Versos para los Castro

17 de enero de 2021


Desde 1547, por razones principalmente defensivas, la ciudad de Guayaquil (fundada en la montaña en 1534) se situó en un cerrito con vista a un río ancho. Durante cinco reyes de la familia Habsburgo en el Reino de España (Carlos I, Felipe II, Felipe III, Felipe IV y Carlos II), Guayaquil se mantuvo en esta tosca ubicación. Cuando expiró el último de los Habsburgo que ocupó el trono español, Carlos II, el 1 de noviembre de 1700, Guayaquil hacía poco que había empezado su vida como dos ciudades: la Ciudad Vieja, que era la ciudad que se quedó en el cerro, y la Ciudad Nueva, que era la ciudad que se empezó a construir en la sabaneta, en un espacio que Julio Estrada identificó como “un cuadrado de cinco cuadras de frente (Luque a Colón) y cinco de fondo (Pichincha a Boyacá)” [1].

 

Entre su establecimiento en el cerrito y hasta los años noventa del siglo XVII en los que una parte de la ciudad (tras la autorización en 1693 del Virrey de Lima Melchor Portocarrero -alias ‘III Conde la Monclova’) se mudó a la sabaneta, Guayaquil fue una pequeña población que ocupaba un cerro y que tenía capturada su administración por la familia Castro.

 

Este último hecho lo recuerdan estos versos:

 

Los Castro son los notarios,

Los Castro son los regidores;

Castro alguaciles mayores

y un Castro Alcalde Ordinario.

Otro Castro es Comisario

de la Hermandad, y si apura,

otro Castro hace de cura

y otro es Alférez Mayor,

y otro Fiel Ejecutor

y otro ejerce la Procura.

¡La vida es así muy dura,

mi señor Corregidor!

 

Contra Castros no hay justicia

ni vale razón ni ciencia,

ni recursos a la Audiencia

ni enemistad ni amicicia;

porque son una milicia

que su Majestad no cuenta:

una milicia que intenta,

si no ve Su Majestad,

poner sitio a la Ciudad

o poner el sitio en venta.

¡Pues sólo Dios nos sustenta

en esta calamidad! [2]

 

[1] Estrada Ycaza, Julio, ‘Desarrollo histórico del suburbio guayaquileño’, p. 19, en: ‘Revista del Archivo Histórico del Guayas’, Año 2, Número 3, Junio de 1973, Guayaquil.

[2] Chávez Franco, Modesto, ‘Crónicas del Guayaquil antiguo’, Guayaquil, 1998 [obra publicada originalmente en 1944], Tomo I, p. 264. La crónica en la que constan estos versos se llama ‘Una trinca colonial’ (pp. 259-264).

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