suelta una gallina en Largo de Batata, zona depauperada de la ciudad; y en breve, la misma gallina se suelta frente al shopping Iguatemi, que dista un kilómetro del lugar anterior y es frecuentado por las personas pudientes de la ciudad. Se registraron en video sus reacciones: en Largo de Batata las personas interactuaron con la gallina, hicieron bromas de su presencia, disfrutaron su aparición; en el shopping, las personas se asustaron, se sintieron incómodas y apareció finalmente la policía para terminar el espectáculo y retornar a la normalidad. Dos reacciones distintas que posibilitan la reflexión... ¿qué pasaría con Galinha en nuestra ciudad? Lo sospechan y es cierto: se trata, para aproximarse a esta megalópolis, solo de una mirada, entre las millones posibles. Pero este tipo de miradas que Bijari propone, esto es, las miradas de la duda y la pregunta, que provocan y proponen diálogos y reflexión, son las miradas necesarias y críticas, que debemos, como un jardín de las dudas, cultivar.

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