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Dedazo y Constitución

5 de abril de 2024

            Publicado en diario Expreso el viernes 5 de abril de 2024.

Por cuarenta años del siglo XX, entre 1906 y 1946, y bajo el imperio de tres Constituciones (las de 1906, 1929 y 1945) no existió la vicepresidencia de la República. De entre ellas, la de 1929 ensayó una forma peculiar de sucesión del presidente de la República, pues en caso de su “muerte, destitución, admisión de renuncia o incapacidad física permanente declarada por el Congreso”, la persona encargada de reemplazar a ese hombre era su “Ministro de lo Interior, y en el orden cronológico de sus nombramientos, los demás Ministros” (Arts. 79-81). Es decir, esta Constitución sin vicepresidente instituyó el “dedazo”: el poder del presidente de designar a su sucesor, en la persona que él estime conveniente. 

Esta Constitución entró en vigencia el 26 de marzo de 1929 y el primer gobernante sometido a su imperio fue el lojano Isidro Ayora. Él fue también él primero en utilizar esta cláusula de designación a placer de su sucesor. Cuando Ayora se hartó de todo y presentó su renuncia al Congreso en agosto de 1931, la persona que lo reemplazó fue su Ministro de lo Interior, Luis Larrea Alba. 

De acuerdo con la Constitución (Art. 81), el Ministro subrogante debía convocar de manera inmediata a elecciones. Larrea Alba pensó distinto y quiso disolver el Congreso. Los militares no lo apoyaron y cayó a menos de dos meses de iniciado su encargo. Antes de irse designó a su sucesor en la persona del expresidente Alfredo Baquerizo Moreno. 

Baquerizo Moreno ejerció el poder por menos de un año. Organizó unas elecciones, en las que triunfó el candidato conservador Neptalí Bonifaz. Pero el Congreso descalificó a Bonifaz en agosto de 1932 por ser peruano y Baquerizo Moreno, a sabiendas de la sangre que iba a correr en Quito, renunció a su cargo y se refugió en la legación argentina. Antes de renunciar, lo designó como su Ministro de lo Interior a Carlos Freile Larrea.

A Freile Larrea le tocó enfrentar el sangriento episodio conocido como “Guerra de los cuatro días”. Unos tres mil muertos y cuatro días después de iniciado su encargo, Freile Larrea renunció y designó como su Ministro de lo Interior a Alberto Guerrero Martínez, quien organizó unas elecciones en las que triunfó el candidato liberal Juan de Dios Martínez Mera. Guerrero Martínez cumplió su cometido y le transmitió el mando a un presidente electo en las urnas.

Martínez Mera duró poco, pues su período de cuatro años duró menos de un año: lo destituyó el Congreso. Lo reemplazó a Martínez Mera su último Ministro de lo Interior, Abelardo Montalvo, quien organizó unas elecciones en las que se eligió presidente a José María Velasco Ibarra. Montalvo le transmitió el mando a Velasco, quien gobernó por casi un año, hasta que se quiso declarar dictador, pero se lo impidieron los militares y se lo orilló a renunciar. Fue entonces que acuñó su famosa frase: “Me precipité sobre las bayonetas”.

Tres elecciones, y ninguno de los favorecidos con el voto popular pudo terminar su período de cuatro años. Velasco se quiso declarar dictador, a Martínez lo destituyó el Congreso y a Bonifaz no lo dejaron ni posesionarse.

La Constitución no rendía. Tras una breve transición con Antonio Pons Campusano, empezó una etapa de dominio militar.

Pons se puso el quepis

30 de septiembre de 2022

Publicado en diario Expreso el 30 de septiembre de 2022.



Antonio Pons Campuzano, nacido en Guayaquil, médico, hijo de catalán y paisa, a sus 37 años se encumbró a la máxima autoridad del Poder Ejecutivo por un mes y pocos días del año 1935. En esa época, la Constitución de la República (la décimo segunda, de 1929) disponía que el reemplazo del Presidente, por ausencia temporal o definitiva, era su Ministro de lo Interior. La interpretación arbitraria que de esta disposición hicieron los militares es lo que condujo a Pons a la cumbre del Poder Ejecutivo.

 

Pons era Ministro de lo Interior en la primera Presidencia Constitucional de Velasco Ibarra. El 20 de agosto de 1935, alrededor de las 9 de la mañana, él presentó su renuncia al Presidente. Según lo cuenta en su libro ‘Contra el zarpazo de la garra política’, publicado en Buenos Aires en 1936, esa mañana “fui sorprendido con la presencia de un regimiento que al compás de su banda militar se acercaba a los bajos del Palacio […] Y a poco se me dijo que su objeto era la promulgación de un Decreto asumiendo la Dictadura el doctor Velasco Ibarra”. En desacuerdo con esta dictadura, contra la que él había advertido, Pons renunció a su cargo.

 

El intento dictatorial de Velasco Ibarra fracasó. Con Velasco fuera de juego, era necesario que se designe a alguien en su reemplazo, en calidad de Encargado del Poder. El gobierno de los civiles y su beligerante Congreso, bajo la Constitución de 1929, había sido un rotundo fracaso: ningún Presidente terminaba su período y se vivía en permanente estado de pugna y zozobra. Era un buen momento para prescindir de ellos. Era el turno de los militares.

 

En Quito, Pons vivía en el hotel Savoy. Allá fue la alta oficialidad del Ejército para ofrecerle el Encargo del Poder. Antes de su caída, en la tarde del 20 de agosto, Velasco Ibarra había aceptado la renuncia de Pons. Pero esto no le importaba, ni a Pons ni a los militares, que omitieron este detalle que a Pons inhabilitaba (el designado por Velasco in extremis en reemplazo de Pons era un tal Carlos Guerrero). Pons empezó su gobierno el 21 de agosto de 1935.

 

En su gobierno, como él mismo lo reconoció en su libro, apenas pudo contemplar “el desarrollo de los acontecimientos sin poder, honradamente, contener el desbordamiento de tanta pasión política y tanta ambición desenfrenada”. Para él, nada peor que la “Garra política” (representada en Arroyo del Río) a los que definió como “Poder, Poder y Maldad”. El 26 de septiembre Pons recogió sus pasos y decidió renunciar a su Encargo.

 

Y aquí fue que el civil se puso el quepis, porque en vez de renunciar ante el Congreso para seguir el procedimiento constitucional, él decidió hacerlo ante la alta oficialidad del Ejército porque los consideraba “el mejor intérprete de los sentimientos cívicos”. Ese día de septiembre convocó en la Casa Presidencial “al Inspector General del Ejército y a los representantes de las principales dependencias del Ministerio de Guerra y de los cuerpos de línea”, y ante ellos, “es decir, ante el Ejército ecuatoriano, renuncié mi cargo después de exponerles la honradez de mis propósitos y los sentimientos patrióticos del Gobierno”.

 

El Ejército ecuatoriano decidió el reemplazo de Pons. Empezamos a vivir en dictadura.

 

~*~

 

Fuentes:

* La principal fuente de este artículo es el opúsculo de Pons ‘Contra el zarpazo de la “garra política”’. Las citas corresponden a las siguientes páginas: “fui sorprendido con la presencia de un regimiento…” (p. 7); “el desarrollo de los acontecimientos…” y “Poder, Poder y Maldad” (p. 16); “el mejor intérprete…” (p. 10); “al Inspector General del Ejército…” y “es decir, ante el Ejército ecuatoriano…” (p. 20). Una sucinta biografía en: ‘Antonio Pons’ (Ecured).

* Los artículos de la Constitución del año 1929 que disponían el reemplazo del Presidente o del Encargado del Poder por su Ministro de lo Interior son los siguientes:

Título VI

Sección I. Disposiciones generales

(…)

Art. 79.- En caso de falta del Presidente de la República, de enfermedad u otro impedimento accidental que pase de diez días te subrogará el Ministro de lo Interior, y, en el orden cronológico de sus nombramientos, los demás Ministros.

Por falta o impedimento accidental de cualquiera de los subrogantes, hará sus veces el que le siga, según el orden expresado, mientras asuma el ejercicio del Poder Ejecutivo el llamado por la Ley.

Art. 80.- El Presidente de la República cesa en sus funciones por terminación del período fijado en la Constitución, y deja vacante el cargo por muerte, destitución, admisión de renuncia o incapacidad física permanente declarada por el Congreso.

Art. 81.- Cuando, por cualquiera de las causas expresadas en el Artículo anterior, vacare el cargo de Presidente de la República, el Ministro subrogante, con arreglo al Artículo 79, se encargará del Poder Ejecutivo, y, dentro de los ocho días siguientes a la fecha en que hubiere ocurrido la vacante, convocará a elecciones, las que deberán estar terminadas en el plazo de dos meses, a lo

más, contados desde la misma fecha. Efectuadas las elecciones, el Congreso ordinario siguiente practicará el escrutinio hasta el veinte de Agosto, a más tardar, y el primero de Setiembre inmediato el Encargado del Poder Ejecutivo cesará en sus funciones y empezará el nuevo período constitucional.”

* Un libro que contiene un relato bien documentado sobre la caída de Velasco en su primera presidencia es: Norris, Robert, ‘El gran ausente’, Tomo I, Ediciones Libre Mundi, 2004, Quito, pp. 227-245.  


Una bisagra: la brevísima presidencia y la singular renuncia del Dr. Antonio Pons

19 de agosto de 2021

[continúa…]

 

El médico guayaquileño Antonio Pons Campuzano fue Ministro de Gobierno del quiteño José María Velasco Ibarra durante su primera Presidencia (1934-1935)*. Pons renunció a este alto cargo la fresca mañana del 20 de agosto de 1935, día en que el Presidente Velasco Ibarra, según él mismo supo caracterizarlo después, se precipitó sobre las bayonetas. En la madrugada del día siguiente a esa fresca mañana, ya el doctor Pons se había encumbrado como la máxima autoridad del Poder Ejecutivo en reemplazo del dictador wanna-be Velasco Ibarra y en calidad constitucional de Encargado del Poder. Pons narró este episodio en un libro titulado ‘Contra el zarpazo de la ‘garra política’, editado en Buenos Aires en 1936. A la fecha de los hechos, el guayaquileño Pons, hijo de un catalán y una paisa, contaba 37 años.

 

De acuerdo con el relato de Pons, la fresca mañana del día en que Velasco Ibarra se precipitó sobre las bayonetas, él renunció al Ministerio de Gobierno. Cuenta que esa mañana del 20, a eso de las 9 a.m., mientras él se hallaba en su despacho, escuchó una banda militar que se acercaba al Palacio de Gobierno, que venía a hacer la lectura de un bando que informaba que Velasco Ibarra se declaraba dictador. Inmediatamente, en desacuerdo con esta medida, Pons presentó su renuncia y se largó a su hotel. Velasco Ibarra, como es conocido, fracasó en su intento: los militares se negaron a secundarlo**.

 

Antonio Pons permaneció en el comedor del hotel Savoy, aguaitando el desarrollo de los acontecimientos. A eso de las 10 p.m., una comitiva militar lo fue a visitar para que asista a una reunión en la casa del Comandante Plaza. Pons fue, y allí un militar de apellido Solís le pidió que acepte la Presidencia y luego nombre a un Ministro de Gobierno que lo reemplace. Es decir, lo quisieron a Pons usar como un nuevo vehículo del ‘dedazo’ (v. ‘A Constitutional Western: el auge y el ocaso del dedazo civil (1929-1935)’).

 

Pons se mosqueó y pidió explicaciones, y entonces apareció para darlas un representante de esa ‘garra política’ a la que aludió Pons en el título de su libro: el abogado guayaquileño Carlos Alberto Arroyo del Río. Pons lo escuchó, y finalmente, se negó a aceptar la propuesta y se regresó al Savoy.

 

Unas horas después, ya en la madrugada del 21, acudieron al Savoy ‘una comisión de militares más numerosa que la anterior, para entregarme resueltamente y de acuerdo con los preceptos de la Constitución que deseaba restablecerse, el Poder Ejecutivo’ (p. 11). En ejercicio del Poder Ejecutivo, el doctor Pons quiso organizar unas elecciones, pero su intento fracasó porque nadie le colaboró. Así, su gobierno pudo contemplar ‘el desarrollo de los acontecimientos sin poder, honradamente, contener el desbordamiento de tanta pasión política y tanta ambición desenfrenada’ (p. 16).

 

Asfixiado por las circunstancias, el 26 de septiembre, a escasos 36 días de haber empezado su encargo del Poder Ejecutivo, Pons renunció. La singularidad de su renuncia fue que la efectuó ante el mando militar y no ante la casa de la ‘garra política’, esto es, ante el Congreso Nacional, que es lo que disponía la Constitución de 1929. En palabras de Pons: ‘reuní en la Casa Presidencial al Inspector General del Ejército y a los representantes de las principales dependencias del Ministerio de Guerra y de los cuerpos de línea, quienes concurrieron con el carácter de delegados plenamente autorizados. Ane ellos, es decir, ante el Ejército ecuatoriano, renuncié mi cargo después de exponerles la honradez de mis propósitos y los sentimientos patrióticos del Gobierno’ (p. 20). Pons le entregó el Poder Ejecutivo al Inspector General del Ejército, el coronel Benigno Andrade.

 

Pons juzgaba a los militares ecuatorianos en términos positivos, como ‘el mejor intérprete de los sentimientos cívicos’ (p. 10). De la ‘garra política’, en cambio, tenía el peor de los conceptos pues la consideraba ‘conectada en tal forma con todos los resortes vitales del país, que apenas si se puede concebir la posibilidad de no estar supeditado a sus maniobras: Influencia capitalista, casi dominio. Talento maquiavélico. Entronques hasta con la Iglesia. En fin: Poder, Poder y Maldad’ (p. 15). Después del fugaz e inane gobierno del doctor Pons, era la hora de los militares.

 

Así, la brevísima presidencia y la singular renuncia del doctor Antonio Pons Campuzano (1897-1980) sirvió como una bisagra entre el dominio civil y el dominio militar en la política ecuatoriana de los agitados años treinta.

 

[continuará…]

 

~ * ~

 

* La primera Presidencia de Velasco Ibarra demoró menos de un año, entre el 1 de septiembre de 1934 y el 20 de agosto de 1935. Tuvo dos Ministros de Gobierno: el primero fue Rosendo Santos Alarcón; el segundo, Pons.

** Ocurrió en otras tres ocasiones: en 1947, su gobierno fue interrumpido por el ‘Manchenazo’; en 1961, por un golpe de Estado militar que encumbró a su vicepresidente, Carlos Jumo Arosemena; en 1972, por el llamado ‘Carnavalazo’, un golpe de Estado militar que le dio la final chapeta al Profeta.

Médicos en la Presidencia

15 de mayo de 2021

El Ecuador ha tenido cuatro médicos que han alcanzado la Presidencia de la República. Su denominador común es que ninguno fue elegido Presidente por el voto popular.

 

El primer médico en la Presidencia fue el lojano Isidro Ayora Cueva (1879-1978). Después de la Revolución Juliana de 1925 y sus experimentos de gobierno colectivo, el 1 de abril de 1926 el Ejército decidió otorgarle la dirección del país a un único individuo, el rector de la Universidad Central, que era el doctor Isidro Ayora. Entre 1926 y 1928, el doctor Ayora fue un dictador. Cuando el 9 de diciembre de 1928 se instaló una Asamblea Constitucional, ella lo designó Presidente Interino. El 27 de marzo de 1929, al día siguiente de haber aprobado nuestra décima tercera Constitución, la Asamblea Constitucional designó Presidente Constitucional al doctor Ayora. El 17 de abril de 1929, él se posesionó del cargo y debió gobernar hasta 1933, pero ante el Congreso Nacional renunció al ejercicio de su cargo el 24 de agosto de 1931 (1).

 

El segundo médico en la Presidencia fue el guayaquileño Antonio Pons Campusano (1897-1980), quien gobernó por unos pocos días (37) de 1935. Este hombre fue el Ministro de Gobierno del Presidente José María Velasco Ibarra en su primera Presidencia. Cuando Velasco Ibarra decidió declararse dictador el 20 de agosto de 1935 (2), los militares no aceptaron su dictadura y en la noche le propusieron al doctor Antonio Pons, quien hasta la mañana de ese día 20 se había desempeñado como Ministro de Gobierno, que él asuma la Presidencia. La descripción de este episodio hecha por el doctor Pons consta en un libro que él publicó en Buenos Aires en 1936, ‘Contra el zarpazo de la ‘garra política’’. El doctor Pons renunció a la Presidencia el 26 de septiembre de 1935, aunque no ante el Congreso Nacional, pues lo hizo ante los milicos. En su reemplazo, ellos escogieron al filofascista de Federico Páez.

 

El tercer médico en la Presidencia fue el quiteño Aurelio Mosquera Narváez (1883-1939) quien, tras la renuncia del Presidente Interino Manuel María Borrero, fue designado Presidente por una Asamblea Constituyente, el 2 de diciembre de 1938. El doctor Aurelio Mosquera disolvió la Asamblea que lo eligió y gobernó con mano dura, hasta la madrugada del 17 de noviembre de 1939 cuando falleció de una manera súbita. Este quiteño tiene el opaco honor de ser el único Presidente en funciones que se suicidó, se supone que por una decepción amorosa (3).

 

El cuarto y último médico en la Presidencia fue el guayaquileño Alfredo Palacio González, nacido el año en que se mató el anterior médico en la Presidencia (1939) y todavía vivo. El doctor Palacio fue elegido Vicepresidente de Lucio Gutiérrez por el voto popular en las elecciones presidenciales celebradas el 20 de octubre de 2002. Cuando Gutiérrez fue derrocado el 20 de abril de 2005, el doctor Palacio fue promovido a Presidente de la República en una ceremonia en el edificio de la Ciespal, en Quito, comandada por la actual alcaldesa de Guayaquil, Cynthia Viteri, vestida con chaqueta jean.

 

 

Sepsi, yeah.

El doctor Palacio gobernó lo que restaba del período de Gutiérrez, hasta el 15 de enero de 2007. Lo reemplazó en la Presidencia uno que fue elegido por la voluntad popular y que había surgido a la vida política como Ministro de Economía de su gobierno, Rafael Correa Delgado. Al doctor Palacio, a pesar de ser uno de los últimos tres Presidentes que ha tenido este país (contando hasta el actual lerdo infame de Lenin Moreno) se lo percibe insignificante y lejano.

 

(1) Lo hizo en los siguientes escuetos términos: ‘Sr. Presidente del Honorable Congreso Nacional, en vista de la situación política del momento, presento a usted, con el carácter de irrevocable, mi renuncia del cargo de Presidente Constitucional de la República’. La ‘situación política del momento’ era la zozobra causada por la insurrección de un batallón del Ejército.

(2) Episodio que originó su célebre frase ‘Me precipité sobre las bayonetas’.

(3) Otro Presidente, concluido ya su momento presidencial, también se suicidó: se botó de una azotea para quedar como oblea en el pavimento. Fue el quiteño Francisco Javier León, quien pegó su salto el 10 de agosto de 1880.