A Guayaquil la democracia le sienta mal

23 de octubre de 2021

 

El fenómeno más importante de los últimos años en el Ecuador es su acelerada urbanización y, como consecuencia, el crecimiento del rol de las ciudades para articular y dar sentido a la vida de las personas. Desde la década del cuarenta (después de perder la guerra con el Perú, después de la Segunda Guerra Mundial, en el año de N. S. de 1947) se empezó a elegir a los presidentes de las municipalidades por el voto de la población de su jurisdicción. Para el caso del cantón Guayaquil esto implicó, entre 1947 y la actualidad (es decir, sus buenos 74 años), la elección popular de un total de trece autoridades, once hombres (Guerrero por dos veces, Guevara, Estrada, Robles, Menéndez, Assad Bucaram por dos veces, Huerta, Hanna, Abdalá Bucaram, Febres-Cordero por dos veces y Nebot por cuatro veces) y dos mujeres (E. Bucaram y C. Viteri).

 

Hasta la llegada del socialcristiano al poder en Guayaquil, la ciudad vivió una época de honda inestabilidad. Entre los 45 años que van desde 1947 hasta 1992, únicamente los alcaldes Rafael Guerrero Valenzuela en 1947, Luis Robles Plaza en 1957 y Assad Bucaram Elmhalin en 1967 lograron terminar sus períodos. En ese mismo tiempo, un total de nueve autoridades (ocho hombres y una mujer) no terminaron sus períodos en la Alcaldía: el mismo Rafael Guerrero Valenzuela tras su reelección en 1949, Carlos Guevara Moreno en 1951, Emilio Estrada Icaza en 1955, Pedro Menéndez Gilbert en 1959, Assad Bucaram Elmhalin en su primera elección en 1962, Francisco Huerta Montalvo en 1970, Antonio Hanna Musse en 1978, Abdalá Bucaram Ortiz en 1984 y Elsa Bucaram Ortiz en 1988. Tres períodos concluidos vs. nueve períodos que no. Un récord lamentable.

 

Desde 1992, la Alcaldía de Guayaquil ha vivido un período de estabilidad, en claro contraste a los 45 años precedentes. En estos últimos 29 años todos los Alcaldes han terminado su período: el Alcalde Febres-Cordero entre 1992 y 2000 y el Alcalde Nebot entre 2000 y 2019. Ahora está en el Sillón de Olmedo, desde el 2019, la Alcaldesa Cynthia Viteri, auténtica Jocelyn Mieles de la administración pública que ha sobrevivido a tantos actos absurdos en su período que es seguro que lo terminará (la prensa de Guayaquil es generosa con –o debo decir: perra de- la derecha local).

 

Esta estabilidad se debe al dominio absoluto en Guayaquil de una tienda política, el Partido Social Cristiano. Su invariable triunfo ha sido el triunfo de la perversión (v. ‘El lado perverso del socialcristianismo’ y ‘Guayaquil y el modelo que tocó fin’) y, por ende, un derrotero seguro a la auto-destrucción por inundaciones. Es cuestión de tiempo.

 

Pobre Guayaquil: en tres generaciones ha pasado de una honda inestabilidad a una estabilidad perversa, en decidido rumbo a ser una ciudad estúpida y sub-acuática.

1 comentarios:

Martin dijo...

Todos los cambios han sido estéticos. Como esa persona que se hace una rinoplastia pero que rehusa la quimioterapia.

Una pena por Guayaquil, pero si tienen el recuerdo de los Bucaram, pueden fácil decir O nosotros o V̶e̶n̶e̶z̶u̶e̶l̶a̶ el Guayaquil de Elsita.

Como siempre, muy bueno su análisis.