Nuestro himno nacional, explicado

22 de agosto de 2019


En ‘Ecuador, señas particulares’, Jorge Enrique Adoum cita la campaña del músico cuencano Luis Pauta Rodríguez de más de treinta años contra la música del himno que compuso el corso Neumane, a la que descalificaba como “propia para un romance nocturno y nunca para una poesía de versos pindáricos”. A mí lo que me interesa en esta entrada de mi bitácora no es la música (que también es un problema, como bien lo advirtió Adoum en su libro), sino la letra del himno, la historia que en él se cuenta, la que explico a continuación:

Himno
Explicación
Coro:
¡Salve, oh Patria, mil veces! ¡Oh Patria!
¡Gloria a ti! ¡Gloria a ti!
Ya tu pecho, tu pecho rebosa,
gozo y paz ya tu pecho rebosa,
y tu frente y tu frente radiosa
más que el sol contemplamos lucir.
Para que la Patria se salve, se ofrece la imagen estúpida de contemplar más la frente de la Patria que al mismo sol, siendo que contemplar al sol es una idea nefasta. Esto no empieza bien.

Primera estrofa:
Indignados tus hijos del yugo
que te impuso la ibérica audacia,
de la injusta y horrenda desgracia
que pesaba fatal sobre ti,
santa voz a los cielos alzaron,
voz de noble y sin par juramento,
de vengarte del monstruo sangriento,
de romper ese yugo servil.
Los hijos de la Patria están indignados con el “yugo” impuesto por la conquista de los españoles, por lo que decidieron vengar a la Patria y romper dicho “yugo”.
Segunda estrofa:
Los primeros los hijos del suelo
que, soberbio; el Pichincha decora
te aclamaron por siempre señora
y vertieron su sangre por ti.
Dios miró y aceptó el holocausto,
y esa sangre fue germen fecundo
de otros héroes que, atónito, el mundo
vio en tu torno a millares surgir.
Los primeros que lo intentaron fueron los quiteños, quienes aclamaron a la Patria “por siempre señora” (?) y, enseguida, empezaron a “verter” sangre por ella. A Dios le dio por mirar lo que pasaba en Quito pero aceptó la matanza de sus habitantes (el “holocausto” del 2 de agosto) cuya sangre originó que, alrededor de ellos, surgieran “millares” de otros héroes en América, los que fueron mirados por el resto del mundo, “atónito” por su surgimiento. Lo último, pura paja.
Tercera estrofa:
De estos héroes al brazo de hierro
nada tuvo invencible la tierra,
y del valle a la altísima sierra
se escuchaba el fragor de la lid;
tras la lid la victoria volaba,
libertad tras el triunfo venía,
y al león destrozado se oía
de impotencia y despecho rugir.
Los héroes americanos destrozaron a España.
Cuarta estrofa:
Cedió al fin la fiereza española,
y hoy, oh Patria, tu libre existencia
es la noble y magnifica herencia
que nos dio, el heroísmo feliz;
de las manos paternas la hubimos,
nadie intente arrancárnosla ahora,
ni nuestra ira excitar vengadora
quiera, necio o audaz, contra sí.
Sometida España, se reconoce a  la libertad como una herencia de la generación anterior.
Quinta estrofa:
Nadie, oh Patria, lo intente. Las sombras
de tus héroes gloriosos nos miran,
y el valor y el orgullo que inspiran
son augurios de triunfos por ti.
Venga el hierro y el plomo fulmíneo,
que a la idea de guerra, y venganza
se despierta la heroica pujanza
que hizo al fiero español sucumbir.
Pero si España intenta años después recuperar la América, igual el recuerdo de las jornadas heroicas de los años de la independencia hará que España vuelva a perder.
Sexta estrofa:
Y si nuevas cadenas prepara
la injusticia de bárbara suerte,
*gran Pichincha! prevén tú la muerte
de la patria y sus hijos al fin;
hunde al punto en tus hondas extrañas
cuando existe en tu tierra: el tirano
huelle sólo cenizas y en vano
busque rastro de ser junto a ti.
Pero si perdemos, el autor le pide al volcán Pichincha que mate a todos los habitantes de la Patria y a ella misma (?).

La letra del himno, como se sabe, la compuso el bardo ambateño Juan León Mera en 1865, en circunstancias en que una flota española había atacado a los países del Pacífico Sur. Esa es la razón para sus estrofas finales. Y Como corresponde a una historia que involucra a Quito, el himno lo escribió un funcionario público: Juan León Mera era el secretario del Senado cuando compuso esta obra de tono anti-español. 

Verdad es que es muy sufridor nuestro himno nacional. Para empezar, Dios acepta la matanza de los quiteños sin ningún problema. Probable diálogo:

- San Pedro: “Dios, Dios, que están matando quiteños por docenas”.
- Barbas: “Let those bastards die”.
- San Pedro: “¡Pero Dios, por Dioooos!”
- Barbas: “I said let the bastards die!” (se echa a reír de manera histérica).

El diálogo es apócrifo, pero posible para cualquier creyente*. Lo peor, sin embargo, llega después porque el himno patrio se pone muy perdedor. Ante la posible invasión española para recuperar sus antiguos dominios, los hijos de los patriotas blanden los recuerdos de las glorias pasadas de los tiempos de la independencia, pero avizoran que ello podría resultar insuficiente y que los españoles podrían someter de nuevo este territorio. Frente a lo cual, los hijos de los patriotas no se plantean la resistencia y la recuperación del territorio, como se lo hubiera planteado cualquier pueblo digno, sino el suicidio colectivo vía el recurso de que el volcán Pichincha se trague toda la tierra de sus alrededores. A todo esto, España prentedió atacar a la madre que es la “patria”, identificada con el territorio. Así, el himno cuenta que si finalmente España vuelve, ellos prefieren morir con su madre asesinados por un volcán. Una tragedia andina.

En resumen: es el “prefiero morir, pero no me harás tuya” de los himnos nacionales. El secretario Juan León Mera es la Amanda Miguel del siglo XIX.

Pero incluso peor que sufrido, nuestro himno nacional falsea la historia. El relato se centra en los sucesos del 10 de agosto de 1809 y el 2 de agosto de 1810, cuando la fecha de nuestra independencia es otra, muy posterior (23 de septiembre de 1830). Además, supone que el origen de los movimientos de independencia de los demás países de América se originaron a partir de la sangre vertida el 2 de agosto de 1810, lo que confunde la simiente con la propaganda. Y, finalmente, desconoce que la lucha que recuerda fue llevada a cabo por una de las partes que hoy integran el Ecuador (la provincia de Quito) y que en su contra estuvieron (y la vencieron) las otras dos partes que constituyeron el Ecuador en 1830 (las provincias de Cuenca y de Guayaquil; el Gobernador de esta última, Bartolomé Cucalón, fue quien pidió el envío de las tropas peruanas que ejecutaron la masacre del 2 de agosto), por lo que tenemos un himno regional, de una historia falseada y que concluye en un rotundo fracaso, como nuestro himno nacional. Con el agravante cobarde de su total admisión de que si nos llegaba a invadir España, era mejor el suicidio colectivo que la resistencia (?).

El único consuelo que queda es que esa idea de Patria a la que se traga el Pichincha, era una idea de Patria regional, por lo que el nuevo “holocausto” únicamente afectaría a los confines de la provincia de Quito, y las provincias de Cuenca y Guayaquil habrían sobrevivido a la catástrofe de su provincia vecina. Seguro que en esa época (sesentas del siglo XIX) habrían hecho como hizo antes Dios (v. diálogo supra), y aceptado nomás el holocausto quiteño.

Y tal vez, con los años, les habría ido mejor. Pero esa ya es otra historia (propiamente: una ucronía).

* Se sabe: Credo quia absurdum.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

es joda no? Ese salve no es de salvar nada, es el saludo Romano "salwe"

roberto dijo...

Jajajajajajajajajaja... Me he cagado de risa con esto.