El porqué del adoquín, cabeza de adoquín

2 de mayo de 2021

El adoquín es un símbolo de la regeneración urbana de Guayaquil.

 

¿Por qué tanto adoquín? Si en vez del adoquín, dada la situación geográfica de Guayaquil, se hubiera adoptado un modelo de desarrollo sustentable, la ciudad no sólo habría gastado mucho menos (se calcula que 6 ó 7 veces) sino que habría enfrentado mucho mejor los riesgos asociados a las inundaciones futuras (v. ‘Guayaquil y el modelo que tocó fin’ y ‘Un único consejo para Cynthia’). Así, el adoquín, hecho de un material que impermeabiliza el suelo, es una alternativa ilógica.

 

El caso es que sólo es ‘ilógica’ desde la perspectiva del desarrollo sustentable, pero ese tipo de desarrollo nunca ha sido un propósito que importe en el crecimiento urbano de Guayaquil. En Guayaquil, importa el negocio. Es un caso hardcore de Capitalismo de Amigos.

 

Y por eso el adoquín cobra sentido, desde la perspectiva del billete. Nota bene: El negocio no está tanto en la instalación de la obra, como en su mantenimiento. Años y años de mantenimiento y de reemplazo de piezas, son millones y millones para la gallada. Se podría hacer mejor si se buscara una alternativa sustentable, como la recomendada en el informe de la CAF (v. ‘Comerse el amague definitivo (o ‘Proyecto de Ciudad Sub-Acuática por Inercia’)’), pero para eso se necesita una administración distinta a la del PSC.

 

Porque si esta podredumbre está en la esencia de la administración del abogado Nebot, en la administración de la doctora Viteri ha saltado la pus. Las cuentas alegres de la limpieza de los sectores adoquinados (otra forma de decir ‘regenerados’) se han multiplicado. Es que ahí está el billete, pero es que ahora se les nota la angurria por acumularlo (‘Municipio de Guayaquil paga USD 19,7 millones en ‘trapear la ciudad’’).

 

Y ese es el porqué del adoquín, guayaquileño cabeza de adoquín. No es un tema estético, es simplemente económico. El juego es sencillo y lleva décadas ejecutándose: ganan unos pocos el grueso del billete y la que pierde es la ciudad.

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