En palabras del filósofo
inglés John Locke (1632-1704) en su obra “Ensayo sobre el entendimiento humano”
[An essay concerning human understanding]
publicada en 1689:
“Supongamos
que la mente es, como si dijéramos, un papel en blanco, sin ninguna letra, sin
ninguna idea. ¿Cómo llega a tenerlas? ¿De dónde procede esa vasta provisión con
la que la bulliciosa e inagotable fantasía del hombre la ha pintado con una
variedad casi infinita? ¿De dónde ha recibido todos los materiales de la razón
y del conocimiento? A esto respondo con una sola palabra: de la experiencia. En
ella se funda todo nuestro conocimiento, de ella deriva”.
Lo clave de esta idea,
como apunta el antropólogo Marvin Harris, es que “ningún orden social se basa
en verdades innatas, un cambio del medio se traduce en un cambio de la
conducta” (1). En otras palabras, no
estamos condenados, ni en Ecuador ni en ninguna parte, a comportarnos como caníbales.
En su lado amable, esta idea supone que algún día podríamos tratarnos con
respeto a nuestra dignidad.
No ha sucedido así en esta
campaña electoral. Pero no se puede desconocer que se trata de un mensaje
alentador.
(1) Marvin
Harris, ‘El desarrollo de la teoría antropológica. Una historia de las teorías
de la cultura’, Siglo XXI Editores, México D.F., 2006 [Primera edición en
español, 1979], p. 10.
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