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La vacuna de Noguchi

14 de julio de 2023

            Publicado en diario Expreso el viernes 14 de julio de 2023.

Hideyo Noguchi (1876-1928) fue un médico japonés a quien Guayaquil recuerda con gran cariño y una calle que nace en el centro y muere en El Oro. En esta ciudad, el japonés es el protagonista de una leyenda que le atribuye a él haber descubierto el agente causal de la fiebre amarilla, con ocasión de su visita a Guayaquil en 1918. Ese descubrimiento jamás ocurrió.

Noguchi era un científico reconocido y respetado cuando acometió la tarea de investigar sobre el agente causal de la fiebre amarilla (en su Japón natal, su imagen adorna el billete de 1.000 yenes). Cuando acudió a Guayaquil, lo hizo como parte de una primera misión que la Fundación Rockefeller envió en junio de 1918 y con el propósito de investigar sobre el agente causal de la fiebre amarilla. Una segunda misión, que llegó en noviembre de 1918 a cargo del doctor Michael Connor, se dedicó a implementar en Guayaquil, entre noviembre de 1918 y mayo de 1919, lo que tan bien había funcionado en otras partes de América: las medidas antilarvarias para prevenir la proliferación del mosquito Aedes Aegypti (el “odioso egipcio”). Como resultado de estas medidas, a Guayaquil se la declaró libre de la fiebre amarilla en mayo de 1920.

En todo caso, Noguchi realizó sus investigaciones en Guayaquil y pensó haber encontrado el agente causal de la fiebre amarilla. Aquí lo festejaron y lo agasajaron; le concedieron el título de doctor honorario de la Facultad de Medicina de la Universidad de Guayaquil y el gobierno nacional lo nombró Cirujano Mayor honorario en el grado de Coronel del Ejército. Frente a tanto entusiasmo, un estudio publicado en el Singapur Medical Journal el 2014 indicó que su hallazgo en Guayaquil le costó a Noguchi “duras críticas sobre su metodología, mala conservación de registros, exceso de confianza y prisa”, además de comentarios en torno a “realizar experimentos humanos poco éticos”.  

La hipótesis que Noguchi precipitó en Guayaquil era que la fiebre amarilla era transmitida por una leptospira icteroides. Sobre esta hipótesis, Noguchi se animó a preparar una vacuna que la Fundación Rockefeller aprobó y distribuyó por el mundo hasta 1927, cuando de manera concluyente se probó que no servía para nada. Esto, por la obvia razón de que el origen de la fiebre amarilla no estaba en ninguna leptospira icteroides, sino en la transmisión de un virus por la picadura de la hembra del mosquito Aedes Aegypti. 

El sudafricano Max Theiler elaboró en 1937 una vacuna que sí sirvió (y que se sigue usando hasta la fecha) y, por su contribución a la erradicación de la fiebre amarilla en el mundo, se le otorgó el premio Nobel de medicina en 1951. 

Este triunfo del sudafricano ya no lo vio Noguchi. En 1928 él viajó a África occidental para continuar con sus investigaciones sobre el agente causal de la fiebre amarilla. En Acra (hoy, capital de Ghana) lo picó una hembra del mosquito Aedes Aegypti y contrajo el virus. Por esos días, Noguchi todavía pensaba que el agente causal era una leptospira, a la que por entonces ya llamaba leptospira interrogans. 

Hideyo Noguchi murió en Acra el 21 de mayo de 1928, de la fiebre amarilla que contrajo en el curso de una investigación que resultó un error (vacuna incluida).

Gorgas y la fiebre amarilla

7 de abril de 2023

Publicado en diario Expreso el viernes 7 de abril de 2023.

En 1898, los Estados Unidos de América entraron en guerra con el Reino de España por sus posesiones en Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Fue una victoria fácil: más muertos en el ejército estadounidense causó la fiebre amarilla que el ejército rival. De resultas de esta estadística contundente, los Estados Unidos, mientras administraba Cuba, decidió controlar la fiebre amarilla en la ciudad de La Habana. El hombre que se encargó de ello fue el Jefe de la Oficina de Sanidad del Ejército de los Estados Unidos, William Crawford Gorgas. 

La receta para el éxito en el control de la fiebre amarilla fue poner en práctica las investigaciones del médico cubano Carlos Juan Finlay, quien en 1881 había presentado los resultados de su trabajo titulado “El mosquito hipotéticamente considerado como agente transmisor de la fiebre amarilla” en la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana. Así, la eliminación de los espacios de reproducción del mosquito aedes aegypti (en aquel entonces conocido como stegomyia fasciata) fue la receta que funcionó en La Habana desde 1901.

Y esa misma receta funcionó en Panamá desde 1905 (tarea que también estuvo a cargo de Gorgas y que posibilitó la construcción del canal), y en Santos, y en Nueva Orleáns, y en tantos otros lugares. El cubano Finlay tuvo razón (por muchos años en la comunidad científica lo trataron como loco, etiquetado “The mosquito man”). Para cuando en 1914 entró a operar el canal de Panamá, la única ciudad del mundo donde la fiebre amarilla todavía era una enfermedad endémica era el puerto de Guayaquil (etiquetado en documentos oficiales como “The pest-hole of the Pacific Ocean” -“El hoyo pestífero del Océano Pacífico”).

Gorgas participó también del control de la fiebre amarilla en Guayaquil, esta vez como parte de la Fundación Rockefeller y en funciones de carácter administrativo. Miembro de una comisión, Gorgas viajó a Guayaquil y Quito en 1916 para apreciar las condiciones de la endemia y obtener del gobierno ecuatoriano la aceptación para practicar el control de la fiebre amarilla. Gorgas fue nombrado el “Director Honorario” de este procedimiento, que empezó en noviembre de 1918 y concluyó en mayo de 1919. 

Para el cumplimiento de su propósito, la Fundación Rockefeller logró que se designe como funcionario del sistema de salud ecuatoriano al médico norteamericano Michael E. Connor, quien fue nombrado Subdirector General de Sanidad del Ecuador. El trabajo en el territorio (quien fuera nuestro Gorgas en La Habana) lo hizo Connor, a quien se lo recuerda como “Michael O’Connor” en una calle del Sur.  

Gorgas volvió a Guayaquil en abril de 1919 para observar los trabajos que se estaban realizando en la ciudad y en algunos poblados de sus alrededores. Por el trabajo de Gorgas, Connor y de tantos otros que participaron de la misión organizada por la Fundación Rockefeller, el Director General de Sanidad del Ecuador, León Becerra, declaró que Guayaquil había quedado libre de la fiebre amarilla desde el 22 de mayo de 1919.

Al año siguiente de este logro, un 3 de julio y en Londres, tras vivir una vida comprometida con el control de la fiebre amarilla, murió William Crawford Gorgas, a los 65 años. 

Nast en Guayaquil

16 de diciembre de 2022

            Publicado en diario Expreso el viernes 16 de diciembre de 2022.

El hombre que inventó a la máxima expresión del capitalismo, el Santa Claus obeso y rojo y sonriente que simboliza el paso de una fiesta cristiana a una vorágine de consumo, murió en Guayaquil. Se llamó Thomas Nast, fue cónsul de los Estados Unidos de América en esta ciudad y fue víctima de la fiebre amarilla en diciembre de 1902.

Nacido en Alemania (Landau, Baviera, 26 de septiembre de 1840) y emigrado a los Estados Unidos de América a los seis años, Thomas Nast se convirtió en el caricaturista más influyente de la segunda mitad del siglo XIX en su país de adopción. Contribuyó con sus caricaturas en varias publicaciones, principalmente en Harper’s Weekly; peleó contra la corrupción en Nueva York y apoyó la candidatura presidencial (finalmente vencedora) del general Ulysses Grant. Nast fue el autor de símbolos de la política estadounidense tan notables como el elefante que identifica al Partido Republicano y el burro que identifica al Partido Demócrata.  

En 1886 Nast abandonó Harper’s Weekly e intentó con su propia revista. Fracasó. Por un tiempo se dedicó a la pintura, pero cayó en honduras. En la acuciante necesidad de obtener un puesto estable, acudió a los amigos que tenía en el gobierno demócrata del presidente Theodore Roosevelt. Entonces a Nast le fueron ofrecidos algunos puestos diplomáticos, ninguno de gran valor. Finalmente escogió el puesto de cónsul en Guayaquil, pues de los ofrecidos era el más cercano a Nueva York. 

Thomas Nast partió de Nueva York rumbo a Guayaquil el 1 de julio de 1902. Se vino de avanzada, dejando a su familia atrás. Asumió su cargo de cónsul en Guayaquil el 19 de julio de 1902 y lo ejerció hasta su muerte, 4 meses y 16 días después, víctima de una fiebre amarilla que lo tumbó desde los inicios de diciembre. En esos días guayaquileños, Nast se forjó una idea de la ciudad en la que vino a hallar la muerte. Y no fue una idea feliz.   

En los días que vivió en Guayaquil (en sus últimos días), el cónsul Nast experimentó una profunda amargura. Era su opinión que la vida en Guayaquil se complicaba porque “el fuego, la fiebre amarilla y el polvo no ayudan a aclarar la mente”. Lo incomodaba la naturaleza chismosa de la sociedad guayaquileña y la suciedad (“oh, qué lugar es este para el chisme. Corre salvaje, como las ratas”). Su mayor felicidad en Guayaquil fue que su esposa Sallie no lo haya acompañado al desempeño de este puesto diplomático, pues así ella no padecía lo que él estaba padeciendo.

Todavía nadie se ha preocupado de estudiar las opiniones de Nast para obtener su mirada crítica del Guayaquil de principios del siglo XX, siendo que Nast ejerció un cargo de relevancia y tenía una exquisita capacidad de observación. Un historiador interesado podría acudir a la Rutherford B. Hayes Presidential Center en la ciudad de Fremont, Ohio, pues esa institución compró el año 1959 la Thomas Nast Collection, en la que se encuentran las cartas y dibujos del “período de servicio consular de Nast en el Ecuador durante 1902”, según informa su página web.

Thomas Nast murió el 7 de diciembre de 1902. Sus restos fueron trasladados por su viuda Sallie a los Estados Unidos y hoy reposan en el cementerio Woodlawn, en el Bronx, Nueva York.

Noguchi y la fiebre amarilla

4 de marzo de 2022

            Publicado en diario Expreso el 4 de marzo de 2022. 


En el Ecuador se suele afirmar que un japonés, Hideyo Noguchi, fue quien descubrió el agente causal de la fiebre amarilla en el curso de las investigaciones que realizó en la ciudad de Guayaquil. Esta afirmación es falsa, porque también fue falsa la hipótesis de Noguchi. Su hipótesis era que el agente causal de la fiebre amarilla es una Leptospira icteroides y, como es bien conocido, su agente causal es un mosquito, el Aedes aegypti.

 

Entre 1842 y 1844, la fiebre amarilla asoló Guayaquil. La fiebre amarilla volvió a golpear entre 1853 y 1856, entre 1867 y 1869, y desde 1877 fue un problema de todos los años casi sin excepción y siguió siéndolo hasta bien entrado el siglo XX. En estos años, muchos buques evitaron Guayaquil por temor a contagiarse. Un director de la Fundación Rockefeller, Wickliffe Rose, en un informe acerca de la factibilidad de la erradicación de la fiebre amarilla, consideró a Guayaquil como un ‘hoyo pestífero’ (pest-hole) en el que la fiebre amarilla era ‘siempre endémica’.

 

Por la apertura del Canal de Panamá en 1914, ese ‘hoyo pestífero’ que era Guayaquil dejó de ser un problema localizado para convertirse en un problema global. Por la apertura del canal, Guayaquil pasó a ser un puerto desde el que se podía llevar la fiebre amarilla a poblaciones no-inmunes a ella, principalmente en Asia. Y es aquí donde entran en la historia de Guayaquil la Fundación Rockefeller y el japonés Noguchi.

 

El año 1918 la Fundación Rockefeller envió dos grupos a Guayaquil para erradicar la fiebre amarilla. El primero llegó en junio y estuvo presidido por el Dr. Arthur Kendall, a quien lo acompañó el bacteriólogo Hideyo Noguchi para investigar el agente causal de la fiebre amarilla. El segundo grupo llegó en noviembre, presidido por el Dr. Michael O’Connor. Este grupo aplicó en Guayaquil las medidas para evitar la reproducción del mosquito Aedes Aegypti.

           

En Guayaquil, Noguchi estudió la hipótesis de que la bacteria Leptospira icteroides sea el agente causal de la fiebre amarilla. A los pocos días de empezar sus investigaciones, él asumió que su hipótesis era correcta. Por esto, en el Ecuador se lo celebró y se lo nombró Coronel honorario del Ejército. Con base en las investigaciones de Noguchi, la Fundación Rockefeller produjo una vacuna inmunizante que distribuyó hasta 1927, cuando la descontinuó por habérsela probado ineficaz. Así mismo, nuevas investigaciones demostraron que la hipótesis de Noguchi era falsa.

 

Por contraste, las medidas que se adoptaron por el grupo del Dr. O’Connor fueron exitosas para evitar la reproducción del mosquito Aedes Aegypti. El 27 de mayo de 1920, el Dr. José María Ayora, Ministro del Interior y Sanidad, declaró que la fiebre amarilla había sido totalmente erradicada de Guayaquil.  

 

En cuanto a Noguchi, él continuó con sus investigaciones en Acra, capital de la actual Ghana. Noguchi, contagiado de la fiebre amarilla, murió en Acra el 21 de mayo de 1928.

Guayaquil y la fiebre amarilla (1740-1919)

22 de mayo de 2021

Desde su asentamiento en el Cerro Santa Ana en 1547, la ciudad española de Guayaquil había pasado 193 años sin sufrir la fiebre amarilla o, mejor dicho, sin registro de haberla sufrido (1). En el año 1740 se quebró este invicto (o supuesto invicto). Jorge Juan y Antonio de Ulloa consignan el hecho y lo asocian con un daño colateral de la guerra de España contra el Reino Unido. En su obra Relación histórica del viage a la América Meridional, los científicos españoles relatan que ‘habiendo llegado la Armada de Galeones del Sur, retirándose de Panamá por causa de la guerra para asegurar el tesoro en las provincias de la sierra, se padeció la primera vez esta epidemia y murió mucha gente’ (p. 233). Pero la enfermedad no caló.

 

Desde 1740 pasaron 102 años hasta el retorno de la fiebre amarilla a la ciudad, pero en ese 1842 regresó con furia y asoló a Guayaquil y sus alrededores. En carta del 26 de octubre de 1842 que el Gobernador de la provincia del Guayas, Vicente Rocafuerte, le dirigió al Presidente de la República, Juan José Flores, el guayaquileño describió el sombrío panorama de su ciudad natal: ‘Ya no hay alma para sentir, ni ojos para llorar un conjunto tan inaudito de horrendas calamidades, la muerte ha extendido su negro manto sobre esta desventurada población y descargado sus furores sobres sus moradores, la epidemia sigue haciendo crueles estragos, y ya no lleva a la tumba a 8 a 10 por día, sino 31 y 32 y quien sabe a cuánto ascenderá el número de sus infelices víctimas(2). La epidemia cesó en 1844.

 

Desde entonces, la fiebre amarilla se volvió cada vez más frecuente en Guayaquil. Regresó en 1853 hasta 1856, en 1867 hasta 1869, en 1877 hasta el año siguiente. Desde 1880 y hasta entrado el siglo XX, la fiebre amarilla se sufrió en Guayaquil año tras año, casi sin excepción. Por esta época, Guayaquil empezó a adquirir una mala fama: se volvió un puerto pestilente, un lugar a evitar.

 

Pero la ciencia vendría (con cierto retraso) al auxilio de la ciudad. En 1881, el cubano Carlos Juan Finlay presentó a la Royal Academy un artículo titulado ‘The Mosquito Hypothetically Considered as the Agent of Transmission of Yellow Fever’ cuyo argumento era que el mosquito era el vehículo de transmisión de la fiebre amarilla. Durante años la teoría de Finlay fue resistida (v. ‘Carlos J.Finlay: the mosquito man’), pero finalmente se la probó correcta por la intervención militar de los Estados Unidos de América en Cuba.

 

Tras la guerra de 1898 en que los Estados Unidos de América humilló a España y le arrebató Cuba (‘a splendid little wardijo John Hay), se acreditó que la mayor cantidad de los muertos que el Ejército de los Estados Unidos tuvo en su espléndida guerrita se debieron a la fiebre amarilla y otras enfermedades tropicales. Entonces, los Estados Unidos hizo lo que un Estado con presupuesto puede darse el lujo de hacer: investigar las causas del problema y buscarle una pronta solución.

 

Así, el cirujano general (‘General Surgeon’) del ejército de los Estados Unidos, George M. Stemberg, formó el año 1900 la ‘United States Army Yellow Fever Commission’ para investigar las causas de la transmisión de la fiebre amarilla y la forma de  prevenirla, comisión que trabajó en Cuba y a la que se conoció como ‘Reed Commission’ por su director, el comandante Walter Reed. Integrada por él y otros tres especialistas (los doctores James Carroll, Arístides Agramonte y Jesse Lazear), la Comisión Reed confirmó la teoría de Finlay y le demostró al mundo-mundial que la fiebre amarilla se transmitía de un humano enfermo a un humano sano a través de la picadura de la hembra del mosquito Aedes Aegypti.   

 

Con esta certeza, el Gobernador Militar de Cuba, el general Leonard Wood (Cuba, como consecuencia de la espléndida guerrita de 1898, estaba ocupada por la Yunái), autorizó al Jefe de la Oficina de Sanidad del Ejército, William C. Gorgas (a proud son of Alabama) para implementar en La Habana un programa de aislamiento de los enfermos de fiebre amarilla y de fumigación de edificios y de eliminación de todos los depósitos de agua donde podía vivir el mosquito. The Aedes Aegypti Shoah.

 

La consecuencia de estas medidas fue que los casos de fiebre amarilla en La Habana cayeron en picada y que para el año 1902 ya no se reportaron nuevos casos. En apenas dos años de investigación de la Comisión Reed y de la implementación de sus resultados por el equipo del Jefe Gorgas, la intervención militar de los Estados Unidos en Cuba resolvió un problema que en la capital de Cuba cobraba anualmente cientos de vidas (se calcula que entre 1870 y 1900, unas 20.000 murieron en La Habana por causa de la fiebre amarilla). Campañas de erradicación similares se aplicaron en Río de Janeiro, en Santos, en Nueva Orleáns y en otras ciudades americanas de relevancia económica. El mismo William Gorgas fue el responsable en Panamá de implementar, en 1904, un programa de erradicación de la fiebre amarilla, que posibilitó la construcción del Canal de Panamá, obra concluida en 1914. 

 

 

Gorgas, an unsung hero.

La apertura del Canal de Panamá obligó a que la ciencia se ocupe de Guayaquil, por el riesgo de llevar desde aquí la enfermedad a los nuevos mercados facilitados por la apertura del canal (3). Una sucesión de hechos (la creación de la Fundación Rockefeller y su International Health Commission en 1913 –luego Board, luego Division-, y la creación en 1916 de la International Yellow Fever Commission, órgano de la Fundación Rockefeller al mando de William Gorgas) posibilitó que Guayaquil, ese gran puerto pestífero de la América del Sur sea el primero en la lista para recibir los beneficios de la ciencia. Para esa época, la ciudad era considerada como el semillero más peligroso de la fiebre amarilla en la América del Sur, el único lugar de la región en que esta enfermedad era endémica (4).

 

Ese año 1914 de la apertura del canal de Panamá, estalló la guerra en Europa, AKA la Primera Guerra Mundial, que cobró (indirectamente) cientos de muertos en esta periferia de América, pues retrasó hasta el año 1918 la venida a Guayaquil de la misión para erradicar la fiebre amarilla. Entre 1914 y 1918 se acreditó la muerte en Guayaquil de 591 personas por esta enfermedad. Si las medidas se hubieran aplicado antes, muchas de estas personas no habrían enfermado y muerto (5).

 

Finalmente, en noviembre de 1918 llegaron los científicos de la Fundación Rockefeller (6). La aplicación en Guayaquil en 1918-1919 de las medidas que se adoptaron a principios del siglo en La Habana produjo aquí resultados análogos a los que tuvo allá y en las otras ciudades donde se aplicaron: un descenso abrupto de los casos, hasta su virtual desaparición. The Aedes Aegypti Shoah Strikes Again.

 

La Dirección General de Sanidad, presidida por el doctor León Becerra, declaró que desde el 22 de mayo de 1919 (hace 102 años clavados) el puerto de Guayaquil finalmente estaba, tras años y años y miles y miles de muertos, libre del flagelo de la fiebre amarilla.

 

(1) Una especie, sostenida por Pino Roca, indica que los piratas que atacaron a Guayaquil el año 1709 se contagiaron en la ciudad de la fiebre amarilla.

(2) Vicente Rocafuerte. Epistolario’ (Estudio y selección de Carlos Landázuri Camacho), Tomo II. Banco Central del Ecuador, Quito, 1988, p. 822.

(3) El lector atento habrá comprendido que en los ejemplos de La Habana y Panamá se trata de la ciencia al servicio del imperialismo, en su vertiente militar y económica. Con la apertura del canal de Panamá, la eliminación del foco infeccioso que era Guayaquil cobró importancia para los intereses económicos de los Estados Unidos. Esta perspectiva se desarrolla en el muy interesante artículo ‘La División Internacional de Salud, de la Fundación Rockefeller, Ecuador (1917-1937)’.

(4) Sobre Guayaquil como un sitio peligroso, ver el artículo de 1914 ‘Yellow fever: thefeasibility of its eradication’ de Wickliffe Rose, quien fuera Director General de la División Internacional de Salud de la Fundación Rockefeller entre 1915 y 1923, período que cubre los años de la intervención en Guayaquil.

(5) Las estadísticas provienen del artículo ‘Recopilación de datos sobre la historia de la fiebre amarilla en Guayaquil’, de autoría de Juan Tanca Marengo, publicado en: ‘La fiebre amarilla y los médicos de Guayaquil’ (AA.VV.), Banco Central del Ecuador, Guayaquil, 1987, pp. 161-175.

(6) En rigor, llegaron a Guayaquil dos equipos de la Fundación Rockefeller el año 1918 (Presidencia de Alfredo Baquerizo Moreno). Uno en junio, en el que arribó el científico japonés Hideyo Noguchi (v. ‘La leyenda de Noguchi es mentira’ y ‘The Long Road to the Yellow Fever Vaccine’). Otro llegó en noviembre, el que al mando del doctor Michael O’Connor, implementó las ‘medidas antilarvales’ en la ciudad. Estas medidas las explicó el doctor O’Connor en su artículo ‘El dominio de la fiebre amarilla en el Ecuador’, recopilado en el libro La fiebre amarilla y los médicos de Guayaquil, ya citado.  

N.B.: El bueno de Hideyo Noguchi no es mentira por él, sino por lo que Guayaquil cuenta de él.

La leyenda de Noguchi es mentira

1 de agosto de 2017


Hideyo Noguchi (1876-1928) fue un médico japonés a quien Guayaquil recuerda con cariño. En esta ciudad suele atribuírsele la leyenda de haber descubierto el origen de la fiebre amarilla, enfermedad que era un azote para Guayaquil hasta finales de la segunda década del siglo pasado (1).

Tal descubrimiento jamás sucedió. El japonés Hideyo Noguchi formuló una hipótesis sobre la transmisión de la fiebre amarilla que se probó falsa. Él postulaba que la fiebre amarilla la transmitía una leptospira icteroides, “llegando a ensayar una vacuna preventiva preparada con cultivos de los Leptospiras que pareció dar buenos resultados, por todo lo cual la personalidad de Noguchi, indiscutiblemente valiosa ya, fue exaltada con la admiración y gratitud imperecedera de nuestros conciudadanos” (2). Pero era un error.

Otros investigadores sometieron a prueba la hipótesis de Noguchi para concluir, “uno tras otro, que el germen encontrado por Noguchi era idéntico al Leptospira icterohemorragiae, señalado dos años antes por Inada e Ido (también japoneses) como agente causal de la enfermedad de Weil, cuya sintomatología clínica es muy semejante a la Fiebre Amarilla con la cual puede fácilmente confundirse” (3).

El ponja en acción


Como bien se sabe por las campañas para la erradicación de la fiebre amarilla en el Ecuador, el bicho que transmite la fiebre amarilla es el mosquito Aedes aegypti. Esa fue la hipótesis que el médico cubano Carlos Juan Finlay (1833-1915) había formulado muchos años antes de que Noguchi formule la suya (4).    

Hideyo Noguchi viajó a Ghana en 1928 para continuar con sus investigaciones sobre la fiebre amarilla. Él mismo tenía dudas acerca de su hipótesis: al final de sus días, había bautizado a su leptospira como interrogans (5). Murió en Acra, capital de Ghana, el 21 de mayo del mismo año que llegó y a consecuencia de una fiebre amarilla contraída en el curso de sus investigaciones.

Ese día de 1928 se perdió a un científico dedicado, a una persona honorable, a un familiar amado, etc. Pero no fue el día que partió aquel que descubrió al transmisor de la fiebre amarilla. Ese honor en particular, le cupo al cubano Carlos Juan Finlay, no al ponja Noguchi.

(1) Por ejemplo, ‘Dr. Hideyo Noguchi’. Tampoco es desconocido en Guayaquil que Noguchi no fue el responsable de este descubrimiento. Se lo ha difundido en publicaciones locales desde hace muchos años, aunque sin verdadero énfasis. Esta abulia por la verdad debe ser de un caso más de nuestra inveterada afición por inventarnos héroes (Abdón Calderón, Rumiñahui, Lorena Bobbit, etc.).
(2) Juan A. Montalván Cornejo, ‘La Fiebre Amarilla y su origen en el Ecuador’, en: AA.VV., ‘La fiebre amarilla y los médicos de Guayaquil’, Archivo Histórico del Guayas, Guayaquil 1987, p. 283.
(3) Ibíd., p. 284.
(4) Desde 1881 el cubano Carlos Juan Finlay postuló ante la comunidad científica que era el mosquito Aedes aegypti el transmisor de la fiebre amarilla y estaba en lo correcto. Pero por muchos años, casi nadie se lo tomó en serio (sus colegas lo rayaban de “Mr. Mosquito”).
(5) J. A. Falconí Villagómez, ‘Noguchi y la La Fiebre Amarilla’ [1961], en: AA.VV., ‘La fiebre amarilla y los médicos de Guayaquil’, Archivo Histórico del Guayas, Guayaquil 1987, p. 249.

Thomas Nast, la fiebre amarilla y el Guayaquil de 1902

4 de enero de 2016


El domingo 7 de diciembre de 1902 murió en Guayaquil el cónsul general de los Estados Unidos de América. No era la primera vez que la fiebre amarilla se cobraba la vida de un cónsul de ese país en nuestra ciudad: en 1867 murió a causa del Vómito Prieto (como también se la conocía a la fiebre amarilla) Louis Victor Prevost (1). Lo singular de este otro muerto era su identidad, pues se trataba de Thomas Nast, el que fuera el más influyente caricaturista de la segunda mitad del siglo XIX en los Estados Unidos de América. El alemán Nast (nacido en Landau, en 1840) fue, entre otras cosas, autor de símbolos de la política estadounidense como el elefante del Partido Republicano y el burro del Partido Demócrata (2), así como el creador del símbolo del consumismo par excellence, el obeso Papá Noel, al que Nast dibujó por primera vez en 1863 (3).  


Una versión del Papá Noel de Thomas Nast, publicada en 1881 en Harper's Weekly.
El presidente Theodore Roosevelt fue quien designó a Thomas Nast (ya en época de vacas flacas) en el puesto de cónsul de los Estados Unidos de América en Guayaquil. Nast partió con rumbo a nuestra ciudad el 1 de julio de 1902, asumió su cargo el 19 de ese mes y lo desempeñó hasta el día de su muerte, el 7 de diciembre del mismo año. Tiempo después sus restos fueron trasladados por su viuda a Estados Unidos y hoy reposan en el cementerio Woodlawn del Bronx, New York (4).
 
Resumen del período de Nast en Guayaquil, según la historia del cónsul Federico Goding (v. Nota 1, p. 15).
 
En el breve período en el que vivió en Guayaquil, el cónsul Nast no se sintió a gusto en la ciudad. En su opinión, la vida en Guayaquil se complicaba porque “el fuego, la fiebre amarilla y el polvo no ayudan a aclarar la mente” y lo incomodaba la naturaleza chismosa de la sociedad guayaquileña (“oh, qué lugar es este para el chisme. Corre salvaje, como las ratas”). Su mayor felicidad era el que su esposa Sallie no lo haya acompañado al desempeño de este puesto, para que no tenga que padecer lo que él padecía (5)


Nota de Nast en la cual advirtió a su gobierno sobre la fiebre amarilla en Guayaquil. Menos de dos meses después, moriría a causa de aquello mismo de lo que informó.
 
En todo caso, algunos estudios sobre Thomas Nast recogen su despreciativa opinión de la sociedad guayaquileña (6); pero nadie todavía se ha preocupado de estudiar sus opiniones para obtener una mirada crítica del Guayaquil de aquel entonces (todavía somos demasiado provincianos como para hacer una mirada autocrítica: seguimos aún en la fase de la “historia boba” [7]). Un historiador interesado podría acudir a la pequeña ciudad de Fremont, Ohio, lugar de nacimiento de Rutherford B. Hayes (Presidente de los Estados Unidos de América entre 1877 y 1881) porque allí se encuentra el Rutherford B. Hayes Presidential Center, institución que el año 1959 compró la Thomas Nast Collection, en la que se encuentran cartas y dibujos del “período de servicio consular de Nast en el Ecuador durante 1902” (8). Lo que no hay, hasta el día de hoy, son historiadores que acudan a investigar ese acervo documental, para desentrañar la opinión de un cónsul (no cualquiera; probablemente la figura más relevante que ha venido a ocupar ese puesto en la historia del servicio consultar estadounidense en Guayaquil) sobre la ciudad en la que le tocó en suerte (mal)vivir y morir.    

(1) Este recuento lo escribió Frederic Webster Goding (a quien Guayaquil recuerda en la calle Federico Goding, más conocida como ‘la 11ava’) en: Goding, FW 1920, ‘A brief history of The American Consulate General at Guayaquil, Ecuador’, The Advertiser Press, Maine, USA.
(2) Thomas Nast, britannica.com, consultado el 4 de enero de 2016.
(3) Santa Claus, britannica.com, consultado el 4 de enero de 2016.
(4) En este mismo cementerio del Bronx reposan los restos del japonés Hideyo Noguchi, quien años después (entre julio y octubre de 1918) investigó el microbio original de la fiebre amarilla durante su estancia en Guayaquil (la ciudad lo homenajea con una calle que reemplazó a la antigua calle Chanduy; a Nast no se digna en recordarlo). El japonés Noguchi murió en Accra (Ghana) en 1928, contagiado de fiebre amarilla por la mordida de un mono, v. Pérez Pimentel, Rodolfo, Hideyo Noguchi, diccionariobiograficoecuador.com
(5) Halloran, Fiona Deans 2013, ‘Thomas Nast: The father of modern political cartoons’, University of North Carolina Press, pp. 278-281. El capítulo 12 de esta obra está dedicado (en parte) a la decisión de Nast de aceptar el cargo de cónsul de los Estados Unidos de América en Guayaquil y sus consecuencias; el capítulo se titula “Nast’s Weekly and Guayaquil”. En opinión de la autora de este estudio sobre Nast, en las cartas a su esposa en las que describía a la gente de la ciudad y comentaba de cultura y política local, Nast mostró “una terrible sensación de amargura. Sus quejas de que todo era sucio y que la gente de Ecuador valían tanto como el lodo de las calles que caminaban reflejaba tanto su ojo artístico para el detalle como su decaído optimismo”. Ibíd., p. 279.
(6) A este respecto, además del libro de Halloran, también puede consultarse, Miller, Tom 2001, ‘The Panama hat trail: A journey from South America’, National Geographic Society.
(7) Para comprender la miseria de nuestros estudios históricos en su vertiente "oficial", valga como botón de muestra la crítica expuesta en este artículo: Guayaquil, la aldeana, Xavier Flores Aguirre, 26 de diciembre de 2015.
(8) Rutherford B. Hayes Presidential Center, Thomas Nast, 1840-1902, consultado el 4 de enero de 2016.