Poder civil e iglesia

9 de diciembre de 2011


Piensen en esta escena: en un acantilado, una persona sostiene un frasco con las cenizas de un amigo muerto. Otra, de reconocido temperamento pacifico, lo escucha cuando empieza un discurso absurdo, tras el cual termina por arrojar el contenido del frasco contra el viento, cuyo efecto es que las cenizas se revierten contra la persona pacifica y se arruina la idea original que los condujo al acantilado. Es una metáfora precisa de la que suele ser una mentalidad religiosa: un tipo empieza por adoptar un discurso absurdo, degenera en afectar a personas a quienes ese discurso les resulta indiferente y termina por arruinar el propósito que se supone que su discurso promueve. La escena es un fragmento de ese clásico que es The Big Lebowski. Como The Dude, puede que al final la persona afectada opte por desentenderse e ir a jugar a los bolos.

O puede que no opte por ello y piense que las consecuencias de esa mentalidad religiosa merecen discutirse. Lo primero que asombra en una mentalidad religiosa es su necesidad de creer. La fe (según las precisas palabras de Ambrose Bierce en su Diccionario del Diablo, "creencia sin pruebas en lo que alguien nos dice sin fundamento sobre cosas sin paralelo") es decidirse por lo imaginario frente a lo real, es preferir el absurdo (el credo quia absurdum, que decía Tertuliano) frente a lo razonable. De ahí que me haya causado tanta gracia la lectura de la Carta a los Agentes Sanitarios en el apartado referido a la postura de la iglesia catolica en relación con las drogas (párr. 94) porque según se dice allí (y la cita le pertenece al Papa Juan Pablo II) "drogarse es siempre ilícito, porque implica una renuncia injustificada e irracional  a pensar, querer y obrar como persona libre".  Lo que quiere eliminar el Papa, entonces, es la competencia: la religión es, mas que cualquier otra cosa, "una renuncia injustificada e irracional a pensar, querer y obrar como persona libre" porque es diferir la libertad racional al absurdo dosificado por otros. La diferencia con la droga es que esta no causa ni mucho menos tanto daño (salvo para los bobitos que se creen la "profecía autocumplida": el daño que causa, si lo hace, se debe en enorme medida a la prohibición auspiciada por la estúpida "Guerra contra las drogas") como lo ocasiona la religión y es que, de hecho, suele producir lo contrario. El arte, en sus distintas manifestaciones (piensese nada mas en la música que escuchamos o en la literatura que leemos) le debe muchísimo a la alteración de la conciencia que proviene del consumo de drogas. De hecho, un reciente estudio de la universidad John Hopkins ha demostrado efectos duraderos y positivos en el consumo de psilocibina: deberíamos seguir la sana recomendación de Bill Maher y consumir hongos, porque mejora la sensibilidad, la imaginacion y la apertura mental frente a terceros. Mientras la religión, en cambio (lo que Saramago llamó el Factor Dios) nace con un buen propósito (como el que anima a John Goodman en la escena de The Big Lebowski) pero su discurso absurdo (necesariamente absurdo por opuesto a racional) ha terminado, de manera usual, por pervertir o contradecir ese supuesto propósito. Y, sin embargo, luego dicen que la otra droga es la mala y que la religión es la buena. Si lo miramos con lucidez, en general, es al revés.

La predica absurda de la religión ha provocado innumerables historias de discriminación y de violencia hacia los que piensan distinto y, sin embargo, existe una idea extendida en las personas de mentalidad religiosa de que las personas que no comparten su fe, o que no profesan alguna fe religiosa, son personas inmorales. Esta opinión es asombrosa: las mismas personas que optan por no apelar a la razón sino a la fe (recuerdese la definición de Ambrose Bierce) suelen descalificar a las personas que guían sus actos por motivos racionales el que procedan de esa manera y tenerlos a menos. Esto es muy alto WTF.  Mas todavía, en el indiscutible (porque no puede discutirse lo que ni siquiera se argumenta racionalmente) ámbito de su fe, un numero importante de creyentes consideran que su creencia debería ser inmune a las criticas (lo que es, por supuesto, falso: como se ha visto en un articulo anterior sobre libertad de religión, el derecho a tener una religión "no incluye el derecho a tener una religión o unas creencias que no puedan criticaras ni ridiculizarse").

Es aquí donde entran en juego las solicitudes de eliminación de registros personales presentadas al Arzobispado. La iglesia católica, según lo ha recogido la prensa, se ha manifestado en contrario. Sus argumentos teológicos (que el bautismo es vinculo indisoluble y otras paparruchadas por el estilo) no son de recibo, porque esta no es una discusión teológica, sino una solicitud civil, fundamentada en un derecho constitucional (el derecho a la libertad de religión y a la protección de datos personales) de cuyo cumplimiento la iglesia católica (como toda otra institución religiosa en el país) no se encuentra exenta. Las solicitudes, y si la iglesia católica se nos pone impersecuta, la futura interposición de acciones de habeas data, quieren propiciar un debate sobre el rol de las instituciones religiosas en una sociedad democrática: de nuestro lado y a partir de nuestra propuesta, resulta evidente que dicho rol debe encontrarse sometido al poder civil y al estricto ámbito personal de quienes quieren creer en vírgenes preñadas y absurdos semejantes.

Se presentaron 34 solicitudes de eliminación de datos personales de los registros de la iglesia católica.

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