En el libro ‘Rielando en
un mar de recuerdos’, de Carlos Saona, se cuenta la historia del “señor
Vinelli” (nunca sabemos su nombre, sólo sabemos que era el Vinelli socio de la empresa
‘Vinelli & Pérsico’) quien, a principios del siglo XX, en una sociedad donde estaba vigente una creencia absurda que impedía a los guayaquileños bañarse en
el estero Salado el día Viernes Santo (en el sector que se conocía como ‘El
Corte’, en lo que hoy es el Malecón del Salado) por el temor a convertirse en
pescados, caminó la distancia desde el centro hasta esa entonces periferia (por
ser Viernes Santo, el transporte público estaba suspendido) para tomar sus
baños en el estero, como lo hacía todos los días.
Así, Vinelli le demostró al pueblo de
Guayaquil que era una soberana estupidez pensar que si se bañaban en Viernes
Santo se convertirían en pescados: él era la viva prueba de que aquello no era
cierto.
El señor Vinelli plantó
cara a la estupidez religiosa y triunfó. Un claro mensaje para estos tiempos
que corren, tan llenos de estupidez religiosa y tan necesitados de gente que se
anime a desafiarla.
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