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Cerdeña, Gigi Riva y la pasión del fútbol

20 de julio de 2018


Cagliari es la capital de Cerdeña, una isla al sur de Italia: un sitio en el que todavía a finales de los sesenta era común la aplicación del codice barbaricino y cuyo equipo, el Cagliari Calcio, jamás había salido campeón. De hecho, hasta finales de los sesenta, ningún equipo al sur de Roma había campeonado.

Corría el año 1963: Luigi ‘Gigi’ Riva tenia 19 años y era uno de los goleadores del Legnano, un equipo de tercera división, dirigido por Luciano Lupi. A Riva lo pretendía el Bolonia; cuando le dijeron que lo habían vendido, él fantaseó que tal era su destino. “Pero no: me traspasaron al Cagliari. Fue como si me pegaran un tiro, no me parecía un buen destino” porque “Cerdeña tenía entonces muy mala fama. Y sí, en el avión le dije a Lupi que aquello era África, que no me quedaría allí ni loco”. Nada más llegar, visitó el campo de fútbol, “y casi no había césped. Todo seco, pelado. Así que le dije a Lupi que me sacara de allí. Él me dijo que aguantara unos días. Y bueno, los compañeros de equipo eran buena gente… y me quedé”.

Y se quedó desde 1963 hasta su retiro en 1976: Riva jugó en el Cagliari Calcio toda su carrera en la primera división. Jugar en un equipo del sur de Italia era difícil, pero les forjó carácter: “Los arbitrajes fuera de casa siempre fueron malos. Nos insultaban todo el partido. La imagen que tenía la gente de Cerdeña era la de los bandidos. ¿Pero qué sabían ellos? El bandido robaba porque era pobre y tenía hambre. Aquel menosprecio constante nos dio fuerza”. Y el esfuerzo tuvo su recompensa: el Cagliari Calcio fue campeón en la temporada 1969-1970, el primer equipo al sur de Roma en conseguirlo, con unos jugadores que serían la base de la escuadra italiana subcampeona del mundo en el mundial de México ‘70: Albertosi, Niccolai, Cera, Domenguini, Gori y, por supuesto, Gigi Riva.

Fue la época gloriosa del Cagliari:

“La gente ahora no puede imaginar lo que significó aquello. Una vez me llevaron a un pueblo cerca de Nuoro. Y visitamos a una anciana que debía tener más de 90 años. Pues bien, tenía un altar repleto de santos y, en medio, mi foto. Le preguntaron por eso y ella, en sardo, pues no hablaba italiano, dijo que la tenía porque sabía que aquella persona era buena. ¿Cómo podía dejar ese equipo? Cada año pude fichar por la Juve. Pero prefería seguir en Cagliari”.

¿Y cómo no seguir allí, cuando lo que estaba en juego era el cuore?

Hoy, a sus 73 años, Gigi Riva vive aún en Cerdeña, se considera a sí mismo “un sardo más” y la isla lo ha declarado a él su “hijo predilecto”. Además de dignificar a una isla del vilipendiado sur (tras el campeonato se decía que “finalmente, Cerdeña se ha integrado en el Estado italiano”), Gigi Riva es aún el máximo anotador, el capocannoniere de la escuadra azzurra en toda su historia. Un crack del sentimiento y del balón. 

* Adaptado de 'La venganza de los pastores y los bandidos' (Panenka, No 76, pp. 48-51).

Nacer dos veces

2 de mayo de 2018

En el muy agradable libro Alfredito, Alfredito de autoría del periodista argentino Jorge Barraza se recoge el episodio histórico de la clasificación del Perú al Mundial de México 1970 por su empate a dos en La Bombonera contra Argentina. Sucedió el 31 de agosto de 1969; los dos goles de la selección peruana fueron obra del puntero del Sport Boys, Oswaldo Cachito Ramírez.

En el artículo dedicado a esta gesta, Barraza describe dos escenas de gran caballerosidad, tal vez impensables al día de hoy. La primera, que en una premiación de la revista El Gráfico a fines de 1969, el seleccionado y capitán argentino, Silvio Marzolini, le entregó a Héctor Chumpitaz, capitán de la selección peruana, una distinción a la que acompañó de las siguientes palabras: “Perder la clasificación ante Perú fue una amargura muy grande, pero me considero un buen perdedor y creo que Perú nos eliminó bien. Por eso, al entregarle este trofeo a Chumpitaz, le deseo al equipo peruano la mejor de las suertes en México”.

En el mundo exitista del fútbol actual, “me considero un buen perdedor” es anatema.

El segundo episodio de caballerosidad fue la palinodia que motu propio escribió el periodista peruano Paco Landa, quien había escrito antes del partido de su selección: “Perú jugará con diez frente a Argentina; Didí decidió alinear a Ramírez”. Después de los dos goles de Cachito Ramírez y la clasificación gloriosa, Landa escribió una columna a la que tituló: “Perdona, Cachito”. Así empezaba: “¡Perdona “Cachito”! Perdona a nombre de quiénes no creíamos en tu efectividad. Yo también estuve entre ellos”. Y así concluía: “Arrollaste todo a tu paso y ni la matonería vestida de celeste y blanco fue suficiente freno a tu codicia. Todo lo desbordaste, todo sistema se vino abajo ante tu ímpetu. ¡Una vez más, perdona “Cachito”!”.

Al día de hoy, lo habitual es que los comentaristas deportivos digan cualquier huevada, con total impunidad, sin retractarse jamás. En Ecuador, esa es la norma.

Pero esas eran otras épocas. Y ese fue un partido especial. Tanto, que los goles del puntero del Sport Boys, Cachito Ramírez, “hicieron explotar de orgullo a una nación entera como nunca”, y para el mismo Cachito, ese día fue un parteaguas. Por eso, el artículo de Barraza se tituló “Nací dos veces en mi vida” y empieza con la voz en primera persona de Oswaldo Ramírez, Cachito, chalaco de nación: “Yo nací dos veces en mi vida: una el 28 de marzo de 1947 en el Callao, la otra el 31 de agosto del ‘69 en La Bombonera”. 

Jairzinho en el Súper Nueve

31 de octubre de 2016


Ayer se publicó en las páginas deportivas de diario El universo una columna de opinión del periodista argentino Jorge Barraza, uno de los dos periodistas de fútbol a quien resulta realmente placentero leer en la prensa ecuatoriana (el otro es Ricardo Vasconcellos, también de los registros de El universo [1]). El artículo que se publicó ayer versaba sobre otro periodista de fútbol, el brasileño Tostao, a quien Barraza rinde total admiración (llama a su prosa de “concisión borgeana”, vaya).

Tostao tuvo, además, el privilegio de jugar en el mejor Brasil de la historia, los Reyes del ‘70. Y de participar en la jugada del único gol con el que Brasil venció al campeón mundial reinante, Inglaterra. Barraza refiere en su artículo cómo recordó ese gol el propio Tostao, en un libro que él escribió y publicó en 1997:

“Miré al banco y vi a Roberto calentando para entrar. Era por mí, seguro. Tenía que hacer algo. La pelota estuvo mucho por la izquierda y siempre entendí que cuando la bola está mucho en un lado queda alguien libre en el otro. Sin mirar, de media vuelta hice un cambio de frente y le cayó en los pies a Pelé, tocó a Jair y gol, ganamos 1-0. ¿Cómo hice…? No sé, hice. Las grandes jugadas no se elaboran, acontecen. Luego me sacaron, pero ya había hecho algo”.

Ese “ya había hecho algo” es esto:
 
 
El gol lo anotó Jairzinho. En ese mundial, Jairzinho hizo lo que ningún otro, ni antes ni después, ha hecho: anotó un gol en todos los partidos de un mundial (7 goles en 6 partidos), con el team de Pelé y los Reyes del 70’, incluido un gol en esa final que vio mi papá en el Azteca, el 4-1 frente a Italia (Jairzinho anotó el tercero). En total, anotó 9 goles para la Canarinha (dos más en el mundial de Alemania ’74).
 
 
Doce años después de su hazaña impar, en 1982, Jairzinho vino a retirarse al Ecuador en el antiguo equipo guayaquileño 9 de Octubre (fundado en 1926), que se encontraba en un subidón por la inyección de dinero del señor Omar Quintana. En un antecedente de la tradición de fútbol alegre de la que Ronaldinho ha sido el símbolo universal en los últimos años, las palabras de Jairzinho cuando arribó a Ecuador fueron: “Espero que mi presencia sea motivo de fiesta” (2). Si Ronaldinho es Dios, Jairzinho es su profeta.

Este video del año 1982, año que en mi memoria se asocia directamente con Naranjito, lo muestra a Jair Ventura (así lo llamó Manuel Kun, en este video del programa ‘Acción’) en un drible endemoniado hacia el primer gol, en un partido jugado contra Liga de Portoviejo, el 12 de diciembre, en la cancha de “Los Chirijos” de Milagro (pues allí jugaba el “Súper Nueve” de local). Jair Ventura Filho, Jairzinho para el mundo del fútbol, nació en Río de Janeiro el 25 de diciembre de 1944 y contaba esa tarde con 37 años. A días de cumplir sus 38.
 
 
En ese 1982 en que Jairzinho jugó para el equipo conocido como “Súper Nueve”, su equipo alcanzó la clasificación al cuadrangular final del campeonato, junto a Barcelona, El Nacional y Liga de Portoviejo. Quedó cuarto (las imágenes del partido pertenecen a la cuarta fecha de este cuadrangular final). Campeón fue El Nacional, Barcelona vicecampeón y la Liga (P) tuvo la mejor participación de su historia, tercera (3). El 9 de Octubre mejoró su registro en los campeonatos de 1983 y 1984, en los que quedó vicecampeón y clasificó para jugar la Copa Libertadores. En 1986, la inyección del dinero al “Súper Nueve” del señor Quintana se retiró, por lo que el equipo que viste con los colores de la ciudad se fue en caída libre a segunda categoría. Allí juega todavía. 

Pero en ese episodio en el que corrió billete, el “Súper Nueve” se dio el lujo de contar con Jairzinho, un jugador al que se suele considerar entre los mejores jugadores de la historia del fútbol de su país. Sin duda, el jugador de mayores pergaminos que alguna vez ha llegado a jugar en el fútbol ecuatoriano (4).

(1) Jorge Barraza, ‘Tostao, el gran líder de Brasil era Gerson’, Diario El universo, 30 de octubre de 2016. Lo de Barraza y Vasconcellos podría dar la impresión de una página deportiva de calidad en diario El universo. Nada más alejado de la verdad. La página es desastrosa, pero estas dos excepciones brillan como dos luceros.
(2)Jairzinho, crack que fue del club guayaquileño 9 de octubre’, Diario El universo, 8 de marzo de 2015.
(3) Liga(P), cerca de la Copa en 1982’, Diario El universo, 2 de marzo de 2014.
(4)Cuatro campeones del mundo jugaron en Ecuador’, Diario El comercio, 16 de agosto de 2012.