El Hombre Caca y el presupuesto

17 de julio de 2018


La cultura, para el Hombre Caca, es ajustarse al “presupuesto asignado”. El resultado no importa tanto como no gastar más de lo que sus jefes le han dispuesto que gaste. Es una visión contable de la cultura, pero es lo que el Hombre Caca está en capacidad de hacer por su ciudad (además de ser un “tapón, neutralizador, muro de contención de la energía cultural”).

A propósito de esto, hace poco leí un libro sobre cómo construir guiones, en el que García Márquez se quejaba de esta visión tan contable como mezquina de la producción cultural: “Hace poco supe de un productor que estaba feliz porque había obligado al director a someterse a un presupuesto rígido…, y cuando vi la película me di cuenta de lo que había logrado con eso […] La falta de plata se notaba por dondequiera y, de hecho, acabó con la película. Lo barato salió caro, como siempre sucede”*.

Mutatis mutandis, esto es lo que ha hecho el Hombre Caca con la cultura de Guayaquil: disminuirla, abaratarla, acabar con ella. Y casi se podría decir, tras dos décadas y media de soportarlo, que lo ha conseguido.

Porque lo que sí tiene presupuesto, son estupideces como esta, que encandilan la bobalicona imaginación del Hombre Caca. Y no aportan nada. 

De saldo: Guayaquil es un triste páramo. 

* García Márquez, Gabriel, 'Cómo se cuenta un cuento', Ollero & Ramos Editores, San Antonio de los Baños, 1996, pp. 22-23.

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