Como regla soy alérgico a las aglomeraciones: la sola idea de un concurrido carnaval me parece abominable y me suelo resistir a participar de la misma. Prefiero leer en casa, mirar pelis, juntarme con otros amigos disidentes (que no somos pocos). Sin embargo, admito excepciones: puedo asistir (con sumo placer además) a una invitación a la playa en período de carnaval siempre que se asemeje a ésta que me llevó el lunes en la tarde a una villa en las cercanías de Salinas. La invitación, descontada la buena compañía, incluía excelente comida (en esta ocasión, unos calamares rellenos en su tinta y unos langostinos de fábula) y mejor bebida: un Zacapa Centenario 23 años. La tarde empezó, colorada todavía, con un voleo preliminar de Buchanan’s, para continuar con la antedicha comida, la que fue regada con generoso vino blanco y para cerrar la noche, se compartió aquel conmovedor broche de oro del Zacapa 23. No hay mucho que añadir, el ron es mi bebida favorita y el Zacapa 23, mi ron favorito. La noche me participó de una trilogía (compañía, comida, bebida) de fábula.
Salimos acaso tipo once de la villa y la alegre comitiva volvía a casa cuando decidimos tomarnos unos estribos de ron en el área social de mi depa. Al efecto, compramos una de Bacardí blanco. La mejor explicación de lo que me sucedió después de dos tragos de Bacardí es que experimenté la sensación inversa de la que experimentó el mítico Ron Damón en un capítulo justamente célebre de El Chavo: en vez de comerme los pasteles para quitarme “el mal sabor de boca que me dejaron los insectos”, estaba comiéndome los insectos para pasarme el exquisito sabor de boca de un Zacapa 23. No hay derecho. La decisión fue obvia: Bacardí no more.
Al día siguiente sólo unos momentos de sol y un poco de lectura porque había que salir temprano para que, entre otros miembros de la fauna automovilística que se regresan a la tropical WhyYouKill desde las playas un martes de carnaval, no nos encontremos ni con rocas en reproducción ni con Richard Clayderman en su piano sin controoooool (como sucede en el vídeo que abajoubico). Los evitamos y sí que llegamos justo a tiempo para mirar el inicio de los octavos de final de la Champions (Inter-Manchester United). Y hablando de fútbol y de ron, este domingo en el clásico (el único partido de fútbol de este país que evoca y merece evocar esa palabra) mi primo Fernando y yo tenemos apostado un Zacapa Centenario 23 años. Ya casi, ya casi que puedo olerlo.
Salimos acaso tipo once de la villa y la alegre comitiva volvía a casa cuando decidimos tomarnos unos estribos de ron en el área social de mi depa. Al efecto, compramos una de Bacardí blanco. La mejor explicación de lo que me sucedió después de dos tragos de Bacardí es que experimenté la sensación inversa de la que experimentó el mítico Ron Damón en un capítulo justamente célebre de El Chavo: en vez de comerme los pasteles para quitarme “el mal sabor de boca que me dejaron los insectos”, estaba comiéndome los insectos para pasarme el exquisito sabor de boca de un Zacapa 23. No hay derecho. La decisión fue obvia: Bacardí no more.
Al día siguiente sólo unos momentos de sol y un poco de lectura porque había que salir temprano para que, entre otros miembros de la fauna automovilística que se regresan a la tropical WhyYouKill desde las playas un martes de carnaval, no nos encontremos ni con rocas en reproducción ni con Richard Clayderman en su piano sin controoooool (como sucede en el vídeo que abajoubico). Los evitamos y sí que llegamos justo a tiempo para mirar el inicio de los octavos de final de la Champions (Inter-Manchester United). Y hablando de fútbol y de ron, este domingo en el clásico (el único partido de fútbol de este país que evoca y merece evocar esa palabra) mi primo Fernando y yo tenemos apostado un Zacapa Centenario 23 años. Ya casi, ya casi que puedo olerlo.
3 comentarios:
De que puedes oler el Zacapa lo puedes oler porque lo vas a tener que pagar. Ja.
Zacapa manjar de dioses!!!!!! Justo hoy llega una amiga de viaje con un cargamento de ese maravilloso ron. Ojalá no la paren los de la CAE y arruinen mis ilusiones.
Fernando, jajajaja. Lo huelo en sentido posesorio y 11 payasos vestidos de azul no lo podrán evitar.
josé, bendita sea tu amiga. Eso es ser profeta, no pendejadas biblícas en carros de fuego, blablá, jaja.
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