Corría el año 1981 y en una columna del diario El Tiempo, firmada por un tal Ayatola, se lo calumnió al cataquero más ilustre. En respuesta, García Márquez en un artículo titulado ‘Punto final a un incidente ingrato’, le dirigió a ese quídam unas líneas:
‘No sé a ciencia cierta quién es, pero el estilo y la concepción de su nota lo delatan como un retrasado mental que carece por completo del sentido de las palabras, que deshonra el oficio más noble del mundo con su lógica de oligofrénico, que revela una absoluta falta de compasión por el pellejo ajeno y razona como alguien que no tiene ni la menor idea de cuán arduo y comprometedor es el trabajo de hacerse hombre’.
Rayado, el cataquero.
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