Publicado en diario Expreso el viernes 20 de octubre de 2023.
No se la calificó así, porque el polaco Raphael Lemkin (quien acuñó el término “genocidio” para describir los horrores de la Alemania nazi) nació recién el año 1900. Pero la conquista de América bien puede ser caracterizada como un genocidio.
Uno que fue contemporáneo de la conquista, el sacerdote sevillano Bartolomé de las Casas, publicó en 1552 un libro titulado Brevísima relación de la destrucción de las indias, que es una descripción al detalle de la violencia generalizada y sistemática (i.e., “genocida”) de los conquistadores europeos en contra de los nativos de América. Se puede resumir su grave denuncia en esta idea prístina: “en estas ovejas mansas (…) entraron los españoles, desde luego que las conocieron, como lobos e tigres y leones cruelísimos de muchos días hambrientos. Y otra cosa no han hecho de cuarenta años a esta parte, e hoy en este día lo hacen, sino despedazallas, matallas, angustiallas, afligillas, atormentallas, y destruillas por las extrañas y nuevas y varias e nunca otras tales vistas ni leídas ni oídas maneras de crueldad”.
Este libro de Bartolomé de las Casas contribuyó a la creación de una “leyenda negra” perjudicial al Reino de España. Se empezó a difundir el libro en los países europeos, en traducciones al latín y a varias lenguas modernas. Entonces, en España prohibieron el libro (al tiempo que fomentaron la lectura de un apologeta de la conquista, el sacerdote Juan Ginés de Sepúlveda), pero el daño ya estaba hecho: los enemigos del Reino de España (en tiempos de la España imperial, ella era el país que en Europa se amaba odiar) usaron la “leyenda negra” en su contra, con el firme propósito de criticar y desacreditar (de forma hipócrita, sobra decirlo) a aquel imperio donde jamás se ponía el sol. Por aquellos días, Guayaquil, Ámsterdam y Manila, todas eran gobernadas por un mismo monarca español.
Pero tratados firmados en el Norte de Europa (Westfalia en 1648, Utrecht en 1713) cercenaron al Reino de España de sus posesiones europeas: por la Paz de Westfalia, España perdió los Países Bajos; por la paz de Utrecht, España perdió el resto de sus posesiones europeas y, en consecuencia, ella quedó reducida tan sólo a la Península Ibérica (menos Portugal), y a sus territorios en América que conquistó de manera tan violenta, y a las islas Filipinas.
Todavía no nacía Raphael Lemkin cuando en 1898, el imperio que perpetró un genocidio en el siglo XVI y en el que alguna vez nunca se puso el sol, perdió todos sus restos en una “espléndida guerrita” (“a splendid little war”), como la supo calificar el Secretario de Estado de los Estados Unidos, John Jay. Antes de este episodio final, a principios del siglo XIX, la mayor parte de América se había independizado del reino de España. Después de la “espléndida guerrita”, que demoró de abril a agosto de 1898 y en la que España causó un número mínimo de muertos a los Estados Unidos (de la mayoría de muertos estadounidenses se ocuparon la fiebre amarilla y otras enfermedades tropicales), el país del Norte tomó para sí Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
De su imperio, entonces, a la orgullosa España le quedó el recuerdo. Y allí mismo quedó la “leyenda negra”, a su imperio tan asociada.
2 comentarios:
Ah, la leyenda negra. Una pregunta, qué cree que ha hecho más daño la mencionada leyenda negra que esgrimen los nuevos hispanistas o la leyenda rosa de "buenos salvajes" que tratan de vender los pachamameros nueva era con etiqueta de precio??
Gran post, como acostumbra Ud.
Telmo: gracias por el comentario y la consideración. Sobre lo que planteas, creo que lo que hace daño es la "romantización" de la historia que nubla el entendimiento.
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