Contra Bolívar

13 de diciembre de 2024

            Publicado en diario Expreso el viernes 13 de diciembre de 2024.

Lo mandatorio, lo habitual, lo cómodo: idolatrar a Bolívar. Lo raro es contar la historia de lo que hizo en Guayaquil. Éramos una república independiente y Bolívar acabó con ello.

El pueblo de Guayaquil alcanzó su independencia del Reino de España en una sola jornada, el 9 de octubre de 1820. La parte militar se ejecutó en la madrugada, la parte civil se resolvió en la mañana. El acta de aquel glorioso día reconoció al 9 de octubre de 1820 como el día “primero de su independencia”. Se nombró como primer Jefe Político de esta ciudad a un poeta que había sido diputado a las Cortes de Cádiz, el ilustre guayaquileño José Joaquín Olmedo, que entonces contaba 40 años.

El 8 de noviembre de 1820 se reunió un Colegio Electoral al que asistieron 57 representantes, venidos de 27 pueblos de la provincia de Guayaquil, a fin de dictar un cuerpo jurídico (al que llamaron “Reglamento Provisorio de Gobierno”) que desde el día en que fue aprobado, el 11 de noviembre de 1820, reguló el autogobierno de la Provincia Libre de Guayaquil. 

Este instrumento, al que José Joaquín Olmedo llamó “Constitución provisoria”, decía en su artículo 2 que la provincia de Guayaquil “se declara en entera libertad para unirse a la grande asociación que le convenga de las que se han de formar en la América del Sur”.  

En Guayaquil se había fijado la fecha para la decisión sobre su futuro. La reunión de un nuevo Colegio Electoral se iba a realizar el 28 de julio de 1822. Aquel día, los representantes de la provincia se iban a pronunciar acerca de su unión a una “grande asociación” (o también: mantener la provincia autónoma, como le corresponde a una decisión tomada con “entera libertad”), como lo autorizaba el artículo 2 del Reglamento Provisorio.

Pero unos días antes de esa fecha llegó a Guayaquil el presidente de Colombia, el general Simón Bolívar (por vez primera; vendría tres veces más, en 1823, 1826 y 1829) acompañado de 1.300 soldados. Fue el 11 de julio. Dos días después, el presidente Bolívar, a través de su secretario, José Gabriel Pérez, le mandó a decir a la Junta de Gobierno presidida por Olmedo que su trabajo había concluido, que él era ahora quien estaba al mando. Por sus pistolas.

Todos los integrantes de la Junta de Gobierno, y otras 200 personas, abandonaron Guayaquil rumbo al Perú. Bolívar se entrevistó en Guayaquil con el general José de San Martín el 26 y 27 de julio, cuando Guayaquil ya era colombiana (a San Martín lo recibió un arco en el muelle que decía “Bienvenido a Colombia”). El 28 de julio de 1822 se terminó por reunir el Colegio Electoral, pero estaba muy claro que no iba a reunirse para desairar al hombre que estaba al mando de la ciudad (era imposible olvidar que lo acompañaban 1.300 soldados). Tres días después, el Colegio Electoral se pronunció por la anexión de Guayaquil a la República de Colombia.

Guayaquil, como la república independiente que fue por 642 días, tenía un gobierno propio y la posibilidad de decidir si quería (o no) unirse a una “grande asociación”. Pero llegó Bolívar acompañado de sus soldados y decidió por los guayaquileños. Se impuso por la fuerza, manu militari, como un vil dictador.

Como guayaquileño, es motivo suficiente para repudiarlo.

Los reveses de 1809

6 de diciembre de 2024

 A Quito en su (falso) día de fundación

En una de las acepciones (la cuarta) del diccionario de la Real Academia Española, el término “revés” se asocia con el fracaso. Siendo así, es fácil reconocer a la revolución de agosto de 1809 como un revés. Esto, porque la revolución de 1809 se hizo por la autonomía de Quito, para convertir el territorio de su audiencia en uno que se autogobierne (desde una perspectiva administrativa, dejando de ser Quito la cabeza de una audiencia subordinada para pasar a ser la cabeza de una capitanía general, a la usanza de Caracas o Santiago de Chile). Y Quito no lo consiguió.

Con su experimento agostino de autogobierno, Quito, capital de la provincia homónima, buscó imponer una primacía administrativa sobre sus provincias vecinas, a la sazón, Popayán, Guayaquil y Cuenca. Por la fuerza, en seguida todas estas provincias vecinas rechazaron la propuesta de una Quito primus inter pares. 

La revolución de Quito fracasó pronto. El 24 de octubre de 1809 se le devolvió el poder a quien se lo había usurpado. Pero las peores consecuencias ocurrieron después. Las tropas que llegaron y se establecieron en Quito por petición del gobernador de la provincia de Guayaquil (venidas desde la lejana Lima), actuaron de manera brutal el 2 de agosto de 1810 y mataron a la mayoría de cabecillas de la revolución.

Todo mal: total rechazo a su propuesta, muerte de los héroes, y para peor, ni siquiera se buscó la independencia (que es por lo que se recuerda -o debo decir: se quiere recordar- este episodio). 

La primera acepción del Diccionario de la Academia Española del término “revés” es “parte opuesta de algo”. Y esto ha sido más difícil de verlo, pero lo opuesto a la revolución de Quito de 1809 es la revolución de Guayaquil de 1820.

Esto, porque por oposición a lo ocurrido en 1809, la revolución de octubre de 1820 sí fue independentista y republicana. No buscó un cambio de jerarquía dentro de la monarquía, como se hizo en Quito, pues dejó aclarado en el acta del 9 de octubre que Guayaquil había “declarado la independencia, por el voto general del pueblo”. Y pasó que la ruptura con el régimen monárquico implicó asumir un régimen republicano, lo que se refrendó en el Reglamento Provisorio de Gobierno, aprobado por un Colegio Electoral el 11 de noviembre de 1820. 

Además, un dato importante: la revolución de Guayaquil fue exitosa. A diferencia de Cuenca, que volvió a caer en manos de los españoles (ni hablar de Quito, que fue enteramente española estos años), durante el proceso de independencia entre 1820 y 1822 Guayaquil se mantuvo independiente. Y Guayaquil no propuso imponer una primacía; por el contrario, se propuso la liberación de las provincias vecinas.

“Cuando nos propusimos ser libres”, se puede leer en la proclama del 9 de junio de 1822 dirigida a los conciudadanos de Guayaquil, “no podíamos dejar gemir en la opresión a los pueblos que nos rodeaban”. Así fue que Guayaquil empeñó recursos y personas para satisfacer el noble propósito de liberar a otros en desgracia. Y como se puede leer en esta proclama de junio de 1822 suscrita por Olmedo, Ximena y Roca, integrantes de la Junta de Gobierno de Guayaquil: “Quito es ya libre: vuestros votos están cumplidos”.

Generosa, Guayaquil.